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The cove cartel reducidoThe coveDirigida por Louie Psihoyos
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El cabecilla: El ex-adiestrador de delfines Ric O'Barry
El líder de la misión secreta llevada a cabo en The Cove es uno de los más heroicos y solicitados personajes del mundo marino: el ex adiestrador de delfines convertido en ferviente activista Ric O'Barry. Este hombre, a quien el director Louie Psihoyos describe como la persona más «comprometida, tenaz y apasionada» que conoce, ha tenido que enfrentarse a lo largo de muchos años a todo tipo de peligros, demandas, juicios, prisión, persecuciones y angustia al intentar cumplir a toda costa su compromiso personal de liberar a los delfines de todo el mundo que están en cautividad.

Paradójicamente, el propio O'Barry había sido uno de los adiestradores de delfines más destacados del mundo. En la década de 1960, capturó y entrenó a los cinco delfines salvajes que encarnaron a Flipper en la célebre serie de televisión del mismo nombre. Este fenómeno popular avivó la adoración generalizada del público por los delfines e hizo que muchos niños soñaran con hacerse amigos de uno. Sin embargo, el propio O'Barry empezó a verlo más como una maldición que como una bendición. Día tras día era testigo de la sorprendente inteligencia y habilidad social de los animales con los que estaba trabajando —incluso observó sobrecogido las reacciones de los delfines al verse a sí mismos en la televisión—, de modo que empezó a cuestionar lo que estaba haciendo.

Pero el acontecimiento que realmente le hizo abrir los ojos y cambió su vida fue el suicidio en sus propios brazos de uno de los delfines, una hembra llamada Kathy, que cerró voluntariamente su orificio nasal para ahogarse. Con el corazón hecho pedazos, se dio cuenta de repente de que lo que no había querido ver hasta entonces: que todo cuanto deseaban los delfines era regresar al mar y reunirse con sus familias. Días más tarde estaba en las aguas de la isla de Bimini, tratando de hacer un agujero en la alambrada marina que retenía a un delfín cautivo. Ese fue su primer intento de rescate y su primera detención... a la que seguirían muchas más.

Desde entonces, O'Barry ha trabajado incansablemente para defender a los delfines en todo el mundo. Vio con desesperación como la captura y la venta de delfines se convirtió, en los años que siguieron, en un negocio colosal en Taiji. Indignado ante el hecho de que todo esto estuviera ocurriendo a espaldas del público y sin el consentimiento del pueblo japonés, empezó a filmar de forma encubierta lo que estaba ocurriendo en la cala y a enviar estas grabaciones a los medios de comunicación, con la esperanza de que estos hechos salieran a la luz. Uno de estos DVD caseros llamó la atención de Louie Psihoyos, que pronto llevó su propio equipo de rodaje a Taiji y consiguió la colaboración creativa del productor Fisher Stevens. Una vez en marcha, el documental se centró inevitablemente en la original y legendaria personalidad de O'Barry, quien corre tanto peligro en Taiji que, actuando de noche e incluso disfrazado como si de un personaje de cómic se tratara, prosigue su eterna misión sin desfallecer.

P: ¿Se sorprendió cuando Louie decidió tratar de hacer un largometraje documental sobre lo que estaba ocurriendo en la cala?

R: Me impresionó mucho, porque pensé que podría ser demasiado gráfico. Pero lo más increíble que han logrado Louie y Fisher Stevens es convertirlo en un filme comercial. Es toda una hazaña. Los espectadores se ríen, lloran y salen del cine diciendo: «¿Qué puedo hacer?». Estoy entusiasmado, porque cuanto mas popular sea la película, más impopular será la caza de delfines en Japón, y realmente creo que estamos a punto de poner fin a estas matanzas y, muy posiblemente, a la caza de pequeños cetáceos.

P: Usted empezó como adiestrador de delfines y ahora se opone a mantener a los delfines en cautividad. En la película habla de lo mal que lo pasó cuando murió el delfín Kathy, pero antes de eso, ¿había ya empezado a cuestionarse si era ético lo que estaba haciendo?

R: Sí, durante el rodaje de «Flipper» ya había empezado a cambiar de opinión, pero en nuestro sector llamamos a eso «ponerse las orejeras». Era joven, tenía un trabajo glamuroso y fácil, y conducía un Porsche. Tras la muerte de Kathy, me quedé destrozado. Ir a Bimini fue un acto propio de alguien que estaba enloqueciendo, en cierto modo, pero también un acto de pura pasión.

P: ¿Qué opina de los adiestradores que acuden a lugares como Taiji con el fin de comprar delfines para espectáculos y acuarios?

