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Girando

El giro como decisión o cómo dejar que otros elijan por nosotros

08/08/2025 | 17:00 CET2'

Vivimos en una época donde todo tiende y puede ser personalizado. Desde la serie que veremos esta noche hasta el color exacto del fondo de la pantalla. Y aunque eso suene bien, lo cierto es que tanta libertad llega a ser agotadora. Cada elección, por pequeña que sea, consume energía, y llega un punto en que uno se cansa. Cansa tener que decidirlo todo, todo el tiempo.

Quizá por eso últimamente nos aferramos con cariño a ciertos gestos tradicionales como las ruedas que giran al jugar a la ruleta online, los dados que caen, las aplicaciones que deciden por nosotros. Hay algo reconfortante en todo eso, como un regreso a lo familiar. Desde la antigua rueda de la fortuna hasta las modernas interfaces que sugieren dejar que el azar decida por uno mismo. Porque, a veces soltar el control es una forma de alivio, aunque solo sea por un momento.

La psicología tiene un nombre para cuando hay demasiadas opciones y elegir se vuelve un lío, es el overchoice, y el riesgo de arrepentirse, más alto. Barry Schwartz lo explicó muy bien en The Paradox of Choice, afirmando que cuanta más libertad tienes para escoger, más difícil resulta quedarte con algo. Y peor aún, más fácil es no quedar satisfecho con lo que has elegido.

Tal vez por eso, en el entorno digital han florecido herramientas que nos ahorran ese esfuerzo. Aplicaciones que seleccionan la música que encaja con tu ánimo, plataformas que crean listas sin que tú muevas un dedo, y ese tipo de recursos visuales que giran, giran y te dicen: “esto es lo que toca”. Una flecha, una ruleta, un selector, para que tú solo pulses y dejes que el destino (o el algoritmo) haga lo suyo.


Girar para soltar
Hay algo especial en el acto de hacer girar una ruleta, una botella o cualquier otro objeto que elija por nosotros. No es solo un gesto visual, tiene algo de ritual. Girar implica ceder el control, aunque sea un instante.

Y la lógica de decir: no quiero elegir esto ahora, no es nueva, ya desde pequeños jugamos a “piedra, papel, tijeras” para resolver dilemas tontos. En oficinas se hacen sorteos para ver quién se encarga de la tarea menos apetecible. Al final, delegar lo trivial libera energía para lo que sí importa.

Hoy lo digital ha incorporado esta idea. Hay experiencias interactivas que recrean ese giro como una forma de distracción ligera. En el mundo del entretenimiento online, por ejemplo, una ruleta no siempre se asocia a ganar o perder. A veces, lo interesante está en el movimiento, en ese momento suspendido antes del resultado, cuando todo es posible y nada depende de ti.


El mito del destino y la libertad que alivia
Desde hace siglos, hemos recurrido al símbolo del giro para representar lo que escapa a nuestra voluntad con elementos como el karma, la rueda de la fortuna, los ciclos zodiacales… Todas estas imágenes tienen en común que nos ayudan a aceptar lo imprevisible sin sentirnos culpables.

No es casual que resurjan ahora, en una era saturada de elecciones. Autores como Zygmunt Bauman o Byung-Chul Han llevan tiempo advirtiéndolo que lo que parece libertad total, a veces, se convierte en una trampa. Elegir constantemente no nos hace más libres, solo más cansados.

Por eso, volver a esos gestos simbólicos puede ser una forma de resistir. De reconectar con una versión más simple, y menos desgastante, de la vida. Girar una ruleta, cerrar los ojos y señalar al azar. No porque no queramos decidir, sino porque, a veces, lo que necesitamos es descansar de decidir.