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El capital cartel reducidoEl capital(Le capital)
Dirigida por Costa-Gavras
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Costa-Gavras (Nota de intención)
"Ésta es una película en la que todos estamos implicados. Todos vivimos esta situación cotidianamente. Nos levantamos y pensamos: '¿qué podemos hacer para que los mercados estén contentos, para que sean positivos y estables?'”. El mercado, esa realidad sin entidad material, es como un enfermo al que hay que consolar, cuidar y animar para que mejore. Nos hemos convertido en rehenes de los mercados y de la coyuntura.

Hay personas que no viven la enfermedad desde la inquietud y la angustia. Viven de la enfermedad. Es su trabajo. No la dirigen. La coyuntura está a merced del enfermo, o sea, del orgullo, la avaricia, las futilidades de unos clanes que persiguen su interés al margen de las reglas sociales, la avidez...

Tras la proyección de Arcadia en un municipio cercano a la fábrica de papel en la que habíamos rodado, el alcalde (y diputado de la UMP) se nos acercó a Jean-Claude Grumberg y a mí y nos confesó: “No se puede hacer nada, la economía lo dirige todo. Bueno, sí, todavía podemos cambiar los nombres de las calles...”

Escuchamos con compasión cívica su larga explicación. Más tarde, Jean-Claude ironizó sin ninguna compasión sobre su problema político-económico.

Ambos espolearon mi curiosidad... La etapa siguiente fue mi encuentro con el libro de un banquero heterodoxo: Le Capitalisme total, de Jean Peyrelevade, que me reveló un mundo cuya existencia conocía, aunque sin sospechar su amplitud, y me incitó a examinar más de cerca ese “total” tan próximo al “totalitarismo”, y a sus oficiantes. Ese libro me llevó a su vez a la lectura de El capital, la novela de Stéphane Osmont, que, a pesar de su portada extravagante, me dio ganas de filmar al instante.

Licenciado en la École Nationale d’ Administration y antiguo trotskista, Stéphane conoce perfectamente el mundo financiero, porque lo ha vivido desde dentro. La ferocidad con la que analiza el personaje de Marc Tourneuil y su aventura despertó mis deseos de seguirlo por ese camino. Había nacido la idea de la película. Empecé la escritura del guión hace más de dos años con Karim Boukercha. Juntos levantamos la columna vertebral de la película. Luego, proseguí durante más de un año con Jean-Claude.

Fue un trabajo largo, agotador, pero lleno de descubrimientos. Los personajes de ficción son los depositarios de nuestras verdades. Gracias al innegable toque de autenticidad con el que lo describió Stéphane Osmont, Marc Tourneuil nos fascinó.

No se trataba de hacer una película que describiese en detalle el mundo del dinero, sus Lehman Brothers, un gran banco que quiebra por haber especulado demasiado... Los hedge funds. "Buitres depredadores", "tienen beneficios indecentes", "amenazan al planeta financiero con sus especulaciones", "buitres que sobrevuelan los país pobres", etc. Los paraísos fiscales esconden 21 billones custodiados por los bancos privados para que los ricos no paguen impuestos.

Y todavía más: Libor y Euribor... Los bancos se estafan entre sí, al tiempo que roban a sus clientes. Un banco internacional blanquea dinero del cártel mexicano de la droga. Ciertos bancos británicos hacen negocios con Irán, cuando la ONU lo prohíbe... Y tantas otras muñecas rusas descubiertas o por descubrir... Queríamos que la película se hiciera eco de todo esto.

Decidimos explorar el personaje de Marc Tourneuil, contar y mostrar su aventura y sus sentimientos, sus inquietudes, sus alegrías, su papel en nuestro mundo y en la tormenta financiera que está causando estragos.

Sus luchas en su mundo, del que depende el nuestro, sus enfrentamientos con otros hombres como él, cegados por una única satisfacción: el dinero. A diferencia de esos hombres, Marc Tourneuil construye su epopeya con lucidez. Esa lucidez es también su satisfacción.

Alumno de l'École polytechnique -que forma a los altos cargos del Estado francés-, de buena familia trabajadora, jefe moderno, cultivado, hombre de mundo, Marc es un dirigente de nuestro tiempo. Forma parte de la élite. La nueva aristocracia. Seduce y es seductor. Marc sería un hombre de bien si no se encontrase inmerso en esa carrera por el poder en la que hasta el sexo se convierte en una válvula de escape para las múltiples frustraciones que nacen de su ascensión.

Como sus colegas, piensa que, tal y como está organizada, la sociedad no puede prescindir de ellos. Se sienten legitimados e imprescindibles. Son ellos quienes dirigen la economía de los países, cuando nosotros creíamos que lo hacían los Gobiernos.

Fue seguramente el descubrimiento del poder de los hombres como Marc Tourneuil lo que condujo a la señora Merkel a imaginar un medio para salvar la democracia. Su propuesta es ¡adaptar la democracia al mercado! ¡Gran idea! Se salvarán las apariencias. Pero la democracia, ¡ya veremos! "Necesitamos una buena noticia, aunque sea falsa", dice un representante del Gobierno en la película.

En los años 70, ciertas obras de teatro terminaban con el ahorcamiento de los jefes. No era la solución a los problemas del mundo en crisis, pero animaba a los espectadores. La película no pretende proponer soluciones, sino mostrar el universo de Marc Tourneuil y sus contradicciones.

Es un cuento, una alegoría construida con elementos exactos y tomados de la realidad. A veces, es la realidad la que los toma de la ficción: así, cuando el presidente Obama acusaba a su adversario republicano de ser un Robin Hood al revés, "que roba a los pobres para dárselo a los ricos", estaba pronunciando la frase de Marc Tourneuil.

Criticando a las agencias de calificación, el banquero Claude Bébéar citó otra frase de Marc Tourneuil: "¡Me importan un carajo esos mafiosos!", aunque en una versión más fina. Sobre la regulación de los bancos, que sigue en espera, Marc Tourneuil dice que el Gobierno "no tendrá el valor de regular".

¿Es casualidad que los adversarios de Marc Tourneuil sean norteamericanos? Aunque su principal adversario sea un anglosajón con nombre alemán, Dittmar, Marc opera en el mundo financiero estadounidense, en el que la mentalidad del beneficio a cualquier precio está más desarrollada, aunque también sea criticada.

Hace doscientos años, el presidente Jefferson escribía: "Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate".

En 1933, tras su investidura, el presidente Roosevelt proclamaba: "Es necesario un control estricto de las actividades bancarias, de crédito y de inversión". Y el presidente Obama, en 2010, fustigaba "la voracidad" del mundo financiero y se proponía establecer una amplia regulación. Quizá en respuesta a esas acusaciones un gran banquero de Nueva York declaró: "Yo hago el trabajo de Dios".

Así pues, es natural que Marc Tourneuil se enfrente a adversarios norteamericanos: David contra Goliat.

Marc Tourneuil triunfa. Contempla con satisfacción a los hombres y mujeres devotos del dinero, ávidos y felices, a los que va a servir. Lúcido, sabe que su avaricia "lo hará reventar todo".

¿Intentará impedir que "reviente todo"? Esa podría ser otra satisfacción…

Costa-Gavras