R: Muchos adiestradores se justifican diciendo que es para fines «educativos y de investigación», pero realmente no me entra en la cabeza cómo treinta adiestradores pueden estar en el agua en Taiji con estos animales traumatizados y mirarles a los ojos sabiendo lo que están haciendo. No lo comprendo, en serio. Entiendo por qué lo hacen los pescadores; para ellos es una tradición y creen realmente que no hay diferencia alguna entre un delfín y un pez, aunque pasan por alto el hecho de que la carne de delfín es tóxica. Pero los adiestradores con los que todavía estoy en contacto han encontrado maneras de hacer la vista gorda. Les apetece hablar sobre cómo enseñar nuevas piruetas a los delfines, pero no quieren hablar de las capturas ni las matanzas.

P: A muchas personas les sorprenderá saber que la caza de delfines es legal en Japón. ¿A qué se debe esta legalidad?

R: Existe cierta prohibición de caza de ballenas, pero no afecta a los delfines y otros pequeños cetáceos. No obstante, es obvio que el tamaño no importa; los delfines son cetáceos y su sufrimiento es el mismo. Lamentablemente, la International Whaling Commission [la Comisión Ballenera Internacional], como puede ver en la película, está muy relajada en sus obligaciones y bajo la influencia de abogados corruptos. Poco ocurre en sus reuniones.

P: Usted también subraya que, al margen de las cuestiones éticas, el riesgo para la salud humana es importante, porque se ha demostrado que la carne de delfín, que todavía se comercializa en Japón, está altamente contaminada con mercurio.

R: Lo que hemos descubierto es que la carne de delfín es puro veneno. Contiene más mercurio que el pescado que hizo enfermar la ciudad de Minamata, uno de los casos más graves de intoxicación por mercurio de la historia moderna. Pero la población japonesa desconoce estos datos. Esperemos que esta película consiga lo que no han conseguido los periódicos y las televisiones de Japón: hacer público que se ha tenido engañados a los japoneses durante años. Se trata de un auténtico delito, porque la constitución japonesa dice que los ciudadanos tienen derecho a acceder a esta información. Todavía no hay estudios médicos sobre los efectos del consumo de carne de delfín contaminada con mercurio, pero hemos conocido a personas que dicen estar perdiendo la memoria o la audición, y esto es muy preocupante.

P: ¿Qué tiene que ocurrir para que cesen las cazas de delfines?

R: En primer lugar, hay que tener en cuenta que la industria recreativa en torno los delfines genera 2.000 millones de dólares sólo en EE.UU., y esto es lo que está provocando estas cazas. Pero la solución también debe proceder del interior de Japón, del pueblo japonés. Aun así, me han informado de que la presión exterior, lo que los japoneses denominan gaiatsu, puede ayudar.

P: ¿Qué tipo de gaiatsu podría funcionar?

R: Boicotear a Japón o los productos japoneses no es una buena idea. Esto no tiene nada que ver con Japón ni con la cultura japonesa. La mayoría de los japoneses con los que he hablado se oponen a la caza de delfines y desconocen por completo la corrupción que ha llevado al Gobierno a permitir que siga vendiéndose carne de delfín contaminada con mercurio.

En nuestro sitio web (www.savejapandolphins.org), sugerimos que la gente llame a la embajada japonesa para pedir que se detengan las cazas de delfines. También creemos que EE.UU., en particular el presidente Obama, puede ejercer más presión sobre Japón. Desde Nixon, todos los presidentes estadounidenses se han declarado contrarios a la caza de cetáceos pero nunca han hecho nada al respecto. Han permitido que se mantenga el statu quo. La mayoría de los políticos de EE.UU. no saben que en Japón todos los años tiene lugar la mayor matanza de delfines del mundo, por lo que tenemos la esperanza de que esta película constituya una verdadera llamada de atención.

P: ¿Hará esta película que usted corra todavía más peligro a su regreso a Taiji?

R: Lo cierto es que no puedo estar más en peligro que ahora. En Taiji tengo que ir disfrazado: incluso he llevado un vestido de mujer, los labios pintados y una peluca para pasar desapercibido. En cuanto te detienen en Japón, te quitan de en medio para siempre, de modo que es crucial que no encuentren motivo alguno para detenerme. Ese es también el motivo por el cual los pescadores nos filman: esperan poder pillar a alguien haciendo algo por lo que la policía podría detenerle. Pero todavía es más peligrosa la yakuza, la mafia japonesa, que está muy implicada en la caza de cetáceos y en la industria pesquera de Japón. En Taiji he empleado mucho tiempo en simplemente tratar de no meterme en problemas. Se trata de un juego del gato y el ratón que no ha terminado.

P: Con todo por lo que ha pasado usted —angustia, prisión, peligro de muerte— al tratar de salvar a los delfines, ¿sigue siendo optimista?

R: Si le digo la verdad, me resulta muy difícil ver The Cove, no tanto por lo que se ve, sino por lo que no se ve, que es el resto de mi vidA: los nacimientos, muertes, celdas de prisión y salas de tribunales que ha habido detrás de lo que aparece en pantalla. Pero no hay nada que me emocione tanto como ver al público ovacionando ocho veces la película en Sundance y conseguir que la gente salte, literalmente, con un: «¿Qué puedo hacer?». El mensaje principal que quiero transmitir es que hay una esperanza real. Creo que es muy posible que podamos cerrar esta cala y, si lo logramos, esto va a ser un gran paso hacia la prohibición de la caza de cetáceos de todo tipo. Aquellos que quieran ayudar, pueden visitar el sitio web www.savejapandolphins.org.


