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HamnetDirigida por Chloé Zhao
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Película de la directora Chloé Zhao (Nomadland, Eternals). La cinta, que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Telluride y se ha presentado en el Festival de Cine de Toronto, está basada en la galardonada novela de Maggie O'Farrell Hamnet y adaptada para la pantalla por Zhao y la propia O'Farrell, la película está protagonizada por la nominada al Oscar® Jessie Buckley (La hija oscura), el nominado al Oscar® Paul Mescal (Desconocidos), la también nominada al Oscar® Emily Watson (Hilary y Jackie, Rompiendo las olas) y Joe Alwyn (The Brutalist). HAMNET está producida por Liza Marshall, Pippa Harris, Nicolas Gonda, Sam Mendes y Steven Spielberg; y cuenta con la producción ejecutiva de Kristie Macosko Krieger, Laurie Borg y Zhao. El director de fotografía es Łukasz Żal, la diseñadora de producción es Fiona Crombie, el montaje corre a cargo de Chloé Zhao y Affonso Gonçlaves, la diseñadora de vestuario es Malgosia Turzanskay la música está compuesta por Max Richter.


Unas palabras de Chloé Zhao
HAMNET trata del amor y de la muerte, y de cómo estas dos experiencias humanas básicas pueden transmutar y transformarse a través del arte y de la narración.

Es una historia de metamorfosis.

No suelo encontrar las palabras adecuadas para describir por qué elijo un proyecto. A menudo, me guío por instinto, una querencia que siento en el centro de mi corazón. Aparecen historias en mi vida como si yo las hubiera elegido y no tengo más remedio que rendirme a ellas. HAMNET llegó a mi vida como un susurro que se tornó en huracán. Para cuando este viaje tocó fin, me sentía totalmente enternecida. He experimentado realmente lo que es vivir con el corazón abierto de par en par en el epicentro de una tormenta; la belleza, el dolor y la emoción al filo de la aniquilación y el silencio.

Desde un agujero negro en el terreno del viejo bosque en primavera a la oscura puerta que conduce al escenario del Globe Theatre, descendí con un pueblo de almas valientes y juntos nos abrazamos con fuerza y nos dejamos llevar por las corrientes subterráneas de nuestro subconsciente. En medio del caos, les pedimos a Agnes y a William que nos guiaran. Les pedimos también que nos guiaran a todas las mujeres del pasado y del presente que han sufrido un dolor y una pérdida inconmensurable, y a todos los hombres que han reprimido sus sentimientos y han huido de sí mismos. Les pedimos al bosque, al río y a la tierra que nos guiaran, y les pedimos a nuestros propios corazones indómitos que anhelan desesperadamente paz y libertad que nos guiaran. Al final, mientras bailábamos sobre el escenario del Globe y también en torno a él, los velos que separan realidad y ficción, pasado y presente, lo visible de lo invisible, el amor y la muerte, acabaron disolviéndose. No había separación alguna. Fuimos uno en esos valiosos momentos. Lo sentí en mi cuerpo, en mis huesos, que el amor no muere; se transforma.

Llevo toda la vida temiendo la muerte y, como resultado, he tenido también miedo a amar. No sabía cómo mantener mi corazón abierto contemplando la impermanencia de la vida. He hecho cuatro películas sobre personajes que experimentan una gran pérdida y que se reencuentran consigo mismos a través de la aceptación. HAMNET es el resultado acumulativo de ese viaje. Valiéndome de la sagrada obra Hamlet de Shakespeare como vehículo conductor, me adentré en las simas del inframundo para dar con lo que estaba perdido, eso que me hacía temer tanto la experiencia del amor y de la muerte. Maggie ha abierto un portal con su libro, un puente para que conectemos con Will como nunca antes.

«Todo lo que vive debe morir, pasando por la naturaleza a la eternidad».
«Ser o no ser, esa es la cuestión».
«El resto es silencio».

Will había escrito una historia sobre amor y muerte, y ha sido un honor y una suerte para mí poder interpretar sus mensajes para el público de hoy. Supimos, sentimos que estaba con nosotros.

En nuestra historia, Agnes y William se enamoran y forman una bonita familia hasta que ambos se ven en una encrucijada tras la muerte de su hijo. No eran capaces de volver al pasado ni de superarlo. Se sienten congelados en un lugar liminal, atraídos a rumbos opuestos, pero incapaces de moverse un ápice.

