NúrembergDirigida por James Vanderbilt "El privilegio de inaugurar el primer juicio de la historia por crímenes contra la paz del mundo conlleva una enorme responsabilidad. Los agravios que buscamos condenar y castigar han sido tan premeditados, tan maliciosos y tan destructivos que la civilización no puede consentir que queden sin respuesta, pues no sobreviviría a su repetición." - FISCAL JEFE ROBERT H. JACKSON Discurso de apertura de los juicios de Núremberg, 21 de noviembre de 1945.
Una historia apasionante
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, tras la derrota de las potencias del Eje y el suicidio de Adolf Hitler, las naciones aliadas tuvieron que plantearse qué hacer con los miembros prominentes del régimen nazi que habían sido capturados durante la liberación de Europa. Para resolver la situación llegaron a una conclusión tan insólita como inconcebibles fueron los crímenes: se celebraría un juicio internacional en Núremberg, una ciudad simbólica por haber acogido los actos de propaganda de Hitler y haber sido escenario del ascenso del Tercer Reich.
No fue fácil tomar la decisión de optar por la justicia. Para los países aliados (Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Soviética y Francia) suponía hacer frente a grandes retos legales, éticos y logísticos, ya que el concepto de un tribunal penal internacional todavía no existía. Tampoco había precedentes para juzgar a un régimen por crímenes contra la paz, crímenes contra la humanidad, guerras de agresión y conspiración. Nunca se había intentado llevar ante la justicia a todo un gobierno por orquestar atrocidades de tal magnitud.
Robert H. Jackson, juez asociado de la Corte Suprema de los Estados Unidos, tomó las riendas del procesamiento, y los Aliados empezaron a trazar un marco formal para la celebración del juicio. A estos esfuerzos se sumaron los del teniente coronel Douglas Kelley, un psiquiatra del ejército de EE. UU., al que se le encomendó una tarea tan innovadora como necesaria. Kelley, un hombre resuelto y reservado, se encargaría de estudiar la mente de los altos mandos nazis capturados, hombres cuyas decisiones habían arrasado continentes y acabado con las vidas de millones de seres humanos.
Los Aliados eran conscientes de que durante los juicios de Núremberg no se analizarían únicamente los veredictos y las sentencias, sino que también se indagaría en las raíces del mal. Se intentaría ahondar en preguntas tan complicadas como si la monstruosidad del régimen nazi había sido producto de unas mentes trastornadas o si cualquier persona podría sucumbir a una ideología y ambición que las llevara a perpetrar actos inconcebibles. El mundo clamaba respuestas.
Las evaluaciones de Kelley fueron cruciales por varios motivos. En primer lugar, por el propio juicio en sí: el tribunal requirió un diagnóstico psiquiátrico de los imputados para determinar que fueran aptos para ser juzgados, comprendían el proceso judicial y podían participar en su propia defensa. Pero más allá del marco legal subyacía un objetivo psicológico. Kelley quería entender el estado mental y la motivación de hombres como Hermann Göring y otros miembros del gabinete de Hitler para aclarar cómo podían llegar a suceder estas atrocidades, no solo para orientar al tribunal, sino a toda la humanidad. ¿Podría la psiquiatría ayudarnos a reconocer señales de alarma e impedir la repetición de estos mismos horrores en el futuro?.
Para realizar sus análisis, Kelley combinó sesiones psiquiátricas con evaluaciones de personalidad y una observación directa de los imputados. Interrogó concienzudamente a los acusados para confirmar que entendían los cargos, valorar la respuesta emocional a sus actos y calibrar su capacidad para participar en el procedimiento legal.
Durante las sesiones con los presos, Kelley se encontró con todo un abanico de personalidades: algunos imputados se presentaban desafiantes, otros estaban desconsolados y muchos otros mostraban una frivolidad escalofriante. Pero fueron sus encuentros con Göring, el contumaz arquitecto del terror, los que se convirtieron en el eje del drama psicológico que se fraguó en Núremberg. Al intentar entender de dónde surge el mal, Kelley no solo llevó a cabo una evaluación clínica, sino que realizó una labor crucial para entender el comportamiento de los seres humanos.
Douglas Kelley acabó llegando a una conclusión perturbadora: los dirigentes del régimen nazi, incluido Göring, no eran psicópatas clínicos ni podían considerarse monstruos desde un punto de vista médico. Eran hombres corrientes, personas inteligentes, ambiciosas y en pleno uso de sus facultades y razón. Sin embargo, al encontrarse en determinadas circunstancias, habían sido capaces de llevar a cabo crímenes atroces.
Con este diagnóstico resultaba imposible ofrecer una respuesta sencilla a lo ocurrido, puesto que dichos comportamientos no podían clasificarse cómodamente dentro de las categorías del bien y el mal. La declaración de Kelley, que sostenía que personas corrientes podían realizar actos atroces, causó gran revuelo entre sus contemporáneos, muchos de los cuales rechazaban la idea de que la línea entre el bien y el mal fuera tan frágil y tan humana.
El guionista y director James Vanderbilt conoció el trabajo de Kelley a través de un artículo y una propuesta de libro que el autor Jack El-Hai acabaría convirtiendo en El nazi y el psiquiatra. Quedó fascinado por las maquinaciones psicológicas y políticas de Núremberg, puesto que ante aquel tribunal se dio algo extraordinario: una intersección entre historia e investigación humana. El destino de los criminales de guerra más tristemente célebres del mundo no solo dependía de las acciones militares o de la aplicación de leyes aún no escritas, sino de la complejidad y fragilidad de la mente humana.
Al realizador le cautivó la forma en la que el libro de El-Hai iba más allá de los procedimientos legales para descubrir una batalla de ingenio, tan íntima como apasionante, entre Kelley y los hombres que iba a estudiar, principalmente Göring. "En cuanto leí la novela supe que tenía que llevarla al cine", comenta Vanderbilt. "Me parecía una idea muy original, que no se había visto antes en la gran pantalla. De hecho, no tenía ni idea de cómo estaba la psiquiatría durante la Segunda Guerra Mundial".
Más allá de lo fascinante que le parecía la idea de retratar el lado psicológico de los juicios de Núremberg, a Vanderbilt también le motivó una sensación de responsabilidad generacional al comprobar que aquellos acontecimientos iban cayendo en el olvido en la actualidad. "Mis abuelos lucharon en la Segunda Guerra Mundial y crecí rodeado de sus historias. Esos hechos me resultan muy personales y cercanos", explica. No obstante, la realidad actual plantea un reto enorme: "Cuando les hablo a mis hijos de la Segunda Guerra Mundial es como si les hablase de la Guerra de Secesión. Para ellos es como hablar de otra época, por lo que creo que debemos esforzarnos por mantener vivos los recuerdos de todo aquello que pasó".
