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Sicko cartel reducidoSickoDirigida por Michael Moore
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Preguntas y respuestas con Michael Moore

P: ¿Por qué hacer una película sobre el sistema sanitario? Todo el mundo sabe que apesta.

R: Algo que dije a mis colaboradores cuando comenzamos es que no necesitábamos invertir mucho tiempo del film en explicar al público lo malo que es el sistema porque ya lo saben. Sería como realizar ahora un film en que nos dedicáramos a dejar bien claro que Bush es un presidente asqueroso.


P: ¿Cómo le sobrevino la idea de realizar esta película?

R: Comenzamos a pensar en realizar esto en 1999. Escribí un bosquejo e incluso rodamos un par de escenas en aquel momento. Tenía un show televisivo titulado The Awful Truth (1999-2000), y para el primer episodio filmamos a un tipo que estaba teniendo dificultades para que su compañía de seguros le pagara un transplante de órgano. En cuestión de pocos días, pudimos salvarle la vida al lograr que se le operara. Entonces pensamos que no estaría mal dedicar todo un largometraje a esto, limitándonos a 10 personas y empleando en cada una de ellas 10 minutos del metraje final con el objetivo de salvarles la vida. Pero entonces ocurrió lo del accidente de Columbine y dejamos de lado esa idea sobre el sistema sanitario para hacer esta otra película. Luego, la guerra de Irak estaba comenzando y parecía que esa cuestión planteaba la urgente necesidad de realizar un film sobre la misma. Sin embargo, la cuestión sanitaria nunca ha dejado de estar entre lo prioritario de nuestras intenciones.


P: Usted empezó preguntando a los visitantes de su página web que le enviaran historias terroríficas en torno a la salud pública; ¿hubo algún tema frecuente en sus respuestas?

R: Si. Había frustración en lo referente a la burocracia existente con el único propósito de hacer muy complicado obtener tanto la asistencia médica pública como aquélla por la que se ha pagado, aunque la gente o sus patrones hayan hecho ingresos por ella al sistema. Uno de los grandes mitos es aquél que cree que el sector privado es la solución porque se requiere menos papeleo y resulta más eficiente. De hecho, lo cierto es justo lo contrario, particularmente en lo referido a la asistencia sanitaria. Las compañías de asistencia sanitaria gastan más de un 25% de sus presupuestos en trabajo administrativo, costes de administración y otros papeleos, en tanto Medicare y Medicaid tan sólo gastan en torno a un 3% en costos administrativos.


P: Se leyó miles de esas historias aterradoras. ¿En qué modo le afectaron éstas?

R: Fue muy duro. Había gente que decía: "Si no logro asistencia voy a morirme…" o "Mi madre se está muriendo…" Eso hacía sentirte impotente en cuanto a lo que se podía hacer, y nos afectó seriamente a todos cuantos estábamos trabajando en la película. Asimismo, teníamos muy claro que la mayoría de la película no se centraría en esas espantosas situaciones, sino que más bien explicaríamos cómo les iría con cualquiera de esas circunstancias si simplemente vivieran en Canadá, teniendo en cuenta que para algunos de los que me escribieron, la frontera está apenas a unos pocos kilómetros al norte.


P: ¿Quién merece la imputación por este caos en la sanidad: el gobierno de los Estados Unidos, las grandes empresas farmacéuticas, o hay algo más?

R: Se trata del sistema en sí mismo. En su mayor parte, este sistema se fundamenta en beneficios y avaricia. Tratándose de la salud de la gente, no debiera haber implicado nada parecido a beneficios. Si alguien sugiriera que, pongamos por caso, el sistema de enseñanza debiera estar generando beneficios, todos le miraríamos como si proviniera de Marte. A nadie se le ocurriría jamás decir que el departamento de aguas de la ciudad debería estar produciendo beneficios, pues sin agua no vivimos. La asistencia sanitaria debería ser vista del mismo modo, y así se contempla en otros países.


P: Tras invertir más de un año en la realización de Sicko, ¿cuáles son las tres cosas más importantes que usted cree mejorarían el sistema sanitario de los Estados Unidos?

