Cinemanía > Películas > La cura de Yalom > Comentario
Destacado: Zendaya, Josh O'Connor y Mike Faist es el trío protagonista de 'Rivales'
La cura de Yalom cartel reducidoLa cura de Yalom(Yalom's cure)
Dirigida por Sabine Gisiger
¿Qué te parece la película?

Festival de Cine de Locarno - Selección Oficial

Con:
IRVIN D. YALOM
MARILYN YALOM
SUSAN K. HOERGER
LARRY HATLETT
EVE YALOM
LILY CARSTENS
ALANA CARSTENS
BEN YALOM
REID YALOM
DESMOND YALOM
VICTOR YALOM


Notas de la directora
La muerte de mi padre hace 13 años supuso una llamada de atención para mí. Me di cuenta de que yo también tenía solo una vida, de que esta vida tendrá un final y de que debería sacar el máximo provecho de ella.

Una puntualización: ¿cuántas veces nosotros somos nuestro peor enemigo, sobre todo en las relaciones y el amor?¿Cuántas veces repetimos compulsivamente los mismos patrones? ¿Cuántas veces reaccionamos de una manera que ni siquiera nosotros entendemos?¿Cuántas veces nos atormentamos con emociones y pensamientos conflictivos?¿Cuántas veces actuamos contrariamente a nuestro juicio y el de los demás?.

Vivir en el presente me pareció un gran reto; una vida que no estuvo determinada por los daños del pasado ni los miedos del futuro. La psicoterapia analítica y la lectura de los libros de Yalom me ayudaron en el viaje hacia mi interior.

Mi introducción en el mundo de Yalom fue Verdugo del amor. Historias de psicoterapia. En el prólogo, Yalom describe un ejercicio en grupo, en el que le pidea hombres y mujeres que no son ni mucho menos personas desesperadas ni necesitadas, sino gente triunfadora y sin problemas, que le hagan al otro una única pregunta: "¿Qué quieres?".

Voy a citar el pasaje con más detalle porque contiene una gran parte de su proceso de pensamiento y su creencia terapéutica: "Los miembros del grupo llaman a quienes han perdido para siempre: parientes fallecidos o ausentes, esposas, hijos, amigos".

"Quiero verte otra vez". "Quiero tu amor". "Quiero saber que estás orgulloso de mí". "Quiero que sepas que te quiero y lo mucho que siento no habértelo dicho nunca". "Quiero que vuelvas; estoy tan solo". "Quiero la infancia que nunca tuve". "Quiero tener salud, ser joven de nuevo. Quiero que mi vida signifique algo".

"Quiero lograr algo. Quiero importar, ser importante, ser recordado". Querer tantas cosas. Anhelar tanto. Y tanto dolor, tan cerca de la superficie, a sólo unos minutos de profundidad. El dolor por el destino. El dolor por la existencia. Un dolor que siempre está ahí, zumbando continuamente justo debajo de la membrana de la vida. Un dolor que es muy fácilmente accesible.

Finalmente, Yalom afirma que determinar si una persona entra en terapia es cuestión de situación social, carácter personal y medios económicos.No obstante, el sufrimiento en la vida es universal. Todos nos planteamos reiteradamente la pregunta de quiénes somos, la pregunta de qué nos motiva y nos guía realmente, la pregunta de cuál es el sentido de todo.

Con LA CURA DE YALOM, quería hacer una película que se desplegara poco a poco con un efecto catárticosobre los espectadores, de la misma manera que yo leí los libros de Irvin Yalom; una película que inspire al público para reflexionar sobre sí mismo y su existencia.

Sabine Gisiger


Irvin D. Yalom
Irvin D. Yalom creció en los años treinta como hijo de emigrantes judío-rusos procedentes de lo que hoy se conoce como Bielorrusia. Sus padres regentaban una tienda de comestibles y más tarde dirigieron una tienda de licores en Washington DC, en un vecindario negro.

