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Cuentan que Viña Rock nació con estrella. Trece años después de su primera edición no sólo es el festival de música Arte-Nativa que convoca a más público de toda la península, sino que está consolidado como el evento de referencia para cualquier artista latino que tiente su reconocimiento en el estado español. Sin embargo, hasta llegar a su imagen más actual ha tenido que sortear toda clase de escollos. Empezando por su alumbramiento en un momento difícil para la música hecha por gente “de aquí” -Extremoduro, Platero Y Tú o Los Planetas pueden dar fe de lo complicadas que estaban para ellos las cosas allá por 1996-, hasta sufrir toda clase de infortunios climáticos o presiones “morales”.

Y sin embargo se sigue mentando a su fortuna. Falta le ha hecho para dar sus primeros pasos en un estado de escasa tradición en este tipo de acontecimientos, y lograr sobrevivir contra todo pronóstico en un lugar perdido en el mapa de La Mancha. Dicen que nadó contracorriente luciendo con orgullo aquella etiqueta de “Festival Nacional de Música Apocalíptica”, y un poco más tarde la de “Festival Arte-Nativo”. Y que fue capaz de crecer a pesar de la desidia indolente de los medios de comunicación de masas, y además ser generoso en invertir toda la experiencia adquirida en sus primeras ediciones en diversificar su programa.

Ha tomado cuerpo gracias a la magnífica respuesta de un público soberano, triplicando sus jornadas, multiplicando hasta por cinco sus escenarios y estirando el abanico de gustos más allá del rock urbano y el pop independiente hasta las brechas temáticas del metal, hip hop y el apoyo a los jóvenes artistas. Igual tira de referencias clásicas -Rosendo, La Polla, Barricada…- como de intérpretes “noveles” –Mala Rodríguez, Estopa o Mägo De Oz tuvieron su oportunidad antes de estallar a lo grande-, e incluso es capaz de virar sus puntos de mira para amparar a los artistas más discutidos de la industria “dependiente”–Pereza, Bebe, Melendi, Bunbury…-.

Además lleva muchos años aventurándose a identificar su existencia con la de todos sus hermanos del otro lado del océano -La Renga, Vicentico, Los Piojos, Bersuit Vergarabat, Horcas, Rata Blanca, Beto Vazquez Infinity, Todos Tus Muertos, Andy Chango, Pappo’s Blues, Lumumba, Logos y A.N.I.M.A.L. (Argentina); Sepultura, Ratos De Porão, Angra y Shaaman (Brasil); Orishas (Cuba); El Tri y Molotov (México); Brujería, Lord Tariq, Jeru The Damaja, Lords Of The Underground, The High & Mighty, Black Moon y R.Z.A. (EE.UU.)-, tendiendo puentes de identidad a sus vecinos mediterráneos y tratando de reencontrar sus raíces latinas en la vieja Europa -Saïan Supa Crew, Sargento Garcia, O.F.X., Ärsenik, Sniper y Mouss & Hakim (Francia), Fanfare Ciocarlia (Rumania), Banda Bassotti (Italia)…-. Se ha atrevido a presentar credenciales itinerantes alrededor del territorio del estado con Viña Rock Express e incluso a viajar hasta América con Soziedad Alkoholika -junto a Horcas- en una velada histórica en Buenos Aires con Viña Rock y el Arte-Nativo como bandera.

Ha alcanzado su madurez al sacar lección consecuente en todos sus frentes, resistiendo los embates de la incomprensión social y el acoso moralista que persigue a todo aquel que se expresa de forma distinta. No le ha temblado el pulso al apoyar a Soziedad Alkoholika en sus momentos más críticos, y plantado cara al totalitarismo excluyente programando bandas “malditas” como Banda Bassotti, Obrint Pas o Su Ta Gar. Manteniendo una política de respeto con las ideas de sus artistas, y conservando un espíritu combativo contra las presiones externas, ha sido como se ha ganado un merecido reconocimiento y cosechado el cariño de una audiencia cada vez más identificada con su singladura.

De ese flujo de simpatía recíproca, fruto del respaldo a la libertad de expresión artística y del especial reconocimiento a las distintas corrientes musicales como cultura alternativa, es como Viña Rock ha sumado año tras año una mayor respuesta de convocatoria hasta quedar como el emblema líder de un público joven, libre y sin complejos. Un público que ha interiorizado Viña Rock como su clásico encuentro anual, en unas jornadas donde prima la diversión musical y el compromiso cultural a las afueras de las tendencias comerciales más alienadas. Empezó en 1996 en Villarrobledo como simbólica reivindicación del espíritu libre del rock, y trece años después ha conseguido consolidarse al candor de esa misma esencia.

No fue rápido ni sencillo catalizar tanto impulso, ni fácil integrar a tanta gente de gustos tan dispares, orígenes tan lejanos y culturas tan diversas. A día de hoy Viña Rock puede enorgullecerse de haber alcanzado con éxito la fórmula de ese mestizaje. Es por eso que no pertenece a nadie, es el reflejo exacto del público que ha conseguido hacerlo tan espectacular y llevarlo tan lejos. Esa es su única suerte.