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Grises

Si el primer disco, El hombre bolígrafo (2011), bebía del indie anglosajón tradicional y el segundo, No se alarme señora, soy soviético (2013), exploraba el universo de las pistas de baile, con Animal (2014), su tercer álbum, Grises emprende el despegue definitivo. Las referencias se complican: señal de que el quinteto guipuzcoano ha encontrado su sitio. Su espacio está en ese lugar indeterminado en el que el pop electrónico se refina, se vuelve más hipnótico, sensual. Mientras la mayoría de sus compañeros de generación se lamen heridas, Grises celebra que siempre hay cosas que celebrar. Con el optimismo contagioso de sus brillantes canciones.

La banda de Zestoa se ha hecho mayor, en el mejor sentido de la palabra. Tras abrirse un hueco en pocos años en muchos de los festivales de referencia (Sonorama, Ebrovisión, Arenal Sound, Low Cost, SOS4.8 …), y curtida en los escenarios más importantes (Joy Eslava, Razzmatazz, Apolo, Siroco, Fever…), apunta ahora al perfil propio, ese en el que la personalidad deja de ser una suma de piezas para convertirse en una sola.

Pese a su juventud, algunos de los miembros de la banda llevan hasta 15 años haciendo música. Pero no fue hasta 2009 cuando se completó la formación actual (a 2014), con Eñaut Gaztañaga (voces y guitarras), Amancay Gaztañaga (voces), Alejandro Orbegozo (sintetizadores), Raúl Olaizola (bajo) y Gaskon Etxeberria (batería). Grises Sueños pasaron a ser simplemente Grises, y la música de Arcade Fire, Glasvegas, The National o Editors comenzó a enseñarles el camino.

Con los estudios de grabación Gaztain de Eñaut como centro neurálgico, el grupo se aventuró en el electropop ochentero para alumbrar primero El hombre bolígrafo, que los situó como una de las jóvenes propuestas más sólidas de su generación, con un directo sencillamente demoledor. Más tarde, en No se alarme señora, soy soviético, su sonido comenzó a evolucionar hacia un synth-pop de orfebrería. Una arquitectura de capas melódicas y materiales electrónicos construyó una muralla sonora para las pistas de baile.

Todo ese bagaje entra en una nueva dimensión en Animal, en la que sorprenden con canciones como la hipnótica Impares, en la que las guitarras ásperas también irrumpen sin previo aviso. O en Efímero, un tema con vocación de himno. O en Alienígenas, una de las composiciones más chocantes de los diez que componen el álbum. O en Señales, sencillamente divertida.

Desde el pop del buen rollo, pensado estrictamente para pasar el rato y contagiar ilusión, Grises han completado su evolución hacia la elegancia sofisticada. Pero lo han hecho sin perder la sonrisa, por supuesto.