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Razzia cartel reducidoRazziaDirigida por Nabil Ayouch
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Nota del director (Sobre la necesidad de contar la historia) (Nabil Ayouch)
Las grandes revoluciones comienzan con pequeñas revoluciones individuales. Lo que ocurrió en el mundo árabe durante la primavera de 2011 no fue sino el culmen de una serie de frustraciones, humillaciones, ignorancias, retrocesos en los derechos civiles fundamentales. Estos grandes movimientos populares que hicieron tambalearse a los gobiernos estaban formados por seres humanos que habían hecho su revolución interior, íntima, antes de expresar su cólera en las calles. Tenía ganas de acercarme a ellos, de comprender qué es lo que lleva a algunos a resistir y a otros a abdicar.

En Marruecos, donde yo vivo, he visto evolucionar a la sociedad, desde una forma de vida comunitaria hasta la exclusión sectaria de todas aquellas personas que sobresalen, que desbordan el marco. El proceso de arabización iniciado a principios de la década de 1980 es devastador, porque quiso erigir una regla de pensamiento único, expulsando toda forma de crítica. Los diferentes ataques que mis actrices y yo sufrimos después de haber hecho mi película Much Loved me demostraron hasta qué punto, cuando se abordan temas sensibles, la masa puede fácilmente atravesar la frontera y pasar de la escucha a la condena, al anatema y después a la violencia.

Acusé todo esto como un despertar brutal, un desencadenante. Sentí la urgencia de decir y, más que nunca, la de mostrar. Siempre he sentido la necesidad de hablar de lo que nos hace daño y de lo que quisiéramos distanciarnos. Me gusta dar cuerpo a esos personajes a quienes se intenta silenciar e invisibilizar, empujándolos a los márgenes.

Con Razzia he querido ir aún más lejos y explorar el alma de la mayoría silenciosa, ese ejército de las sombras que no se expresa con fuerza suficiente y que sin embargo tiene derecho a reivindicar su derecho a la existencia. Al hablar de ellos, hablo de nosotros, de nuestras derrotas, de nuestros sueños rotos u olvidados. Hablo de lo que hace que una sociedad siga en pie y apegada a los valores universales o que abandone a los más débiles y se hunda en el totalitarismo.

Abdallah, Salima, Joe, Hakim e Inès son seres a quienes se ha querido encadenar, domar. Sin embargo, son la materialización de una esperanza, puesto que, cada uno a su manera, encarnan una diferencia y una lucha interior que nos mantiene con vida. Son personas normales, con las que nos cruzamos todos los días en la calle y que, a mis ojos, se vuelven héroes. Como en esos cantos guerreros de Aïta que en la película nos trae Yto, sus gritos son estridentes. Si prestamos atención, escucharemos su soledad, su desgarro, sus contradicciones. Se comunican entre sí sin hablarse, sin ni siquiera conocerse. Se tejen vínculos invisibles, se cruzan trayectorias, algunos bajan la cabeza cuando una de ellas decide alzarla y parir a su hija.

Casablanca es su casa. Casablanca es también mi casa. Esta ciudad es bulliciosa, sucia, opresiva y, sin embargo, cada día me suscita deseo. Tengo la sensación de que es el teatro de toda posibilidad donde, en cualquier momento, podemos ser arrastrados en una dirección u otra. El corazón de la ciudad, sus barrios populares, su Medina, son vibrantes y emocionantes. Desde hace algunos años, Casablanca se esfuerza en abrirse al mar. Hoy la ciudad le tiende los brazos, como si su salud dependiera de ello. Sin embargo, como una paradoja terrible, una mujer ya no puede estar en sus playas en traje de baño. Ese espacio nos ha sido arrebatado por aquellos que han decidido que los cuerpos deben taparse. Retomar lo que es nuestro, recuperar ese espacio público es en sí una reconquista de un territorio mental y físico. Pues ese mar se abre hacia un otro lugar que realmente nos falta, una capacidad de proyectarnos.

Casablanca también es una película, un mito que Maryam Touzani (coguionista) y yo hemos querido deconstruir, reapropiarnos de él a la vez que le rendíamos un homenaje.

Casablanca es, finalmente y sobre todo, ese fragmento de realidad en el que nuestros personajes construyen su propia historia. Esas historias son posibilidades que se quiere aplastar, luchas personales en el seno de una lucha esencial. Esta lucha los engloba y los desborda al mismo tiempo. Acompasa de manera imperceptible el destino de una nación y, a través de su dimensión universalista, el destino de todas las naciones. Unos mundos que no se conocen y que no se aceptan, y una crónica del odio latente, cotidiano, que se construye día a día, mediante gestos en apariencia anodinos pero enormemente significativos, para transformarse en una Razzia colectiva.


