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Locas de alegría cartel reducidoLocas de alegría(La pazza gioia)
Dirigida por Paolo Virzì
¿Qué te parece la película?

QUINCENA DE LOS REALIZADORES FESTIVAL DE CANNES 2016.

5 premios David Di Donatello: película, director, actriz protagonista para Valeria Bruni Tedeschi, diseño de producción y peluquería.

Película del director italiano Paolo Virzi (El capital humano, La prima cosa bella), galardonada con la Espiga de Oro a la Mejor Película, el premio del público y el premio a la Mejorer Actriz ex aequo para sus dos protagonistas, Valeria Bruni Tedeschi ( Viva la libertà , El capital humano) y Micaela Ramazzotti (La prima cosa bella), en la Seminci - Semana Internacional de Cine de Valladolid 2016.

A continuación unas entrevistas realizadas por Fabrizio Corallo.


Entrevista con Paolo Virzì (dirección)

P: Después de hacer "El capital humano", un thriller negro de tonalidades frías y sarcásticas, ¿podemos decir que con esta nueva película vuelves a la comedia de tonos más cálidos? ¿O por el contrario se trata de una película aún más dramática teniendo en cuenta que se abordan temas como las enfermedades mentales?.

R: Teníamos entre manos una docena de páginas de un tema cuyas protagonistas son dos pacientes psiquiátricas con personalidades opuestas que, por casualidad, se escapan juntas de la clínica donde están. En el mundo exterior, el rechazo a plegarse a las medidas de seguridad y a las limitaciones del tratamiento se convierte en una serie de andanzas eufóricas e interminables.


P: ¿Entonces podemos decir que se trata de una comedia de aventuras?

R: Yo quería hacer una comedia divertida y humana, una historia que, en algún momento, terminara pareciéndose a un cuento, o a un trip abiertamente psicodélico, pero con sentido. También queríamos hablar de la injusticia, la opresión, el martirio de las mujeres estigmatizadas, frágiles, despreciadas, condenadas y encerradas. Pero sin convertirlo en un panfleto. Buscábamos briznas de felicidad, o al menos de euforia, a pesar del confinamiento. ¿Se puede sonreír o incluso reír contando el sufrimiento, o resulta indecente o escandaloso? Esperemos que sí, porque en el fondo eso es lo único que me interesa cuando hago una película. Por ejemplo, en esta película, he rodado una escena que considero una de las más feroces de mi carrera. Sin embargo, he tratado de contarla con cierta alegría. En mi opinión era la única forma de hablar de un tema tan terrible como misterioso.


P: ¿Puedes hablarnos del guión, que esta vez has escrito con Archibugi?

R: Antes de lanzarnos a escribir el guión, empezamos entrevistándonos con psiquiatras y psicoterapeutas y les pedimos recorrer con ellos el mundo de los establecimientos hospitalarios. Conocimos a todo tipo de pacientes: catatónicos, histéricos, melancólicos, desagradables, paranoicos, prolijos. Y yo añadiría: lo mismo que en la vida cotidiana. Entre ellos también había personas que las instituciones, los jueces y los servicios sociales habían considerado peligrosos porque habían cometido delitos y corrían el riesgo de ser internados en hospitales psiquiátricos penitenciarios. Nos encontramos con muchos Beatrices y Donatellas. Uno no puede dejar de hacerse preguntas estúpidas y convencionales: ¿Qué trastorno sufren? ¿Qué enfermedad tienen? ¿Son bipolares? ¿Depresivos? ¿Borderline? Al centrarse en las historias de cada uno, hurgando en sus vidas a menudo tumultuosas, encontramos gran parte de esta trama apasionante porque precisamente, la identidad de esas personas no la define un informe médico, el nombre de una enfermedad o los medicamentos prescritos. Nosotros queríamos adoptar sus puntos de vista. Y adoptar el punto de vista de Beatrice y Donatella, significa reconocer la importancia de sus historias, hechas de tribulaciones, abusos sufridos y perpetrados... una historia que en muchos aspectos puede parecer divertida, delirante o cómica. Nos enamoramos de ellas cuando escribimos sus historias, cuando las filmamos porque nos hacían reír, porque incluso durante el rodaje, cuando se convirtieron en dos seres de carne y hueso, transmitían una alegría misteriosa, irresistible y contagiosa. Y aunque es cierto que en esta película hemos escenificado momentos oscuros, desoladores y a veces violentos, también me dio la impresión de que nunca había filmado tanta exaltación, embriaguez e hilaridad.


P: Cuéntanos algo de la Villa Biondi... ¿Este establecimiento existe en la realidad?

