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El mago del Kremlin(Le mage du Kremlin)
Dirigida por Olivier Assayas
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Entrevista con Olivier Assayas
P: ¿Cómo conociste el libro de Giuliano da Empoli? ¿Te diste cuenta rápidamente de que el material tenía madera de proyecto cinematográfico?

R: Giuliano da Empoli me mandó el libro a principios de 2022, antes de que lo publicara Gallimard. Lo puse en mi pila de libros pendientes y me dije que lo leería enseguida. Da la casualidad de que conozco a Giuliano porque somos vecinos en un lugar bastante recóndito de la Toscana. En verano, nada más llegar a mi casa, me llamó un productor y me habló maravillas de una novela que, según él, daría para una película apasionante: ¡se trataba de El mago del Kremlin! Le respondí que tenía el libro delante de mí y que veía por la ventana la casa del autor. Esa conversación despertó mi curiosidad por el libro, así que me puse manos a la obra. Me pareció una novela muy original, tanto por su gran calidad literaria como por la forma tan inteligente y precisa con la que plasmaba las maquinaciones del poder contemporáneo.

Incluso cuando relataba hechos sobre los que había leído superficialmente, me sorprendía constantemente la perspectiva desde la que planteaba las complejidades inherentes al ámbito político, siempre original y perspicaz. Sin embargo, no estaba seguro de que hubiera material suficiente para un filme. La trama es un tanto abstracta y se basa mucho en diálogos; además, me parecía que había cosas que en la novela resultaban evidentes, como las reflexiones sobre el poder y la historia moderna de Rusia, que me parecían más complicadas de abordar en la gran pantalla. Le di una pensada muy larga y después llamé al productor para explicarle los impedimentos que me surgían a la hora de adaptar El mago del Kremlin al cine. Le comenté que no veía bien cómo resolver esos escollos.

P: Al final cambiaste de opinión...

R: Pasados unos días, me llamó mi amigo y agente François Samuelson y él también me habló del libro: "¿Has leído El mago del Kremlin? He hablado de la novela con Emmanuel Carrère, que a su vez ha hablado con su madre Hélène Carrère-d'Encausse, y los dos están emocionados. ¿Tú qué opinas?". Le dije que yo también la había leído y compartía su entusiasmo, pero que en lo que respecta a una adaptación cinematográfica, no tenía muy claro por dónde cogerlo. Entretanto, hablé también del tema con mi productor Olivier Delbosc (por aquel entonces estábamos trabajando en Tiempo compartido), quien me animó a darle otra vuelta porque le parecía un proyecto interesante. Así fue como empezamos a hablar François Samuelson, Emmanuel Carrère, Olivier Delbosc y yo. A partir de esas conversaciones, volví a sumergirme en el libro y vi que quizá sí había forma de adaptarlo si colaboraba con Emmanuel en el guion. Nos conocíamos desde hacía años, porque ambos empezamos como críticos de cine, que es un mundo muy pequeño. Me atraía mucho la idea de volver a colaborar en un proyecto tan ambicioso. Emmanuel aportaba su cultura familiar y sus conocimientos sobre la historia rusa y una comprensión mucho más profunda que la mía sobre la Rusia contemporánea. No solo habla el idioma, sino que ha realizado un trabajo de investigación de campo sobre la Rusia postsoviética. En resumidas cuentas, me di cuenta de que El mago del Kremlin contenía los elementos necesarios para sacar una película ambiciosa y llena de matices, pero también que nos llevaría mucho tiempo pulirla para llevar la historia al cine en condiciones.

P: ¿Cómo ha sido el trabajo de adaptación para escribir el guion con Emmanuel Carrère? ¿Qué libertades os habéis tomado?

