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14 kilómetros cartel reducido14 kilómetrosDirigida por Gerardo Olivares
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Con Adoum Moussa, lliassou Mahamadou Alzouma, Aminata Kanta.

Notas del director
En el año 2003 viajé a Níger para rodar un documental sobre las caravanas que atraviesan el desierto del Teneré transportando sal. En las montañas del Aïr me uní a la caravana de Ibrahim, un tuareg que cada año cruza el desierto en busca de la sal de las minas de Fachi. Un día nos cruzamos con dos increíbles camiones y subrayo lo de increíbles, porque el volumen de la carga que transportaban duplicaba el tamaño de los propios vehículos. Sobre la carga viajaban unas cien personas, casi todos subsaharianos. Ibrahim me contó que se dirigían a Libia y desde allí intentarían entrar a Europa.

Al regresar a Agadez -la puerta del Teneré- me contaron que la ciudad es uno de los puntos más importantes en las rutas de la inmigración, desde allí parten los grandes camiones hacia Libia y Argelia. También me hablaron de camiones perdidos en el desierto y nunca encontrados; de pasajeros que se quedan dormidos durante la noche, caen del camión y mueren de sed, abandonados; de asaltos de bandidos; de tormentas de arena… Historias que me costaba imaginar que pertenecieran a este mundo.

Nos hemos acostumbrado a ver por televisión imágenes de africanos intentando llegar a nuestras costas en pateras, agotados y ateridos de frío. Para ellos supone el final del viaje, pero… ¿Cómo es ese viaje?

Ese viaje no es solo atravesar el estrecho, comienza mucho más lejos, a miles de kilómetros de distancia, en países como Nigeria, Camerún, Costa de Marfil ó Malí.

Detrás de esos rostros desencajados por el cansancio y la tensión de la travesía hay historias brutales y también un largo viaje repleto de peligros y de incertidumbres a través del Sahara, un vasto océano de fuego, arena y silencio. Para muchos es un viaje que se prolonga durante años y para algunos el final de otro; el viaje de la vida.

"Bienvenido al Paraíso" quiere mostrar lo que nunca se ha enseñado sobre las rutas de la inmigración. De la mano de tres africanos; Buba, Mukela y Violeta, viajaremos por buena parte del continente africano hasta las costas del sur de España, para rodar un largometraje donde la realidad y la ficción van a estar continuamente entrelazándose. Con ellos cruzaremos clandestinamente las fronteras, contactaremos con las mafias, atravesaremos el peligroso Teneré y navegaremos por el estrecho en Patera.

Gerardo Olivares

Los actores
Cuando llegué a Malí y a Níger para localizar los lugares de filmación y hacer los castings, lo único que tenía claro es que el papel del personaje de Mukela lo iba a interpretar Illiasu Alzouma, uno de los actores de “La Gran Final” mi primer largometraje de ficción. Los otros dos personajes principales los tenía que buscar en estos dos países.

Pronto el hotel de Mopti (Malí) -donde me alojaba para encontrar el personaje de Violeta- se convirtió en un ir y venir de chicas hermosas y de cuerpos espectaculares, convirtiéndome en la envidia de turistas y trabajadores. Incluso se corrió la voz de que me dedicaba a la trata de negras en el oscuro negocio de la prostitución. El trabajo de Abdul, mi intérprete local, estaba dando resultado en cuanto a la cantidad de candidatas que cada día aparecían por el lobby del hotel -algunas de dudosa reputación ataviadas con indumentarias de lo más sugerente, otras parecían arbolitos de navidad- pero no en cuanto a talento en interpretación. Yo debía hacer esfuerzos por mantener la compostura de respetado y respetable director de cine ante el desfile de sensualidad que cada mañana tenía que presidir.

Las jornadas pasaban y Violeta seguía sin aparecer. Una tarde, Alan Cantos, mi jefe de producción, me comentó que una chica de 16 años me estaba esperando en la recepción del hotel. Yo le contesté que era demasiado joven y que le dijera que no, a lo que Alan me sugirió echarle un vistazo antes de tomar una decisión tan precipitada. Cuando llegué al lobby y la vi, miré de reojo a Alan y le comenté; - no hay que buscar más, la tenemos.

Cuando acabamos los rodajes en Malí y a punto de emprender viaje a Níger, nos dice Violeta que sus padres no la dejan marchar. De nuevo el bueno de Abdul tuvo que armarse de paciencia para convencer al testarudo padre de que no estábamos rodando una película pornográfica. Después de firmar unos cuantos contratos absurdos y kafkaianos, donde, entre otras cláusulas, se podía leer que su hija debía regresar a su hogar sana y de una sola pieza, pudimos emprender viaje a Níger.

Cinco días mas tarde y tras más de dos mil kilómetros de viaje en coche, alcanzamos la ciudad de Agadez, al norte de Níger, la puerta de entrada al mítico y peligroso desierto del Teneré. Allí, mi buen amigo Illiasu había estado estudiando y preparando, junto con Buba, el guión durante cuatro semanas. A Buba, el personaje principal, lo había elegido de entre los jugadores de un equipo de fútbol, antes de mi viaje a Malí. Aunque no tenía ninguna experiencia como actor, las primeras pruebas me convencieron de que ese chico era un diamante en bruto. De regreso a Agadez y un día antes de comenzar los rodajes, Buba me dijo que por cuestiones religiosas no podía representar su papel en el guión.

- ¿Porqué?
Porque tengo que besar a la actriz.
Bueno, pues no la besas y ya está.
Es que también la tengo que tocar.
Pues no la tocas.

Su última respuesta colmó mi paciencia y le dije que se fuera. Me comentó que, como buen musulmán, no podía permitir que una mujer le mirara a los ojos mientras le hablaba. Este chico viene de una buena familia y ha estudiado en la mejor escuela de la ciudad. Incluso en mis conversaciones con él, percibía una mentalidad abierta y progresista, pero nada más lejos de la realidad. Lo preocupante es que la mayoría de los jóvenes musulmanes del África subsahariana, piensan igual.

Tenía veinticuatro horas para encontrar a otro Buba. Con ayuda de Akly, un buen amigo tuareg con el que he trabajado en otras producciones, movilizamos a todo el que pudimos y quería ayudarnos. El pequeño hotelito de Akly se convirtió en un desfile de jóvenes deseosos de poder hacer algo en la vida. Entre ellos estaba Adoum, un chico huérfano originario del Chad y con muchas posibilidades, si se lo toma en serio, de poder llegar lejos en esto de la interpretación.

Mientras escribo estas líneas desde Marruecos, a dos días de comenzar el rodaje, he recibido siete llamadas del padre de Violeta asegurándose de que su hija va a regresar de una sola pieza.

Gerardo Olivares