El director: Louie Psihoyos, de la Ocean Preservation Society
Louie Psihoyos, uno de los fotógrafos más solicitados del mundo y uno de los fundadores de la Ocean Preservation Society (http://www.opsociety.org), conoció —o mejor dicho, no conoció— a Ric O'Barry en un congreso de ciencias marinas, en cuya jornada inaugural O'Barry iba a ser uno de los conferenciantes principales.

En el último momento, Sea World, patrocinador del congreso, vetó a O'Barry, lo cual despertó la curiosidad de Psihoyos. Lo que no sabía es que esa curiosidad le llevaría a ir en busca de O'Barry y a emprender una increíble aventura cinematográfica. Él y sus colaboradores se valieron de equipos militares de alta tecnología, efectos especiales cinematográficos, audaces expertos en buceo a pulmón y una firme motivación para llevar a cabo un peligroso rodaje submarino de forma completamente encubierta.

No podía haber previsto que, en este proceso, su equipo desvelaría no sólo a la verdad oculta sobra las cazas de delfines, sino también un importante riesgo para la salud humana, la corrupción gubernamental, el deterioro de nuestros océanos y la emotiva lucha de un hombre por redimirse.

P: ¿Qué le impulsó a hacer una película sobre Ric O'Barry y su trabajo en Taiji?

R: Al principio sentí curiosidad acerca de por qué no se le había permitido hablar en ese congreso. Luego, cuando le encontré, me explicó que iba a hablar sobre una cala secreta de Japón, donde los traficantes de delfines seleccionan a la mayoría de los delfines destinados a delfinarios y parques marinos. Me contó que mataban a los delfines que no elegían y vendían la carne para su consumo en comedores escolares. Para mí era inconcebible una cultura que matara a los delfines, y la siguiente semana Richard me invitó a acompañarle a Taiji, la pequeña población que guarda este gran secreto.

P: ¿Cómo era Taiji?

R: El pueblo parecía sacado de una novela de Steven King: externamente todo el pueblo mostraba un profundo respeto y amor por los delfines y las ballenas, pero lo que estaba ocurriendo en la cala secreta componía otra historia que yo estaba decidido a desentrañar.

La cala secreta es una fortaleza natural. Está protegida por tres lados por abruptos acantilados. La entrada que hay en un lado está cercada por altas rejas puntiagudas con alambre de espino, y hay otros dos accesos por túnel que están custodiados por guardias y perros. Después de que Richard me enseñara el pueblo, me puse en contacto con la oficina del alcalde y con el sindicato de cazadores de delfines: mi intención era escuchar su versión de la historia y contar la historia de forma legal. De repente me di cuenta de que me estaban siguiendo; me pusieron vigilancia las 24 horas mientras estuve allí. Pero el pueblo no tenía el más mínimo interés en colaborar, estaban ganando demasiado dinero con el comercio de delfines como para arriesgarse a perderlo debido a la presencia de un periodista. El alcalde me advirtió de que podían herirme o matarme si me acercaba demasiado a los cazadores de delfines o a la cala secreta.

La cala, por extraño que parezca, está en medio de un Parque Nacional que se encuentra justo en el centro del pueblo, entre el ayuntamiento y el museo de las ballenas.

Richard me dijo que para entrar en la cala secreta se necesitaría un cuerpo de élite de la Armada estadounidense, y en cierto modo lo conseguí, pero mi cuadrilla era más bien un equipo del tipo «Ocean’s Eleven».

P: Se trata de un grupo de personas muy ecléctico. ¿Cómo reunió al equipo?

A: Recluté a mis amigos Mandy Rae-Cruickshank y Kirk Krack para que nos ayudaran a instalar cámaras submarinas e hidrófonos. Mandy ha sido ocho veces campeona mundial de apnea. Puede contener la respiración durante seis minutos y medio y llegar a una profundidad de hasta 90 metros y volver con su propia fuerza. Su marido, Kirk, es también un experto en buceo libre. Un ex ayudante de fotografía mío había pasado a ser el jefe de producción de moldes en ILM, Industrial Light and Magic, en el departamento 3D de Lucas, y nos ayudaron a crear rocas falsas que nos permitieran esconder cámaras de alta definición y micrófonos. Un experto en electrónica que había formado parte de las Fuerzas Aéreas Canadienses nos ayudó a modificar las cámaras dotadas de disco duro para equiparlas con discos duros de mayor capacidad y alimentarlas con baterías especiales, como las que se utilizan en las expediciones al Everest. También nos ayudó a construir vehículos aéreos no tripulados para poder contar con imágenes y cobertura aéreas: un helicóptero teledirigido con una cámara de alta definición giroestabilizada debajo y un zepelín con cámara teledirigida.