En esa tensión es donde ocurrió la ALQUIMIA. En física, cuando las fuerzas tiran o empujan en direcciones opuestas, generan tensión. Cuando una tensión es demasiado fuerte, produce movimiento y un nuevo estado de equilibrio: en el momento exacto en el que Will se halla entre tierra mar, entre la vida y la muerte, nació una de las grandes obras de la literatura.

Nuestro mundo se encuentra ante un umbral. Todos sentimos la inmensa tensión y la presión. Sentimos que se aproxima un nuevo estado de equilibrio. Muchos de nosotros estamos congelados en un lugar liminal, con miedo a movernos. Veo ese miedo que me reconcome en las miradas de los demás. El miedo de lo que está por llegar. El miedo a no tener control sobre nuestras propias vidas. El miedo a ya no sentirnos seguros en este mundo. El miedo a no poder conocer el amor incondicional. Y, en último término, el miedo a la muerte, a una muerte sin significado alguno.

La razón más profunda que me ha llevado a hacer esta película es desmontar ese miedo mostrando el poder de la metamorfosis que albergamos en nuestro interior como seres humanos y nuestra capacidad para trasmutar nuestras experiencias, por dolorosas que sean.

Nacemos en este mundo sintiendo la tensión del vacío. Debemos elegir mantener nuestro corazón abierto y atravesar las llamas.

El amor no muere; se transforma. Es la mayor metamorfosis de este universo y espero que nuestra película sirva como un humilde recordatorio de eso.


Dentro de la historia
Con películas cargadas de tantos matices, sensibilidad y percepciones como The Rider, de 2017, y el drama ganador del Oscar® a la Mejor Película en 2020 Nomadland, la directora y guionista Chloé Zhao se ha ganado su reputación de ser una de las cineastas de talento más singular de su generación. Ahora, como guionista, productora, directora y montadora, aporta su visionario enfoque a HAMNET. La película se centra en el matrimonio entre Agnes y William Shakespeare y explora los tumultuosos eventos acontecidos en torno al hijo de la pareja, Hamnet, que acabaron inspirando la creación de la intemporal obra maestra del Bardo, Hamlet.

Se trata de una película nacida de las páginas de la aclamada octava novela de Maggie O’Farrell, Hamnet, que ganó el Premio National Book Critics Circle y el Premio de Ficción Femenina, además de ser citada como una de las mejores obras de ficción de 2020 en la New York Times Book Review. Para O’Farrell, se trata de una historia que llevaba casi tres décadas queriendo contar, después de descubrir los detalles poco conocidos de la vida familiar de Shakespeare, en concreto en torno a la muerte de su único hijo varón Hamnet, que murió víctima de la peste con solo 11 años.

«Siempre me pareció muy injusto que nadie nunca hiciera ninguna conexión entre ese niño llamado Hamnet y la obra escrita cuatro o cinco años después llamada Hamlet», cuenta O’Farrell. «Es un niño totalmente denostado, una mera nota al pie de página en la historia de su famosísimo padre. Por eso, mi motivación para escribir el libro era ponerlo sobre el escenario para decir que ese niño fue muy importante. Fue un niño amado. Sin él, no tendríamos Hamlet. Con todo lo que le debemos, no forma parte en modo alguno de la conversación».

Aunque es quien da nombre a la novela de O’Farrell, lo cierto es que el muchacho no es el protagonista central de su historia. Ese papel recae en Agnes (O’Farrell ha decidido llamarla por su verdadero nombre, no por el apelativo familiar Anne, que fue el que acabó popularizándose como tal). Esta curtida halconera, recolectora y sanadora es un espíritu tan libre como el paisaje verde y exuberante que rodea su hogar. Su fuerte conexión con el mundo natural linda con lo místico, y su actitud salvaje y poco convencional se convierte instantáneamente en un imán para Will, que también alberga sentimientos rebeldes contra su dominante padre y las estrictas formas de la sociedad del siglo XVI.