Una de las prioridades de Vanderbilt al plantear la historia ha sido recalcar las importantes conclusiones que surgieron los juicios de Núremberg, centrándose en cuáles dejaron huella, cuáles pasaron sin pena ni gloria y cuáles han caído en el olvido. "El mal no viste siempre de uniforme", apunta Vanderbilt. "No siempre es fácil identificarlo porque a veces no es manifiesto, sino que puede ser insidioso. Puede esconderse detrás de la persona más simpática de la cena, como en el caso de Göring. Darte cuenta de eso da más miedo que pensar que en una sociedad conviven personas buenas y malas".
Vanderbilt quería poner el foco sobre la forma tan sutil y escalofriante en la que el mal puede infiltrarse en nuestra normalidad. Su objetivo ha sido trasladar al cine una historia real que cautivara al público y lo retara a enfrentarse a la incómoda fragilidad de los límites morales.
El camino hacia la gran pantalla
"A menudo me preguntan qué guion me ha costado más escribir y suelo responder que es el que tengo entre manos", explica Vanderbilt. "Pero NÚREMBERG se lleva la palma porque la historia parecía inabarcable".
Vanderbilt conoció a Douglas Kelley a través del productor Bradley J. Fischer. "Jack tiene un don especial para dar con personajes increíbles que han caído en el olvido", comenta Fischer, a quien le parecía particularmente interesante el juego del gato y el ratón entre Kelley y Göring. "Se percibe un tira y afloja entre ellos, según intentan llevar la manipulación hacia un bando u otro. A Kelley le impresionó hablar con Göring y éste se aprovechó de la situación para sacar tajada. La relación daba para contar una historia muy tensa y fascinante, y para plantear muchas lecturas a diferentes niveles. No solo eso, sino que además se enmarcaba en un momento histórico no demasiado estudiado de la Segunda Guerra Mundial, entre la captura de los altos mandos nazis y su juicio por parte de los Aliados en Núremberg. Dar con una historia así no nos pasa todos los días a los productores cinematográficos, por lo que sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad".
Vanderbilt también vio que la historia tenía mucho potencial. Movido por la posibilidad de llevar esta historia olvidada al cine, dedicó años a documentarse rigurosamente sobre Kelley y los juicios, profundizando en archivos, transcripciones de los juicios, memorias y las propias vidas y relaciones de las personas que vivieron aquellos hechos en Núremberg.
"En un principio me planteé que la película la protagonizaran dos hombres en una celda porque el libro de Jack se centra en esa situación tan íntima", apunta Vanderbilt. "Pero luego leí el libro de Douglas Kelley, 22 Cells at Nuremberg, que presenta sus conclusiones sobre los hombres que estudió. A partir de ahí empecé a documentarme sobre los juicios propiamente dichos y la magnitud de la película iba ampliándose cada vez más. Cuando leí la historia de Robert Jackson y me enteré de cómo se entrelazaba su recorrido con el de Kelley, supe que tenía que incluir esa relación en la película".
A Vanderbilt le impresionaron los esfuerzos titánicos que realizó Robert Jackson para establecer los fundamentos del Tribunal Militar Internacional, que surgieron durante los juicios de Núremberg. Quiso que el guion se centrase en la pericia legal de Jackson, sin olvidarse del camino que le llevó hasta allí, dejando atrás los pasillos de Washington para celebrar reuniones diplomáticas en Londres y hasta visitar el Vaticano. Al plasmar los esfuerzos internacionales de Jackson y sus incansables negociaciones, Vanderbilt logró captar la impresionante coalición que tuvo que formarse para sentar a los arquitectos de estas atrocidades ante la justicia. Toda una odisea, de igual magnitud y relevancia que los hechos que transcurrieron dentro de la sala del tribunal.
Las labores de documentación de Vanderbilt también le llevaron a descubrir la increíble historia del sargento Howie Triest, un emigrado alemán judío. Huyó de los nazis siendo un niño, se alistó al ejército de Estados Unidos y volvió a Europa para prestar servicios como intérprete en los juicios de Núremberg. Para Vanderbilt, incluir la perspectiva de Triest aportaba un punto de vista único que ampliaría el alcance emocional del filme y enfocaría la causa desde un plano profundamente personal.
Vanderbilt sabía que unir las diferentes capas de la historia no iba a ser tarea fácil, puesto que sintetizar tantos enfoques en una única narrativa coherente supondría un esfuerzo colosal. Cada protagonista llevaba la historia hacia su terreno y según avanzaba se fue dando cuenta de que no podía utilizar una técnica convencional, sino que requería de una estructura que pudiera ir cediendo y amoldándose a las necesidades del guion. "Da mucha libertad, y también algo de vértigo, no trabajar con la clásica estructura en tres actos", se ríe Vanderbilt. "La verdad es que me atraen las películas que se atreven a salirse del camino marcado, lo cual no quiere decir que no sea una experiencia estresante".
Afortunadamente, a Vanderbilt no le pillaba de nuevas trabajar en una estructura cinematográfica inusual, ya que había adaptado el libro de Robert Graysmith sobre el asesino del zodiaco que David Fincher llevó al cine bajo el título ZODIAC (2007). En ese caso, una de las peculiaridades del guion era que los dos protagonistas no interactuaban hasta la mitad del filme, algo que se repite en NÚREMBERG, donde Kelley y Jackson se conocen bien avanzado el metraje. "La experiencia de haber adaptado el guion de ZODIAC me ayudó a la hora de plantearme este proyecto. En cuanto decidí que la película se centraría en estos tres hombres, a quienes íbamos a seguir por donde nos llevaran, tuve claro cómo estructuraría la historia".
Según Rami Malek, que interpreta a Douglas Kelley, "Jamie sabe utilizar la estructura y el ritmo narrativo para contar una historia apasionante, como ya vimos en ZODIAC. Además, en toda esta película se percibe un sentido del humor cáustico, porque no olvidemos que esta es una historia sobre seres humanos, y en determinadas circunstancias los seres humanos tiramos del humor para huir del horror que nos rodea. Jamie no da puntada sin hilo, y la película está poblada de personajes interesantes que consiguen llevar al público hacia su terreno. Solo él puede lograr hacer algo así y además lo hace con una sutileza y una elegancia envidiables".
"Ha creado un relato muy humano y cercano", confirma el productor Richard Saperstein. "Jaime cuenta una historia con mucha enjundia, pero consigue aportar ligereza en tanto que nos muestra el alcance de todo lo que está ocurriendo".
Mucho antes de sumarse al equipo, Saperstein ya había leído el guion de Vanderbilt y se había quedado prendado por la forma tan accesible en la que conseguía contar la compleja historia de Núremberg. "El guion me caló hondo", apunta el productor, que dirige Bluestone Entertainment. "Un guion así de bueno no se olvida y no quieres dejarlo escapar. NÚREMBERG siempre encabezó mi lista de proyectos pendientes. Era como una espina que tenía clavada".