R: Cuando buscábamos localizaciones, visitamos lugares donde se trataba a los pacientes de forma expeditiva: los sedaban, los ataban con correas o se olvidaban de ellos directamente. Pero también encontramos sitios maravillosos llenos de energía, donde se ponían en práctica proyectos de reinserción, que van más allá de la vigilancia y donde la vida es llevadera. Sobre todo, conocimos a muchos médicos, psiquiatras, psicoterapeutas, personal de enfermería, voluntarios y motivados, competentes y apasionados, cuya dedicación era total y conmovedora, a pesar de la carencia de estructuras y personal adecuado. Creamos la Villa Biondi inspirándonos en los elementos observados en las colinas de Pistoia, en los viveros donde trabajan personas que vienen de un centro como éste. En la Villa Biondi, también hay una trabajadora social, escéptica, obtusa y autoritaria, reglas estrictas y una parafernalia de medicamentos que dan ganas de fugarte. Sin embargo, quisimos imaginar un lugar acogedor al que nos gustaría volver.


P: Háblanos de Valeria Bruni-Tedeschi y Micaela Ramazzotti, las intérpretes de Beatrice y Donatella: ¿Pensaste en ellas desde el principio?

R: Nunca hubiera realizado "Locas de alegría" sin Valeria y Micaela. La primera inspiración nació de una situación que observé de lejos mientras caminaban por la hierba, el barro y la nieve. Estábamos rodando "El capital humano" y Micaela había venido de visita el día de mi cumpleaños. Yo estaba rodando la última toma antes del receso para comer. Y vi, justo donde están las caravanas de los actores y de la producción, a Valeria llevándose a Micaela al puesto del catering. Valeria llevaba un vestido dorado y elegante, tacones, mientras que Micaela la seguía con dificultad, con una mezcla de confianza y desconcierto. El terreno era inaccesible y estaba embarrado por la nieve derretida y de repente, Valeria le tendió la mano a Micaela para ayudarla. Fue en ese instante cuando tuve una repentina necesidad de dirigir la cámara hacia esas dos chicas tan misteriosas, bellas, divertidas y puede que algo locas.


P: Dos protagonistas femeninas, una clínica que admite sólo a mujeres... ¿Por eso quisiste escribir la película con una coguionista?

R: Siempre he estado muy interesado en los personajes femeninos, como lector y como espectador. De Madame Bovary a Anna Karenina, existe una literatura que se inspira en el espíritu femenino. También pienso en Carlo Cassola, y en el cine de Pietrangeli, Scola, Woody Allen... Aunque tengo que reconocer que contar con Francesca resulto muy útil. Es algo que queríamos hacer hace mucho tiempo, y en cierto sentido ya lo habíamos hecho de forma no oficial cuando fuimos alumnos de Furio Scarpelli en el Centro Sperimentale. En 1987, Francesca ya había rodado su primera película, cuando yo todavía estaba en la escuela. Nos habíamos acostumbrado a intercambiarnos guiones, a analizarlos y seguimos haciéndolo. Pero nunca habíamos escrito una película juntos y este proyecto me parecía perfecto. Compartimos muchas pasiones políticas, narrativas y psiquiátricas. Hemos tenido experiencias con amigos y parientes algo locos, y puede que ambos atraigamos a chiflados, psicóticos y trastornados de todo tipo.


P: ¿Entonces podemos decir que "Locas de alegría" es una película terapéutica?

R: Todas las películas son una terapia. Ayudan aunque no me atrevo a decir que curan. Pero sirven para soportar mejor las cosas de la vida, sobre todo si sacan a la luz la comedia que se esconde tras el drama y la tragedia.


Entrevista con Valeria Bruni Tedeschi

P: ¿Cómo abordaste tu papel?

R: Creo que el personaje de Beatrice es tremendamente fuerte. Cuando interpretaba a Beatrice pensé mucho en Blanche Dubois, en el personaje en sí, en su fragilidad, en su soledad, en su manera de superar el dolor, de protegerse de la locura. Sentí físicamente cómo la locura protege del dolor, cómo la imaginación y la locura, que en este caso van de la mano, la protegen de un dolor insoportable y de la soledad. Cuando un personaje como el de Beatrice está tan bien escrito, es tan completo y perfecto, el trabajo de un actor es mucho más fácil. Abarca todas las batallas internas, las dinámicas de comportamiento, las motivaciones, las necesidades, los actos y los sueños que encierra el personaje.


P: ¿Qué tipo de enfoque le has dado a este personaje?