Unos amigos piratas de las islas me ayudaron a colocar las cámaras, y muchas noches estuvimos escondidos con ropa de camuflaje y la cara pintada. En muchas ocasiones burlamos a los guardias y a la policía gracias al uso de cámaras térmicas militares de alta definición, que nos permitían detectar movimiento en las colinas, y de toda una serie de estrategias de diversión.

P: ¿Cuáles fueron sus mayores retos durante el rodaje?

R: Indudablemente, The Cove no es la típica producción cinematográfica. La mayor parte del trabajo se llevó a cabo en plena noche, de forma encubierta, y nuestro principal reto fue tratar de evitar que nos mataran o que nos detuvieran y nos encarcelaran durante meses.

Nos enfrentamos también a otros problemas. Justo después de crear nuestra productora sin ánimo de lucro conocí a Steven Spielberg, que me aconsejó, a raíz de su experiencia en Tiburón, que nunca trabajara en embarcaciones o con animales, porque es muy impredecible y supone un elevado coste. Pues bien, en The Cove utilizamos muchas embarcaciones y tuvimos que trabajar con un montón de animales de gran tamaño poco dispuestos a colaborar. Fue la pesadilla de un director primerizo.

P: ¿Le ha cambiado el hecho de dirigir The Cove?

A: He sido vegetariano, o mejor dicho, pescetariano, durante 20 años. Como pescado, pero nada que tenga patas. De hecho, no como ningún tipo de pescado que se encuentre muy arriba en la cadena alimentaria, porque durante el rodaje de esta película averigüé que estoy intoxicado con mercurio, en niveles muy elevados, debido al consumo de superdepredadores, peces que están en la parte más alta de la cadena alimentaria, como atunes, agujas, lubinas estriadas y meros.

Mi relación con los animales ha cambiado considerablemente a raíz de esta película. Ahora soy todavía más respetuoso con toda la vida animal, porque en cuanto te percatas de su difícil situación no puedes volver a cerrar el corazón. El cerebro de los delfines es de mayores dimensiones que el de los humanos, tiene más pliegues para las neuronas. Estos mamíferos tienen un sexto sentido, un sónar, y, que se sepa, son los únicos animales salvajes que acuden a rescatar a los humanos. Son legendarios por sus extraordinarias hazañas compasivas desde que el hombre ha tenido la capacidad de escribir. Siempre han acudido a rescatarnos, y pienso que ya era hora de que alguien intentara rescatarlos a ellos.

P: ¿Qué es lo más sorprendente que ha descubierto al dirigir esta película?

R: Que en Japón se oculta de forma sistemática información relativa a la contaminación por mercurio y a la caza de delfines. Los japoneses confían en el Gobierno, pero el Gobierno no quiere que conozcan cierta información básica que concierne a la salud pública, en particular que la contaminación de la carne de delfín es muchas veces superior a lo que las normas sanitarias del país permiten. La corrupción abunda y hay gente que se aprovecha de esta desinformación.

P: ¿Ha habido algún progreso desde que se marchó de Taiji?

R: Antes, la carne de delfín formaba parte de los menús de los comedores escolares del país. Esto ha dejado de ser así este año. Ric O'Barry y nuestra organización, la Ocean Preservation Society, han contribuido a ello. El trabajo que realizamos con un experto en toxicidad finalmente llegó a varios concejales de Taiji que tenían hijos en edad escolar y que realizaron sus propios análisis de carne de delfín. Estos análisis confirmaron nuestros resultados. Los niños de toda la prefectura de Wakamaya ya no comen carne de delfín contaminada en los comedores escolares. A raíz de esto, se ha destituido al director del Departamento de Pesca nipón, Hideki Moronuki, que había fijado los cupos para la caza de delfines, marsopas y ballenas. Pero la caza de delfines continúa. Tenemos la esperanza de que el año que viene, en cuanto la población japonesa conozca los hechos, habrá una mayor concienciación y esto pondrá fin a los ataques contra los delfines.

P: ¿Puede hablarnos un poco más sobre la Oceanic Preservation Society y cómo se creó?

R: El fundador de la Oceanic Preservation Society es el inventor y ángel inversor Jim Clark, un Zelig de nuestros días que creó tres empresas pioneras de la nada. Trabajó duro para salir de la pobreza, y en la universidad participó en el desarrollo de los sistemas informáticos que mandaron al hombre a la Luna. Durante el tiempo que trabajó como profesor en la Universidad de Stanford, inventó el primer chip para motores gráficos 3D, que comercializó con Silicon Graphics, y también el primer navegador comercial de Internet, con Netscape. Tras descubrir que tenía una enfermedad sanguínea poco común, creó WebMd, un portal que permite a médicos y pacientes acceder a la información médica y sanitaria más reciente. Ha estado al frente de la innovación toda su vida, y ha sido además un ferviente submarinista y navegante. Como tal, ha viajado a los arrecifes más bien conservados del mundo, pero a lo largo de su vida también ha presenciado el progresivo deterioro de los océanos. Fundó la OPS con el fin de producir películas e imágenes que fomenten la concienciación acerca de la problemática de los océanos, que también constituye un riesgo para la humanidad puesto que el 70% de las proteínas que consumimos procede del pescado y el marisco, un alimento cada vez más escaso y contaminado.