El padre de Irvin, Benjamin, y su madre, Ruth, mantenían la tienda abierta durante largas horas. Esa parte de la ciudad era insegura para jugar en la calle e Irvin solía ir en bicicleta hasta la biblioteca pública de Washington, donde se sumergía en la literatura tanto de ficción como de no ficción, y llegó a la conclusión de que escribir una buena novela era lo mejor que alguien podía hacer en la vida. La familia de Irvin formaba parte de un cerrado círculo judío de Cielcz, su pueblo natal, y sus padres no se relacionaban con ninguna otra comunidad. "Yo era un extranjero que quería a la nueva cultura mundial", confiesa Yalom.

Irvin tenía 15 años, y Marilyn Koenick, 14 cuando se conocieron en el colegio. En común tenían su profunda pasión por los libros. "Con 16 años, me aposté con un amigo que me casaría con ella", cuenta Yalom. Irvin asistía a la Universidad George Washington y vivía en casa mientras estudiaba febrilmente para conseguir la admisión en la escuela de medicina. En aquella época, las escuelas de medicina limitaban la presencia de judíos en sus aulas a un 5%. Irvin pasó un año en la Escuela de Medicina George Washington antes de trasladarse a la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston.

Entretanto, Marilyn estudió en el Wellesley College de Massachusetts y en la Sorbona de París. Cuando se graduó en 1954, contrajeron matrimonio, y en 1956, se mudaron junto a su primer hijo a Nueva York, donde Irvin hizo la residencia en el Mount Sinai Hospital y donde tuvieron a su segundo hijo. En 1960, Irvin Yalom se trasladó a Baltimore para realizar su residencia psiquiátrica en John Hopkins y Marilyn terminó un doctorado en literatura comparativa, además de dar a luz a su tercer hijo.

Durante su formación, descubrió que las dos ideas prevalecientes de referencia (psicoanálisis y psicología biológica) eran insuficientes. Por este motivo, emprendió su educación filosófica, estudió las perspectivas de filósofos existenciales sobre cómo se debería vivir e inició sus propias investigaciones en el campo de la psicoterapia existencial. A su vez, tuvo una exposición considerable a la teoría interpersonal y la utilizó en su pionero trabajo de psicoterapia de grupo.

"Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos, mejor vida podemos vivir. Y cuando tenemos problemas, muy a menudo lo que ocurre es que hay partes de nosotros que no conocemos muy bien". - Cita de La cura de Yalom

Entre 1960 y 1962, Irvin cumplió el servicio militar obligatorio como capitán y psiquiatra en el hospital militar de Hawái. Marilyn se dedicó a la enseñanza en la Universidad de Hawái. Más adelante, Irvin fue contratado por la Universidad de Stanford y comenzó su larga carrera en el departamento de psiquiatría.Tuvieron su cuarto hijo en 1969.

Con cuarenta años, Irvin publicó su influyente libro de texto The Theory and practice of group therapy (Teoría y práctica de la terapia de grupo), ahora en su quinta edición y traducido a doce lenguas. Entonces, se embarcó en su búsqueda existencial y empezó a trabajar de cerca con pacientes terminales, sobre todo mujeres que padecían cáncer de mama con metástasis. Algunos de sus pacientes, como resultado de su encuentro con la muerte, aprendieron a vivir de una forma más plena. Él nunca olvidará a un paciente que vio al principio de su carrera y le dijo: "Qué pena que haya tenido que esperar hasta ahora, que estoy plagado de cáncer, para aprender a vivir".

El trabajo con sus pacientes enfermos de cáncer esclareció sus dudas existenciales y dio lugar a su segundo libro de texto, Existential Psychotherapy (Psicoterapia existencial), también un clásico que se acaba de publicar de nuevo en varios idiomas. La dedicatoria de la primera página dice "A Marilyn. Por muchos motivos".

Psicoterapia existencial no es una escuela de pensamiento ideológico y psicoterapéutico independiente para Yalom, sino que pretende aumentar la sensibilidad de los terapeutas con respecto a cuestiones existenciales. Para Yalom, los conflictos internos que nos atormentan no son solo atribuibles a la lucha con nuestras pasiones rebeldes y nuestros recuerdos traumáticos interiorizados, sino que siempre se deben a nuestra confrontación con las condiciones básicas de la existencia, incluidos la muerte, la búsqueda del sentido de la vida, el aislamiento y la libertad.