R: A veces quería ser aún más precisa, más profunda, imaginativa, inventiva. Tal vez porque en cierto sentido no me sentía a la altura. Pero creo que esa frustración ha sido positiva para el personaje, porque Beatrice no es una mujer satisfecha. También intenté imprimir al personaje mi insatisfacción personal, mi nerviosismo, mi cansancio, y a veces mi inutilidad, porque Beatrice es una inútil. Sentí que la Beatrice que interpretaba me empujaba y me obligaba a dar un pasito más para internarme en su enfermedad, en su mitomanía, en su maldad, en su necesidad de amor. No me pareció que yo estaba sana y ella enferma, sino que tenía que desplazarme un poco, sólo un poco, de quien soy yo. Por ejemplo, su mitomanía encierra algo muy natural. Comprendemos por qué es una mitómana, por qué es tan malvada a veces y por qué pierde el sentido de la orientación en algún momento. Además, como he dicho antes, siempre me sirvo de elementos personales... La soledad de Beatrice no me parece tan desconocida. Es cierto que yo no soy tan mitómana en la realidad. Sin embargo, la primera escena que rodamos es una auténtica escena de mitomanía y supe de inmediato que la mitomanía de esta mujer era una forma de no caer en la depresión. Curiosamente Beatrice es una mitómana, es decir una mentirosa compulsiva, que dice muchas verdades. Más tarde, vemos que casi siempre dice la verdad...


P: ¿Cómo has logrado vivir una relación de pareja en el plató con Micaela Ramazzotti?

R: Poco a poco, escena a escena. Una de las primeras secuencias que rodamos con Micaela es en la que finjo ser una psiquiatra. Una escena fundamental en nuestra tormentosa amistad. La recibo, la comprendo, y ella se siente comprendida y protegida. Pero después se siente engañada. Es como si me hubiera dejado llevar por ni necesidad de salvar y proteger, y ella por su necesidad de que la salven y la protejan; después se produce otra decepción, tras la cual volvemos a encontrarnos... Estas son todas las etapas de la amistad de esta pareja, que llevan a enamorarse la una de la otra. Ambas avanzamos echándole mucho valor y con momentos bastante difíciles porque entre estos dos personajes hay momentos de alegría pero también de violencia. Y los vivimos todos con verdadera alegría pero también con verdadera violencia. Las dos aceptamos exhibirnos, hacernos daño y hacernos sentir bien, pero sin hacer nunca las cosas de forma convencional, sino de la manera más auténtica posible. Espero que la pareja que encarnamos transmita de todo lo que vivimos de verdad, con momentos en los que estábamos juntas, pero en los que nos sentíamos solas, exactamente igual que nuestros personajes. Y también hemos vivido momentos de mucha alegría y de "compasión" la una por la otra, de verdadera ternura. No hemos sido "correctas" porque nuestros personajes son maleducados. Por eso me parece importante que, como actrices, también lo hayamos sido.


Entrevista con Micaela Ramazzotti

P: ¿Cómo has construido tu personaje?

R: Mi punto de partida fue lo que parecía ser el diagnóstico de Donatella, al menos el que hace Beatrice: borderline con depresión grave. La psiquiatría es un tema fascinante. Buceé en textos médicos, pero tenía la impresión de caer en un pozo sin fondo. Me he centrado sobre todo en desarrollar la historia de Donatella, la relación con sus padres que la habían despreciado o ignorado, su carácter reservado, su personalidad desconfiada, herida, su escaso vocabulario formado de unas pocas palabras, sus pulsiones autodestructivas y de automutilación; se trata de alguien que ha sufrido injusticias durante toda su vida. Una persona con una vida desestructurada que presumiblemente consumió drogas en su adolescencia y que posteriormente se hizo adicta a los psicotrópicos, que ha trabajado en el mundo de la noche, que buscaba el afecto de los hombres y que sólo encontró maldad y desprecio. Era necesario partir de ahí, de su pasado y luego tratar de imaginar en qué se había convertido en la actualidad.

