Dirigida por Jafar Panahi, ganador de la Palma de Oro en Cannes 2025 por 'Un simple accidente', y escrita por Abbas Kiarostami.
Ganadora del Premio del Jurado de Una Cierta Mirada en Cannes 2003 y de la Espiga de Oro en la Seminci del mismo año, llega por primera vez a los cines españoles, más de veinte años después de su estreno internacional.
Inspirada en un hecho real, la película retrata con una mirada lúcida y compasiva la historia de Hussein, un repartidor de pizzas en Teherán que, humillado por la desigualdad y la exclusión social, se ve arrastrado hacia un destino trágico. Panahi transforma un suceso policial en una exploración profundamente humana sobre la injusticia, la dignidad y la alienación contemporánea. Filmada con actores no profesionales y una puesta en escena de sobria precisión, Crimson Gold combina la observación documental con una construcción narrativa de una potencia casi dostoievskiana.
El guion de Kiarostami, probablemente el más depurado que escribió para otro cineasta, investiga las raíces invisibles del crimen -la pobreza, la humillación y la represión- sin ofrecer explicaciones psicológicas ni morales. Richard Brody en The New Yorker, definió la película como poesía callejera crítica una obra que observa la vida con asombro y dolor, que transforma el absurdo en ironía y la desesperación en lucidez. Prohibida en Irán y celebrada en los festivales más prestigiosos, Crimson Gold se erige hoy como una pieza clave del cine contemporáneo.
Entrevista con Jafar Panahi
Realizada por David Walsh en el Festivalde Cine de Toronto.
P: Esta es una película iraní con una evidente relevancia internacional. En Estados Unidos ocurren tragedias así todos los días. Desafortunadamente, uno casi se acostumbra. ¿Qué fue lo que le llamó la atención de este incidente en particular?
R: Es cierto que cuando vives en una sociedad como la nuestra, cosas así ocurren todo el tiempo, pero hay ciertos momentos, ciertos días, en los que oyes lo que ha pasado y el dolor te golpea tan fuerte que te obliga a pensarlo seriamente. Es como cuando haces el mismo trayecto de casa al trabajo todos los días y, de pronto, un día ves por primera vez algo que siempre estuvo ahí. Te detienes en ello. Te duele y piensas que tienes que hacer algo.
Como cineasta, cuando escuché lo que había ocurrido me impactó y sentí que debía hacer algo al respecto. Estábamos yendo a una exposición fotográfica de [Abbas] Kiarostami. Cuando él me contó lo sucedido, no pude quedarme más tiempo en la exposición y sentí que tenía que actuar. Ni siquiera recuerdo exactamente qué emoción me invadió aquel día.
La escena de la fiesta en la película [la redada policial] ocurre constantemente: los jóvenes siempre tienen este tipo de problemas, son detenidos, y luego sus padres firman un documento comprometiéndose a que no volverá a pasar. Hace tres semanas ocurrió algo parecido en Teherán... aunque fue algo muy triste, sentí cierta satisfacción de haberlo mostrado en mi película. Después de una fiesta, la policía siguió a un chico y a una chica, disparó contra ellos y el chico murió. Como cineasta social, reacciono ante lo que ocurre en nuestra vida social.
Aunque la gente de nuestra sociedad ya esté acostumbrada a lo que pasa en esas fiestas, es necesario exponerlo y mostrarlo de nuevo como un problema real.
Debido a que el gobierno iraní se basa en la religión, cualquier relación entre chicos y chicas -si no están casados, si bailan juntos en una fiesta- se considera un delito. Así que la policía actúa. A veces tienen la orden y el permiso para allanar la casa, y otras veces esperan fuera hasta que la gente sale... así también pueden atrapar a más personas.
P: ¿La cuestión de la desigualdad social es un tema del que hablen cineastas, periodistas o políticos en Irán? En Estados Unidos es una realidad enorme, pero casi nadie habla de ella ni hace películas al respecto.
R: La desigualdad existe en todos los países del mundo. Pero llega un punto en el que ya no hay clase media, debido a malas decisiones políticas o problemas económicos. Entonces la brecha entre ricos y pobres se hace más grande, y así es como estamos ahora. Eso genera violencia y frustración. Y las personas que viven ese problema reaccionan de diferentes maneras. Hussein no era un ladrón; si lo fuera, habría robado al hombre rico. Quería defender su dignidad ante la humillación. No queremos decir si eso está bien o mal, solo decimos que así es.