Juntos, forman un formidable dúo cuyas pasiones están totalmente sincronizadas durante gran parte de los primeros años de su matrimonio. Sin embargo, su vínculo comienza a debilitarse cuando Will, alentado por Agnes, persigue sus sueños de manifestar su expresión artística. Sus desplazamientos de Stratford-upon-Avon, donde viven, a Londres para trabajar en el teatro se convierten en el aire que Will respira, algo que su mujer comprende a la perfección, pero su ausencia se deja sentir muy intensamente en su familia, en particular por el pequeño Hamnet. Agnes se emplea a fondo para crear un acogedor hogar para el pequeño y sus dos hermanas, Susanna y Judith, aunque hay fuerzas demasiado poderosas incluso para la madre más ferozmente protectora.

Tras la súbita enfermedad y muerte del pequeño Hamnet, la familia se queda devastada por la pérdida, pero Agnes debe mantenerse firme en su entrega a sus hijas y su marido. Pese a todo, a la pareja le cuesta pasar página tras la espantosa tragedia y hallar el camino al perdón, la aceptación y la realización. Agnes se cobija en la naturaleza, mientras que Will vierte toda su pena en una obra que sobrevivirá a lo largo de los siglos, Hamlet (que, en el siglo XVI, era una variante común del nombre de su hijo), sobre un príncipe adolescente que sobrevive a su padre asesinado. Cada uno de ellos descubre una especie de catarsis en el acto de la creatividad y la imaginación, dando significado al sufrimiento que han experimentado.

El viaje de HAMNET a la pantalla comenzó cuando la productora y fundadora de Hera Pictures Liza Marshall recibió una copia preliminar en noviembre de 2019, varios meses antes de la publicación del libro en marzo de 2020. «Como me había leído todas las anteriores novelas de Maggie O’Farrell y soy superfán, me leí el libro de una sentada en una sola noche y me enamoré totalmente de él», recuerda Marshall. «Me pareció una obra extraordinaria y conmovedora».

Para asegurarse los derechos para adaptar la novela, Marshall acabó asociándose con Pippa Harris de Neal Street Productions (1917) y Nicolas Gonda de Book of Shadows (Knight of Cups) en el proyecto. Harris también había leído la novela de O’Farrell y le pareció meticulosamente investigada e increíblemente conmovedora. El socio productor de Harris, el oscarizado cineasta Sam Mendes, se apuntó a la iniciativa para producirla. También se unió la productora de Steven Spielberg Amblin Entertainment, con la que Neal Street ya había trabajado en el galardonado drama de la Primera Guerra Mundial 1917. La leyenda de la industria cinematográfica decidió formar parte también como productor de la cinta.

Para los productores, reclutar al cineasta adecuado para tomar las riendas del proyecto era fundamental; buscaban a alguien que respondiese a la esencia elíptica de la narrativa de O’Farrell y la naturaleza poco convencional de su heroína. Todos coincidieron en que la guionista y directora de origen chino y criada en Gran Bretaña Chloé Zhao, dado su impecable currículum, sería la candidata ideal. «Liza, Pippa, Steven y yo creíamos firmemente que Chloé era la directora perfecta para este material. No solo puede presumir de un enfoque absolutamente único del proceso de creación de una película, sino que también se trata de una de las almas más empáticas que he conocido jamás. Su estrecha colaboración con Jessie, Paul y el resto del reparto permitió a estos florecer como actores de una forma extraordinaria y hacer una película que combina crudeza y delicadeza de un modo totalmente inédito en mi experiencia», asegura Mendes.

«La preciosa y memorable narrativa de la novela best seller de Maggie O’Farrell merecía representarse en la gran pantalla por obra de una cineasta que protegiese la integridad del material y demostrara una compresión intuitiva del complejo viaje emocional que los personajes (y el público) realizan durante el transcurso de la historia. Solo había una directora que yo pudiese asegurar que llevaría Hamnet a la pantalla con ese mimo tan compasivo, y no era otra que Chloé Zhao», dice Spielberg. «Al adaptar la novela con Maggie, la inherente humanidad de Chloé, su infalible sentido de la narrativa y su don para conseguir que los actores desplieguen actuaciones impresionantes impregnan cada toma de HAMNET».

Zhao, que fue la primera mujer asiática de color en ganar el Oscar® a la Mejor Dirección por Nomadland, y que también se alzó con la estatuilla a la Mejor Película, se había granjeado la aclamación del público como una cineasta cuyas obras, que a menudo cuentan en su reparto con actores no profesionales, son historias visualmente impactantes que exploran la condición de la gente que vive en los márgenes de la sociedad con una gran sensibilidad y mucha perspicacia.

