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53 días de invierno cartel reducido53 días de inviernoDirigida por Judith Colell
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Tres historias en paralelo en el segundo largometraje de Judith Colell, directora de Nosotras (2000).


Nota de la directora
Decir que 53 días de invierno habla sobre la vida es como no decir nada. Pero de hecho, va de eso, de lo raro que es vivir a veces. Lo es para sus tres protagonistas, tres personajes que coinciden una noche en una parada de autobús de una ciudad cualquiera para seguir cada uno su camino. No volverán a encontrarse pero los tres compartirán los días más fríos de un invierno. Y una especie de torpeza emocional para afrontar los avatares de la vida desde el lado de los ganadores. Así son Mila, Celso y Valeria, incapaces de hacer trampas.

Después están los que van a la suya y se salen con la suya. Y se creen felices, al margen de la previsión meteorológica y de los daños colaterales que puedan ocasionar. No es que sean mala gente, sencillamente saben manejar los hilos, los suyos y los de los demás. Y la crudeza del invierno, para ellos, es sólo un problema de calefacción. Pero éstos son, en 53 días de invierno, los menos. Porque lo que me interesa es llegar hasta esa línea tan delgada que separa lo que está bien de lo que está mal y plasmar, a partir de ahí, la cotidianidad de quienes intentan vivir sus vidas desde la honestidad consigo mismos, captar la vulnerabilidad de los que se saben solos, el desvarío de los que sufren.

Judith Colell


Personajes principales

Mila (Mercedes Sampietro) o la soledad en la madurez.
"Hay cosas que sólo pueden pasar una vez en la vida"

Es profesora de instituto y lleva un año de baja y en tratamiento después de haber sufrido una agresión por parte de uno de sus alumnos. Vive sola.

Mila es aparentemente lo que no queremos ver ni ser: la soledad, la madurez tardía, la decepción y el estancamiento. Su vida es la que no queremos llevar. Sin embargo, y a diferencia de otros personajes, Mila no huye de sí misma sino que planta cara a su monótona existencia y empieza a cambiar las cosas que no le gustan de ella. Desarrolla una curiosa relación de dependencia con la vecina que recoge perros abandonados (Dolores, que compensa así la mala conciencia que arrastra por haber abandonado a su hijo de pequeño), una dependencia recíproca hasta el punto que no sabemos cuál de las dos necesita más a la otra. Consciente de lo triste que puede ser su final, al verse reflejada en Dolores, Mila lucha por cambiar su propio futuro y ayuda a la vecina a recuperar su dignidad y lugar en el mundo. Al mismo tiempo, establece otra relación con una compañera de instituto que la anima a salir de vez en cuando. Instigada por ella, se apunta a una escuela de bailes de salón: el tango será su solución, su vía de escape, lo que le devolverá la sonrisa y le aportará, simbólicamente y por unos minutos, lo que le falta, una relación afectiva.

Celso (Àlex Brendemühl) o la fragilidad bajo un uniforme.
"No está mal la vida de perro: te sientas, miras..."

Es guardia jurado en un centro comercial, está casado y es padre de un niño pequeño. Su mujer, Ángela, vuelve a estar embarazada, pero esta vez de gemelos. Tienen problemas económicos.

Su nueva situación familiar le supera, se siente impotente y se ve incapaz de salvarse a sí mismo. Nunca expresa delante de su mujer miedo, angustia o desasosiego. Tan sólo lo hace de noche, a oscuras. Es su peor enemigo, intenta constantemente huir de si mismo. Su vulnerabilidad es extrema y se identifica con los más débiles (perro abandonado, anciano que roba, vagabundo) a los que siempre intenta ayudar en un intento vano por ayudarse a sí mismo. Al perder su lucha interna contra su miedo e inseguridad se entrega a la evasión y al abandono. En su caída, consciente del dolor que causa en Ángela, Celso busca el castigo voluntario y para ello provoca la paliza que recibe. A partir de ese momento, Celso expía parte de la culpa que siente y empieza de nuevo a dirigir su mirada hacia la luz del hogar.