P: ¿Cómo espera que influya The Cove en los espectadores?

R: En primer lugar, espero que la gente deje de llevar a sus hijos a delfinarios y parques marinos donde hay espectáculos de delfines y se ofrece la posibilidad de nadar con ellos: hacer que unos animales tan sensibles e inteligentes realicen piruetas estúpidas para divertirnos no es precisamente la mejor manera de educar a nuestros hijos. En segundo lugar, espero que los japoneses dejen de matar delfines para consumir su carne. Dejando de lado los motivos éticos, toda la carne de delfín es tóxica y no es adecuada para el consumo humano o animal. En tercer lugar, si los delfines y las ballenas están contaminados es principalmente debido al vertido al mar de productos tóxicos derivados de la actividad humana. El uso de combustibles fósiles, en particular el carbón, es una de las principales causas de la acumulación de mercurio en el entorno, de modo que es importante buscar alternativas al carbón si queremos salvar los océanos. En la sede de la OPS, por ejemplo, disponemos de 117 placas solares que ahora generan el 140% de nuestras necesidades energéticas; y tenemos dos vehículos eléctricos que funcionan exclusivamente con energía solar. Todo el mundo puede ayudar con medidas similares.


¿Qué está ocurriendo realmente en la cala? Una rápida introducción a la caza de delfines
- En 1986, el mundo declaró ilegal la captura de ballenas con fines comerciales. Sin embargo, la caza de delfines sigue siendo legal, porque, aunque los delfines y las ballenas pertenecen a la misma familia y comparten ciertos rasgos de inteligencia y autoconsciencia, a fecha de hoy los miembros de la Comisión Ballenera Internacional no han acordado proteger a los llamados pequeños cetáceos.

- En Japón se matan legalmente unos 23.000 delfines al año. A la mayoría se les mata en el mar, pero miles de ellos mueren en cazas de defines que tienen lugar en calas y costas poco profundas. También se llevan a cabo cazas de delfines en zonas costeras de islas del Pacífico sur y del Atlántico norte.

- Las cazas de delfines se realizan con dos propósitos: capturar delfines vivos para parques marinos y acuarios, y matar delfines con el fin de vender la carne, a pesar de que ésta suele contener toxinas, como mercurio y PCB, en niveles perjudiciales para la salud. Esta carne se vende muy barata.

- Un delfín capturado vivo para los espectáculos de los parques marinos puede llegar a venderse por 150.000 dólares, mientras que un delfín muerto destinado al consumo cuesta unos 600 dólares.

- En las zonas costeras, la captura de delfines se realiza mediante técnicas de caza en batida, en que los pescadores reúnen a los delfines y los acorralan produciendo fuertes ruidos que alteran su sensible sónar y les provocan una sensación de pánico. Una vez tienen a los delfines atrapados en las redes, los veterinarios y adiestradores eligen los que comprarán.

- Cuando se selecciona a un delfín vivo para un parque marino, un acuario o un delfinario donde se ofrecen actividades de nado con delfines, se le separa de su unidad familiar, se le saca del océano con camiones y aviones y se le transporta a lejanas piscinas, donde sus probabilidades de sobrevivir son escasas.

- Más de la mitad de los delfines capturados mueren en un plazo de 2 años. En cautividad, deben adaptarse rápidamente a un nuevo entorno donde no pueden nadar sus habituales 65 kilómetros diarios en aguas abiertas, interactuar con su grupo social ni utilizar su sónar adecuadamente.

- Los delfines no seleccionados son presas fáciles para los pescadores locales, que los matan para vender la carne. Generalmente los matan desde corta distancia, con picas, cuchillos y garfios. A mar abierto, se les suele matar con arpones.

- Entre los delfines que se matan en las cacerías de Taiji se encuentran delfines mulares, delfines estriados, delfines moteados y delfines grises, además de orcas bastardas y calderones de aleta corta. Varias de estas especies se consideran especies amenazadas.

- El principal motivo económico para la caza de delfines es el negocio multimillonario de los parques marinos, que proporciona a los pescadores recursos para llevar a cabo más matanzas destinadas a la venta de carne.

- La mayoría de los ciudadanos japoneses no están al corriente de estas cacerías y no saben que la carne de delfín es muy tóxica. No obstante, el Gobierno japonés sigue apoyando la caza de delfines y ha conseguido ejercer presión suficiente para evitar que la Comisión Ballenera Internacional actúe en defensa de los pequeños cetáceos.

- La vigilancia y las protestas internacionales han ayudado a impedir algunas cazas de delfines en el pasado, pero no han puesto fin a esta práctica, que persiste todavía en el siglo XXI.