El director
Nabil Ayouch nace el 1 de abril de 1969 en París. Comienza haciendo publicidad en 1992 y ese mismo año dirige su primer cortometraje, Les Pierres blues du désert. Tras dos cortometrajes más, ampliamente premiados, dirige en 1997 su primer largometraje, Mektoub, la primera película marroquí en participar en los Oscars.

Su segunda película, Ali Zaoua, príncipe de Casablanca, una conmovedora historia de niños sin techo enfrentados a la violencia callejera, que sueñan con "la isla de los dos soles", vuelve a representar a Marruecos en los Oscar y obtiene un enorme éxito a escala internacional.

Después vendrán Une minute de soleil en moins en 2003, Whatever Lola Wants en 2007, My Land (documental donde toman la palabra los exiliados palestinos) y Los caballos de Dios (2012), un nuevo éxito mundial, candidata al Oscar, Espiga de oro en la SEMINCI. Su largometraje Much Love, seleccionado para la Quincena de Realizadores de Cannes, es prohibido en Marruecos y su actriz principal es agredida. La experiencia de primera mano de la intolerancia social y religiosa es el motor de salida de Razzia, su última película.


Declaraciones del director
"Durante mucho tiempo pensaba que ser plural era una lástima, pero con el tiempo me he dado cuenta de que tener varias identidades es una riqueza".

Razzia es una película coral que cuenta las luchas y resistencias de cada uno de sus personajes, en el Marruecos de ayer y de hoy, relata cómo los hombres y las mujeres luchan para que se escuche lo que son y para que su deseo de libertad prevalezca por encima de todo.

El inicio de la década de 1980 es un momento decisivo, no solamente para Marruecos, sino para los tres países del Magreb, porque la reforma arabizante del sistema educativo fue común a los tres países y se trataba de uniformizar una cultura mediante la lengua. Estos tres países son territorios diversos por la forma en que se construyeron a lo largo de la historia. Esta reforma del sistema educativo ha desorientado a toda una generación joven a quien se le quiso imponer una lengua que no era suya y borrar sus identidades múltiples, lo que ha hecho que, treinta años después, tengamos una juventud magrebí sin referencias identitarias que se busca a sí misma en el seno de una sociedad que, desde el punto de vista socioeconómico, no le ofrece ningún futuro.

El problema principal que tenemos no es formar parte de una minoría, sino reconocer que mucha gente está atrapada por culpa de la presión social y familiar y no puede decir quiénes son, confesar sus sueños... Razzia es la primera de mis películas en la que me aparto del estudio de una minoría aislada para interesarme por los sueños y la vida secreta de una mayoría que no puede expresarse.

Por otra parte, si las juntamos, todas esas minorías son la mayoría de Marruecos. Y los grandes cambios de la historia de la humanidad siempre han surgido de minorías que empezaron a actuar. En el seno de esas minorías vemos hasta qué punto el abismo entre la vida soñada, la vida secreta y la vida pública, la que se puede vivir a la vista de los demás, está creciendo. La gente vive en una especie de contradicción, de malestar. Esto es lo que me interesa.

No solamente la mayoría olvida sus sueños, sino que terminan por pensar que los sueños no son para ellos, son para los privilegiados, los "hijos de...". Eso me dicen los jóvenes. Pero soñar es algo esencial para una sociedad, en especial para su juventud, para poder proyectarse hacia el futuro.

No quería que todos los personajes entraran a la vez en el relato. Quería que estuvieran unidos por hilos invisibles, pero que no se conocieran. Pero todos tienen una relación con estos dos momentos clave de la historia contemporánea de Marruecos.

La reforma de la enseñanza de los inicios de la década de 1980 señala la aceleración de un proceso. Es una uniformización cultural que afecta en especial (pero no en exclusiva) a los bereberes. Hiere los fundamentos, el sustrato, la fuerza secular de este país. Y como el árabe clásico que se impuso en primaria y secundaria es una lengua ajena a Marruecos, hubo que importar profesores de Arabia Saudí, de Egipto o de Siria; se importó a la vez algo más que una lengua.

Se importó una ideología y un islam que no es el islam marroquí. Se suprimió la enseñanza de las humanidades, de la filosofía, de la sociología. Se suprimió el pensamiento crítico. Una generación después, un cuarto de siglo después, vemos todas las consecuencias.