"No me gusta trabajar con pacientes que están enamorados. Quizá por envidia. Yo también ansío embelesarme. Tal vez porque el amor y la psicoterapia son esencialmente incompatibles. El buen terapeuta combate la oscuridad y busca la iluminación, mientras que al amor romántico lo sostiene el misterio y se desmorona ante la inspección. Odio ser verdugo del amor". - Cita de La cura de Yalom

Aunque todos presentamos dudas existenciales, muchos pacientes tienen dudas inmediatas que tienen que ver con las relaciones. Muchos son incapaces de desarrollar los vínculos intensos, propicios y duraderos necesarios para vivir la vida plenamente. "Lo que cura", dice Yalom, "es básicamente la relación". Por esta razón, en su trabajo busca una conexión empática, solícita y profunda con sus pacientes. Tras los libros de texto, optó por otro método de enseñanza a través de cuentos y novelas. Verdugo del amor, su primera colección de cuentos, se convirtió en un superventas del New York Times y se ha traducido a treinta lenguas.

Después, reunió el valor para hacer realidad el sueño de su infancia: escribir una novela. Con El día que Nietzsche lloró, creó un superventas mundial instantáneo, con cinco millones de ventas y coronado por la ciudad de Viena como libro del año. A este le siguió Desde el diván, La cura Schopenhauer y El enigma Spinoza. En 2015, se publicó un nuevo volumen de cuentos de historias de psicoterapia titulado Criaturas de un día. Otros libros son Mamá y el sentido de la vida, colección de cuentos de psicoterapia, y el impresionante Mirar al sol. La superación del miedo a la muerte.

"El amor no es solo la chispa entre dos personas; existe una diferencia abismal entre enamorarse y permanecer enamorado. La idea es permanecer enamorado, no enamorarse, tratando de vivir de una manera que siempre ofrezca algo más que vivir en el otro". – Cita de La cura de Yalom -

En sus novelas y cuentos, que él denomina "narraciones didácticas", combina experiencia psicoterapéutica, filosofía e investigación histórica con relatos fascinantes y profundos. El mensaje siempre es el mismo: merece la pena intentar conocerse a sí mismo e intentar romper con patrones antiguos. Irvin y Marilyn celebraron su 60° aniversario de boda en junio de 2014. Han sobrevivido a tiempos difíciles en su matrimonio y sus carreras, pero aún siguen enamorados y se respetan mutuamente. Marilyn Yalom continuó con su trayectoria académica, primero como profesora de francés en el sistema del California State College y, más adelante, como académica en el Clayman Institute for Gender Research de la Universidad de Stanford, un centro de investigación con orientación feminista. Sus siguientes obras se han traducido a numerosas lenguas: Hermanas de sangre: la Revolución Francesa en la memoria de las mujeres, Historia del pecho, Historia de la esposa, El nacimiento de la dama del ajedrez y, recientemente, Cómo inventaron el amor los franceses. En la actualidad, está escribiendo un libro sobre la amistad entre mujeres.

Sus hijos y nietos, que todavía viven en California, juegan un papel importante en la vida de Irvin yMarilyn. Eve Yalom, su hija, ejerce de ginecóloga en Berkeley, Reid Yalom es fotógrafo yenólogo en Napa Valley, Victor Yalom trabaja como psicólogo en San Francisco y dirige una empresa en línea para vídeos sobre psicoterapia, y su hijo menor, Ben Yalom, director de teatro, fundó y dirige la compañía teatral Foolsfury en San Francisco.

"Los terapeutas necesitan crear una relación auténtica, genuina, con el paciente. Creo que es el modelo que el terapeuta establece para el paciente, la intimidad, la conexión, lo que se instala en la mente del paciente. Lo emplea como punto de referenciapara identificarlo con otras relaciones íntimas de su vida". – Cita de La cura de Yalom -

"Cuando nuestros padres mueren, siempre nos sentimos vulnerables. Porque no solo afrontamos la pérdida, sino que también nos enfrentamos a nuestra propia muerte. Un aspecto de convertirse en huérfano es que ya no hay padres entre nosotros y la tumba". – Cita de La cura de Yalom -


La obra de Irvin D. Yalom
El doctor en medicina Irvin D. Yalom, autor norteamericano de superventas, conocido académico y existencialista, es uno de los psicoterapeutas vivos más influyentes que existen. Los libros del Dr. Yalom han vendido millones de ejemplares en todo el mundo y la crítica lo describe como "apasionante", "inspirador", "inolvidable" y "transformador". Es el autor de los superventas La cura Schopenhauer, Desde el diván y Verdugo del amor,así como de varios libros de texto clásicos y novelas didácticas sobre psicoterapia.