R: De primeras, me reuní con Giuliano da Empoli, con quien he entablado una gran amistad, y se convirtió en una especie de ángel de la guarda del proyecto. Tras el éxito del libro había recibido un montón de propuestas para llevarlo al cine, pero siempre quiso que fuéramos Emmanuel y yo quien nos encargáramos de adaptar su novela. Ha sido un gran apoyo y siempre ha sido consciente de que el filme distaría del libro. De hecho, hemos tenido que tomarnos algunas libertades con respecto al texto original para, por ejemplo, darle una dimensión visual a determinadas escenas muy dialogadas, que resultarían muy estáticas filmadas tal cual. Había que encontrar la energía de la época para trasladar al cine los acontecimientos históricos que la marcaron y plasmar la magnitud de las localizaciones y decorados. Por otra parte, al igual que multitud de lectores, pensé que había que desarrollar más el personaje de Ksenia, puesto que desde el principio me pareció muy importante tener un personaje femenino potente en el centro de la historia. Era algo que me faltaba en el libro.

P: ¿Cómo ha sido el trabajo de investigación? ¿Os habéis ceñido al libro o habéis indagado más a fondo?

R: Tuve que familiarizarme con los lugares, el momento histórico y los personajes. No soy ruso, pero de la experiencia de Carlos sabía que la única obligación de un cineasta al hacer un filme sobre política contemporánea es mantenerse fiel a la verdad. Es imprescindible tener un conocimiento de los hechos lo suficientemente sólido como para narrar los acontecimientos de manera auténtica, sin engaños ni aproximaciones. Partiendo de una base firme, uno ya se puede permitir libertades narrativas, pero el nivel de exigencia debe ser extremo con respecto a los hechos políticos e históricos, puesto que de ello depende la credibilidad de la película. De ahí que haya realizado una importante labor de investigación y haya colaborado con una documentalista que nos ayudó a encontrar un montón de material de archivo, desde documentales televisivos hasta piezas sobre la época. Por su parte, Emmanuel también me recomendó diferentes novelas que acompañan y completan el libro de Giuliano, o bien profundizan en el tema. Mantuvimos un diálogo abierto y cuando teníamos alguna duda sobre la veracidad de algún hecho o alguna hipótesis, Giuliano nos echaba una mano. Luego, durante el proceso de preproducción en Riga (Letonia), me reuní con periodistas rusos que habían conocido a Vladislav Surkov y a Borís Berezovski. No tuve que buscar muy lejos, ya que los productores letones del filme habían sido periodistas políticos en Rusia y habían tenido ocasión de tratar con los principales protagonistas de nuestra historia. Todos ellos nos sirvieron de fuentes de información muy valiosas y, por lo general, muy fiables.

P: La faceta más fascinante de Vadim Baranov, ese hombre en la sombra, ese "hacedor de reyes", es su capacidad, sutil, discreta y casi secreta, para crear desde cero al nuevo dirigente de Rusia.

R: No tenía ni idea de cómo había sido el proceso que llevó a Putin al poder, y me pareció fascinante. Tampoco era consciente de la existencia de Vladislav Surkov, que sirvió como una de las fuentes de inspiración del personaje de Vadim Baranov, aunque no se puede confundir a los dos hombres. El primero es un personaje detestable, mientras que el segundo, si bien es perverso y cómplice de los peores abusos de poder, posee cierta humanidad. Sin embargo, queríamos eximir menos a Baranov de lo que hace Giuliano en su libro, ya que él podía tomarse más licencias que nosotros porque escribió la novela antes de la invasión de Ucrania.

Envié a Paul Dano una primera versión del filme para que me diera sus impresiones y me respondió con un análisis tan conciso como perspicaz: "El tema de la película es la complicidad y cómo el azar o los vaivenes de la vida nos pueden convertir en cómplices del mal", venía a decir. Baranov se caracteriza por tomar cierta distancia con los hechos, por mostrarse algo indiferente, algo que también le permite ocultar su perversidad, aunque en el fondo lo que le condena es que es cómplice del poder y cómplice de lo peor. En ese sentido, su historia tiene un valor universal porque muestra cómo cada uno de nosotros puede verse envuelto en lo peor de su época.

P: ¿Crees que se pueden trazar paralelismos entre el mundo de Baranov y el clima mediático y político actual, en el que a menudo la construcción del relato hace las veces de realidad?