Valeria (Aina Clotet) o la ilusión y la ingenuidad propias de la juventud.
"Pero tú me quieres, ¿no?"

Es estudiante de violoncelo, y mantiene una relación amorosa con su profesor. Sus padres se han separado hace poco. Vive con la madre.

Valeria tiene un futuro por delante lleno de promesas que ve amenazadas por su situación familiar y por el desasosiego que ésta le provoca. Siente culpabilidad y odio hacia sus padres. Es la única responsable de su madre, intenta cuidarla en un intercambio de roles que no le toca asumir, mientras la madre descarga en ella todo el veneno de su amargura, hundida en una profunda depresión. Valeria está rota en mil pedazos y se aferra a Hugo, un hombre casado bastante mayor que ella. Pide ayuda pero nadie la quiere oír. Cuando su única luz se apaga (Hugo), la única salida que encuentra es la huída. Más tarde asumirá las circunstancias y acabará olvidando porque es joven.


Otros personajes

La madre de Valeria (Sílvia Munt) o la tristeza del vacío.
"¿Qué es lo que he hecho mal? No tener veinte años toda la vida, ¿es eso?"

Ha sido abandonada por su marido y vive con Valeria. Tiene otro hijo que vive y trabaja en el extranjero.

Sus primeras apariciones son siempre de espaldas o de perfil, como si no quisiera mostrarse a los demás. Su depresión la lleva a encerrarse en sí misma, hasta que empieza a reaccionar y a rehacerse. Las únicas veces que la vemos de frente es cuando las circunstancias le devuelven su rol principal de madre, cuando se siente de nuevo útil orientando a su hija. A través de Valeria, del desengaño amoroso que ésta sufre con un hombre que podría ser su padre (el personaje de Munt ha sido abandonado por una joven de la edad de su hija) se siente vengada. Cuando la recupera (Valeria vuelve finalmente a casa de su madre) y la observa tocando el violoncelo, el personaje de Munt sonríe por primera vez, la luz del invierno ilumina su rostro. Vuelve a ser una mujer guapa, parece incluso feliz.

Ángela (Maria Pau Pigem) o la intuición y la irritabilidad del embarazo.
"Lo único que quiero es una nevera, no podemos estar sin una".

Es la mujer de Celso y la que tira, anímicamente, de la familia. Es la protección y el sufrimiento que comporta el estar pendiente de los demás, es la madre entregada que vive por y para sus hijos y, sobre todo, es la resignación ante las circunstancias. Su actitud frente a Celso suele ser defensiva. Intuye que a él le pasa algo, pero sólo la veremos tratándole con verdadero cariño cuando éste asume el rol de niño pequeño al final del film.

Hugo (Joaquim de Almeida) o todos los hombres son iguales.
"Me ha surgido una cena esta noche... mejor que lo dejemos para otro día".

Es el profesor de violoncelo de Valeria. Un tipo atractivo, con ese poder de seducción que ejercen los que dan clases. Está casado, pero eso no le impide mantener una relación con Valeria que, para él, no pasa de ser otra aventura de la que, por otro lado, se deshace en cuanto se da cuenta que ella se la está tomando demasiado en serio. Será su mujer quien le saque las castañas del fuego y hable con Valeria para “cortar”.

El padre de Valeria (Abel Folk) o sólo se vive una vez.
"Es cuestión de tiempo, ya se le pasará".

Ha abandonado a su mujer y ahora vive con otra mucho más joven. Se le ve tranquilo consigo mismo, a pesar de saber que es la causa de la depresión de su ex y de la angustia de Valeria. Es, en el fondo, un tipo coherente que cree en el derecho a rehacer su propia vida. Es de los que actúan, caiga quien caiga.

Dolores (Montserrat Salvador) o la mala conciencia.
Es la vecina de Mila que vive en los bajos del edificio. Recoge perros abandonados y los cuida, causando molestias al resto de los vecinos, que la tienen por una “vieja loca”. Ésta es su manera de compensar la mala conciencia que siente por haber abandonado a su hijo de pequeño. Mila es la única que la ayuda.