R: Se hace necesaria la eliminación de las mutuas privadas de seguros en salud, ése es el mayor problema para garantizar que todo aquél que necesite atención médica reciba el servicio precisado. Las compañías farmacéuticas también debieran ser objeto de una estricta regulación, como por ejemplo ConEd. Mucha gente necesita los medicamentos para sobrevivir, sin embargo, es criminal que se permita a las compañías farmacéuticas subir los precios y hacer así que para ciertas personas sea imposible obtener las medicinas que les son imprescindibles para seguir viviendo. Por último, estamos nosotros, la gente de la calle. La asistencia sanitaria ha de estar en manos de la gente, igual que el Cuerpo de Bomberos y la policía está en manos de la gente en lugar de estarlo en las de las compañías privadas como Halliburton. Todos hemos de hacernos más activos, preocuparnos más de estas cosas; hemos de empezar a pensar en nosotros mismos como parte de un grupo mayor que únicamente yo, yo mismo, y yo mismo otra vez.


P: Para realizar películas, usted requiere cobertura de aseguradoras. ¿Cómo fue el proceso para Sicko?

R: Como puede imaginarse, si nos dedicamos a hacer una película acerca de la industria de las aseguradoras, obtener cobertura para hacer la película no resulta la cosa más sencilla del mundo. No se mostraron muy predispuestos a ofrecérnosla. Pudimos obtener una cobertura sanitaria muy buena para todos, pero conseguir lo que se da en llamar el "seguro de producción" que cubre errores, omisiones, asuntos así, no fue cosa fácil. Todas las grandes compañías nos rechazaron.


P: Entre los estadounidenses filmados por usted, ¿hubo algunos con desenlace feliz en sus respectivas circunstancias?

R: Si. Unos pocos de todos cuantos querían defenderse y exigir que su mutua aseguradora de salud cumpliera lo pactado finalmente obtuvieron algún alivio. Laura, la joven cuya mutua no quería pagar la factura de la ambulancia no aceptaba un no por respuesta y por fin Blue Cross cedió. Los dos jóvenes que fueron rechazados debido bien a su excesiva obesidad o a su excesiva delgadez lograron por fin mutuas de salud dispuestas a asegurarles. Maria Wantanabe sólo alcanzó una mínima satisfacción por medio de un pleito, y ahora está apelando. Su abogado se muestra optimista. La cuestión en todo esto es ¿por qué nos tenemos que ver luchando duramente para obtener sencillamente la atención sanitaria que merecemos? ¿Cuándo empezaremos a considerar la atención sanitaria como un derecho humano?


P: De modo distinto a sus películas precedentes, ha rodado la mayor parte de Sicko en el extranjero. ¿Qué ha aprendido en este rodaje?

R: Fue aleccionador, estimulante, y deprimente. No dejamos de sorprendernos por cuanto descubríamos. Creíamos que dominábamos la materia bastante bien, pero a cada esquina que doblábamos nos topábamos con algo nuevo. Se hacía deprimente porque como estadounidenses seguimos creyendo que estamos en el país más rico del globo, de tal modo que ¿por qué no tenemos también asistencia sanitaria gratuita? En general, la experiencia me ha recordado la importancia de salir de casa. Alrededor de un 80% de estadounidenses no tienen pasaporte, de tal modo que la mayoría de nosotros no percibimos el mundo exterior y lo que ocurre en él. La ignorancia no ha sido nunca algo muy saludable; no es posible tomar las mejores decisiones sin disponer de toda la información. Eso es así de cierto en nuestra vida diaria, y asimismo también lo es en nuestra vida política.


P: En estos momentos, ¿puede decirse que los candidatos a la Casa Blanca tienen sólidos planes de asistencia sanitaria, o simplemente están haciendo generalizaciones muy vagas?