P: La película me mostró muchas cosas de Irán por primera vez. Nunca habíamos visto hogares tan lujosos. ¿Fue deliberado mostrar esa riqueza?
R: Sí, y es que esa es la realidad, porque la brecha entre ricos y pobres no deja de ampliarse. Y los personajes de la película ni siquiera se comparan con la gente verdaderamente rica de Irán.
P: No se trata solo del efecto económico, sino también del impacto psicológico y emocional, y no solo sobre los pobres. ¿También quería hablar de las consecuencias para los ricos?
R: Quiero mostrar a personas de todos los niveles de la sociedad y sus problemas. No quiero decir que las de un nivel sean mejores o peores que las de otro. Tenemos unos cuatro o cinco millones de iraníes que viven fuera del país; se marcharon después de la revolución. La mayoría eran niños cuando huyeron y no tienen un conocimiento real de lo que ocurre ahora en Irán. Pero aman su país y siempre quieren volver y tratar de vivir allí. Sin embargo, cuando regresan, no logran conectar con la gente y sufren. Por eso él invita a Hussein a entrar, para poder hablar de los problemas. Y sentimos tanta compasión por el hombre rico como por Hussein.
P: Hussein parece profundamente herido, tanto por la guerra como por la situación económica. ¿Cree que muchos iraníes están heridos de ese modo?
R: Hay un dicho que dice que creemos que los locos son más afortunados, porque no ven realmente lo que pasa a su alrededor. Pero si uno ve lo que ocurre, sufre profundamente. Y esa es la situación de Hussein: apenas habla, pero ve mucho, y cuando ve algo, lo ve en profundidad. Está enfermo y sufre tanto física como emocionalmente.
P: Ayer, en la proyección pública, se describió como un cineasta independiente. En Norteamérica ese término suele usarse mal. ¿Qué significa para usted "independiente"?
R: Independiente de cualquier forma de dependencia o coacción, en cualquier parte del mundo. Independiente de cualquier creencia que considere errónea. Rechazar la autocensura y creer que cada película que hago es, en última instancia, exactamente lo que quiero decir. A menudo, cuando se dice "independiente", se piensa solo en lo económico, en no depender del dinero de otros. Pero en nuestro contexto, independiente significa sobre todo independencia política. Por eso no hago cine político: porque si fuera un cineasta político, tendría que trabajar para partidos y adoptar sus ideas de lo que está bien o mal. Pero creo que el arte está por encima de la política. El arte mira la política desde un nivel superior. No dice qué está bien o mal; simplemente muestra los problemas.
Y corresponde al público decidir. Una película política envejece, pero una película artística independiente nunca envejece: siempre se mantiene viva. Aunque filmo en Irán como espacio geográfico, mi voz es internacional. Eso es lo que quiero decir con "independiente". Cada vez que siento dolor, reacciono, porque no dependo de ningún partido ni recibo órdenes; decido libremente cuándo hago mis películas. Lucho con todas las dificultades para poder rodarlas. Si no fuera independiente, diría que sí a cualquiera. Pero cuando quiero hacer una película, hago lo que sea necesario. Eso es lo que no les gusta a los funcionarios del gobierno. Y el placer de hacerlo así es mucho mayor.
P: Lo felicito por su crítica a la situación en Irán y por su negativa a viajar a Nueva York debido a la política del gobierno estadounidense. ¿Cuál es su opinión sobre la invasión de Irak?
R: La gente en Oriente Medio no es muy optimista respecto a Estados Unidos. Las personas comunes piensan que todo lo que hace EE. UU. es en su propio beneficio. Para servir a sus propios intereses, el gobierno estadounidense ignora la opinión y las leyes internacionales. Nosotros estuvimos en guerra con Sadam durante ocho años, y Estados Unidos lo apoyó todo ese tiempo. Sadam nos bombardeó con armas químicas. Pero de repente, cuando EE. UU. vio amenazados sus intereses, entonces lo atacó. Lo mismo pasó en Afganistán. Cuando decidieron invadir Afganistán, tuvimos que reírnos, porque sabíamos que nunca encontrarían a Bin Laden. Siempre habrá un chivo expiatorio que Estados Unidos pueda utilizar.
Ficha artística
Hossein Emadeddin – Hussein
Kamyar Sheisi – Ali
Azita Rayeji – La novia, hermana de Ali
Shahram Vaziri – El joyero
Ehsan Amani – El hombre del café, timador
Pourang Nakhael – El hombre rico
Kaveh Najmabadi – El vendedor
Saber Safael – El soldado