R: Se trata de hechos que ocurrieron hace más de una década, en un momento en el que se estaban perfeccionando estrategias y métodos políticos que cada vez cobran más importancia en el ejercicio del poder contemporáneo y que tienen, huelga decirlo, unos efectos totalmente destructivos. Resulta muy evidente decirlo, porque hoy en día todos somos conscientes de ello, pero lo que me interesaba era mostrar cómo las personas del círculo de confianza de Vladímir Putin implantaron estrategias que cambiarían el curso de la política moderna.

P: Da la sensación de que en el círculo de Baranov los oligarcas y demás figuras importantes, tanto del mundo de los negocios como de los medios de comunicación, no son más que marionetas.

R: Baranov es un manipulador. Posee una inteligencia particular y un don para la estrategia que le da una ventaja inicial sobre los demás, incluso sobre las personas que están de su lado. Esa astucia es la que le lleva a actuar en función de cómo va cambiando el mundo contemporáneo y, por consiguiente, teniendo en cuenta las transformaciones del campo de batalla de la política contemporánea. Como no da puntada sin hilo, entiende que el mejor escenario para esta guerra es internet. En el filme dice que los estadounidenses inventaron el algoritmo y ahora a ellos les toca demostrar que saben sacarle punta. De cierta manera, Baranov entiende que el mundo está cambiando y que para salir adelante en un panorama en plena transformación hay que ir más rápido, más lejos y con más fuerza que los rivales, puesto que de lo contrario, uno se arriesga a que lo aniquilen.

P: ¿Podríamos decir que el filme se divide en tres grandes capítulos: el periodo de efervescencia de los años 90, justo después de la caída de la Unión Soviética; la llegada al poder de Putin y, por último, ¿la consolidación de la tiranía?

R: Sí, desde luego. Durante el periodo estrictamente postsoviético, a principios de la década de 1990, la juventud tenía la sensación de que se iban a comer el mundo. Pensaban que de la caída de la Unión Soviética iba a salir una democracia en la que iban a poder reinventarse y vivir su época de una forma que a sus padres se les había negado. Ese corto periodo de libertad correspondió a la presidencia de Yeltsin, aunque esa democracia embrionaria estuviera al servicio de los oligarcas. Pero poco a poco, ese soplo de libertad se fue reprimiendo y desalentando hasta que fue aniquilado por completo, para ser reemplazado por un régimen que parece el de la Unión Soviética en versión 2.0.

P: ¿Cuáles son las motivaciones reales de Baranov en ese momento de su vida? ¿Puede ser que lo que le mueva sea el odio hacia los valores de Occidente?

R: Todo depende de qué valores estemos hablando. Baranov tiene cultura rusa y occidental; intelectualmente es híbrido. No sé decir si para Surkov también era así, ya que no nos preocupamos demasiado por el "verdadero" Surkov cuando escribimos el personaje. Pero Baranov, tal y como lo imaginó Giuliano y como lo hemos desarrollado con Paul Dano, se define por una cultura y una perspectiva del mundo mucho más cosmopolita que la de la población rusa de su generación. Su conocimiento de la historia y de la filosofía supera con creces al de las demás personas con las que se codea en los círculos de poder. Y eso es lo que de cierta manera le da la ventaja que comentaba antes. Cuando es víctima de sanciones y se encuentra bajo arresto domiciliario en Rusia, la situación le afecta porque, por mucho que diga, esa situación le lleva a perder una parte de sí mismo.

P: El personaje de Borís Berezovski en un principio apoya la elección de Putin, pero acaba convirtiéndose en uno de sus principales opositores.