R: Ah! bueno, no parece que quieran lidiar con la auténtica cuestión. Es algo muy lamentable. Incluso bienintencionados como John Edwards: su plan parece apuntar a quedarse con los dólares de nuestros impuestos para luego meterlos en los bolsillos de la industria de los seguros de salud privados. No es la solución. Obama aún no ha montado su plan aunque albergo esperanzas de que nos sorprenda con algo bueno. Y luego, por descontado, siempre está el candidato que aún no se ha metido en la carrera presidencial pero que se ganó estar en la misma en el año 2000. Lo que ha estado diciendo acerca de este tema desde 2003 es lo mejor.


P: Los expertos políticos, los grupos de interés especial y las grandes corporaciones atacan sus películas frecuentemente. ¿Quién cree que ahora arremetará contra usted por Sicko?

R: A todos cuantos se benefician de la desgracia y enfermedades de la gente no va a gustarles la película. Sin embargo, Sicko puede que obtenga la mayor cantidad de público entre todos los filmes que he realizado hasta ahora sencillamente porque hay gran cantidad de personas, independientemente de su inclinación política, que se ven afectadas por este tema.


P: ¿Cree que su controvertida imagen puede resultar dañina?

R: ¿Y por qué se me considera controvertido? ¿Qué he hecho para merecerlo? He realizado una película sobre la gente de mi ciudad que sufría debido aI cierre de la planta de General Motors. He hecho otra película porque un puñado de niños fueron abatidos en el instituto de Columbine y no quería que eso volviera a ocurrir. E hice otra película más porque muy pronto me asaltó una idea atrevida y le dije a la gente de Estados Unidos desde el escenario de los Oscars que estábamos siendo engañados acerca de las armas de destrucción masiva, y fui abucheado. En aquellos días, muchos republicanos me paraban por la calle disculpándose. Ahora se dan cuenta de que estaba tratando de advertirles de que el Emperador no lleva ropa. En este momento, estoy claramente en medio de la corriente dominante de la mayoría.


Acerca de la producción
Es necesario remontarse casi a una década atrás para hallar los orígenes de Sicko, cuando Michael Moore rodó un segmento para el primer episodio de su show televisivo, en 1999, de The Awful Truth (1999-2000) sobre Chris Donahue, un hombre que estaba muriéndose enfrentado a su mutua de salud para lograr un transplante de páncreas. La historia detalla cómo Donahue estuvo pagando durante siete años a Humana, mutua de asistencia sanitaria, para a continuación ver denegada la cobertura de una operación crucial para seguir en vida. Así estaban las cosas hasta que Moore intervino proponiendo un funeral falso, ante lo cual la aseguradora cedió para evitar un desastre total en las relaciones públicas. Tras el éxito seguido de su oscarizada Bowling for Columbine (Bowling for Columbine, 2002) y del documental enormemente taquillero Fahrenheit 9/11 (Fahrenheit 9/11, 2004), Moore ha regresado a la crisis sanitaria de los Estados Unidos esta vez con redoblada intensidad y para la pantalla grande.

"La película gira en torno a la asistencia sanitaria y no" —comenta Moore—. "Como en todas mis películas, abordo un tema y lo uso como vehículo para apuntar a temáticas más amplias e ideas mayores. En esta ocasión, trato de dar respuesta a una pregunta de mayor envergadura: ¿Por qué nosotros, el país occidental industrializado más grande, carecemos de cobertura sanitaria gratuita para todos? ¿Por qué nosotros? ¿Qué nos pasa?".

Cuando se extendió la noticia del concepto que había detrás de la última película de Moore, las corporaciones de Estados Unidos, cuyos masivos beneficios provienen de la asistencia sanitaria, comenzaron a padecer aneurismas. Ken Johnson, vicepresidente primero del grupo de negocios Pharmaceutical Researchers & Manufacturers of America le dijo a un periodista que los ejecutivos de la industria estaban "alucinando y tirándose de los cabellos." Efectivamente, Big Pharma se enrocó. La "alarma de Michael" se envió a los empleados que trabajaban al menos para seis de los mayores sellos farmacéuticos, advirtiéndoles que fueran con cuidado con Moore y sus equipos de rodaje. "Colgamos una historia en nuestro periódico digital diciendo que Moore se embarcaba en un documental, y que si veían a un tipo desaliñado con gorra de béisbol, ya sabrían de quién se trataba" —informó un representante de Pfizer al L.A. Times. Aquél mismo año, más tarde, Mike Huckman, periodista de la CNBC, hizo notar que "el nivel de paranoia es extremo" al cubrir la conferencia de un analista de una compañía farmacéutica, considerando el motivo de esa ansiedad extrema como "El efecto Michael Moore."