R: Después quise dar una vuelta por los hospitales y las clínicas para comprender mejor cuál es la situación actual. Visité varios establecimientos en Roma con realidades muy diferentes. Lugares más duros, como los servicios psiquiátricos de Sant'Andrea o de San Filippo Neri, donde el personal médico es competente, pero donde el ambiente deja mucho que desear. No hay ni un cuadro, ni un dibujo, no hay color en las paredes... O como el Samadi, un establecimiento privado que tiene el mismo estilo severo. Pero después visité con Valeria, Paolo y Valentina Carnelutti, que interpreta a Fiamma, la psiquiatra, el Maieusis en Porta Capena, un centro similar al que describimos en "Locas de alegría". Es una villa en el campo, con jardín, grafitis llenos de color, y donde los pacientes con trastornos mentales graves siguen terapias para reinsertarse. Enseñan a hacer mosaicos de cerámica, decoraciones para casas y villas de la zona, una formación que puede ofrecerles un medio de vida después de su estancia. Aunque no sucede en todos los casos, los encargados nos contaron que el paciente suele volver. El encuentro con los pacientes fue una experiencia muy intensa. Descubrimos casos dolorosos pero también encontramos personas con las que pudimos hablar de cosas concretas, sobre todo de lo difícil que es la vida cuando eres vulnerable. A veces surgía una energía misteriosamente alegre, porque la enfermedad mental también tiene su lado divertido, poético, surrealista, irreverente. En cierto sentido es una forma de rebelión. Luego trabajé el aspecto físico del personaje. Cuando Paolo diseñaba el personaje de Donatella tenía en mente una constitución muy delgada y un tanto masculina. Un psiquiatra me explicó que las jóvenes borderline tienen un estilo muy característico: son un poco siniestras, tatuadas, a veces anoréxicas; les gusta estar delgadas, llevar tatuajes, porque eso les da una identidad y por lo tanto fuerza, porque llevas escrito en tu cuerpo lo que eres. Donatella tiene 23 tatuajes, una docena de cicatrices... Lleva el pelo muy corto, muy mal cortado, como si lo hubiera hecho ella; así que tuve que perder unos cuantos kilos para conseguir ese efecto "anorexizante", como dice Beatrice en su primer encuentro. Una vez que conseguí el aspecto físico y la forma de moverme, escuché lo que Paolo me dijo: “Tú siempre vas un paso por detrás de Beatrice, te dejas llevar, no tomas la iniciativa, todo te da miedo. Llega un momento en el que decides fiarte de ella y dejarte guiar, pero siempre con recelo, siempre inmersa en tus pensamientos obsesivos”. Da la impresión de que Donatella siempre tiene un enjambre de mosquitos zumbando alrededor de su cabeza, como si estuviera siempre mirando detrás de ella, atrapada en una idea fija, el deseo de volver a ver al hijo que le arrebataron, del desastre del que es responsable, pero también de la injusticia que ha sufrido. Eso es lo que dice el silencio de Donatella; ella sólo piensa en eso. Es un personaje asexuado, una preadolescente. Arrastrar durante tres meses esa nube de mosquitos, esos pensamientos obsesivos, no fue nada fácil. De hecho me cambió un poco el carácter. En el set no me podía reír, más bien todo lo contrario... A veces me daban ganas de llorar de repente y sin razón. ¡Cuánto lloramos Valeria y yo durante el rodaje! A veces nos resultaba difícil salirnos del personaje, nos lo llevábamos con nosotras a casa. La única escena en la que vemos sonreír a Donatella es cuando se encuentra con el hijo que no conoce. Entonces se relaja un poco. Puede que sea la primera vez que vemos verla madurar, como si quisiera cuidarse y enderezar su para poder ver al niño de vez en cuando.


P: Cuál es la escena que más te gusta?

R: La escena del mar es muy bonita porque no me esperaba que se rodara con un tono tan festivo. Fue una escena llena de calor y de calma. Donatella se encuentra con el niño, el bebé que conoció y que se ha convertido en un chico rebosante de salud. Lo viví como dos amigos de la misma edad que se dan un baño juntos. A Donatella le gustaría parecer maternal pero no sabe cómo se hace, no ha aprendido a cuidar de su hijo, se lo quitaron demasiado pronto. Así que se siente desplazada pero muy emocionada. Es una escena de timidez, pero también de alegría, del deseo de empezar a curarse.


P: En el rodaje habéis trabajado con pacientes de verdad. ¿Cómo fue tu relación con ellos?

R: Las chicas de Pistoia que vinieron al rodaje hicieron prueba de una gran generosidad. Estaban dispuestas a contar sus historias, sus vidas llenas de aventuras, su deseo de curarse, de no tomar 25 pastillas al día: eran mujeres y jóvenes muy dulces, con muchas ganas de vivir y de relacionarse con los demás, y nos conmovieron a todos. Nunca he sentido que me escucharan con tanta atención y comprensión. Fue una relación terapéutica, sobre todo para mí, que me permitió ahondar en algunas de mis zonas oscuras, esas melancolías que los psiquiatras denominan momentos crepusculares. No es casualidad que muchas escenas se rodaran al anochecer. Paolo buscaba esa luz entre el día y la noche, para dar un aire romántico, pero también para transmitir ese miedo que sienten los personajes. El anochecer y el amanecer generan una sensación de belleza y de desgarro al mismo tiempo. Durante la película vivimos con todo el equipo esas diferentes fases del crepúsculo. Daba la impresión de que éramos un grupo de pacientes en tratamiento. Así que es posible que esta película nos haya enseñado a aceptar nuestro lado psicopatológico, los trastornos que llevamos dentro de nosotros y que nos acompañan siempre.