Los humanos del mar: Una breve historia de las relaciones entre delfines y humanos
"Sólo en el delfín nos ofrece la naturaleza lo que han buscado los grandes filósofos: la amistad desinteresada. Aunque no necesita la ayuda del hombre, es su gran amigo y siempre ha ayudado a la humanidad" - Plutarco

The Cove gira en torno a la misteriosa relación, en ocasiones afectuosa y en ocasiones violenta, del hombre con los delfines, que a lo largo de la historia ha fluctuado entre la profunda curiosidad, la reverencia mística y la matanza sistemática.

Los delfines nos han intrigado desde que nuestra especie se adentró por primera vez en el vasto e inexplorado océano y se encontró con estas hábiles y esbeltas criaturas que parecen pensar, sentir, amar y poseer dos de nuestras cualidades humanas favoritas: la compasión y la alegría de vivir. Resulta difícil pasar por alto que en muchos aspectos se parecen a nosotros. De hecho, el nombre delfín procede de la palabra griega que designa a la «matriz», en referencia a su forma de dar a luz semejante a la de los seres humanos. Al igual que éstos, los delfines viven en grupos sociales muy unidos, y cuidan de su progenie con gran cariño y dedicación de tiempo. Cada delfín tiene una voz distintiva que lo identifica, y entre ellos se comunican mediante un sofisticado sistema de chasquidos y silbidos que parece actuar como un lenguaje. Son expertos en el uso de herramientas, una habilidad que antes se consideraba exclusiva de los seres humanos, y los científicos han descubierto que las personas y los delfines comparten una sorprendente cantidad de rasgos genéticos.

Dadas todas estas afinidades, no sorprende que los delfines hayan intrigado a los humanos de un modo tan especial desde tiempos remotos. Abundan las historias antiguas sobre navegantes protegidos y guiados por delfines. En Sudáfrica se han hallado tallas prehistóricas de delfines, mientras que en India los hindúes adoran desde hace siglos al delfín de río como a una deidad. Los griegos antiguos consideraban un buen augurio de los dioses la aparición de delfines, y el filósofo Aristóteles estudió de cerca su comportamiento. En monedas romanas puede verse la representación de un niño a lomos de un delfín, y los maoríes de Nueva Zelanda llamaban a los delfines «los humanos del mar».

Hasta nuestros días, el delfín sigue siendo el único animal salvaje que se sabe que ha rescatado repetidas veces a seres humanos. En el año 2000, los periódicos europeos informaron de que un niño italiano de 14 años había sido rescatado por un delfín cuando se cayó del barco de su padre en el Adriático. El delfín empujó al niño en el agua hasta ponerlo al alcance del padre. En 2007, un surfista que fue atacado por un tiburón blanco en la bahía de Monterrey contó en el programa «Today Show» de la NBC que una manada de delfines mulares le rodeó para protegerle y mantuvo alejado al tiburón, lo que le permitió sobrevivir a pesar de sus heridas.

Sin embargo, la caza de delfines es tan antigua como la admiración y el respeto que sienten los humanos por los ellos. Arqueólogos han demostrado que en varias culturas costeras prehistóricas de diversos lugares del mundo se consideraba a los delfines un alimento vital y muy fácil de conseguir, y que utilizaban embarcaciones primitivas y armas para matarlos.

En la actualidad, se persigue a los delfines, en gran medida, por otros motivos: los miles de millones de dólares que se generan con sus números en espectáculos y parques marinos. Se les considera tan inteligentes que se les ha «reclutado» incluso para fines militares. Tanto la armada estadounidense como la soviética trataron de entrenar a adiestrar para colocar minas y atacar barcos.

Pero ¿participan los delfines gustosamente en estas actividades o se les está sometiendo a un encarcelamiento éticamente cuestionable? Todavía hoy, esta cuestión es muy controvertida.

En general, a los delfines no les sienta bien el cautiverio. Son mucho más proclives a morir que otras criaturas marinas que viven en cautividad debido al trauma de la captura y a enfermedades como la neumonía, las úlceras o la intoxicación por cloro. Pero si los daños físicos son preocupantes, los psicológicos lo son aún más.

Cuando están en libertad, los delfines suelen nadar unos 65 kilómetros al día, sumergirse en el océano hasta varios cientos de metros e interactuar con cientos de compañeros de manada mientras cazan y buscan comida, siempre peces vivos. Pero en cautividad, sólo pueden nadar en círculos, sumergirse unos pocos metros antes de encontrarse con el hormigón e interactuar con unos pocos delfines con los que no tienen vínculo alguno. Además, se ven obligados a comer pescado muerto, que a veces rechazan. En el océano, los delfines viven en un mundo repleto de sonidos; pero su eficiente sónar no es sino un lastre en una piscina pequeña, donde rebota contra las paredes y puede provocarles traumas psicológicos.