«Chloé tiene un don extraordinario para destilar la esencia más pura de las historias, desvelando el alma dentro de su estructura», dice Gonda, productor. «No se limita a contemplar la superficie de una historia; quiere entender lo que palpita más en su interior. Con una figura tan emblemática e inescrutable como Shakespeare, es necesario contar con alguien de la sensibilidad y la curiosidad de Chloé para descubrir no solo los hechos, sino las verdades emocionales que se ocultan entre ellos».

O’Farrell se mostró muy emocionada con la elección. «Chloé, hablando de gran parte de su obra, mantiene un diálogo muy interesante con el arte y la autenticidad, y lo refleja en la relación entre la pareja protagonista, y en cómo se acercan y se distancian», explica. «La película trata de por qué necesitamos el arte, por qué lo hacemos, de dónde procede, de dónde nace en la mismísima alma».

En cuanto Zhao se leyó la novela, conectó al instante con ella en el plano espiritual. «Es un libro que te envuelve por completo», asegura Zhao. «Fue una experiencia muy visceral. Una experiencia muy poética. Me pareció casi como leer poesía, que es justo el tipo de lenguaje cinematográfico que a mí me gusta. Como cineasta, según leía la novela, ya estaba viendo imágenes fluyendo con una cierta cadencia. Sentí que este libro latía en sincronía conmigo como cineasta. Además, me encantó la historia. Siempre ando a la búsqueda de historias que sean muy muy específicas a la par que universales, y este libro ofrece justo eso».

«También me emocionó mucho porque esta historia habla de la muerte y de la impermanencia y la pena, y de cómo la creatividad y de la imaginación pueden darle sentido al sufrimiento inevitable que todos experimentamos en la vida», continúa Zhao. «Cuando cuentas con un material de base así, es oro puro».

No solo quería dirigir la película, sino que también quería escribir el guion de HAMNET junto con O’Farrell. Intentó descartar las típicas florituras encorsetadas de un drama de época para crear más bien una película sobre amor, pérdida y el poder sanador del arte como algo visceral, descarnado y con lo que todos podemos conectar. «Maggie se ha metido tanto [en este universo] que personifica a todos estos personajes, así que colaborar con ella era vital para mí si quería inspirarme en este mundo y estos personajes tan auténticos», nos cuenta Zhao. «No había otra alternativa, esa era la única vía. Además, es una escritora increíble. Nos convertimos en auténticas socias».

La intención de Zhao de trasladar con fidelidad el espíritu de la aclamada obra de ficción histórica de O’Farrell a la pantalla estuvo presente desde las primeras conversaciones del dúo: la película siempre quiso ser una cinta que los fans incondicionales de la novela pudieran abrazar sin ningún pero. Aunque a la autora le emocionaba que HAMNET mantuviese esa fidelidad extrema a la novela, O’Farrell admite que, personalmente, le agitaba en cierto modo reconstruir la historia para el cine, pese a fascinarle el proceso de descubrir la guionista que llevaba dentro.

«Sé perfectamente cómo plasmar una narrativa en papel y sé cómo componer la trama de una novela; es mi trabajo y mi alma», dice. «Pero nunca había escrito para la gran pantalla y no tenía claro si iba a ser capaz. La mecánica de la narrativa es diferente, el lenguaje es diferente y la expresión visual también difiere mucho, por supuesto. Algo que en el libro aparezca como un pensamiento, el guionista debe expresarlo mediante el lenguaje visual o con palabras, directamente. Fue un ejercicio muy interesante».

A pesar de trabajar en diferentes zonas horarias, la clarividencia de Zhao para la cronología de la narrativa y para sus personajes ayudó a propulsar el proceso de escritura. La directora a menudo dejaba mensajes de WhatsApp a su socia guionista que inspiraban revisiones y reescrituras; según iban enviándose páginas de una a otra, HAMNET iba tomando forma y adoptando su cariz definitivo.

«Lo suyo es que el público se vea reflejado en estos personajes», dice Zhao. «Quiero tratar de abrir el corazón a los espectadores, enternecerlos para que sientan las emociones que estos personajes sienten. Cuando ya entran en sintonía con nosotros, con nuestros personajes, tenemos la oportunidad de experimentar además una catarsis. Ese es siempre el objetivo creativo de mis películas. Cuando el público pasa por esa catarsis, entonces, al igual que estos personajes, encuentran significado en esas situaciones tan difíciles de la vida y, si es posible, se convierten en personas más completas gracias la experiencia de ver la película».


