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  Hija del volcán  Dirigida por Jenifer de la Rosa
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"He sentido toda mi vida una desconexión entre cómo me veo y cómo me siento. Me veo de una manera y me escucho de otra. Me veo colombiana y me oigo española. Me identifico como española, pero me descubro como colombiana. Recibí mi nombre en Colombia y mis apellidos en España. He crecido en Valladolid, pero nací, probablemente, en Manizales, aunque podría haber sido en Chinchiná, Villamaría o incluso Armero. Soy adoptada" - Jenifer de la Rosa, directora de la película.


Motivación de la directora
Hija del volcán explora mi propia búsqueda de orígenes como persona adoptada que nació en el Sur Global, Colombia, y que con un año y medio de edad fue traída a Valladolid, España, lo que me hace ser migrante forzosa. A esa corta edad, ya había pasado por varias casas de acogida con varias posibles mamás que quisieron adoptarme. Madres a las que sin embargo, las instituciones les negaron poder serlo, ya que habían decidido encontrar a mi familia definitiva en Europa.

Desde mi más tierna infancia he pasado mucho tiempo imaginando cómoserían mis antepasados para así comprender por qué mi nariz es más pequeña, mis ojos más rasgados o mi piel más amarilla que la de mi familia y amistades.

Me convertí en adulta y en vez de tener más respuestas, crecieron las dudas. Quería conocer el contexto en el que mi madre me dio a luz, cuál fue su realidad. Lo necesitaba como mujer y como hija, necesitaba una narrativa que diera respuesta a las preguntas más básicas de la vida, ¿quién soy? ¿de dónde vengo? para poder construir mi historia de vida. Investigué, me di cuenta de que mi caso no era único, y que era una representación de una realidad que vivimos las personas adoptadas y familias.

Todas las personas tenemos derecho a conocer sobre nuestros orígenes, pero se vulnera una y otra vez porque se legisló pensando en el presente y no elfuturo de esos bebés y menores de edad, y su complicado acceso que nos acompaña a la diáspora de personas adoptadas en el mundo. Encontré una hermana a la que le parece que el desarraigo es un mal menor habiendo podido formarme, tener una familia que me apoya y hasta hacer una película.

Soy consciente de mis privilegios y de que sin el apoyo de las psicólogas que han pasado por mi vida, podría haber sido una de esas tantas personas adoptadas que no han podido resolver sus problemas de desarraigo, identidad y pertenencia. El amor no todo lo cura. La salud mental es un tema clave de nuestra realidad, y a la hora de aceptar nuestro pasado y a las personas que lo componen, y por eso también decidí explicitarlo en el filme.

Ocho años para concluir un viaje vital en el que me han acompañado un centenar de personas, porque el cine es colectivo, que deseo compartir con personas adoptadas, familias y la sociedad para generar una conversación que considero imprescindible.