R: Todo lo relacionado con el personaje de Borís Berezovski tiene una firme base real y además, como falleció, podemos hablar de él con total libertad. En lo que se refiere a otros personajes hemos tenido que ceñirnos a las recomendaciones de nuestro equipo de legal, por lo que a veces hemos tenido que suavizar algunas representaciones para evitar el riesgo de que nos demanden por difamación. El Berezovski de la película se parece bastante al hombre real: era un profesor de matemáticas que aprovechó el fin del imperio soviético para hacer negocios muy lucrativos que lo llevaron a codearse con la cúpula del poder. Acabó convirtiéndose en el asesor en la sombra de Yeltsin, que por entonces se encontraba en un estado lamentable, hasta el punto de que prácticamente hacía las veces de presidente de Rusia durante el segundo mandato de Yeltsin. Por otra parte, él se da cuenta antes que nadie de que con Yeltsin el país está abocado al desastre. Comprende que no va a terminar su mandato y que hace falta buscarle un sucesor capaz de mantener el sistema a flote. De ahí que se fije en un personaje que por aquel entonces no era conocido, aunque sí era manipulable: el director del Servicio Federal de Seguridad (SFS), Vladímir Putin. Cuando Putin se convierte en presidente, la rivalidad entre ambos se dispara. Berezovski no pudo enfrentarse al aparato de contraespionaje ruso, por lo que tuvo que renunciar a su fortuna y se exilió forzosamente. En 2013 lo encontraron ahorcado en el baño de una de sus residencias en Inglaterra.

P: ¿Quién es Ksenia, el único personaje femenino en ese universo tan masculino? ¿Dirías que representa la verdadera libertad?

R: En ese mundo de hombres, donde la libertad de pensar, de actuar y de expresarse está tan limitada, quería que hubiera una joven con autonomía, libertad y capacidad de pensamiento crítico que pudiera juzgar constantemente al hombre que ama y enfrentarlo a la realidad de sus actos. Baranov tiene que dar la cara, por el amor que los une, por su pasado y por el idealismo de su juventud.

Al igual que ocurre con Berezovski, si bien de una forma distinta, Ksenia juzga a Baranov y lo cuestiona. Ella nunca se deja engañar por sus estrategias. No solo es uno de los ejes de la película sino que, de hecho, es uno de los motores de la narración.

P: ¿Dirías que el filme es un thriller político, un estudio psicológico o una reflexión sobre el poder?

R: ¿Por qué no las tres cosas? La película quiere arrojar luz sobre acontecimientos políticos complejos para acercarlos al público por medio de una trama que resulta fácilmente comprensible sin haber estudiado ciencias políticas. La clave está en reducir los hechos a lo esencial, centrándonos en lo que los hace interesantes por su carácter universal. No se trata solo de Vladímir Putin o de la Rusia actual, sino de cuestiones más amplias y universales.

De hecho, cuando hablé con Giuliano de su novela me sorprendió una cosa que me dijo. Yo le comenté que el libro me había encantado y que me imaginaba que habría consultado a fuentes en las más altas esferas de la administración para manejar datos tan precisos sobre todos esos asuntos. Me quedé de piedra cuando me respondió: "Para nada. Si solo he estado unas cuatro o cinco veces en Rusia y no tengo ningún topo en la administración. Pero sí fui asesor de cultura de Matteo Renzi cuando era alcalde de Florencia y después fui asesor cuando fue presidente del Consejo. En el fondo, acercarse al poder y familiarizarse con su vocabulario y sus fórmulas viene a ser igual en Rusia y en Italia. Lo mismo da. Entendí cómo funcionaba el poder en Rusia observando la realidad del día a día junto a Renzi".

P: ¿Has sentido la obligación de mantenerte fiel a determinados acontecimientos históricos o has tomado conscientemente la decisión de difuminar las líneas entre la realidad y la ficción?

R: En ocasiones hemos acelerado y jugado con la cronología en pro del guion, pero me prohibí hacer trampas. Quería mantenerme lo más cerca posible de los hechos, a sabiendas de que estaba adaptando una novela que ya se había tomado alguna que otra licencia. Emmanuel me ha ayudado a darle realismo y veracidad al guion, y también a desarrollar una crítica lo más mordaz posible a la forma de entender la moral y la democracia que se permitían los dirigentes rusos de entonces y que siguen permitiéndose hoy.

P: El Putin del filme es un personaje eminentemente complejo.

