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El imperio de los lobos cartel reducidoEl imperio de los lobos(L'Empire des loups)
Dirigida por Chris Nahon
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Escrita por el guionista de 'Los Ríos de Color Púrpura I y II' y 'Vidocq' Jean-Christophe Grangé. Jean Reno, Arly Jover, Jocelyn Quivrin y Laura Morante son sus protagonistas, de la película dirigida por Chris Nahon.

Sobre las circunstancias en las que se imaginó El Imperio de los Lobos, Jean-Christophe Grangé comenta: "Generalmente siempre me inspiro en reportajes que datan de mis años de periodista. En este caso tenía en mente mezclar dos temas. Uno era el de las nuevas máquinas, que permiten manipular el cerebro ? o al menos localizar las funciones cerebrales para elaborar una geografía ?, convirtiéndolo de esta forma en el mapa de un país que se pretende bombardear, con la posibilidad de apuntar a la parte que se quiere tocar. En este caso preciso se trata de la memoria. Paralelamente había escrito una serie de temas sobre las mafias. La siciliana, la china, la turca... Y esta última nunca la publiqué, pero me acordaba de una ramificación que me fascinaba, se llamaba los Lobos Grises. Mucho más que simples criminales, son ante todo una secta politizada, cuyo credo predica el retorno a la Turquía ancestral. Me gustaba la idea de aquellos tipos, que se consideraban hijos de la loba blanca, llegando a París. Estaba fascinado, y escribí el libro en 2001 / 2002".

El director habla sobre comenzó la aventura: "Después de El beso mortal del dragón he necesitado algún tiempo para volver a encontrar un proyecto a la altura de mis ambiciones. O sea, para hacer una película con acción y fondo. Se me han propuesto muchas cosas por parte de productores americanos o franceses, así como por la editorial Albin Michel, con la que tenía un proyecto de adaptación. Así es como me mandaron El Imperio de los Lobos, que no leí en el momento. No sabía mucho de Jean-Christophe Grangé, salvo Los ríos de color púrpura. Me leí el libro a petición de mi agente, y me lo tragué en dos días. Me absorbió como nunca nada antes me había absorbido. Al hilo de la lectura me iba proyectando la película, y en ella encontraba todo aquello a lo que aspiraba. Un thriller complejo, jadeante... Le propusimos la película a Gaumont, y aceptó inmediatamente. Y sólo en ese preciso momento nos enteramos de que todo París acechaba los derechos. Fue una auténtica competición. Pero creo que Jean-Christophe y yo nos entendimos bien, y que esto ayudó al lanzamiento del proyecto".

Sobre su personaje Jean-Louis Schiffer, Jean Reno comenta: "Schiffer está grillado. Es un cabeza loca... Alguien para quien el fin justifica los medios. Su vida no tiene marco, ningún lugar donde refugiarse para recibir calor... En resumen, vive en una camisa".

Acerca del rodaje en Capadocia
Mi corazón late muy fuerte. Resulta imposible saber si se debe a que me acabo de dar cuenta de que estamos muy cerca de Irán y de Irak, o si el lugar en el que vamos a pasar una semana es de los que cortan el resuello.

Capadocia, Capadocia, el hecho de pronunciar su nombre nos retrotrae a otra época, a otra era. A lo largo de todos mis viajes jamás he oído mentar un lugar parecido, ni tampoco he visto semejante paisaje.

En el corazón de Turquía se encuentra ese fenómeno geológico natural que algunos llaman "Pirámides" y otros "Grandes Hongos". Tienen diferentes tamaños, tan pequeños como una choza o tan grandes como un edificio moderno; algunos cargan con una suerte de sombrero construido en la roca, que se bambolea allí arriba, como un hongo. Qué extraño resulta.

Los habitantes de esta región viven en los hongos más altos, donde han excavado numerosos apartamentos, unos encima de otros, con majestuosas escaleras que los conectan y ventanas abiertas de par en par. También se llaman "casas trogloditas".

El sol se pone, transformando a cada momento las ruinas, las rocas, los "Hongos" y el minarete. El equipo se encuentra en el camino del regreso. Es fácil imaginar que han pasado un día duro, bajo el calor y envueltos en polvo. Parecen extenuados aunque eufóricos, descamisados, y sin embargo satisfechos.

Acaba de empezar mi primera noche en Capadocia; un escalofrío cruza mi cuerpo cuando ascienden las plegarias de la noche: la vieja tierra otomana, los Lobos Grises y el imperio del misterio aúllan en la oscuridad.

Hemos preparado unas doce casas trogloditas para una parte del equipo. Recostada en la pared de mi habitación, no puedo contener la sonrisa. Voy a dormir en una caverna construida por el hombre.

Tenemos que levantarnos a las cuatro de la mañana.

El lugar del rodaje está en las alturas. Cuando nos encontramos en sus aledaños, todo se vuelve más grandioso. El equipo ya ha empezado a trabajar porque la luz de la luna llena nos da su bendición. Mientras esperamos la salida del sol y las plegarias, me siento en la orilla de la montaña con un café turco en la mano... De repente, tras las formaciones geológicas, se elevan en el cielo ocho o nueve globos aerostáticos. ¡Qué magnífica forma de admirar la belleza del paisaje y el amanecer!

Queda por escalar una última parte de montaña. El camino es estrecho, el aire ligerísimo, es un auténtico paseo. Cuando llegamos a la cumbre, no doy crédito a lo que veo: más de cuarenta miembros del equipo instalan cámaras, elementos de decoración, material médico, y otros velan por la seguridad. No puedo reprimir una mirada hacia atrás para intentar entender cómo han logrado subir todo ese material. Tengo vértigo, sobre todo viendo a los obreros locales, que corren por doquier y ayudan a que la producción lo tenga todo listo.

Mientras me siento para recobrar fuerzas, en la parte más alta de la cumbre veo una roca de veinte pies por diez. Representa una cabeza espantosa y loca. Más abajo, a la derecha, una cabeza de águila. Me giro hacia un miembro del equipo para compartir con él lo que veo; rompe a reír y me dice que las ha fabricado él mismo con poliuretano. Parecen tan reales...

Después me enteré de que no fui la única que cayó en la trampa. Las gentes de Capadocia querían conservar estas dos esculturas. Fue difícil explicarles que no eran auténticas y que debían ser desmontadas.

Zofia Borucka