Creación de los personajes: Eligiendo al reparto
Incluso antes de que el guion estuviese acabado, Zhao ya había pensado en los actores que podrían afrontar el inmenso reto de los personajes principales de HAMNET. De hecho, había conocido informalmente a dos de ellos en el Festival de Cine de Telluride de 2022. Ese año, los actores irlandeses Jessie Buckley y Paul Mescal habían viajado a las montañas de Colorado, cada uno de ellos promocionando una película distinta. En el caso de Buckley, se trataba del drama Ellas hablan, sobre una comunidad menonita desgarrada por una agresión sexual. Para Mescal, era el conmovedor drama Aftersun sobre la relación entre un padre y su hija.

«Desde el principio, Jessie era la actriz que Chloé tenía en mente y ahora, cuando ves a Jessie en pantalla, no te puedes imaginar a ninguna otra persona interpretando el papel», asegura la productora Pippa Harris de este personaje tan arraigado en la naturaleza y el misticismo. «Es la personificación total de Agnes. Alberga en ella gran parte de su carácter. Le encanta la naturaleza. Es un espíritu salvaje, en el sentido de que está muy en sintonía con el mundo natural. Incluso tiene cierta inclinación mística. Cree en el alma y en los espíritus, y es una persona muy cariñosa; creo que eso se transmite totalmente en pantalla».

Zhao añade: «Como perdió a su madre siendo muy joven, Agnes creció con su madrastra, así que, en cierto modo, también es en parte hija del bosque e hija de una dama como Dios manda, que va a la iglesia y todo eso. Está como entre las mujeres que corren con los lobos y la joven del castillo de Barba Azul, no sé si me explico. Jessie, además de ser una brillante actriz de una profunda autenticidad, tiene esas dos energías luchando en su corazón, la cazadora y la domadora de animales. Irradia esa energía que bulle en su interior. Queríamos a alguien que no tuviese miedo de recurrir a esas fuerzas arquetípicas, que mostrase una entrega física, psicológica y emocional, que estuviese dispuesta a llegar a donde hiciera falta, porque este personaje la obligaba a todo eso. Y ella estaba dispuesta a hacer gran parte de ese trabajo profundo y subconsciente».

Buckley contaba con el talento innato y la versatilidad para dar vida a Agnes como una presencia cinemática verdaderamente atractiva y polifacética. Disfrutó el papel que la lanzó a la fama como madre soltera de Glasgow que persigue sin temor su sueño de convertirse en una cantante country y western en la película de 2019 Wild Rose. Dos años después, desplegó una actuación que se saldó con una nominación al Oscar® en la adaptación de Maggie Gyllenhaal de la obra de Elena Ferrante La hija oscura y, en 2022, recibió numerosos reconocimientos por su fascinante aparición en Ellas hablan. En televisión, son muy celebradas sus actuaciones en producciones de la talla de Chernobyl y Fargo; en 2023, ganó un Premio Olivier por su interpretación de Sally Bowles en la producción del West End de Cabaret.

Por su parte, Buckley respondió de forma abrumadoramente positiva tanto a la historia de HAMNET como al personaje de Agnes. Devoró la novela (que leía por primera vez) de una sentada, totalmente absorbida por el mundo que O’Farrell había creado y la figura magnética en torno a la cual giraba todo. Más tarde, cuando recibió el guion de la película, se emocionó hasta el punto de llorar. «Es como si fuera la mujer que he estado buscando», confiesa Buckley. «Es una persona sin ataduras, libre, profundamente curiosa, como una especie de whisky de centeno, traviesa, con sed de todo y con un alma maravillosa. La amo. Es una de esas personas que me gustaría que fuera mi nueva mejor amiga».

Para desarrollar su enfoque del personaje, Buckley comenzó a escribir un diario, lo que le ayudó a evocar la poesía inherente al mundo de árboles, hierbas y plantas de Agnes. El vínculo del personaje con el bosque data de sus primeros recuerdos de la infancia, al ser la única hija de una mujer mística que entendía profundamente la naturaleza y era considerada una bruja por mucha gente de la zona. Marginada por sus costumbres poco convencionales, solo cuenta con el amor incondicional y la aceptación de su hermano Bartholomew... hasta que conoce a Will. «Está claro que vive la vida un poco a su aire y busca consuelo y solaz en ese bosque», dice Buckley.