A pesar de su semblante sonriente, muchos delfines cautivos presentan síntomas de depresión y confusión, lo que nos lleva a preguntarnos hasta qué punto podemos llegar a conocerlos en cautividad. En una ocasión, Jacques Cousteau dijo: «Los beneficios educativos que pueden obtenerse estudiando a los delfines en cautividad son los mismos que se obtendrían estudiando a la humanidad con la mera observación de reclusos incomunicados».

Aunque de un modo más sutil, los humanos también han tenido un impacto en los delfines salvajes. El mundo de estos mamíferos se ha visto alterado para siempre debido a los residuos industriales nocivos que se han vertido en las vías fluviales de todo el mundo. Como resultado, los biólogos han observado muertes repentinas de grupos enteros, un incremento de las enfermedades y un descenso de los índices de reproducción. Asimismo, autopsias realizadas han demostrado que muchos delfines acumulan en sus tejidos una gran cantidad de toxinas perjudiciales para la salud, desde mercurio a PCB. Otras amenazas humanas para los delfines son las redes de pescadores, en las que a veces se enredan; la pesca intensiva, que reduce las reservas locales de peces con los que se alimentan; la contaminación acústica procedente de equipos militares y de embarcaciones; y la degradación de su hábitat por el cambio climático.

Con todo, el mundo sigue enamorado de los delfines. Esta especie inteligente y sociable no puede sino asombrarnos y deleitarnos al reflejarnos nuestras mejores cualidades. Pero el efecto que tienen nuestras acciones en los delfines también plantea preguntas fundamentales acerca de nuestra relación con la vida salvaje y nuestra gestión del planeta. Después de todo, no puede negarse que los destinos del hombre y del delfín siempre estarán estrechamente ligados: el futuro de estas dos avanzadas especies depende del buen estado y de la rica diversidad de los océanos que comparten.


Delfines, mercurio y la toxicidad del marisco y el pescado
Uno de los escandalosos secretos desvelados en The Cove es que la carne de delfín constituye potencialmente un riesgo tan extremo para la salud humana que es preciso informar a la población al respecto, de forma clara y sincera. Análisis de muestras de carne de delfín han demostrado una elevada contaminación de esta especie con mercurio, metilmercurio, cadmio, DDT y PCB, que se debe al nivel elevado que ocupa el delfín en una cadena trófica de toxicidad acumulativa. A continuación se exponen algunos datos sobre los delfines, el mercurio y la toxicidad del marisco y el pescado:

- Un estudio internacional reciente reveló que la carne de delfín contiene, de media, cinco veces el nivel máximo permitido de mercurio.

- Algunas muestras de carne de delfín contenían más de 1.000 veces los niveles máximos permitidos. Sin embargo, no se han documentado médicamente casos de intoxicación por mercurio debidos al consumo de carne de delfín.

- Algunas escenas de The Cove demuestran que se ha envasado y vendido carne de delfín como carne de ballena, lo cual constituye un engaño al consumidor respecto al origen y la toxicidad de la carne.

- En octubre de 2008, después del rodaje de The Cove, finalmente se eliminó la carne de delfín de los menús de los comedores escolares de Taiji.

- Se descubrió que unos delfines hallados muertos en Australia en 2008 sufrían daños neurológicos graves debidos al envenenamiento por mercurio.

- El envenenamiento por mercurio puede dañar el cerebro, los riñones y el sistema nervioso central. Los niños que han estado expuestos a elevadas dosis de mercurio durante la gestación tienen una mayor probabilidad de sufrir daños cerebrales y trastornos del desarrollo. Algunos estudios también han vinculado el mercurio con las enfermedades cardiovasculares, la infertilidad y la hipertensión.

- El 75% de la exposición humana al mercurio procede del consumo de pescado y marisco.

- Uno de los casos más graves de envenenamiento por mercurio en la historia reciente se produjo en la ciudad japonesa de Minamata en las décadas de 1950 y 1960. La empresa petroquímica Chisso vertió unas 27 toneladas de compuestos de mercurio en la bahía que envenenaron el pescado, la base de la dieta de la población local. Las misteriosas afecciones —entumecimiento de las extremidades, problemas del habla, parálisis y pérdida de la visión, entre otras— y las malformaciones congénitas pasaron a conocerse con el nombre de enfermedad de Minamata, pero todas eran resultado de la intoxicación con mercurio.

- El mercurio se concentra en la vida marina por medio de un proceso de bioacumulación. Esto significa que la exposición repetida a bajos niveles de sustancias tóxicas da lugar a concentraciones cada vez más dañinas a lo largo de la vida del animal.

- Los océanos se contaminan con mercurio cuando las emisiones atmosféricas procedentes de centrales térmicas de carbón y plantas industriales se depositan en el mar. La contaminación de los acuíferos también contribuye a la acumulación de mercurio en los mares.

- Unas muestras de agua tomadas en un estudio realizado en 2006 por el USGS, el servicio geológico del gobierno estadounidense, revelaron que los niveles de mercurio marinos habían aumentado un 30% con respecto a la década de 1990.

