Un grupo de niños refugiados buscan su lugar en una clase nueva, con una nueva profesora y en una lengua que no entienden. Una oda cinematográfica a la pedagogía.

Kiet Engels es el tipo de maestra que todo el mundo quisiera para sus pequeños. Es estricta, aunque nunca severa. Es cariñosa pero no blanda. Tiene una paciencia infinita.

Los pupilos de la señorita Kiet acaban de llegar a Holanda. Muchos de ellos son refugiados. Todo les resulta nuevo y desconocido. Algunos son peleones y tozudos, al principio. Pero la mano amorosa y firme de la señorita Kiet les da calma y despierta su interés. No solo enseña a sus alumnos a leer y escribir en holandés, también les ayuda a resolver problemas juntos y a respetarse. Poco a poco van adquiriendo habilidades y confianza.

De entrada, Haya es impetuosa y muy miedica. Pero la señorita Kiet la va ayudando a descubrir su faceta más cordial. Leanne es solitaria y callada. En unos meses, será capaz de contarles a todos, en holandés, que quiere a Branche. Jorj duerme mal y es rebelde. Su hermano menor, Maksim, tiene unes pesadillas horribles. La tenacidad de la señorita Kiet hace que Jorj comprenda que aprender puede valer la pena y hasta ser divertido.

Con la mera observación, sin entrevistas ni voz en off, el filme se centra en cuatro niños y niñas refugiados de distintas nacionalidades. A partir de sus puntos de vista, la cámara sigue y se aproxima a sus esfuerzos por aprender una lengua nueva, a sus peleas, a la amistad y los primeros amores.

Al final del documental, habrá nacido una comunidad de afectos: fruto de la paciencia y la dedicación de la maestra. Una película con muchos momentos emotivos y algunos de hilarantes, Miss Kiet‘s Children es la crónica de pequeños cambios que, a la vez, son inmensos.