Sin embargo, desde el mismo comienzo de su proyecto, Moore estaba en todo momento tan interesado en honrar a las víctimas de nuestro sistema de asistencia sanitaria como en desenmascarar a sus villanos. En febrero de 2006, hizo una llamada a través de su página web: michaelmoore.com, pidiendo a los visitantes de la misma y a sus seguidores que enviaran sus aterradoras historias personales relacionadas con la asistencia sanitaria. Parte de aquel mensaje rezaba: "Si desea que yo sepa por todo cuanto está usted pasando con su mutua aseguradora de salud, o cómo es no tener cobertura alguna, o cómo le han tratado los hospitales y doctores (o, en caso de que así lo hicieran, de qué modo le han arruinado tratando de pagar sus facturas demenciales)... si usted ha sufrido un atropello de cualquier tipo por parte de este sistema enfermo, codicioso y mugriento que ha causado en usted o en sus allegados gran pena y dolor, déjeme saberlo." No había nada que le hubiera podido preparar para la reacción a esta llamada: todo un diluvio de más de 25.000 correos electrónicos tan sólo en la primera semana. Un estrecho amigo informó a Donna Smith, sobreviviente de un cáncer, acerca de la llamada en la página web de Moore, y dado que a Smith le encantó Fahrenheit 9/11, pensó en consultarla. "Le lancé un inmediato y seco mensaje de unos dos o tres párrafos y no creía que tuviera resultado alguno o que siquiera le importara a alguien" —admite Smith, esposa por lo demás de un paciente con problemas cardiacos, que se trasladó a la casa de su hija después de que los costos de la mutua la arruinaran completamente—. "Me estaba descargando con aquel correo electrónico, sólo era frustración inmensa. Sin embargo, también esperaba, contra todo pronóstico, que alguien escuchara a aquellos de nosotros que seguimos las normas, y hacemos una prioridad del pago de las primas y, sin embargo, se nos sigue aplastando. Disponer de alguien como Michael que escuche y exponga un problema que se ven obligados a afrontar millones de estadounidenses cada día nos da una dignidad que llevamos años sin disfrutar."

En las primeras fases de la producción, Moore efectuó una decisión importante: centrarse en una área específica de la asistencia sanitaria en lugar de intentar cubrir un tema inabarcable desde cada ángulo concebible.

"Teníamos nuestro propio ‘Eje del Mal’: la industria farmacéutica, el negocio de los hospitales, y las compañías de seguros de salud" —nos dice el productor Meghan O’Hara. Aunque las principales firmas farmacéuticas son corporaciones obsesionadas en sus beneficios que financian a los políticos de Washington y a menudo mienten acerca de sus investigaciones y costos de desarrollo, los realizadores de Sicko contemplan las medicinas legales como un "un mal necesario" que en última instancia puede ayudar a los pacientes. Y lo mismo puede decirse con respecto a los hospitales, aunque ellos, como Pharma, debieran estar bajo regulación y funcionar de modo más eficiente pues obviamente la gente les necesita.

Sin embargo, tales concesiones no pueden hacerse para las aseguradoras privadas, "un factor del todo innecesario cuando se trata de asistencia sanitaria" —comenta O’Hara. Para enfatizar aún más su parecer, Moore decidió no concentrar sus esfuerzos en los 45 millones de estadounidenses carentes de seguro alguno, contrariamente, lo hizo en una mayoría teóricamente cubierta pero a la que se le niega la prestación o que se ve ahogada con un ridículo papeleo burocrático.