R: Eso es porque para mí la política existe en el territorio de lo complejo y no en el de la simplificación ni la demagogia, ¡esto no es el telediario! El filme se ambienta en un mundo difícil de entender donde, por regla general, la explicación más retorcida es la más auténtica y veraz. La política tiene una dinámica diferente según el país, el momento histórico y el contexto, pero en el fondo, la cuestión del poder es siempre la misma. Giuliano, como buen político, ha leído a Maquiavelo y a Baltasar Gracián, y aunque no aplica sus principios de forma literal, sí comprende los mecanismos y las cuestiones inmutables. Yo, que tengo una cultura política mucho más limitada que la suya, también he entendido siempre así la política y he reflexionado sobre mi época desde esa misma perspectiva.

P: ¿Cómo ha sido el proceso de creación de los personajes?

R: El personaje más difícil ha sido Putin porque lleva en el poder mucho tiempo y sale todos los días en el telediario. Todo el mundo le pone cara, así que el mayor reto del filme ha sido conseguir que Jude Law quedara creíble como Putin. Jude y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, desde que coincidimos en el jurado del Festival de Cannes de 2011 y nos llevamos muy bien. A lo largo de los años me ha propuesto participar en uno o dos proyectos como productor, aunque ninguno ha salido adelante, por desgracia. He seguido su carrera como espectador y me da la sensación de que cada vez le gusta más caracterizarse y ha desarrollado una gran capacidad de transformación. Así que, aunque no se parece físicamente, ha sabido cómo meterse en la piel de Putin y crear un personaje real. Hay algo de Putin que se deja ver en Jude. Dicho esto, por mucha transformación que haya hecho, Jude conserva mucha más humanidad que el personaje que retrata. Lo cual no es muy difícil.

Para los otros papeles ha sido más sencillo porque, ya fueran ficticios o reales, el público no tenía por qué conocer su rostro y eso nos ha liberado de buscar un parecido. Me he decantado siempre por contar con los mejores actores, sobre todo porque sabía que la interpretación iba a tener mucho peso en la película. Hemos conseguido un elenco impresionante, no me lo esperaba para nada.

Paul Dano interpreta a un personaje de ficción y resulta creíble desde el primer momento. Es un actor impresionante, que sabe transmitir todos los matices y logra dar con el aspecto más íntimo de su personaje gracias su virtuosismo y su minuciosa capacidad para fijarse en detalles a priori insignificantes, que son los que le dan realismo a la interpretación. Tiene tal control sobre sí mismo que a veces te mareas viéndole trabajar. En la sala de montaje a menudo buscamos la mejor toma, pero con Paul todas son buenas. Cada una cuenta algo diferente, como si su trabajo consistiera en ofrecer al director un abanico de opciones que abarcan todo el espectro de la escena.

Tuve clarísimo que Alicia Vikander sería la intérprete perfecta para dar vida a Ksenia. Había trabajado con ella en la serie Irma Vep (HBO) y habíamos congeniado mucho. Muy pronto me di cuenta de que ella interpretaría a Ksenia. De hecho, podría decirse que el personaje se inspira en ella.

P: ¿Supiste enseguida que rodaríais la película en inglés?

R: Absolutamente, nunca nos planteamos hacerlo de otro modo. Además, incluso si hubiéramos decidido rodar en Rusia, cosa altamente improbable, no hubiéramos encontrado a ningún intérprete que se hubiera arriesgado a participar en una película crítica con Putin. Por otra parte, tampoco hubiera conseguido financiación para el filme si no se hubiera rodado en inglés y con intérpretes conocidos.

Lo que sí tuvimos que plantearnos fue si dejar que cada intérprete mantuviese su acento, porque Paul es estadounidense, mientras que Jude, Tom Sturridge y Will Keen son ingleses, Alicia es sueca y la mayoría de los personajes secundarios están interpretados por actores letones. Me parecía arriesgado, pero tampoco teníamos alternativa. Al principio lo que hicimos fue intentar que quedara lo más homogéneo posible, sin que su forma de hablar sonara demasiado británica o estadounidense, según sus orígenes. Por ejemplo, Paul se esforzaba mucho por suavizar su acento estadounidense, para mantener una tonalidad más europea. Algo que le resultaba más sencillo a Jude y a Alicia. Pero luego me relajé con ese tema. Me di cuenta de que lo más importante era contar con el mejor elenco posible, ya fuera anglosajón o letón, y dejar que los actores hicieran su trabajo.