Sabía que Vanderbilt lo bordaría con NÚREMBERG como su segunda incursión detrás de la cámara, después de debutar como director con TRUTH en 2015. "Confiarle una película tan potente como NÚREMBERG a un director tan novel era toda una declaración de intenciones", confiesa Saperstein. "Durante las conversaciones que mantuvimos me quedó claro que lo tenía todo bajo control, y ya desde el primer día que empezamos con los preparativos, nos sorprendió su enorme capacidad para conseguir que se sumaran al proyecto los colaboradores que tenía en mente y le permitirían trasladar a la pantalla la película que tenía en la cabeza".
Hay que empezar con buen pie, dice Russell Crowe, que fue el primer intérprete en unirse al reparto. Crowe comenta que el compromiso de Vanderbilt con el proyecto se contagió a todos los departamentos involucrados en el filme. "Jamie ha escrito guiones para terceros y ha visto como otras personas han llevado sus ideas a la gran pantalla. Al tener ahora la oportunidad de dirigir su propio material, se nota un nivel de determinación artística diferente. Tiene las ideas muy claras y sabe lo que quiere conseguir".
"Jamie tiene una energía infecciosa", confirma Leo Woodall, que interpreta al sargento Howie Triest en NÚREMBERG. "Se lo pasa muy bien e irradia felicidad, pero también es un gran líder y ha sabido dirigirnos".
Tras coincidir con Saperstein en un cóctel en el Festival de Cine de Cannes, Frank Smith, Benjamin Tappan y Cherilyn Hawrysh de Walden Media leyeron el guion de NÚREMBERG, y nada más terminarlo tuvieron clarísimo que querían unirse al proyecto como productores.
Crowe se había comprometido a interpretar a Hermann Göring años antes de que Bluestone y Walden se unieran al proyecto. "Cuando me imaginaba a Göring en el filme, siempre pensaba en que lo interpretase una gran estrella de cine", apunta Vanderbilt. "Era importante que fuera conocido, que encandilara al público tanto como había seducido a Kelley, porque en el mundo de la película, Göring es como una estrella de cine. Él es famoso en todo el planeta. A George Freeman, que por entonces era agente de Russell y ahora es su manager, le encantó el guion cuando lo leyó, y preguntó si podía enviárselo a Russell. Cuando terminó con la lectura, nos dijo que quería interpretar al personaje, sin ni siquiera reunirnos. La película no existiría si Russell no se hubiera involucrado, eso es así".
El proyecto ha tardado mucho en hacerse realidad. Según Crowe, "Son cosas que pasan, porque en ocasiones se tarda en ponerlo todo a punto. Pero todos esos altibajos e idas y venidas han sido las que nos han traído hasta aquí. Cuando te sumas a un proyecto, parte de lo que estás haciendo es comprometerte a escuchar al director y a estudiar sus ideas mientras el filme empieza a arrancar. En esta ocasión ha sido muy fácil porque Jaime tuvo las ideas claras desde el principio y no se desvió nunca de lo hablado inicialmente".
Con la producción ya en marcha, mucho después de haberse comprometido a interpretar el papel, Crowe le confesó a Vanderbilt que había roto sus dos reglas de oro al unirse a NÚREMBERG. "La primera fue afeitarse, porque le encanta su barba. La segunda fue hacer otra película sobre juicios. Me dijo, 'He roto ambas reglas para participar en tu peli'".
Vanderbilt cuenta con un equipo técnico de primera detrás de las cámaras de NÚREMBERG. "Todo el mundo respondió muy bien al guion", explica Saperstein. "No podía pedir mejores colaboradores que el director de fotografía Dariusz Wolski y la diseñadora de producción Eve Stewart. El diseño y la iluminación son increíbles, se nota en cada fotograma. Han cumplido con creces nuestras expectativas".
Saperstein habla maravillas de la calidad y meticulosidad con la que Stewart creó los escenarios del filme, incluida la prisión de Núremberg donde estaban encarcelados los nazis y la propia sala donde se celebró el juicio, todo recreado con gran rigor histórico basándose en el material de referencia. "Los escenarios de Eve son exquisitos y están recreados con una exactitud milimétrica", comenta Saperstein. "Al llegar al set era como si entrásemos en una máquina del tiempo".
A Wolski la historia de NÚREMBERG le tocaba muy de cerca. "Crecí en Polonia y la Segunda Guerra Mundial marcó mucho a mi familia", explica. "Mi madre estuvo en el campo de concentración de Brennan a los 11 años. Esta historia siempre me ha acompañado y, aunque a veces intentas alejarte de esos recuerdos, lo que me gustó de este guion es que no presentaba solo a los personajes como buenos y malos, sino que analizaba los efectos de la guerra y hablaba de justicia. Trata de preservar una cierta forma de democracia".
Para garantizar la precisión histórica de Núremberg, colaboraron con el asesor histórico Michael Berenbaum. Reconocido experto, autor y realizador, Berenbaum destaca por sus estudios sobre el Holocausto y la historia contemporánea judía. "Kelley no era conocido", comenta, "y centrarnos en sus sesiones nos permite analizar la psicología del criminal. Al igual que ocurría en LA ZONA DE INTERÉS, esta producción estudia la psicología desde una perspectiva diferente. No habla solo de los hechos, sino que se adentra en el personaje de Göring para conocerle y entender por qué había orquestado y participado en esas acciones".
La psicología del mal
El apasionante toma y daca entre el teniente coronel Douglas Kelley y Hermann Göring forma la base de NÚREMBERG. Su relación sostiene el eje emocional y psicológico de la película y se va afianzando según Kelley avanza en su análisis para entender la mente de Göring, un hombre tristemente célebre, carismático y astuto. El filme utiliza entrevistas en profundidad e intercambios tensos para plantear cómo la fascinación va dejando paso a la repulsión y la empatía se torna condena. Según va evolucionando la interacción entre Kelley y Göring, no solo se van esclareciendo las complejidades del mal, sino que también se plantean situaciones que obligan a estos dos hombres (y al público) a enfrentarse a verdades incómodas sobre el poder, la responsabilidad y la psique humana.
A Russell le pareció muy interesante poder ahondar en la humanidad e inhumanidad de un personaje como Hermann Göring, aunque sabía que iba a suponer un reto enorme. "Muchas veces las cosas que me atraen son también las que más miedo me dan", comenta. "El guion me cautivó nada más leerlo, pero me dejó agotado. No sabía cómo iba a gestionar meterme en la piel de este hombre. Pero cuando ese tipo de cuestiones me rondan la cabeza sé que ya no hay vuelta atrás: me ha atrapado el personaje".
Crowe se puso manos a la obra y pasó los años que el proyecto estuvo en desarrollo empapándose de toda la historia y la época, para informarse a fondo sobre Göring, Kelley y los juicios. "Se metió de lleno", apunta Vanderbilt. "Así que cuando por fin empezamos a rodar, tenía ya toda la labor de investigación hecha y pudo centrarse en su interpretación. Trabajó sin soberbia, no es nada arrogante ni lleva aires de estrella de Hollywood. Estaba 100 % metido en el rodaje".