¿Y por qué 2015? Es el año en el que se producen una serie de acontecimientos muy reveladores de este conflicto entre tradición y modernidad. La prohibición de Much Loved, por supuesto, pero también un concierto de Jennifer López que desata la ira islamista, homosexuales linchados, chicas detenidas por su vestimenta, manifestaciones islamistas en las que las mujeres, paradójicamente, protestan contra una posible reforma que les daría iguales derechos sobre las herencias...


La crítica
"Desde Mektoub (1997) su primer largometraje, Nabil Ayouch, nacido en París de padre marroquí y madre tunecina, instalado en Marruecos desde hace veinte años, no ha dejado de enfrentar su obra con la situación sociopolítica marroquí: deriva autoritaria, desigualdades sociales, terrorismo, pobreza, prostitución, temas que molestan y que producen situaciones tensas y amenazadoras cuando sus películas se estrenan en Marruecos (si se estrenan).

Razzia no es la excepción a la regla y cubre dos épocas significativas de la deriva a la vez nacionalista y religiosa que el Estado imprime a su política (los años 1980 con la arabización a marchas forzadas y la supresión de las humanidades en la enseñanza y la década de 2000 con la generalización en la esfera social de ese espíritu represivo). Razzia es, en resumen, la historia de ese retroceso considerable de las libertades y las conciencias.

Construida entre dos fechas, el relato teje resonancias narrativas que van de una época a otra, pero en lo esencial es una película coral que traza el retrato de cinco personajes aislados que representan, de diversas maneras, el aislamiento dentro de la sociedad marroquí.

Un profesor que enseña en lengua bereber en una aldea de las montañas, a quien obligan a renunciar a su idioma y a la enseñanza de determinadas asignaturas. Una mujer embarazada que no es sino objeto de sumisión para su marido. Una adolescente rica, abandonada por sus padres y aislada de las realidades de su país. Un hostelero judío y su anciano padre, testigo de una época más propicia a la cohabitación. Un joven homosexual, fan de Freddie Mercury, que sufre el desprecio de su padre.

La simple enumeración de esta trama fragmentada, donde cada personaje se encuentra en una situación conflictiva, da una idea del desafío cinematográfico. De hecho, está siempre en peligro de deshilacharse. Sucesión de ejemplos, coexistencia dramatúrgica de personajes que no tienen vínculos entre sí: Razzia asume deliberadamente el riesgo de hacer cine, con su necesaria dosis de indecisión y libertad, bajo las horcas caudinas de la omnisciencia del guion.

Pero la película logra mostrar el desdoblamiento entre el espacio privado y el espacio público en la sociedad marroquí, y cómo el primero se estrecha a medida que el segundo expande su jurisdicción cada vez más brutal. La mujer que muestra su sensualidad es insultada por las miradas y comentarios de los demás, el judío se enfrenta al antisemitismo de una prostituta, el hombre amanerado es acosado por los chicos de su barrio... tantas otras situaciones que describen la atmósfera irrespirable de la presión social suscitada por la alianza de todas las fuerzas conservadoras y que describen también el valor que hace falta para resistir"
. - Jacques Mandelbaum, Le Monde, 14, de marzo de 2018 - ******

"Un potente retrato grupal que es más grande que la suma de sus partes (...) El impacto general de Razzia es como un puñetazo en el estómago" - JordanMintzer: The Hollywood Reporter - ******

"Una respuesta a la intolerancia" - Variety - ******

"Un complejo y envolvente retrato colectivo (...) Obligatoria para espectadores interesados en cine atrevido decidido a explorar lo que subyace en los sucesos actuales" - Lisa Nesselson: Screendaily - ******

"Muy interesante es su manera de reflejar, sin rodeos, la diversidad cultural, religiosa y sexual que todavía prevalece en un país siempre al filo entre la modernidad y el oscurantismo religioso" - Carlos Bonfil: Diario La Jornada - ******


Ficha artística
Maryam Touzani - Salima
Arieh Worthalter - Joe
Abdelilah Rachid - Hakim
Dounia Binebine - Inès
Amine Enaji - Abdallah
Abdallah Didane - Ilyas (adulto)
Mohamed Zarouk - Ilyas (niño)
Nezha Tebai - Yto (anciana)
Saâdia Ladib - Yto (joven)
Maha Boukhari - Nejma
Younes Bouab - Jawad
David El Baz - Jacques
Aicha Laghchim - Dada
Marwa Tiyane - Zahra
Fatima Zohra Lahouiter - Mina
El Housseine Djjiti - M. Mahmoudi
Sabah Ikhiyaden - Habiba