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¡Gracias jefe! cartel reducido¡Gracias jefe!(Merci patron!)
Dirigida por François Ruffin
¿Qué te parece la película?

El documental, dirigido, escrito y protagonizado por François Ruffin, editor jefe de la revista satírica francesa Fakir, destapa en tono tragicómico, los trapos sucios del hombre más rico de Francia: Bernard Arnault. Arnault es el dueño de LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy), un conglomerado multinacional francés dueño de más de 60 marcas de moda altamente reconocidas. Sus ansias de poder le llevaron a enviar parte de su capital a Bélgica y a deslocalizar sus fábricas de Dior o Givenchy a Europa del este dejando a miles de personas sin empleo.

Ruffin, apodado el Robin Hood del siglo XXI, buscará algunos testigos con un doble objetivo: descubrir al mundo esa historia y hacer que los afectados recuperen lo que es suyo. Por el camino, sin embargo, descubrirá que Arnault se guarda más de un as en la manga y que su sombra es mucho más alargada de lo que piensa.

¡Gracias Jefe! es una historia de suspense, emoción, humor e incluso espionaje, que destaca por su actualidad y su conexión con el caso de deslocalización que sufrieron los trabajadores del grupo Inditex en la zona de Galicia.

François Ruffin, levantó su película con la ayuda de crowdfunding y aunque no tenía más pretensión que mostrar la injusta historia al mundo, ¡Gracias Jefe! se convirtió en el documental insigne de "La nuit debout", un movimiento de indignados francés parecido al 15M que tuvo lugar en la Plaza de la República el marzo pasado. La película se proyectó en la plaza con el fin de apoyar las protestas contra las reformas laborales que querían llevarse a cabo en el país.


François Ruffin
El Michael Moore francés

François Ruffin es un periodista francés, además es fundador de la revista de izquierdas Fakir y escritor para Le Monde Diplomatique. Ganó reconocimiento por la publicación "Les petits soldats du journalisme" y por su trabajo como reportero en Là-bas si j'y suis con Daniel Mermet.

Activista y provocador, François Ruffin se convierte en el Robin Hood de los tiempos modernos con su primera película ¡Gracias jefe!.


Bernard Arnault
Dueño de un imperio de lujo

Bernard Arnault es dueño de la multinacional francesa LVMH, a la que pertenecen las firmas más lujosas y famosas del mundo de la moda Dior, Louis Vuitton, Kenzo, Celine y Marc Jacobs. Con una fortuna que supera los 30.000 millones de dólares, Bernard Arnault es el hombre más rico de Francia y uno de los más ricos del mundo.

Durante el último año ha sido objeto de escándalos al traspasar gran parte de su fortuna a Bélgica, además de provocar el despido de miles de trabajadores trasladando numerosas fábricas al este de Europa.


Familia Klur
Los afectados

Jocelyn y Serge Klur han trabajado durante toda su vida en una de las fábricas del grupo LVMH en su pueblo Poix-du-Nord. Debido a la globalización, la empresa traslada su producción a Polonia dejando a Jocelyn y Serge en la calle. Sin trabajo y con un hijo, sobreviven con tres euros al día, y están a punto de perder su casa por no poder hacer frente a las deudas.


La nuit debout
Contexto

La reforma laboral ha llevado a las plazas francesas a miles de manifestantes y es ahí, en la Plaza de la República, donde el 31 de marzo de 2016 surge la Nuit Debout, un movimiento de indignados franceses equivalente al 15M en nuestro país.

¡Gracias jefe! se ha convertido en uno de los motores del movimiento Nuit Debout después de haberse proyectado con gran éxito en la famosa Plaza de la República en apoyo a las protestas contra la reforma laboral.


Entrevista a Bernard Arnault

P: ¿En qué contexto y por qué motivos ha nacido ¡Gracias jefe!?

R: Como periodista en varios medios, hace más de 16 años que cubro el cierre de fábricas. Viviendo en Amiens, he presenciado como una gran cantidad de empresas han cesado su actividad y he visto reuniones en los sindicatos con muchísima gente desesperada que llegaban a plantearse quitarse la vida.

El destino me llevó a encontrarme con Bernard Arnault y denunciar sus actos. No me quedaban demasiadas cosas por contar sobre él pero tenía ganas de cambiar de medio y de registro. Anteriormente ya había trabajado en el cine, había realizado dos o tres vídeos para Internet y así fue como la idea de hacer una película se acabó materializando.