P: ¿Cómo se han preparado los actores para interpretar a personajes inspirados en personas reales?

R: Paul se lo trabajó muchísimo y es muy exigente consigo mismo y su trabajo interpretativo. Se sumergió en la Rusia de aquella época y cada vez que se topaba con alguna línea de diálogo que no le cuadraba, ya fuera por lo que decía o por el contexto histórico, me lo comentaba y a veces tenía razón. Así que hizo un trabajo muy minucioso de investigación y preparación. Por su parte, Jude también se ha preparado a conciencia. Quiso reunirse con Giuliano para plantearle preguntas sobre Rusia y sus fuentes de inspiración. Trabajó los gestos, la forma de hablar, de caminar y todo el aura de Putin. Le marcó mucho un cosa que dijo Putin cuando Berezovski le propuso la presidencia, ya que Putin le vino a responder que él no se expresaba bien y solo había hablado una o dos veces en público sin gran éxito. Jude se quedó con esa idea y creó un personaje un tanto rígido, torpe, al que le cuesta enunciar sus palabras, pero que al mismo tiempo era seguro de sí mismo. Transmite mucha confianza, pero siempre está algo trabado en sus discursos y no se expresa con fluidez. Me ha parecido muy acertado centrarnos en ese aspecto de su personalidad y en el montaje le di prioridad a las tomas en las que más titubeaba, porque creo que le dan fuerza y personalidad a la interpretación de Jude. Incluso cuando había tomas en las que clavaba el diálogo, me decantaba por aquellas en las que se trababa un poco porque me parecía que captaban mejor quién era en realidad su personaje.

P: ¿Por qué habéis optado por rodar en Letonia?

R: Le copié la idea a Kirill Serebrennikov, que utilizó Letonia para ambientar Rusia en Limonov. Por supuesto, era inviable rodar en Rusia y, durante un tiempo, no sabíamos dónde filmar. No encontrábamos ni las localizaciones ni los decorados que necesitábamos en ningún país y andar viajando implicaba una logística desmesurada. No hubiéramos tenido presupuesto para hacerlo y el filme no hubiera salido adelante.

Pero cuando empezamos a buscar localizaciones en Letonia, nos dimos cuenta de que nos ofrecía una gran variedad de decorados y ambientes que nos funcionarían siempre que filmáramos toda la película allí. Nos pareció factible. Letonia hizo las veces de Moscú, San Petersburgo, el mar Negro e incluso Suecia. Por ejemplo, reconstituimos el palacio del Kremlin en un castillo del siglo XVII en el suroeste de Letonia, en lo que fue el Gran Ducado de Curlandia.

Los únicas escenas que no pudimos recrear en Letonia fueron las del cabo de Antibes y la Costa Azul, que rodamos en tres días en el sur de Francia.

P: ¿Dónde se recreó el despacho de Putin?

R: En un edificio en Riga construido en 1900 donde había tres grandes estancias. Lo hemos utilizado como si fuera un estudio. Reconstruimos todo lo que necesitamos. El director de arte recurrió a toda la documentación que encontró para diseñar con la mayor fidelidad posible el despacho de Putin, pero tuvimos que completarlo con mobiliario que encontramos en países vecinos y también mandamos fabricar unas sillas en Polonia. Queríamos evocar la fastuosidad de los hombres de Estado rusos de aquella época y no encontrábamos equivalentes en Letonia.

Por el contrario, fuimos menos rigurosos con su despacho de director del SFS, básicamente porque no disponíamos de fotos que pudieran guiarnos.

P: En ocasiones se han incluido imágenes de archivo. ¿A qué responde esta decisión?

R: Contamos con tres tipos de archivos. En primer lugar, están los archivos que necesitábamos para mostrar cómo era Moscú y que hemos integrado en la película. Después, hay imágenes de archivo de los acontecimientos políticos, con personajes reales. Por último, están los archivos que no hemos podido utilizar como, por ejemplo, imágenes de la reelección de Yeltsin o el anuncio de su dimisión, porque tuvimos que recrear esas escenas con el actor que interpreta a Yeltsin a partir de las imágenes existentes. Filmamos todas las imágenes "oficiales" de Yeltsin y después las hemos tratado para conseguir la textura específica de las imágenes que se emitían en televisión en la época. Paradójicamente, las imágenes que nos han resultado más difíciles de conseguir han sido las de las dos ceremonias de investidura de Putin. Los vídeos de la época han envejecido muy mal y la calidad de las imágenes era terrible.