La actriz siguió desarrollando el personaje mediante conversaciones con Zhao; ambas compartían canciones, pasajes escritos e imágenes que evocaban varios aspectos de la identidad de Agnes. «Trabajar con Chloé me ha cambiado la vida, en serio», asegura Buckley. «Es una directora supersensible, instintiva, curiosa y profundamente humana. Me ha hecho conocer una forma de trabajar y me ha alentado a dejarme llevar por este río con ella desde el primer día. Hemos creado algo juntas y eso es un auténtico regalo. No creo que nunca haya alcanzado con anterioridad un nivel así de sororidad y colaboración en un proyecto. Rezuma poesía por todos los poros de su piel».

En el papel de Will, Mescal afrontó el desafío poco envidiable de humanizar a un icono literario. «Durante cientos de años, Shakespeare se ha convertido en una figura que tenemos en un pedestal, pero debió de tener sentimientos y necesidades muy encontrados en su interior para escribir desde el lugar que escribía», explica Mescal. «Tuve que hacer mío el personaje. Había que ceñirse a la historia, claro, pero yo me centré principalmente en su obra. Lo único que de verdad sabemos es que plasmó en papel esas obras literarias. Esa es la experiencia de su vida. Si analizas el significado de determinados soliloquios, puedes hallar las raíces de su esencia humana. En eso me centré yo».

Desde que su galardonada interpretación del deportista introspectivo Connell en el drama irlandés de madurez de Hulu Normal People lo catapultó a la fama, Mescal ha interpretado a un variado elenco de tipos fuertes a la par que sensibles en películas como Desconocidos, Aftersun, que le valió una nominación al Oscar®, y la épica producción de Ridley Scott Gladiator II, en la que encabezó el reparto como el honorable guerrero Lucius. Su semblanza de Stanley Kowalski en un revival de Un tranvía llamado Deseo, que acabó viajando al West End y Broadway, le reportó el Premio Laurence Olivier al Mejor Actor. «Es un tipo amable, sensible, con un espíritu inconmensurable», afirma con entusiasmo Buckley. «La confianza que había entre todo el reparto nos permitió despojarnos de cualquier capa accesoria y entregarnos el corazón».

Estudiar las palabras de Shakespeare para luego aportar su energía única al papel ayudó a Mescal a construir un personaje que resulta tan auténtico como accesible: «Es totalmente creíble como escritor y erudito, y como alguien capaz de inventar estas historias tan extraordinarias», dice Harris. «Pero también es actor, una presencia muy potente en pantalla que tal vez no corresponda a la información que hemos recibido de Shakespeare. Cuando pensamos en imágenes de Shakespeare, se nos presenta como alguien muy lánguido y etéreo. Paul es un tipo fuerte».

El Will de HAMNET necesita esa fuerza para sobrevivir a su infancia. Will, que era el hijo mayor de un severo y abusivo padre, fabricante de guantes de profesión, y de una madre religiosa, Mary Arden, se crio en Stratford-upon-Avon en una casa de Henley Street, el mismo lugar en el que Agnes, embarazada pero aún sin desposar, se presenta para anunciar su estado, y donde Will admite ante sus progenitores ser el padre de la criatura. Las nuevas suponen un enorme shock, sobre todo para Mary, interpretada por Emily Watson, nominada en dos ocasiones al Oscar®.

«Mary está furiosa en parte porque la noticia la aterra. Agnes representa todo lo que es peligroso», explica Watson. «Se trata de una época en la que cualquier cosa que se salga del ámbito de la religión no es segura. No es el plan que ella tenía en mente. Cuando Will era un bebé, hubo peste en Stratford, y Mary se encerró básicamente con él para poder tenerlo a salvo. Hay una conexión increíblemente intensa, en mi opinión, entre una madre y su hijo, pero tus relaciones se van desarrollando con el tiempo».

Aunque Mary en principio vive con recelo la presencia de Agnes en la casa, acaba convirtiéndose en una importante aliada de su nuera. Watson destaca que la madre de Will «acaba totalmente conquistada por ella. Es una persona que vive en el presente en estado de asombro y realmente ve a la gente, además de desbordar amor por los cuatro costados gran parte del tiempo. Es muy difícil resistirse a eso».

