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El último verano cartel reducidoEl último verano(36 vues du Pic Saint Loup)
Dirigida por Jacques Rivette
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Jacques Rivette
Miembro de la llamada Banda de los cuatro, que integraban Jean-Luc Godard, François Truffaut y Eric Rohmer, Rivette fue uno de los directores más experimentales de la Nouvelle Vague, movimiento de mediados de los años ’50 que primero desde las páginas de Cahiers du Cinéma y luego con sus propias películas revolucionó el cine mundial.

"Cuando escribí la primera crítica y Rivette habló mal de ella, para mí fue mucho más grave que no haber recibido en Cannes un premio o haber fracasado con una película" confesó Godard en 1990. Según Jean Douchet, "el gran doctrinario del grupo era Rivette, era el alma secreta, el pensador oculto".

Sus filmes rigurosos y en algunos casos radicales, distan mucho de ser inaccesibles. Rivette ha conservado a lo largo de su carrera el método de no usar guión para el rodaje, tan solo proporcionando la sinopsis de las escenas la noche antes del rodaje o incluso al mismo momento de interpretarlas.

El cine de Rivette no es fácil ni se conforma con la mera contemplación pasiva del espectador. Además de la larga duración de alguna de ellas, sus películas son deliberadamente desafiantes, desechan la fácil asimilación y exigen un nivel de atención extremo. Según Serge Daney "Rivette es uno de los grandes directores del cine europeo. Devorador de imágenes, es un cineasta puro".

Rivette profundiza en la búsqueda de la improvisación y la mezcla entre documental y ficción. Su cine se fundamenta en la creencia de que el cine es una experimentación.

Más bien como Godard, pero a diferencia de Chabrol, Rohmer y Truffaut, Rivette ha considerado todo su trabajo, desde l’Amour Fou, exploratorio "trabajo en curso" y es el proceso real de este trabajo lo que le interesa, más que el "producto" comercial, como resultado de todo ello.


Sobre la película
El último verano proyecta un nuevo camino en la obra de Jacques Rivette: se trata de "una novela sin precedentes y nunca antes vista". La cita es de Vittorio (Sergio Castellitto), la nueva encarnación italiana del misterioso personaje que ejerce de guía/ salvador/mediador cuya misión, desde el filme Vete a saber, consiste en liberar a la princesa de su hechizo – en otras palabras – de su pasado o de su dolor. Esta divertida princesa que llora al lado de la tumba de su amor tardío (como John Wayne hablando con su difunta esposa en la película La legión invencible) es Jane Birkin.

Habiendo interpretado a la ingenua en L’amour par terre y también a la ex modelo del pintor en La bella mentirosa, Jane Birkin descubre, en esta película, el enigma de todas las heroínas de Rivette: prisionera detrás de los barrotes de la calle Rivoli de París nos recuerda a Anna Karina, prisionera de un convento en La Religiosa; perseguida por un error que no cometió, su mal de amores como el de Sandrine Bonnaire en Confidencial; enamorada de un fantasma como Paulina (Bulle Ogier) en el film Out 1, ella se mueve como un equilibrista en un estado entre la vida y la muerte, parecido al coma del que Louise (Marianne Denicourt) despierta al principio de Alto bajo frágil.

Sin embargo, en El último verano, Rivette introduce un inédito espacio-tiempo que cambia las reglas del juego: el circo. Pero, a pesar de las apariencias, el circo no es una prolongación del teatro.

Jacques Rivette hace de esto una síntesis: es un círculo mágico de luz, rodeado de bancos vacíos que se llenan al caer la noche de los susurros de los fantasmas escondidos en las paredes arrugadas de la lona azul que cubre el circo. Desde Paris nous appartient, el teatro ha constituido una prueba de fuego para las heroínas de Rivette; cada actriz novel se vuelve ella misma a través de las palabras de otra: su rol. En este caso, cambiamos el teatro por payasos, máscaras y acróbatas que desafían la muerte: "El circo es el lugar más peligroso del mundo donde todo es posible, donde los ojos se abren y los míos se abrieron". De la misma manera que Martine Carol en la película Lola Montès, es consciente que arriesga su vida en el ring del circo, Kate (Jane Birkin) tiene que interpretar el número del látigo para poder superar su dolor. "Me siento como si me hubiesen operado. Me había acostumbrado a mi enfermedad, a mí dolor". Vittorio organiza el número arriesgado de Kate; diseñado para que la libere del recuerdo que no la deja vivir, es decir, de la trágica muerte quince años atrás del hombre al que amaba. Esta escena proporciona una de las claves del puzzle: "Todos los fantasmas de nuestras vidas son, quizás, princesas en peligro pidiendo su rescate".

En la obra de Jacques Rivette, el circo se convierte en la imagen del peligro que el arte nos obliga a enfrentar a fin de liberar nuestros miedos. A diferencia de las heroínas de Alto bajo frágil, las cuales organizan "juegos terroríficos" porque "no hay emoción más grande que el miedo", Vittorio, el director de escenografía por accidente, se otorga la misión de salvar a estas princesas. En este sentido, El último verano es un resumen del arte poético, una expresión poco utilizada: Jacques Rivette proporciona a su audiencia, en tan solo 84 minutos, una gran oportunidad para experimentar lo que el arte, ocasionalmente, nos plantea.

Rivette ha unido en este film pañuelos teñidos de azul que flotan en la superficie de un río, una mesa improvisada donde la fruta aparece como naturaleza muerta, amantes que se buscan o que se esquivan en los matorrales, un payaso que nos mira a los ojos ("¡Bien está lo que bien acaba!"), una carpa de circo, el follaje de los árboles y una luna llena, sobre las montañas, velando por nuestros sueños. Bien está lo que bien acaba; como Jacques Rivette nos permite descubrir hoy: "Es el arte el que hace la vida" y no al contrario.