Crowe ha disfrutado mucho documentándose para el papel. "Hace cinco años no tenía mucha idea sobre este periodo histórico", confiesa. "Eso ha cambiado radicalmente, claro. Por ejemplo, no sabía que Göring había sido un as de la aviación durante la Primera Guerra Mundial (una distinción que acredita a los aviadores que han derribado cinco o más aviones enemigos) ni sabía nada sobre su entorno familiar. Tampoco sabía dónde ni qué había estudiado ni cuáles eran sus aficiones".
Al bucear en el material de archivo, Crowe encontró información que le hizo interesarse aún más por la figura de Hermann Göring. Venía de una familia de clase media alta, donde había vivido de forma acomodada rodeado de opulencia e incluso había pasado algún tiempo con unos amigos de la familia en el castillo de Haimhausen cerca de Múnich, donde le cogió el gusto al lujo, la autoridad y la ostentación. Su educación estuvo marcada por el rigor académico, aunque tenía una vena rebelde que desapareció cuando empezó a interesarse por la vida militar, algo que ocurrió siendo todavía muy joven. De este entorno de disciplina y privilegio, tan expuesto a la ambición y la indulgencia, surgió esa personalidad compleja y carismática que tanto daño haría al pueblo alemán.
"Lo de Göring es un caso de libro", explica Crowe. "Iba fatal en los estudios hasta que encontró una asignatura que le interesaba y entonces empezó a sacar matrículas de honor. Cuando dejó la escuela normal y se matriculó en una academia militar, pasó de ser uno de los peores estudiantes a ser un alumno estrella. Al estallar la guerra pensó, "Si me quedo en tierra voy a tener mala vida. Quiero estar por ahí arriba". Así que se formó como piloto y cuando llegó su momento, cumplió con creces. Tenía la formación necesaria y gracias a su pericia, terminó la guerra con 22 victorias. Como piloto de combate, conseguir derribar a cinco aviones enemigos conlleva la consideración de "as" porque es tremendamente difícil disparar a un objetivo móvil utilizando un arma fija".
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, su reputación como "as de la aviación" le llevó a convertirse en sucesor del reconocido Manfred von Richthofen (apodado el Barón Rojo) y hacerse cargo de su escuadrón tras su muerte. "Cuando terminó el conflicto, si comprabas un paquete de tabaco en Alemania te venía con un cromo de Göring. Tenía muchísimo tirón y todo el mundo sabía quién era. El hecho de que fuera un héroe nacional hizo que Hitler se interesara por él".
Crowe sabía que no iba a poder trasladar esa parte de su historia a los espectadores, pero sí le sirvió para trabajar su interpretación. "Lo importante para un actor es captar la esencia del personaje, porque si no te quedas en la imitación", explica. "En este caso en particular, intenté meter guiños a esas otras facetas de su vida al plasmar este momento preciso de su historia".
"Göring tenía un apetito insaciable", comenta Berenbaum. "Se percibe en el tamaño de la mansión donde vivía, en la voracidad con la que coleccionaba arte... y en la cantidad de pastillas que tomaba todos los días. De hecho, en Núremberg trataron sus adicciones y cuanto menos se medicaba, más racional se volvía y, con ello, más peligroso. Era el líder de la manada de los alemanes que iban a ser juzgados".
Göring fue adentrándose en el círculo de confianza del partido nazi movido no tanto por un fervor ideológico sino por su ambición, carisma y hambre de poder. Al contrario que algunos de sus coetáneos, al principio Göring no defendía los pensamientos más virulentos del régimen y, de hecho, sus creencias personales distaban de los elementos más radicales del partido. Lo cual no le impidió aprovecharse de los elementos de la doctrina del partido que pudieran beneficiar su estatus e influencia.
Con el tiempo, la discrepancia entre sus convicciones y la brutalidad del movimiento se fue erosionando por las exigencias del poder, y Göring se convirtió en arquitecto y ejecutor de políticas espeluznantes. Mientras ponía en marcha las atrocidades que diseñaba el régimen, veía cómo iba teniendo cada vez menos control sobre sus propias prioridades.
Por mucha línea roja que hubiera trazado en su cabeza, no hay duda de que Göring fue cómplice en la maquinaria de terror de los nazis, y las consecuencias de sus actos estaban estrechamente relacionadas con los terribles actos que se cometieron en nombre del partido.
Crowe tuvo que lidiar con esos rasgos de la personalidad de Göring tan magnéticos, por definirlos de alguna manera, y más teniendo en cuenta el peso de los crímenes del régimen nazi. "Hacia 1942 las cosas se le fueron de las manos. Había perdido el control", comenta Crowe sobre las atrocidades que cometió Göring.
Llegó un momento en el que se había dejado ir demasiado lejos, tanto que ya no había vuelta atrás. "Göring llega a decir una frase en la película sobre cómo incluso su antisemitismo servía un propósito", comenta Crowe. "Lo perdido que tienes que estar y lo olvidada que está tu humanidad para poder pronunciar algo semejante. Esas declaraciones me dejan sin palabras. En mi interpretación, ese es el momento en el que Göring deja salir su verdadera naturaleza. No se percibe en acciones abiertamente violentas, sino en el desapego y la indolencia que transmiten sus declaraciones. Está tan centrado en un objetivo concreto que ha perdido de vista las consecuencias globales de sus actos. De hecho, creo que llega a convencerse a sí mismo de que si se le da bien el juicio, incluso podría salirse con la suya".
Crowe opina que Göring realmente se creía lo que dijo en su defensa en Núremberg y las justificaciones que le dio a Douglas Kelley, y pensaba que convencería al jurado con su declaración. "Tenía tanto ego que pensaba que podía darle la vuelta a la situación", explica Crowe. "Pensaba que podía darle la vuelta para excusar a los alemanes que se aliaron con el régimen porque querían que su país sobreviviera y tuviera un futuro mejor. Creía que podía utilizar a la gente para contar su versión de la historia, pero no fue así".
A Crowe le hizo mella interpretar a un personaje del calibre de Göring durante un rodaje tan largo. "Tuve que convertirme en un personaje horrible y habitar ese espacio", confiesa. "Intentas ser todo lo objetivo que puedes, pero para hacer las cosas bien tienes que meterte de lleno en el papel. Fue complicado, porque Göring podía ser muy encantador. Su forma de pensar y de presentar sus argumentos podían desmontar a sus oponentes y, además, era capaz de decir las cosas más espeluznantes con una ligereza tremenda".
Un psiquiatra ambicioso
Vanderbilt sabía que el intérprete que se metiera en la piel de Douglas Kelley para darle la réplica al Göring de Crowe necesitaba tener cualidades interpretativas para estar a la altura del australiano y versatilidad suficiente como para captar los matices de la personalidad del psiquiatra. Kelley inicialmente se dejó seducir por el carisma de Hermann Göring pero, gracias a su inteligencia, pudo ver más allá de sus encantos y alertar sobre la peligrosidad de su carácter.