Para Watson, el papel era especial por muchos motivos. Le permitió reunirse con el productor Spielberg, con quien había trabajado en la película de 2011 War Horse (Caballo de batalla), además de con Buckley y Mescal. Ya había coincidido con Buckley en Chernobyl, tras conocer y trabar amistad con la actriz años atrás a través de un programa de mentorazgo de BAFTA, y había interpretado a la madre del personaje de Mescal en el drama de 2022 Criaturas de Dios. Además, HAMNET era para ella una especie de culminación de una relación de toda una vida con el Bardo, pues Watson se había iniciado en la obra de Shakespeare desde muy jovencita.

«Mi madre era una experta total en Shakespeare e íbamos a ver las obras cuando yo tenía ocho, nueve, diez años», cuenta Watson. «Cuando emprendí mi carrera como actriz, mi primer trabajo fue en la Royal Shakespeare Company, donde conocí a mi marido, que nació en Stratford-upon-Avon. Total, que siento una afinidad personal por esta historia. Toca mi vida de muchas maneras. Shakespeare me salvó, en cierto modo. Gracias a él, me hice actriz y encontré la senda de mi vida».

Para interpretar a John, los cineastas recurrieron al actor teatral y cinematográfico nominado al Tony David Wilmot (El prodigio). El actor irlandés, que llegó a la producción por mediación de la directora de casting Nina Gold (Cónclave, The Crown), tomó clases sobre cómo hacer guantes a modo de preparación para el papel, porque quería entender mejor cómo se usaban las herramientas profesionales de John Shakespeare. Pero, según él mismo asegura, la clave del papel no fue esa. «Me tuve que centrar en ser una influencia tóxica en aquel hogar», dice Wilmot. «John en la historia es un alcohólico, su vida se desmorona. Está endeudado. Es un auténtico desastre. Era importante mostrar que, pese a todo, aún es alguien capaz de amar, por supuesto, pero que era un padre violento».

En ausencia de Will, Agnes intenta evitar a John y recurre más bien a Bartholomew, el hermano menor, en momentos de crisis. Interpretado por Joe Alwyn (Harriet, The Brutalist), el granjero ofrece siempre a su hermana un amor y un apoyo incondicionales. «Están increíblemente unidos, aunque no estén juntos todo el tiempo», dice Alwyn de los hermanos. «Es como si hubiesen sido creados al margen de todo el mundo en algún lugar del bosque. Bartholomew es muy protector con ella, pero también es perfectamente consciente de la fuerza de su hermana e intenta no interponerse cuando ella quiere algo. Forman un bonito equilibro entre protección y darse el espacio y la libertad necesarios para crecer».

Zhao había sugerido a Alwyn para el personaje y, aunque a los productores les gustó la idea, temían que tal vez no proyectase la imagen adecuada. «Como todos nosotros, me parecía que su currículum era alucinante, pero obviamente es bastante guapo y eso te puede llevar a pensar que no es el más adecuado para un personaje así de tosco», dice Harris. «Sin embargo, se transformó completamente con el vestuario y el maquillaje. Resulta totalmente creíble como granjero. Lo más crucial a la hora de elegir a Joe fue que tenía que ser alguien a quien te pudieras creer protegiendo siempre a Agnes; tenía que ser su protector. Es la persona que ella ha tenido a su lado toda la vida y a la que recurre cuando las cosas vienen mal dadas».

Por último, para interpretar a los hijos de Agnes y Will, los cineastas eligieron a Bodhi Rae Breathnach como la hija mayor, Susanna; Olivia Lynes como la hija mediana, Judith; y Jacobi Jupe como su hermano gemelo y el personaje que da título a la película, HAMNET (durante la representación de Hamlet que pone el broche de oro a la película, Noah Jupe, hermano mayor de Jacobi, es quien interpreta el papel de Hamlet).

«Jacobi es un hombrecito muy inteligente y profundo que sabe exactamente lo que se le pide y que es capaz de acceder de inmediato a registros muy profundos», dice con entusiasmo Buckley. «Es tan especial que me ha conquistado totalmente». Mescal añade: «Es raro toparse con un niño en esta profesión que no se limite a dejarse llevar por impulsos e instintos. De eso va sobrado, pero es que además tiene instinto para actuar; ha sido increíble trabajar con él. Es el centro de la película, en cuanto a lo que motiva toda la historia. Tu corazón se rompe con el suyo. Nada podría habernos motivado más a Jessie y a mí que esa carita tan linda».