El día que Nietzsche lloró se convirtió en superventas en Alemania (un millón de ejemplares), Israel, Grecia, Turquía, Países Bajos, Argentina y Brasil con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Su nuevo libro, que incluye historias de la psicoterapia, se publicó en el invierno de 2014 en inglés, y en la primavera de 2015, en el resto de lenguas.


Sabine Gisiger (directora )
Sabine Gisiger nació en 1959 en Zúrich,estudió historia en Zúrich y Pisa,y se licenció en 1988. Su tesis final trató de la historia de la empleada doméstica. En 1989 se formó como periodista televisiva para la televisión suiza y trabajó durante muchos años como reportera tanto en su país como en el extranjero. Sabine Gisiger realiza documentales como directora autónoma desde 1990.

En 2000, impactó con su documental DO IT, que dirigió junto a Marcel Zwingli. Causó sensación en todo el mundo y en 2001obtuvo el premio del cine al mejor documental suizo. También ha conocido el éxito con sus películas GAMBIT en 2005 y GURU en 2010, ambas nominadas al premio del cine suizo.

Desde 2002, es profesora de documentales en el ZHDK Zurich (clase magistral) y la Escuela de Arte y Diseño de Lucerna.

Sabine Gisiger es miembro de la Comisión Federal de Cine desde 2012.


Encuentro con Irvin Yalom
Entrevista realizada por Hélène Fresnel, publicada en mayo de 2011 en la revista Psychologies.

Es una estrella en los Estados Unidos. A sus 80 años, Irvin Yalom, psiquiatra, psicoterapeuta, ensayista y novelista, continúa pasando consulta y escribiendo desde el interior de su feudo californiano de Palo Alto.

Encuentro con uno de los padres de la psicoterapia contemporánea que no desea ser un terapeuta distante.

Psychologies: ¿Podría hablarnos de su infancia?

Irvin Yalom: Nací en la ciudad de Washington, en los Estados Unidos. No tuve infancia realmente. Mi hermana, siete años mayor que yo, y yo crecimos en el piso situado sobre la tienda de comestibles que mis padres poseían.

Éramos pobres, los únicos judíos blancos en un barrio negro. Yo no era feliz. No podía salir: era demasiado peligroso y dentro de casa las cosas tampoco eran fáciles. Mis padres eran de otro mundo, un mundo antiguo, orientado hacia el pasado. No eran "modernos", apenas comprendían la cultura norteamericana y tampoco tenían tiempo para ocuparse de nosotros. Trabajaban muchísimo: doce horas diarias, seis días a la semana.


P: ¿Se sentía "extranjero", fuera de lugar, en el medio en que se movía?

R: Todos mis amigos eran negros. Y pronto se planteó la cuestión de ser judío. Mis padres habían huido de los pogromos en los años veinte. Venían de Rusia, decían. En fin, a veces decían Rusia; otras, Polonia. Un pequeño pueblo en la frontera destruida por los nazis y que ya no existe, entendía yo. Nadie hablaba del tema en casa, aunque mis padres estuvieran muy inmersos en la cultura judía. Leían periódicos en yidis y todos sus amigos eran judíos.

Con todo, eran indiferentes a la religión y no seguíamos ninguna fiesta, salvo la hanukkah. Yo nunca intenté saber más sobre mis orígenes. Hace algunos años, di una conferencia en Rusia y comprendí por casualidad de dónde venía cuando cenaba en un restaurante ucraniano: su borsch sabía exactamente igual que el de mi madre. Recuerdo que mi identidad me suponía un problema en el colegio. Allí reinaba una fuerte atmósfera antisemita y yo me sentía muy mal. Rápidamente, busqué consuelo en la literatura. Me zambullí en los libros que tomaba prestados de la biblioteca con voracidad. Con diez años, empezaron a apasionarme las novelas. Desde entonces, nunca me han abandonado. Se han encargado de mi educación. Tolstoï y Dostoïevski me formaron psicológica, filosófica y socialmente. Gracias a ellos, descubrí los entresijos y angustias del alma humana.