Según Vanderbilt, Kelley también era un hombre lleno de contradicciones. "Era científico, pero también era aficionado a la magia y participaba como voluntario en acciones militares para comprobar los efectos de las fuerzas G sobre el cuerpo de los pilotos. Es la primera vez que vemos un psiquiatra como este en la gran pantalla. Es un temerario que actúa por impulsos".
No fue fácil encontrar a un intérprete que diera la talla y al final, muy en la línea de la personalidad de Kelley, el candidato apareció como por arte de magia. Los realizadores no sabían que Rami Malek hubiera leído el guion, ya que lo encontró por su cuenta. Malek les había dicho a sus agentes que quería echar un ojo a cualquier material que les pareciera interesante, tanto si se lo habían hecho llegar para su consideración o no.
"Las estrellas de su calibre no suelen leer un guion si no van a participar en el proyecto", sigue Vanderbilt. "Más si cabe en el caso de los actores que han ganado un Óscar, pero Rami nos llamó y nos reunimos con él, por supuesto. Lo tuvimos claro desde el primer minuto".
"Espero que la gente salga del cine con la misma sensación que tuve yo al acabar el guion: "¿Pero cómo no conocía yo estos hechos?". Presenta uno de los momentos más complejos de la historia desde una perspectiva muy diferente. Me dejó de piedra y disfruté mucho al leerlo porque está contado muy bien y de una forma muy equilibrada. Tenía claro que quería participar en el proyecto", comenta Malek.
El eje central del filme, que explora cómo la línea que separa el héroe del villano pocas veces es tan clara como nos gustaría, encuentra su máxima expresión en Kelley. "En un momento dado, Kelley está hablando de su padre y dice que no llegó a nada", apunta Vanderbilt. "Hemos utilizado una cita directa de Doug y recuerdo que trabajé esa frase con Rami porque me parece un pensamiento muy específico, algo que choca al escucharlo sobre un padre. Es cruel, pero también nos transmite decepción y el deseo de mejorar y de dejar huella en el mundo".
Vanderbilt sabe lo que es lidiar con el peso de la reputación de la familia y conectó con ese aspecto de la personalidad de Kelley. En sus años mozos también había querido liberarse de las expectativas que acarreaba su apellido. "Me identifiqué con ese deseo de dejar huella. Cuando Kelley conoce a Göring ve que no es un hombre brillante, pero es un hombre famoso que ha conseguido poder y relevancia. No es que sean polos opuestos, pero las polaridades que representan me resultan especialmente fascinantes".
"Kelley era muy ambicioso, de eso no hay duda", comenta Malek. "Él quería demostrar que estaba capacitado para enfrentarse a esta tarea. Confiaba en su experiencia y en sus habilidades y quería que se le reconociera su talento. También tenía una curiosidad innata que le permitía analizar la mente desde una perspectiva diferente. Su compulsión estaba a la altura del narcisismo de Göring".
Kelley se da cuenta de la enorme oportunidad que se le presenta cuando le encomiendan la tarea de analizar a los imputados nazis. "Se encuentra en una situación que percibe como histórica", dice Malek. "Sabe que tiene que estar a la altura, pero también se deja encandilar por el carisma y el encanto de Hermann Göring. No puede evitar intentar entablar amistad con él".
Consciente de la disyuntiva ante la que se encontraba Kelley, Vanderbilt decidió darle espacio al personaje de Göring para que sacara todos sus encantos con el psiquiatra y el público. "Un buen psiquiatra intenta entender a su paciente, sin ideas preconcebidas", comenta. "He querido hacerle al público un pequeño truco de magia porque entran en la sala con una idea preconcebida de Göring, al igual que Kelley, pero según va avanzando su relación, van bajando la guardia porque empiezan a conocer al ser humano. El truco final llega cuando se proyectan las imágenes del Holocausto durante el juicio y nos da el golpe de realidad de que nos enfrentamos a un criminal nazi de alto rango militar".
El reto de trasladar esos matices al público recayó sobre Crowe y Malek, que recogieron gustosos el testigo y trabajaron estrechamente para cumplir con creces las expectativas del director con su interpretación. "Hemos pasado por todo tipo de situaciones", comenta Crowe sobre la relación con Malek. "En algunas escenas hablamos de una forma muy íntima, en otras la distancia entre nuestras ideologías es tan grande que casi no podemos habitar el mismo espacio. Hubiera sido imposible hacer sentir esas emociones al público si Rami no lo hubiera dado todo en cada escena".
"Russell ha sido un adversario formidable", apunta Malek. "Sé que al público le va a costar lidiar con los sentimientos que le produce Göring porque Crowe es un intérprete muy carismático. Durante las escenas que rodamos en la celda estábamos tan juntos que me sentía atrapado. No había escapatoria y teníamos que estar ahí, uno frente al otro, con una sensación de claustrofobia invadiendo el espacio".
Vanderbilt le dio libertad a Crowe y Malek para experimentar sin salirse en exceso de lo que marcaba el guion. "A veces me mostraba más sutil, otras más agresivo", explica Malek. "Recordé un consejo que el gran Philip Seymour Hoffman me había dado cuando preparaba una escena con Joaquin Phoenix en THE MASTER. Me dijo, "Haz que se sienta todo lo incómodo que puedas". Recordé sus palabras al rodar esas escenas con Russell, porque el objetivo era conseguir que Göring fuera consciente de sus actos y sintiera ese horror".
Como testigo de los juegos mentales que se producen durante la interacción entre estos dos actores estaba Leo Woodall. Encarna al sargento Howie Triest, que participa en casi todas las sesiones como intérprete de Göring y Kelley. "Ha sido como ver una lucha entre dos titanes", dice Woodall, entusiasmado. "Ha sido un privilegio y he aprendido muchísimo al ver su forma de trabajar".
Woodall recuerda una escena en la que Kelley le hace una prueba de Rorschach a Göring. "Mi personaje casi no articula palabra, porque se ve que Göring habla inglés", aclara. "La escena había terminado, pero ellos siguieron dándole. De esa improvisación salieron momentos mágicos que espero que se hayan incluido en el montaje final. Incluso en un momento, Rami se giró hacia mí y me dijo, "Howie, ¿tú qué opinas?", y estaba tan absorto en la escena que casi respondo con mi acento británico, olvidándome de mi personaje. Estaba disfrutando de su trabajo como espectador".
En busca de justicia
El tercer elemento clave del guion de NÚREMBERG lo compone un personaje que rompe con la premisa que propone el director de replantear los roles clásicos de héroes y villanos. Robert H. Jackson, quien fuera juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, no solo fue el fiscal general en Núremberg, sino también desempeñó un papel crucial a la hora de poner en marcha unos juicios de una magnitud inédita. Vanderbilt consideró que para interpretar a este hombre, un claro ejemplo de héroe, la mejor opción era recurrir a un actor conocido por sus papeles de villano.
