
“Sin música la vida sería un error”: de cómo ciertas melodías determinan nuestro ánimo
Se abre el telón y se ve a Rocky Balboa, interpretado por Sylvester Stallone, correr subiendo las 72 escaleras que dan al Philadelphia Museum of Art. Se cierra el telón. Tranquilos. Esto no es ningún chiste.
Ahora aparecen Jack (Leonardo di Caprio) y Rose (Kate Winslet) en la proa del Titanic. Ella abre los brazos y él la sujeta para que no caiga al mar.
Por último, vemos a Elsa de Frozen construyendo su castillo de hielo mientras va cantando.
La música en el cine: bandas sonoras inolvidables
Sin duda alguna, todos los que estéis leyendo este artículo en este momento habéis asociado tres bandas sonoras a cada escena automáticamente. Son películas del año 1976, 1997 y 2013.
No obstante, gracias al fenomenal trabajo de los compositores, estos tres momentos permanecen grabados en nuestra memoria y es muy difícil que los olvidemos.
Imaginémonos ahora las mismas escenas sin “Gonna Fly Now” de Bill Conty en Rocky; sin “Never An Absolution” de James Horner en Titanic; sin “Let It go” de Idina Menzel en Frozen. Pensemos en estas secuencias acompañadas de un silencio sepulcral. Nada sería lo mismo. Muy posiblemente ni las recordáramos. Decía el filósofo Friedrich Nietzsche que “sin música la vida sería un error”. No podía tener más razón.
Abriendo nuestro ángulo de visión, hay que decir que la música no sólo ha tenido un papel fundamental en la historia del cine. También en muchos otros campos que ahora repasaremos.
La música en la publicidad: un gancho de marketing perfecto
La clave de todo, evidentemente, tiene explicación científica. Como explica National Geographic, la música tiene un efecto directo en nuestro hipotálamo, el núcleo de accumbens y el área tegmental ventral. No nos vamos a poner demasiados técnicos, así que lo vamos a traducir. Esto provoca la liberación de la serotonina (conocida como la hormona de la felicidad) y la reducción de los niveles de cortisol (la hormona asociada al estrés y a la ansiedad).
Como es lógico, las grandes marcas, conocedoras del impacto que tiene la música en nuestro estado de ánimo, han querido aprovecharlo para conectar con nosotros.
Un ejemplo rápido y directo: Coca-cola utiliza regularmente el eslogan “destapa la felicidad” con el efecto sonoro de quitar una chapa que abre la botella de vidrio de la famosa marca de bebida carbonatada. Es un sonido que relacionamos con el bienestar. Es inevitable.
Otro caso de marketing publicitario asociado a la música es McDonald’s. La cadena más popular de “fast food” del mundo también ha apostado siempre por relacionar su marca a la alegría. Otra vez recurrimos al eslogan: “I’m lovin’ it”. Ineludiblemente, al leer en voz alta esta frase nos sale automáticamente el “Ba da ba ba ba” previo. Pocas veces cinco simples notas habían tenido un impacto tan grande.
La música en los casinos: cuando las ganancias tienen sonidos
Pensar en casinos es pensar en Las Vegas, en las máquinas tragaperras, en la combinación de tres sietes en la misma línea y en el jackpot para el caballero o la dama. Todo ello va muy ligado con las lucecitas y los sonidos que emiten estas tragamonedas.
Como destaca Infosalus, un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Alberta (Canadá) ha demostrado que estos estímulos visuales y auditivos aumentan el deseo de seguir jugando.
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La música en los videojuegos: una forma de ocio que domina el mundo
Según los datos de la Digital Entertainment and Retail Association (ERA) que recoge The Objective, los videojuegos ya generan más ingresos que la industria del cine y la música juntos. El dato es espectacular.
A las nuevas generaciones cada vez les cuesta más aguantar una película o un concierto enteros por la falta de estímulos, pero en cambio les es mucho más fácil echarse una maratón al FIFA toda la tarde con sus colegas.
Los videojuegos ocupan progresivamente más tiempo en nuestras vidas. De hecho, artistas como Karol G, Metallica o Eminem ya han dado conciertos a través del Fortnite, el popular videojuego de Battle Royale que paralizó el mundo allá por 2017 y que aún sigue de moda.
En la misma línea, volviendo al FIFA, nos damos cuenta de que el videojuego de fútbol nos ha dado grandes canciones que han trascendido y ya forman parte de las bandas sonoras de muchísima gente. Para los que ya peinan canas, “The Rockafeller Skank” de Fatboy Slim en la edición del 1998 o “Jerk It Out” en la del 2002 han marcado época. Para los más jóvenes “On The Top of the World” de Imagine Dragons en la de 2012 o “Love me again” en la del 2013 también tienen un rincón especial en su memoria.
Así pues, como hemos comprobado, ya sea a través del cine, de la publicidad, de los casinos, de los videojuegos o de un sinfín de variedades, la música tiene un poder persuasorio que ha hecho mella y lo seguirá haciendo en muchas generaciones. Al fin y al cabo, la vida es más vida y la muerte es menos muerte siempre que haya música.