Las historias hablan por si mismas. Pero detrás de esas circunstancias está la cuestión de cómo las compañías de seguros logran librarse literalmente de la imputación de asesinato. Decenas de empleados de la industria con información privilegiada y de delatores se pusieron en contacto con Moore, ansiosos de compartir sus historias acerca de los informes relativos a cómo las aseguradoras hacen billones de beneficios simplemente impidiendo las prestaciones que necesitan esos pacientes que las merecen. "Se me dice que no niego la atención, sino el pago" —reza un conocido estribillo.

Afortunadamente, cuando la locura médica se hacía demasiado insoportable o demasiado deprimente en los despachos de Moore, una saludable dosis de humor ayudaba a sobrellevarlo. Cerca de la entrada se colgó un cartel que decía: "Esto es una comedia" para recordar al personal corto de sueño que la risa es la mejor medicina. Incluso una triste plantita de interiores que se marchitaba en una esquina de la oficina desde hacía semanas contribuyó como relajamiento cómico cuando alguien colgó una nota en ella diciendo "Esta planta necesita asistencia sanitaria."

En primer lugar, el rodaje comenzó a lo largo de los Estados Unidos, mediante equipos técnicos que fueron enviados para filmar las historias de varios pacientes, región por región. Por ejemplo, un periplo por la Costa oeste llevó a la producción de Los Ángeles y San Francisco a todo un torbellino tejano que incluyó rodajes en Houston, Austin, Brownsville, McAllen y Dallas, mientras que otro recorrido por el sur rodó a gente a través de Florida y otros lugares. Para demostrar de qué modo la asistencia sanitaria en los Estados Unidos ha devenido algo tan sumamente enfermizo por comparación a la mayoría del mundo civilizado, el equipo técnico visitó varios otros países, entre ellos, Francia, Inglaterra y Canadá. Finalmente, se documentaron entre 150 y 200 historias singulares a lo lago de más de 130 días de rodaje, en comparación a los meros 38 días de rodaje de Fahrenheit 9/11. Se ha rodado más de 500 horas de film, haciendo de ésta la película de Moore con más material expuesto para un único proyecto.

Cuando Moore y su equipo regresaron del rodaje externo, comenzó la auténtica cirugía: montar esos cientos de horas de entrevistas y de metrajes varios para dar cuerpo al largo. En la sala de montaje, uniéndose a Moore nuevamente, estaba Chris Seward, el montador de Fahrenheit 9/11, junto a todo un equipo nuevo con miembros como Dan Swietlik (ganador de un premio ACE por su labor en Una verdad incómoda (An Inconvenient Truth, 2006); y Geoffrey Richman [God Grew Tired of Us (2006); Murderball (Murdeball, 2005)].

Por último, Moore opina, Sicko no sólo expone un sistema que falla y ofrece sólidas alternativas, sino que también muestra su maduración como cineasta. "Bowling for Columbine no es Roger y yo (Roger & Me, 1989), y esto no es Fahrenheit 9/11" —comenta—. "Cuando la gente va al cine, espera algo que les haga reír, llorar, o pensar. Quiere algo nuevo, y yo no estoy interesado en hacer la misma cosa una vez y otra. Creo que algunas personas se sorprenderán por la densidad de esta película."

"Sabía que esto sería todo un reto" —concluye—. "En Sicko no queda personaje o compañía que odiar, no hay un simple adversario como Roger Smith o Charlton Heston, se trata de todo un sistema. Tanto el público como yo hemos de trabajar un poco más duro con esta película porque nada es tan blanco o negro. Enfrontémoslo: que se me vea ascendiendo los peldaños de una escalera camino del cuartel general del director ejecutivo por enésima vez no es muy interesante. No es que no volviera a hacer eso de nuevo, pero con Sicko quería pasar por toda una película sin tener que golpear la puerta del poder. No quiero que el público salga al vestíbulo diciendo ‘¡Caramba! Mike ha pateado en verdad el culo de algunos.’ La gente es la que se ha de patear el propio culo. Esta situación sólo tendrá un final cuando cada uno de nosotros se levante y diga bien alto: ¡Basta!".