"El director de casting John Papsidera sugirió a Michael y me pareció que encajaba muy bien", explica Vanderbilt. "Russell suele interpretar a tipos buenos y en esta ocasión es Hermann Göring. Por el contrario Michael, que a menudo encarna personajes malvados, retrata al ejemplo perfecto de héroe americano en esta película. Es el hombre que plantó cara al sistema para decir que a los nazis no se les ejecutaría sin llevarlos ante la justicia".
Con su sangre fría habitual, Shannon comenta que le gustó cómo había pensado el equipo. "El casting es uno de los elementos más importantes de un proyecto y me sentí halagado al ver que me proponían este papel, porque se me suele asociar con villanos, lo cual me desconcierta un tanto", comenta el actor. "A lo largo de mi carrera he interpretado a todo tipo de personajes, pero al ver mi nombre en el reparto, el público piensa que voy a ser el malo. Agradecí que Jamie me dijera que iba a interpretar a un héroe con todas las de la ley".
Robert H. Jackson insistió en que incluso las personas que habían instigado los crímenes más atroces de la Segunda Guerra Mundial merecían un proceso legal justo en lugar de una ejecución sumaria, estableciendo así las bases del derecho internacional moderno. Como fiscal jefe, Jackson montó el caso contra los altos dirigentes nazi y garantizó un proceso justo, sentando un precedente para la rendición de cuentas y la búsqueda de la justicia a través de la ley.
"Podría decirse que Robert Jackson inventó el concepto del tribunal penal internacional", apunta Vanderbilt. "Fue aprendiendo sobre la marcha durante los juicios de Núremberg. Dejó la Corte Suprema para ser el fiscal jefe que representó a Estados Unidos en el proceso legal. La suya es una historia increíble".
Al igual que sus compañeros de reparto, Shannon tuvo que documentarse a fondo, un proceso que disfrutó mucho. "He de reconocer que no conocía mucho sobre la historia que rodeó todo el juicio. No sabía quién era Robert Jackson", confiesa Shannon. "Al leer el guion, me impresionaron los esfuerzos de este hombre por lograr que se celebrase este juicio, con el consiguiente perjuicio personal. Gracias a internet me resultó sencillo encontrar todo tipo de información, incluso di con una página web entera dedicada a su figura y su trabajo".
El mayor reto para el intérprete fue hacerse con toda la terminología legal y los argumentos jurídicos complejos que planteó Jackson durante el juicio. "Me cuesta mucho entender todos los conceptos", apunta Shannon. "Fue bastante complejo comprender todos los detalles y pormenores del proceso. Creo que no hubiera podido hacer lo que hizo Jackson, la verdad. Pero me sentía totalmente identificado con ese objetivo de lograr que estos hombres no acabaran convirtiéndose en mártires de una cause deleznable".
Tanto Crowe como Malek habían trabajado antes con Shannon, en EL HOMBRE DE ACERO y ÁMSTERDAM respectivamente. "Cuando coincidí con Michael en EL HOMBRE DE ACERO ya vi que era un intérprete de primera con un gran sentido de la integridad", comenta Crowe. "Así que cuando me dijeron que querían que interpretase a Jackson, me pareció que encajaba muy bien ya que sabía que Michael le haría honor a la verdad".
"Siempre he admirado a Michael", dice Malek. "Cuando empezamos a trabajar en este proyecto le acababa de ver en una representación de ESPERANDO A GODOT. Está hecho de otra pasta. Es un perfeccionista absoluto y ultraprofesional. Cuando trabajas con él, consigues sacar lo mejor de ti mismo".
Crowe ya había comentado que no le entusiasmaba la idea de perderse en la compleja maraña de rodar escenas judiciales y a James Vanderbilt se le ocurrió una idea alternativa para representar la batalla legal que se desarrollaría entre Göring, Jackson y el homólogo británico de Jackson, sir David Maxwell-Fyfe, interpretado por Richard E. Grant.
En lugar de ir girando la cámara para ir captando los diálogos y las reacciones de los actores principales y de los otros miembros del reparto que participaban en las escenas, como Rami Malek, Leo Woodall, John Slattery y los intérpretes que daba vida al resto de altos mandos nazis, trabajarían con cuatro cámaras simultáneas para que los actores pudieran interpretar las 17 páginas de diálogo de la escena del tirón. Cada una de las tomas llevaba hasta 25 minutos.
"Trabajábamos una escena de 17 páginas que era un tira y afloja entre dos hombres en una sala de juicio, rodada como una sola toma", dice Crowe alucinado. "Nunca he hecho algo así en cine. Fue una experiencia muy teatral porque era como estar sobre las tablas. El nivel de preparación que requiere hacer algo así es brutal".
"El reto está en memorizar todo el guion, especialmente en este caso, con tanto diálogo legal", añade Shannon. "Pero lo conseguí, conseguí aprendérmelo todo y creo que la escena ha quedado de lujo".
Shannon agradece a sus compañeros de reparto haber creado una dinámica que le ayudase a hacer su mejor trabajo. "Russell ha sido toda una inspiración y me ha motivado mucho verle en acción porque creo que está magnífico. Más que nunca. Tener a Russell enfrente y contar con un ser humano tan encantador como Richard E. Grant a mi lado ha sido muy especial. Mientras rodábamos teníamos la sensación de que estábamos participando en algo muy potente. No era un día cualquiera en un rodaje cualquiera. El compromiso de todo el reparto nos ha ayudado a esforzarnos al máximo. Hemos tirado los unos de los otros para contar la historia con gran realismo".
"Nunca había hecho algo así y tampoco me veo repitiendo la jugada. Fue impresionante", añade Grant, que tuvo la suerte de ser un espectador de lujo de esa escena. "Russell Crowe destila autoridad y carisma y ha sabido meterse en la piel de Göring con maestría. Michael Shannon es tan implacable como una escultura griega. Su enfrentamiento en la sala durante la sesión nos cautivó a todos".
Cuenta Vanderbilt que las escenas del juicio son tan potentes porque se ajustan fielmente a las transcripciones oficiales, que pueden consultarse online. "Tuvimos que comprimir las sesiones, lógicamente, porque el intercambio entre Göring y Jackson duró dos días y medio con Göring como testigo. Pero más allá de eso no he metido muchos cambios porque quería reflejar la realidad".
El virulento interrogatorio de Jackson y Maxwell-Fyfe a Göring culmina con el momento en el que se proyectan imágenes del interior de los campos de concentración nazis para que lo vean en la sala (y en todo el mundo).
