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Chaika cartel reducidoChaikaDirigida por Miguel Angel Jiménez
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Nota del director
Chaika es y espero, fuerza y honestidad, respeto infinito por una historia de amor bajo las terribles circunstancias de la supervivencia.

Es Ahysa y Asylbek, Salome y Gabunia, sus actores, que lo dieron todo en condiciones extremas, y del resto, que sufrimos y fuimos enormemente felices abrigándolos con nuestros esfuerzos.

Rodar es, según mi corta experiencia, atender cada día a la destrucción de un sueño, y hacerlo bajo enormes sufrimientos donde la exigencia a otros no es posible, porque estás solo ante lo que hay y donde solo cabe la improvisación y el tirar para adelante.

Rodar Chaika ha sido doloroso. Rodar Chaika ha sido un privilegio.

Si tuviera que volver a rodar Chaika tan sólo cambiaría una cosa: el año de su producción, daría lo que fuera por haberla rodado en 1977 y producir y escribir cine hace 30 años. Pero eso, como nuestro futuro, es impensable. El resto es el conjunto de un incesante alarde de arrojo y personalidad, llevado a cabo por un puñado de inconscientes y entusiastas hombres de valor y compañerismo tan solo comparables a sus ganas de beber y luchar a campo abierto.

Cuanto he aprendido de las personas integrantes del equipo artístico y técnico de la película es lo que me llevo personalmente de esta peripecia de casi tres años llamada "Chaika". El resto del resto es y será la película. Ahí el espectador juzgará lo que desee, yo siempre quedaré agradecido de su interés por lo rodado.

Y sí, por supuesto, ha merecido la pena.

Salud.


Memoria del proyecto

Por qué las estepas de Siberia y el Centro de Asia
Nuestro interés sobre los paisajes humanos que quedaron tras el desmembramiento de U.R.S.S., nos llevó en el 2008 a rodar nuestra primera película de ficción ( “Ori” ) en Georgia. Estos lugares, hablo sobre todo de los territorios periféricos al centro administrativo soviético, fueron condicionados desde su origen por la política estalinista cercenándoles, de un modo muy consciente, un posible futuro independiente de la Unión. La mayor parte de estos territorios de origen muy diferente se unieron “voluntariamente” a los territorios del imperio ruso a mediados y finales del siglo XVIII, buscando protección y seguridad.

En el caso de Kazajistán, país que ha inspirado esta historia y usamos como referencia fundamental, esta unión trajo consigo una colonización rusa en pro del progreso y explotación de las ingentes fuentes de materias primas de la zona. Ahora, esto acarreó la extinción de su hecho cultural más relevante: el nomadismo.

La población de Kazajistán, atomizada en miles de tribus, agrupadas en un centenar de clanes, y en tres grandes hordas (continuando el “eco” administrativo de sus dos máximos referentes del pasado: Gengis Khan s. XIII y su descendiente Tamorlan S.XIV), habitaba libremente uno de los mas vastos territorios del planeta. La estepa, su paisaje nacional, y su extrema climatología continental, hacen de Kazajistán un lugar inhóspito en el que tan sólo los nómadas y su migración constante hacían posible la vida. La civilización dirigida por el Imperio Ruso les obligó a modernizarse y crear asentamientos, granjas y fábricas. Luego la Revolución, y Stalin después, convirtieron la estepa en un lugar para el castigo (numerosos campos de deportación como el de Karlak fueron el germen de muchos núcleos poblacionales de la actualidad) y también para la experimentación y el progreso como desarrollo de la cosmonáutica y proyectos espaciales en Baikonur.

Así el actual Kazajistán es heredero de un pasado próximo de conjugaciones imposibles entre desproporcionadísimas fuerzas: la pequeña y discreta vida kazaja basada en su modo nómada, y las consecuencias del progreso, y sus avances industriales han horadado su territorio. Los Kazhaks han perdido en su mayoría su identidad y sobreviven, o bien embarcados en una ola de capitalismo, en el que la clase media ni surge, ni le ha dado tiempo a reivindicar nada. O bien “desterrados” de la política y el foco mediático, en aislados núcleos dejados de la mano de Dios que es como está prácticamente la mayor parte del territorio rural. Astana, incluso Almaty y sus principales ciudades bandera del comercio, la industria y la tecnología, no son sino un espejismo en medio de la estepa.

Nuestro interés se centra en unas pequeñas vidas determinadas por todos estos hechos, que les golpean y les vapulean y que, sin embargo, no terminan de aplastarles del todo. No es una historia de “resistentes”, en absoluto, son personas que viven en unas circunstancias especiales y no hacen ningún análisis político, tan sólo viven y se mueven, cómo sus antepasados nómadas, siempre en pro de “mejores pastos”, o por inercia y desazón, en algunos casos. Es una historia de amor, de segundas y terceras y cuartas oportunidades. Nuestra pequeña historia será atravesada y condicionada, inevitablemente, por el contexto social e histórico del Centro de Asia, pero nos centraremos en las leves miradas y los pequeños acontecimientos de una pareja de actuales y modernos nómadas.

