Jacob vive en la ciudad y sueña convertirse en arquitecto como su padre. Un día, su atareado padre tiene que ausentarse durante una semana por un viaje de trabajo y el chico se queda con su prima Mimi y su tío Águila en el barrio antiguo de Riga, Maskachka. En cuanto llega, un rico hombre de negocios empieza a excavar el parque central para construir un rascacielos. Jacob y Mimi deciden pararlo pero solo lo podrán hacer con la ayuda de una jauría de perros que... ¡pueden hablar!.

Jacob, Mimi y los perros del barrio es una película que plantea el problema de la gentrificación a los más pequeños -con toques de fantasía e imaginación-, y nos muestra la fuerza de la unión entre visione diferentes para poder defender causas comunes.

Con una estética cálida y tranquila, no exenta de acción y de momentos emocionantes, se pone sobre la mesa el tema de la transformación urbanística, especialmente en los centros históricos de las grandes ciudades, con todas las preguntas que unos niños se pueden hacer: ¿Qué es el progreso? ¿Es bueno que se construya sin tener en cuenta el pasado? ¿Es importante el valor sentimental de los lugares?.

Los aspectos fantasiosos, como los perros que hablan o que pueden hablar o el poder de la imaginación de Jacob que puede hacer que lo que dibuja se transforme en realidad, están plenamente integrados en la historia y son perfectamente coherentes en un entorno como el de Maskachka, acogedor e irreal al mismo tiempo. La película nos habla sobre todo de la amistad, de cómo es posible vencer las injusticias si se lucha conjuntamente dejando de lado las diferencias y uniéndose para defender una causa común.