El metraje espantó a la sala al ver tal sufrimiento humano, representada de la forma más cruda y sin filtros. Las imágenes, tomadas por los Aliados en los campos liberados, incluyen escenas de fosas comunes, supervivientes demacrados y la maquinaria del exterminio. Tuvieron un enorme impacto en los presentes, tanto jueces como abogados e incluso los acusados quedaron muy afectados. Los vídeos que se proyectaron en la sala sirvieron para demostrar los hechos de forma concreta e ineludible.
Vanderbilt sabía que no se podía suavizar el momento en que se muestran esas imágenes. "Toda la película va in crescendo hasta llegar a esa escena en que se muestra el vídeo de los campos de concentración", explica. "Quería que el ritmo y la trama mantuvieran la atención del público. Y después que esas imágenes fueran como una patada en el estómago. Estamos insensibilizados ante el horror y quería que ese metraje fuera un golpe emocional para el público. El mismo golpe que sintieron los presentes en la sala hace tantos años".
El reparto ampliado
Si bien NÚREMBERG está protagonizada por el trío de ases que forman Kelley, Göring y Jackson, Vanderbilt ha querido poblar también el film de roles menores, pero no menos importantes. Una de esas figuras es el sargento Howie Triest, que desempeñó un papel crucial entre bambalinas. Gracias a su trabajo como traductor e intérprete, Triest permitió a los protagonistas superar barreras lingüísticas, haciendo de enlace entre la acusación, la defensa y el tribunal para garantizar que las declaraciones, pruebas e interrogatorios se trasladaran fielmente a todas las partes implicadas.
Triest fue testigo de excepción de las interacciones entre Kelley y Göring y nos muestra así el punto de vista del público en NÚREMBERG. No obstante, Vanderbilt se guarda la historia personal del sargento hasta que éste la comparte con Kelley en una escena muy intensa que se desarrolla en una estación de tren hacia el final del filme. Es un punto de inflexión, no solo para Howie sino para toda la película.
"Cuando empezamos con el casting dije que no contrataría a nadie hasta ver cómo interpretaba esa escena", recuerda Vanderbilt. "Tenía que ser alguien con la capacidad de detener en seco la trama y mantener la atención del público durante esos siete minutos de monólogo, sin que resultara pesado. Leo Woodall quería el papel a toda costa", prosigue Vanderbilt. "Nos mandó una audición en vídeo y nos pusimos en contacto con él para pedirle que interpretara la escena en cuestión".
Al ver su interpretación Vanderbilt quedó convencido de que Woodall merecía el papel. "Lo clavó. No es que tuviéramos a alguien en mente para el personaje, solo queríamos encontrar a un actor que pudiera sorprender al público cuando cuenta esta historia. Por otra parte, iba a ser el tercero en discordia en muchas escenas con dos actores de Óscar, así que necesitaba tener presencia y talento. Y Leo tiene lo que haya que tener. Cuando llegamos a la escena de la estación no tuve ninguna duda. Sabía que lo bordaría y así fue. Solo hizo falta una toma".
En cuanto leyó el guion de NÚREMBERG, Woodall sabía que quería participar en el largometraje. "Era un proyecto muy especial", explica. "Siempre queremos que nuestro trabajo deje huella y en este caso creo que realmente importa la historia que estamos contando".
El actor vio documentales y entrevistas con Triest para entender mejor quién era, su contexto familiar y su paso por Núremberg. "Quería contar su historia con la mayor fidelidad posible", comenta Woodall. "Es importante hacer una buena labor de documentación, pero a veces luego cuesta hilarlo todo bien. Jamie ha hecho un trabajo increíble al escribir la escena en la que Howie cuenta su pasado. No ha añadido nada que no hubiera ocurrido y tampoco suaviza nada. Sabía que su historia les partiría el corazón a los espectadores sin necesidad de desviarse de la realidad".
"Leo está estupendo", dice Crowe. "Es muy reservado, hasta que llega su gran momento, y entonces da una interpretación de diez".
Malek se suma a los halagos: "Leo hace una labor muy refinada y contenida. Trabaja de una forma muy sutil y consigue trasladar muchos matices que la cámara recoge. Ha sido un placer disfrutar de su trabajo en primera fila".
Richard E. Grant, tesoro nacional del cine británico, da vida al homólogo británico de Robert Jackson en Núremberg, el abogado de la acusación sir David Maxwell-Fyfe. "Quería contar con un actor que pudiera transmitir dramatismo. Queríamos que su presencia se hiciera notar en la pantalla, porque el papel lo merece. Richard E. Grant es la personificación de intérprete divertido, jovial, ocurrente e ingenioso. Es lo que buscábamos y ha cumplido con creces nuestras expectativas".
Sir David Maxwell-Fyfe desempeñó un papel clave en los juicios de Núremberg como abogado de la acusación británico, en representación del Reino Unido. Fue uno de los artífices de la creación de un tribunal internacional, demostrando así la unidad entre las potencias aliadas y dándole credibilidad a la autoridad del tribunal. Reconocido por su estilo tranquilo, lógico y persuasivo, los interrogatorios y argumentos de Maxwell-Fyfe contribuyeron a establecer las bases de la condena de los principales dirigentes nazis.
Por su parte, Grant, que se autodefine como un aficionado a la historia, no se lo pensó dos veces cuando le propusieron el papel. "Los juicios de Núremberg tuvieron una relevancia histórica tremenda porque se llevó ante la ley al régimen militar más atroz del último siglo y se administró justicia en consecuencia", apunta Grant. "Ha sido un enorme privilegio formar parte de esta recreación que han llevado a cabo con tanto mimo el equipo de producción y el director. Me ha parecido un proyecto muy personal".
Malek disfrutó mucho de ver a Grant en acción en el juicio y confirma que el intérprete británico se volcó con el papel. "Todo el mundo se contagió de esa valentía que destilaba el guion de Jamie y su forma de dirigirnos. Richard estuvo a la altura de las circunstancias".
El coronel del ejército de Estados Unidos Burton Andrus sirvió como comandante de la prisión de Núremberg durante los juicios, encargándose de supervisar la detención y la seguridad de los altos cargos nazis antes de su procesamiento ante el juez. Sus funciones incluían garantizar el orden y la disciplina entre este grupo de prisioneros tristemente famosos y a menudo inestables, para lo que Andrus impuso rutinas y protocolos estrictos para evitar que se produjeran intentos de fuga, suicidios y complots.
En NÚREMBERG, Andrus actúa como contrapunto a Kelley, un papel complejo para el que Vanderbilt quiso contar con un intérprete que pudiera estar a la altura. "Siempre he admirado el trabajo de John Slattery. Tiene ese maravillosa capacidad de transmitir cercanía con un gran sentido del humor".
Esa faceta fue la clave para Vanderbilt, puesto que buscaba a alguien que pudiera suavizar el lado más serio de Andrus. "Sobre el papel, el personaje es muy estricto y atosiga a Kelley con infinitas normas. Quería que John aportara algo de su personalidad y alegría porque si no iba a quedar muy plano".