Los Personajes
Ahysa, una chica que soñaba con ir al espacio como Valentina Tereshkova (la primera mujer en ir al espacio en 1963), abandona su ciudad natal para vivir un sueño imposible en la flamante nueva capital de Kazajistán, Astana. Allí termina viviendo de la noche y de su cuerpo. Sus deseos de escapar, su arrojo innato y su ambición hacen que acabe contratada como prostituta en un gran barco fábrica que faena en el Mar del Japón. El barco es una fuente inmensa de dinero para dos chicas desenvueltas como Dilnara, su compañera, y ella. Pero también es una trampa: no pueden volver a tierra en un año. Durante ese tiempo se queda embarazada y tiene un niño. No es una madre ni mucho menos, pero conocer a Asylbek, un marinero de abordo, hará que emprenda un enorme viaje personal en busca de la supervivencia y la tranquilidad. Las circunstancias, muchas veces terribles, que la golpean, hacen que encuentre el amor por su hijo y por su compañero, pero nunca dejará de sentir el ansia de ver qué hay más allá del horizonte. Es una mujer nómada que no puede quedarse mucho tiempo en ninguna parte ni sentir ningún tipo de atadura o estabilidad. Su fuego interno la condena a la soledad y no será fiel más que a sí misma: es Chaika.

Asylbek es un marinero ruso que ha huido de su familia y de la brutalidad de su hermano. Cuando conoce a Ahysa y su hijo Tursyn, se siente responsable y trata de crear una nueva vida junto a ellos, pero su regreso a casa, a una remota región del centro de Siberia se convierte en un infierno que le hará encontrar el valor y le colocará ante la oportunidad de hacerse por fin un hombre. Lucha por mantener a Ahysa a su lado y consigue lograr su cariño, pero en el fondo sabe que no podrá retenerla para siempre.

Nuestra pareja de protagonistas, Ahysa y Asylbek, son dos supervivientes natos, y cabalgan esta historia de amor, de camaradería y austeridad, para permitirnos hablar de la dureza de la vida en esos parajes, de cómo en la inmensidad de la estepa congelada, el calorcillo de la brasa de un pitillo, puede calentarnos el alma. La luz de un candil en mitad de la noche puede hacer llorar a los muertos. Los lanzamientos de satélites puntúan la vida desde el horizonte, así como un viejo tren kazajo, que atraviesa la nada, ofrece un viaje a las estrellas.

“Chaika” es una dura historia que esperamos rebose compasión y humanidad, por estos personajes tan ajenos a nosotros en su contexto, pero tan cercanos en su cotidiano movimiento en busca de un mejor horizonte.


Biofilmografía del director
Miguel Angel Jiménez nació en 1979 en Madrid. En 1999, abandona los estudios de Derecho para estudiar cámara y fotografía cinematográfica en la Escuela TAI de Madrid.
Su primer cortometraje en cine —Las huellas (2003)— fue coproducido por Aki Kaurismaki.

En 2005 y 2006 fue productor ejecutivo del documental Un lugar en el cine.

A mediados de 2007, funda Kinoskopik Film Produktion junto con otros tres socios y realiza el documental Días de El Abanico.

Su opera prima –Ori– primera coproducción entre España y Georgia, fue bien recibida durante su estreno en el Festival de San Sebastián 2009 y posteriormente ganó el Premio a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Tetuán de Cine Mediterráneo y el Premio a la Mejor Película en el Festival de Madrid-PNR.

En 2010, de nuevo junto al equipo de Kinoskopik y de Cinetech (Georgia), filma el cortometraje Khorosho (todo bien). Khorosho recibe el Premio al Mejor cortometraje en el Festival Cortada 2010, de Vitoria, Mejor cortometraje Internacional en el Festival Uncipar 2010 (Argentina), Premio del Jurado en el Art Kurtz Festival 2010 (Francia) y Mejor cortometraje en el Festival de cortometrajes de Jaén 2011.

Paralelamente, ha trabajado estos últimos años como realizador de programas televisivos, cargo que ha desempeñado durante las dos últimas ediciones de El coro de la cárcel y la última temporada de Volver (TVE).

Chaika es su segundo largometraje de ficción, una coproducción entre España (Kinoskopik), Georgia (Cinetech) y Rusia (Ibrus).

En la actualidad, Miguel Angel trabaja en el desarrollo de su tercer largometraje, “Waterloo”, junto a su guionista Luis Moya.


Ficha artística
Ahysa: Salome Demuria
Asylbek: Giorgi Gabunia
Tursyn niño: Aytuar Issayev
Tursyn hombre: Bolatbek Raimkulov
Zora: Zhaksbek Kurmambekov
Hojanias: Bachi Lezhava
Aliya: Ciala Gurgenidze
Ganibet: Salome Mikhelashvili
Dilnara: Maka Shalikashvili


La crítica ha dicho
CINEMANIA – Carlos Marañón: "buscando su lugar en el cine Miguel Ángel Jiménez sostiene el plano magistralmente en varias antiguas repúblicas soviéticas."

IMÁGENES – Boquerini: "Hermosísima fotografía." "deslumbrantes puestas de sol que ocultan una historia soterrada de dolor, sexo y violencia".

CAIMÁN – Javier H. Estrada: "Necesaria rara avis dentro del ya de por sí extremadamente variado y estimulante panorama del cine español más joven."

GARA – Iratxe Fresneda: "un viaje emocionante que define la esencia misma de este largometraje rodado con talento y valentía. Una joyita."

DIARIO VASCO – Begoña del Teso: "CHAIKA es contundente geográficamente. Geológicamente. Vitalmente. Cinematográficamente. Una historia de amor asombrosa, particular."

EL MUNDO. EL CULTURAL - Marta Caballero: "Es una historia sencilla, pero es también una historia grande que confirma que todavía se puede hacer un cine distinto si se tiene valor."