P: A propósito del registro, para narrar este drama has elegido utilizar el humor...

R: Es cierto que la tentación de atacar la vena sensible y hacer llorar a la gente es muy grande. Durante un tiempo yo también estaba en esa posición de compasión. Más tarde publiqué algunos libros en los cuales propuse cambios políticos, poniendo en evidencia el terrible abandono del cual han sido víctimas las clases populares. Esto hace que nos planteemos lo siguiente: ¿aunque tratemos como cotidianos estos dramas sociales, cómo nos volvemos a movilizar y hacer que se movilicen a los demás? ¿cómo continuamos teniendo ese sentimiento revolucionario aunque estos cierres se hayan convertido en algo habitual?

Acordándome de los trabajos de Michael Moore, me pareció que el humor, que lleva mucho tiempo formando parte de mi trabajo, podría ser una vía a explorar.


P: Ese lado David contra Goliat me parece increíble. ¿Cómo un grupo tan grande como LVMH ha podido llegar a temer a una pequeña asociación como es Fakir?

R: Creo que desde el momento en que nos organizamos apareció el miedo. Se puede ver claramente en la película. Históricamente, por ejemplo, la clase proletaria inglesa se empezó a movilizar en pequeñas formaciones que acabaron obteniendo ciertos derechos. La izquierda se ha ido construyendo gracias a las derrotas, estas han sido nuestras victorias. En esta película hay una en particular, que ocurrió en la primera asamblea general. Estuvimos trabajando duro durante tres o cuatro meses, contactamos con docenas de personas y nos informamos sobre la forma de comprar acciones para poder ir a la asamblea como infiltrados. Sin embargo, una vez allí, se nos adelantaron. Fue una derrota dolorosa pero aún así creo que sintieron miedo de nuestra acción. Además, creo que hubo un cierto temor al acercamiento individual. Yo no tengo miedo de encontrarme con Bernard Arnault. Él, en cambio, dudo que quiera encontrarse conmigo. Creo que como tantos otros, Bernard se ha construido un universo de soledad que le hace alejarse de la realidad. Y uno de mis objetivos en esta película era devolverlo al mundo real.


P: Entre la comedia y la tragedia, ¡Gracias jefe! se construye un auténtico relato...

R: En efecto, la película se plantea como un relato en actos. En cuanto al montaje, se hizo un trabajo increíble con las más de 150 horas filmadas. Hacía falta mantener la tensión en la historia y saber cuándo sacar los puntos fuertes. También hacía falta determinar los nudos de la historia y trabajar el ritmo. Por otro lado, quería darle más protagonismo a los personajes.

Tomando el rol de mediador al estilo Michael Moore, quería sobre todo poner en primer plano los personajes que iban a escribir la historia, incluido Bernard Arnault que sin quererlo contribuyó enormemente a la construcción del guión.


P: ¿Cómo conociste a los Klur?

R: En cierto modo, Là-bas si j’y suis me sirvió de localización. Me encontré con los Klurs en varias ocasiones, así que ya conocía sus problemas cuando empecé el rodaje.

Me explicaron que solo habían podido comer una tostada por Navidad, algo que quise que volvieran a contar en la película. Aún así, el contrato entre nosotros no estaba definido. Íbamos a hacer lo imposible para sacarlos de su situación pero, por otro lado, nosotros estábamos rodando una película.


P: ¿Fue difícil convencer a los Klur para “jugar al juego” que les propusisteis?

R: Para nada. La primera vez que entré en su casa ya grabamos. Y fue por una razón bastante triste: estaban en una situación tan límite que no tenían nada que perder. Además, los Klur confiaban en Marie-Hélène Bourlard, representante del sindicato de trabajadores de ECCE, y ella confiaba en mí. Fue algo así como una cadena de favores solidarios.


P: ¿Cómo se produce una película como ¡Gracias jefe!?

R: Todo el rodaje fue autoproducido. Pero después nos dirigimos a una productora reconocida, Mille et unes productions. Podríamos haber continuado la aventura sin ninguna ayuda, pero me parecía importante entrar en un circuito convencional de cine. Teniendo en cuenta la película que teníamos entre manos, no quería que nos quedáramos en un circuito “gueto”.

Conozco bien ese ”gueto”, trabajo en él y no lo hago por voluntad propia. Supongo que es el destino de un periodista social y politizado, pero quería que ¡Gracias jefe! fuese visto por el máximo de espectadores posibles.