Slattery leyó el libro que el coronel Andrus escribió sobre los juicios, titulado I was the Nuremberg jailer, y se quedó sorprendido al comprobar que relataba los hechos con gran precisión clínica porque contrastaba con la imagen que tenía de él. "Al ver fotos, se ve que es muy coqueto. Se nota que cuidaba mucho su aspecto por el brillo del casco y la fusta. Los intérpretes tampoco podemos pasarnos al crear un personaje, pero sí tenemos la obligación de convertirlo en un ser humano que conecte con el público durante el tiempo que está en pantalla, sin esforzarnos demasiado".
Según Malek, "Slattery consigue llenar de vida al personaje, tanto que parece saltar de la página a la pantalla. El público siente su frustración y la exasperación que viene con su cargo. Es un tipo malhumorado, pero John encuentra la forma de hacer que parezca encantador".
Crowe elogia el reparto que Vanderbilt y Papsidera han reunido para NÚREMBERG y comenta que sus compañeros le han inspirado tanto o más que el propio guion. "Ha sido uno de esos rodajes en los que sabes que todo el mundo está metidísimo en su papel. Sabes cuáles son sus intenciones y sabes que están listos para la acción", explica Crowe, emocionado. "Todo el mundo viene listo para dar el 150 %. Como actor, es una gozada trabajar así. Te recorre un escalofrío al ver que tus compañeros van a tope para ofrecer su mejor interpretación".
Malek comenta que el guion de NÚREMBERG es muy especial porque da mucho juego incluso a los personajes que salen poco tiempo en pantalla. "Cada personaje tiene su momento de gloria, lo cual es muy difícil de conseguir sin interrumpir la historia que cuenta la película", explica el actor.
Lecciones de historia
James Vanderbilt no ha querido crear polémica entre el público con el guion de NÚREMBERG. Desde el minuto uno su prioridad fue la de crear un thriller apasionante sobre un capítulo inolvidable de la historia, sobre todo teniendo en cuenta que según avanza el tiempo, las generaciones más jóvenes sienten cada vez más lejanos los acontecimientos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial.
Es imposible contar la historia de Núremberg sin analizar lo que nos ha enseñado y lo que nos sigue enseñando. "Quería que esta película fuera más atemporal que otros filmes que narran estos hechos", explica Vanderbilt. "Lo que pasa con los clichés es que se basan en la realidad. Y es bien cierto que aquellos que olvidan el pasado están condenados a repetirlo. Es muy importante recordar el Holocausto porque podría volver a ocurrir. La única forma de asegurarnos de que esto no vuelva a suceder es no olvidarlo".
Y añade, "Por desgracia, dadas las circunstancias actuales, creo que la película es más relevante en 2025 de lo que hubiera sido en 1995. Ojalá no fuera así. No he hecho esta película con el objetivo de reflejar la situación política internacional actual porque eso hubiera minimizado la importancia de un hecho tan doloroso y significativo para la humanidad. No obstante, olvidar las lecciones que nos enseñaron aquellos acontecimientos puede tener consecuencias catastróficas".
"La búsqueda de la verdad siempre es importante", comenta Michael Shannon, que coincide con las palabras del director. "Puede ser un tema complicado, y más ahora que tenemos más distancia temporal, pero no podemos olvidar los hechos. Debe seguir siendo una prioridad para nosotros como humanidad, y espero que este filme ayude al público a recordarlo".
Después de la experiencia intensa y desgarradora que vivió en Núremberg, Douglas Kelley volvió a Estados Unidos e intentó lidiar con la carga de lo que había visto durante los juicios y las conclusiones que había sacado sobre la psicología de los criminales nazis. Sus hallazgos sorprendieron al gran público, que ansiaba una respuesta sencilla y fácil de digerir. No fue así, ya que Kelly sostenía que los dirigentes nazis no eran monstruos en el sentido más terrorífico ni estaban patológicamente enfermos. Eran hombres corrientes que en unas circunstancias determinadas habían tomado unas decisiones que los habían llevado a habitar el mal más inimaginable.
"Cuesta convencer a la gente de que el mal puede ser lógico, afable o peligrosamente persuasivo", añade Rami Malek. "Tendemos a etiquetar el mal como perverso y lo que Douglas Kelley nos enseñó fue que el potencial de hacer el mal habita en todos nosotros. Es muy complicado conseguir que el público entienda y acepte ese mensaje".
Las conclusiones de Kelley no gustaron al público generalista en la posguerra, ya que sus deducciones sobre la condición humana chocaron con el ansia por trazar una línea bien definida entre la sociedad de bien y las personas que habían perpetrado tales atrocidades. La investigación de Kelley y sus publicaciones posteriores fueron recibidas con resistencia, incomodidad y negación. La idea de que el mal podía tomar una forma racional o incluso cercana iba en contra de la necesidad de ver a los nazis como una aberración, y no como un reflejo del lado más oscuro que habita en todo ser humano.
Tras su muerte, varios expertos recogieron el testigo de sus análisis y profundizaron en sus ideas. Kelley fue un avanzado a su tiempo y su trabajo sirvió de base para investigadores futuros. El estudio de Hannah Arendt sobre "la banalidad del mal", que describió en su libro Eichmann en Jerusalén (1963), se hace eco de las palabras de Kelley y la autora saca conclusiones similares sobre Adolf Eichmann.
No obstante, Berenbaum sospecha que Kelley hubiera discrepado con Arendt sobre un elemento clave. "La película muestra que cuando Kelley ve las imágenes de los campos de concentración se da cuenta de que hay una diferencia entre el mal y la persona que lo ejerce. La persona puede ser banal. El mal no lo es".
Aun así, han sido muchas las investigaciones que han avanzado y refinado teorías que confirman las conclusiones de Kelley. El trabajo de Stanley Milgram sobre la obediencia y el experimento de la prisión de Stanford llevado a cabo por Philip Zimbardo, por ejemplo, demostraron la terrorífica facilidad con la que los seres humanos pueden acabar cometiendo actos crueles en determinadas circunstancias. Sus estudios compartían la idea de Kelley de que el contexto, la autoridad y las dinámicas colectivas a menudo llevan a personas corrientes a participar en atrocidades. En la actualidad se siguen llevando a cabo estudios que validan la idea de que la capacidad de hacer el mal vive latente en todos nosotros, y de que determinadas circunstancias pueden despertarlo.
Los hallazgos de Kelley no se han olvidado ni mucho menos. De hecho, ahora forman uno de los ejes de los estudios sobre la complicidad y la elección moral. Su legado es un sombrío recuerdo de que para protegernos de la crueldad debemos empezar por reconocer nuestra propia capacidad para ejercerla. Kelley tenía razón en muchas cosas.
"Es importante recordar que estos hechos fueron perpetrados por seres humanos y que estas decisiones las tomaron personas que pensaron que saldrían impunes, y eso da mucho miedo", resume Russell Crowe.