P: Usted presenció el infarto de su padre cuando tenía diez años y decidió convertirse en médico al ver cómo el médico de la familia lo salvaba. ¿Realmente es ese el origen de su vocación?

R: Esos hechos ocurrieron, sí. Pero con independencia de ellos, la elección de la medicina vino porque, en aquella época, era la carrera «clásica» que seguían los mejores alumnos procedentes de la emigración judía. De hecho, o se retomaba el negocio familiar o se hacía medicina. Si hubiera sabido que podía ser novelista, tal vez las cosas habrían sido diferentes… pero yo no conocía a ningún escritor. No sabía que eso era posible. Lo que está claro es que la decisión de especializarme en psiquiatría procede de la lectura de los grandes autores rusos. Soy un hombre de letras. Por otro lado, toda la parte científica de mi formación nunca me interesó y me supuso grandes esfuerzos. Al comenzar mis estudios superiores, me sentía intelectualmente «subdesarrollado» con respecto a los demás estudiantes. Trabajaba tanto que no reflexionaba.

Yo almacenaba. Estaba ansioso, obsesionado con la idea de triunfar. Los estudios de medicina eran difíciles en aquella época, el cupo de judíos se había fijado en un 5 %. Además, tenía que terminar mis estudios en tres años y no en cuatro. Estaba enamorado de mi mujer, Marilyn. Quería casarme con ella.


P: Uno de sus textos más conocidos en Francia, un ensayo que se titula Terapia existencial, desarrolla este concepto que creó y que utiliza en su práctica terapéutica. ¿Podría explicar de qué trata?

R: La terapia existencial no existe como tal. Para practicarla, hay que dominar varias técnicas y ser sensible a cuestiones existenciales como: ¿qué significa vivir? ¿Cómo afrontar la muerte? ¿Cómo encontrarle un sentido a la vida? ¿Cómo aceptar la idea de que, aunque hayamos conseguido emparejarnos con alguien, moriremos solos, de la misma manera que vinimos al mundo? Si empieza a reflexionar de verdad sobre su propia existencia, llegará sin duda a las cuestiones de la muerte, el aislamiento y el sentido de la vida. La terapia existencial es eso: inclinarse por dichas cuestiones metafísicas en el marco de una terapia. A mí siempre me apasionó la filosofía, no la que se ocupa de la lógica matemática, sino la que trata de la cuestión del sentido de la vida. Y no veo por qué filosofía y psicoterapia deberían ser opuestas. Ambas se ocupan de los mismos desafíos existenciales.


P: ¿La consideración de estas cuestiones metafísicas ha modificado su práctica y las relaciones con sus pacientes?

R: Absolutamente. Cuando uno tiene en la cabeza que nosotros, los seres humanos, navegamos en el mismo barco, que nos enfrentamos a la perspectiva de nuestra desaparición, entonces toma un camino diferente como terapeuta. Yo no soy indiferente, neutro. Yo me implico con el paciente. Trato de comprender lo que quiere decir exactamente y aconsejarle sin jugar el papel de guía espiritual. Mi objetivo no es dejar que las personas cedan a la tentación de la sumisión a un ser «superior», a una ideología o una religión. No se trata de encadenar, sino de liberar mediante el diálogo.


P: ¿Da muchos consejos y directrices durante sus terapias?

R: No quiero parecer un ser omnisciente. Ese no es el papel del buen terapeuta, en mi opinión. Yo hablo de lo que conozco, pero también de lo que no conozco. Doy mis respuestas a las preguntas cuando puedo hacerlo. A veces incluso me descubro. Con Ginny, la paciente de Every Day Gets a Little Closer, la cura tuvo lugar hace más de cuarenta años. Y mi idea, revolucionaria por aquel entonces, era la siguiente: ¿qué pasaría si Ginny supiera lo que pienso, lo que siento durante nuestras sesiones? Dejar que leyera lo que yo había escrito sobre nuestras sesiones fue una experiencia inédita. Estoy seguro de que todos los pacientes se preguntan lo que su terapeuta piensa de ellos. Y yo estoy abierto a esa pregunta. Creo que tienen derecho a hacérmela. Yo siempre les digo que pueden preguntarme sobre lo que pienso. Cada vez que lo he hecho, los resultados han sido excelentes: se anima la terapia, se alimentan las sesiones. Los pacientes se dan cuenta de que eres sincero, de que no son juzgados y pueden expresarse con libertad.