- Un estudio de las Naciones Unidas llevado a cabo en 2003 afirma que, debido a la utilización de combustibles fósiles y a las fábricas de cemento, la presencia de mercurio en el medio ambiente está aumentando entre un 1,5% y un 3% anual.


Datos sobre los delfines
- Los delfines, mamíferos cetáceos como las ballenas, han habitado en el planeta durante unos 55 millones de años. Los antepasados de los delfines vivieron en la tierra y, posteriormente, regresaron al mar.

- Existen 32 especies marinas de delfines y 4 fluviales.

- Los delfines son unas de las criaturas más sociales del planeta y sus manadas son auténticas unidades familiares. Las orcas, la especie más grande de delfín, permanecen con sus madres toda la vida (otro de los motivos por los cuales resulta problemático separarlas de sus familias en cautividad). Los científicos han observado vínculos de por vida entre delfines.

- Se ha observado que, cuando viven en libertad, los delfines ayudan a miembros enfermos o heridos de su manada.

- Que se sepa, de todos los animales salvajes del planeta, sólo los delfines han rescatado al hombre. Hay numerosos relatos de delfines que han ayudado a surfistas y a marineros a lo largo de la historia.

- Los delfines tienen un cerebro mayor que el de los seres humanos. El cerebro de un delfín mular mide de media unos 1500-1700 cc, midiendo el del hombre unos 1300-1400 cc. Y lo que resulta todavía más impresionante es que el cerebro de los delfines es más complejo que el humano, con más «pliegues» de sustancia gris, que los biólogos consideran la mejor prueba de inteligencia superior.

- Ciertas teorías científicas proponen que los delfines necesitan cerebros muy grandes para utilizar su sofisticado sónar, que les permite «ver» con el sonido. Es un sentido tan potente que puede detectar diferencias sutiles en distintas monedas de metal desde grandes distancias o incluso a una mujer embarazada.

- Los delfines pueden oír y comunicarse en un rango de frecuencias mucho más amplio que el de los seres humanos. El rango de audición de los delfines va de los 75 Hz hasta los 150 kHz o más, pero la mayoría de las personas sólo pueden oír un rango de frecuencias mucho más reducido, que va de los 20 Hz a los 20 kHz. (Se sabe que la pruebas de dispositivos sónicos de la armada provoca daños cerebrales en cetáceos situados a kilómetros de distancia de las zonas de pruebas.)

- Un delfín puede sumergirse hasta los 100 metros de profundidad en una sola respiración debido a la riqueza de hemoglobina en su sangre, que le permite almacenar una cantidad de oxígeno más de diez veces superior a la de la mayoría de los mamíferos. Mandy Rae Cruickshank, la campeona del mundo de apnea, consigue descender, con mucho entrenamiento, 88 metros.

- Los delfines que viven en cautividad pueden aprender unas 90 órdenes en el lenguaje de signos americano.

- Los seres humanos no comprenden el lenguaje de los delfines. Los delfines pueden utilizar tanto chasquidos como silbidos para comunicarse en una misma respiración. Se cree que los chasquidos se utilizan principalmente para la ecolocalización y los silbidos para la comunicación. Asimismo, cada delfín tiene un silbido único que lo identifica.

- La piel de los delfines es muy similar a la de los humanos: es extremadamente delicada y fácil de dañar. Al igual que ocurre con los seres humanos, el estrés tiene consecuencias graves para la salud de los delfines.

- Los observadores de delfines han advertido que estos animales expresan una amplia gama de emociones, como la compasión y el humor.

- El principal enemigo de los delfines es el hombre.


Campaña de acción social: el secreto destapado
La escalofriante y emotiva historia de The Cove probablemente hará que el público que pregunte qué puede hacer para ayudar a proteger a los delfines de Japón, detener el comercio de marisco y pescado tóxico, y cuidar la salud medioambiental de nuestros espectaculares océanos, que mantienen la vida no sólo de los delfines, sino también de los seres humanos.

Tras ver The Cove en el Festival de Cine de Sundance, los ejecutivos de Participant Media, comprometidos con un tipo de entretenimiento que inspire e impulse el cambio social, desearon implicarse con esta película. Desde su nacimiento en 2004, la productora ha colaborado en películas como Buenas noches, y buena suerte (Good Night and Good Luck), Syriana, El visitante (The Visitor), Darfur Now, Food, Inc. y An Inconvenient Truth, documental ganador de un Oscar. Con cada uno de estos estrenos, Participant Media ha creado campañas de acción social específicas en torno a los temas tratados en estas películas, colaborando con organizaciones no gubernamentales para ofrecer vías a la implicación de los espectadores.

En estrecha colaboración con Louie y Ric, Participant Media ha desarrollado una campaña para The Cove que ofrece a los espectadores medios para emprender acciones e indagar más en cuestiones apremiantes como la caza de delfines en Japón, la captura y explotación de delfines para el entretenimiento, el mercurio en el marisco y el pescado, y el deterioro marino.