P: ¿Cuál ha sido el criterio utilizado para la dirección artística? ¿Habéis querido que el estilo visual evocase el universo de sombras, espejos y manipulación?

R: No parto de una idea preconcebida ni mucho menos de teorías fijas a la hora de diseñar una película. Mi intención es siempre la de rodar un filme lo más realista posible con el mejor equipo posible. Tanto el operador de cámara Yorick Le Saux como yo trabajamos de una manera muy instintiva, si bien partimos de un marco de referencia establecido. Para El mago del Kremlin decidimos rodar en Cinémascope. No es que fuera lo más cómodo ni tampoco tomamos esa decisión desde el principio, pero nos dimos cuenta de que le daría una profundidad de campo y una amplitud visual que encajaba muy bien con lo que queríamos hacer con el proyecto. Los personajes se iban a mover por espacios muy grandes porque mi intención era trasladar la idea de que el poder es espacio, mucho espacio. No hay más que ver el despacho de Putin: al principio no me lo imaginaba así, pero mientras preparábamos la película me di cuenta de que poder y espacio iban de la mano.

Por supuesto, no utilizamos el mismo planteamiento para las escenas de registro político que para las de la fiesta punk de los años 90. Esas las rodamos cámara en mano para recrear la energía y el caos de la época.

P: Las redes sociales y los medios digitales desempeñan un papel muy importante en la construcción del relato. ¿Habéis querido mostrar cómo los nuevos medios influyen en el poder?

R: No pretendo pontificar sobre el tema, pero me interesaba cómo había descrito Giuliano el fenómeno en su libro: internet es, sin duda, el nuevo campo de batalla y eso se refleja en las estrategias que se utilizan hoy en día. Hablamos de la Rusia de Vladímir Putin, pero creo que Xi Jinping, Mark Zuckerberg o Donald Trump son tan políticos como él, cada uno a su manera y con un planteamiento diferente. Su autoridad se basa en la manipulación de los algoritmos que determinan la continuidad de su poder.

P: ¿Qué directrices habéis seguido con la música?

R: No hay una banda sonora como tal, aunque sí se han incluido varios temas compuestos por Thurston Moore, cuyo universo sonoro encajaba muy bien con lo que estaba buscando. Además, habíamos colaborado anteriormente en proyectos como Irma Vep.

También he utilizado temas de un músico italiano al que admiro mucho, Franco Battiato, que fue pionero de la música electrónica.

Debo añadir que he tenido el placer de volver a trabajar con Angelin Preljocaj, con quien colaboré en Irma Vep, que se ha encargado de diseñar las pocas coreografías para este filme.

P: ¿Has pensado en cómo será la acogida de la película teniendo en cuenta el clima geopolítico actual, sobre todo en Rusia y en Occidente?

R: Ni siquiera nos hemos planteado la posibilidad de estrenarla en Rusia. En cualquier caso, en cuanto se aborda un tema político, sabemos que se presta a la interpretación del público, porque cada persona lo entiende, lo percibe e incluso lo analiza de manera diferente. Con La Red Avispa, que trata temas todavía más antiguos, pensé que íbamos a poder contar la historia con bastante libertad y ciñéndonos a los hechos tal y como ocurrieron. Sin embargo, me sorprendió ver que las emociones seguían a flor de piel porque la película suscitó reacciones muy violentas por parte de la comunidad cubana de Miami, aunque no se los representaba ni mejor ni peor que a los cubanos de Cuba. Por el contrario, pensé que Carlos iba a provocar un gran revuelo político y no pasó nada. No tengo ni idea de cómo será recibida El mago del Kremlin, aunque partiendo de la base de que nos ceñimos a los acontecimientos, no me parece que el filme vaya a suponer un problema importante.