P: ¿Pero qué piensa usted de la neutralidad condescendiente preconizada por Freud?

R: En primer lugar, creo que ese principio de neutralidad es arcaico. Teóricamente resulta interesante, pero "terapéuticamente" es vano. La psicoterapia es ante todo una relación, y es el vínculo lo que cura. Por otro lado, estoy seguro de que Freud estaba muy presente con sus pacientes, de que intervenía en sus vidas, de que les hablaba muchísimo. Yo trabajo básicamente sobre las relaciones que mis pacientes mantienen con los demás. Además, a menudo es por eso por lo que vienen a mi consulta: para cambiar sus relaciones con sus padres, sus amantes, sus amigos…

Estudiando el vínculo que mantienen conmigo, revelándoles cosas si considero que puede resultarles útil, puedo resaltar lo que no funciona y podemos trabajar, analizar los enredos y las dificultades.


P: Si habla de usted, ¿no corre el riesgo de "bloquear" la transferencia del paciente, de impedir que le vea como ese padre amado, esa madre ausente, etc.?

R: No hay necesidad de ser opaco y silencioso para suscitar la transferencia, se producirá de todas formas porque es una fuerza poderosa. Además, siempre deformamos las cosas debido a los sentimientos del pasado que resurgen en el transcurso de la cura. Mire, pasé tres años en análisis con alguien muy tradicional y "lejano". Tengo la impresión de haber perdido el tiempo. Yo no quiero ser distante. Quiero ser humano, interactuar.


P: ¿Cómo transcurren sus sesiones?

R: Por lo general, duran entre cincuenta minutos y una hora, y tienen lugar de una a dos veces por semana. Suelo empezar con un sueño. Es un excelente medio de acceso al inconsciente. Si los pacientes no se acuerdan, les pido que se acuesten con papel y lápiz a su lado, que intenten recordarlo al despertarse, justo antes de abrir los ojos. A veces, una palabra basta para que el hilo aparezca. Al principio es apasionante porque los sueños están llenos de energía.


P: ¿Utiliza el diván que se encuentra detrás de nosotros?

R: Muy poco. Prefiero trabajar cara a cara. Ofrezco el diván a las personas muy tímidas que tienen miedo a mirarme a los ojos o a las que están cansadas. Por otro lado, ¡el diván está tan asociado al psicoanálisis tradicional! Yo practico la psicoterapia. En los Estados Unidos, el 99 % de los pacientes sigue una terapia. Sin embargo, hasta ahora, una corriente muy fuerte empuja de forma masiva hacia las terapias cognitivas y de comportamiento (TCC) por motivos económicos, ¡puesto que las aseguradoras solo pagan las terapias cuyos efectos incluyen la mención EVT [Empirically Validated Treatment o "terapia aprobada empíricamente", nota de la redacción]! Ahora bien, esta mención solo se concede a la TCC. Estoy convencido de que este no es un buen sistema. La psicoterapia no debe reducirse al cognitivismo ni al conductismo. Dicho esto, parece que las cosas están cambiando. Cada vez se alzan más voces científicas para protestar contra la omnipresencia de las TCC en los Estados Unidos.


P: ¿Ha experimentado nuevas terapias que le parezcan interesantes?

R: No. Trabajo con lo que sé. Recibo a muchos menos pacientes que antes. Ahora soy un anciano. Ya no acepto a personas cuyo tratamiento podría superar el año de duración. Es más, una gran parte de mi tiempo y mi energía la dedico a escribir. Estoy terminando una novela sobre Spinoza. Me encanta escribir historias. Siempre he pensado, en algún lugar dentro de mí, que publicar buenas novelas es lo mejor que un hombre puede hacer en su vida.