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La mosquitera cartel reducidoLa mosquiteraDirigida por Agustí Vila
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Geraldine Chaplin encarna el papel de María, una anciana enferma de Alzheimer que habla a través de Robert, el personaje interpretado por Fermí Reixach.

Eduard Fernández y Emma Suárez dan vida a una familia en crisis, cuyos miembros viven atrapados en un mundo de culpabilidad y sentimientos enfrentados. Entre el fuego cruzado de sus padres está Lluís, interpretado por el debutante Marcos Franz, un adolescente refugiado en un silencio que se rebela contra el mundo de los adultos.

Alícia (Suárez) y Miquel (Fernández) retratan los desencuentros de una familia a punto de desmoronarse. Ella ama todo demasiado. A él lo ahoga el exceso de amor de Alícia. Querría vivir en un mundo donde el amor fuese ordenado y donde los deseos tuviesen horario. A su hijo Lluís (Franz) el mero hecho de vivir le hace sentirse culpable. Acoge en casa a todo tipo de animales. Este es el punto de partida de un relato de malentendidos cruzados, atrapados por una red invisible que los aisla, la mosquitera.


Reparto. Definición de personajes

ALÍCIA, la mujer (Emma Suárez)
Entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Rubia, atractiva e intensa. Muestra su amor con un exceso de celo. Lo ama todo demasiado, sobre todo a su hijo Lluís. En consecuencia, lo teme todo. Quiere ocultarle a su hijo todo aquello que a ella le hace daño. Es ilustradora de cuentos infantiles.

MIQUEL, el marido (Eduard Fernández)
Cuarenta y cinco años. Tímido y puntilloso. El exceso de amor de Alicia lo ahoga. Querría vivir en un mundo donde también el amor fuese ordenado y donde los deseos tuviesen horario. Una desesperación de fondo le impide vincularse al nervio de la vida. Guarda silencio sobre sus cualidades y su pasado. Sufre una relación de incomunicación y rechazo con su padre, Robert (Fermí Reixach), del que busca su cariño, pero no es correspondido. Siente atracción por la asistenta, Ana (Martina García), a la que siente la necesidad de "comprar" porque ya no se cree capaz de atraer a nadie y mucho menos de recibir amor.

LLUÍS, el hijo (Marcos Franz)
Quince años. Rubio como la madre. Delgado, enérgico y sentimental. El mero hecho de vivir le hace sentirse culpable, por eso se vuelve protector de cualquier expresión de vida. Empieza a ver los defectos de su padre y se resiste a ver los de su madre. Es como una isla, refugiado en su silencio y por la rebelión de sus actos.

SERGI, amigo de Lluís (Alex Batllori)
Dieciséis años. Rubio como su amigo, parece salido de una película de Gus Van Sant. Su carácter todavía no está formado y por eso su ligereza y superficialidad hacen daño. Sus actos ignoran el tamiz de la conciencia.

ANA, asistenta (Martina García)
Veintidós años. Morena y sexy. De belleza indígena e inocente, pero de ojos inflamados y culpables. Conoce los mecanismos del deseo y hace uso de ellos, pero aún es capaz de amar.

RAQUEL, hermana de Alícia (Anna Ycobalzeta)
Treinta y ocho años. Atlética, nerviosa y disciplinada. Intenta educar a su hija Susanna, pero no sabe cómo. Crea su propio sistema haciendo del amor un principio inflexible. Pero también en la aplicación de los castigos es inflexible, y eso la hace cruel. Se siente culpable.

ROBERT, padre de Miquel (Fermí Reixach)
Hombre de fuerte carácter. Mantiene un talante frío con su hijo Miquel, no le muestra ningún gesto de cariño o reconocimiento. Se convierte en la voz de María (Geraldine Chaplin), su compañera en la residencia. Cuando habla por María, Roberto reconoce en su interior la voz de ella. Pero lo que se oye no es la imitación de un tono de voz, un timbre humano, sino un sonido desgarrado, que proviene de lo más hondo del diafragma: la sobrecogedora sombra, el eco roto y profundo de su recuerdo.

MARÍA, mujer de Robert (Geraldine Chaplin)
Puro presente. Grave e impasible como una estatua primitiva. No entiende nada de lo que ocurre a su alrededor, ni siquiera intenta ya comprender. Su mente está muy lejos de lo que ocurre ante ella, aunque, en ocasiones, parezca vislumbrar algo así como una velada sospecha, una sombría inquietud que no llega jamás a desencadenar una deducción lógica. Cuando Robert insiste en alimentarla, la irritación tarda en llegar. Y, cuando lo hace, parece estar más allá de la obligación de comer: es la furia por no poder entender, el resentimiento por una molestia ineludible.