Antes de emprender el rodaje de 46 días en enclaves de diferentes zonas de Reino Unido, Zhao programó sesiones para que los actores trabajasen con Kim Gillingham, fundadora de Creative Dreamwork, que ayuda a los artistas a practicar el proceso de creación con el subconsciente. Durante sus talleres, Gillingham, que ha trabajado en películas tan aclamadas como El poder del perro, El método Williams y Fragmentos de una mujer, combina ejercicios somáticos y de respiración con la exploración de los sueños, todo ello impregnado de teoría de Jung.

Para HAMNET, ayudó a los actores que interpretaban a miembros del clan de Shakespeare a crear un fuerte vínculo. Estos ejercicios le resultaron especialmente útiles al joven Jacobi Jupe. «Nos imaginábamos que éramos una familia y nos contábamos un montón de cosas y recuerdos de momentos pasados», dice Jupe. «Jessie y Paul enseguida se convirtieron en una especie de madre y padre para mí, y no es broma. Hemos sido como una familia de verdad».


Sobre la producción
Quienes ya estén familiarizados con la obra de Maggie O’Farrell Hamnet entenderán la naturaleza hipnótica de su prosa y los vívidos detalles en los que evoca cada uno de los aspectos de la vida diaria de la familia Shakespeare. Dando buena muestra de lo mucho que había investigado antes de sentarse a escribir la novela, O’Farrell describe las herramientas del taller de John, el aroma a tierra del jardín de Agnes, el sonido de la pluma de Will garabateando el pergamino.

La cineasta Chloé Zhao estaba decidida a capturar el mismo nivel de autenticidad en los detalles en pantalla, y colaboró con expertos para asegurarse de que la adaptación cinematográfica resultase tan vibrante como el material en el que estaba basada. Ese grupo incluía al director de fotografía nominado en dos ocasiones al Oscar® Łukasz Żal (La zona de interés, Ida), la diseñadora de producción también nominada al Oscar® Fiona Crombie (La favorita), la diseñadora de vestuario Malgosia Turzanska (El caballero verde) y la diseñadora de peluquería y maquillaje Nicole Stafford (No hables con extraños).

Aunque Żal rodó la película con una cámara ALEXA 35 de ARRI, sus primeras conversaciones con Zhao no fueron técnicas, sino más bien temáticas, explorando conceptos más amplios que subyacen en el corazón de la película. «Hablábamos de relaciones, lidiando con todo aquello de lo que trata la película para determinar lo que estábamos buscando», dice Żal. «Nos preguntamos: “¿Qué es la masculinidad? ¿Qué es la feminidad? ¿Qué significa ese baile entre este hombre y esta mujer?”. Hablábamos de la muerte, el amor, sobre la familia, el ciclo de la vida y de cómo íbamos a representarlo».

La clave era determinar el mejor punto de vista desde el que fotografiar la historia. «Estuvimos hablando de cómo rodar la película desprendiendo un aura de libertad para reflejar el espíritu de Agnes, para capturar cómo ve ella el mundo», dice Żal. «Pero luego nos dimos cuenta de que era mejor cambiar de punto de vista entre los dos personajes, Agnes y Will. Quería generar la sensación de que estamos metidos en sus vidas. Estas dos personas se conocen, se enamora, todo es muy intenso. Quería generar la sensación de que nos impregnamos de esos sentimientos. Luego salimos de un salto y los vemos a cierta distancia, y es cuando vemos la lucha entre esos dos seres humanos».

El enfoque de Żal respecto a la iluminación siempre ha sido muy directo a la par que evocador. Para las escenas al aire libre entre los árboles, la belleza del mundo natural brilla ante todo; por contraste, los interiores iluminados con velas ofrecen una atmósfera rica, pero libre de ruidos y distracciones. El foco siempre está en los actores, de los que a menudo se grababan primeros planos para capturar la intensidad de la emoción expresada en todos sus rasgos. Fue un enfoque que se desarrolló a lo largo del tiempo a medida que Żal y Zhao fueron descubriendo y desarrollando el lenguaje visual de la historia. «Ser honestos y limitarse a mirar a la gente, observar lo que pasa en sus miradas, transmite muchísimo», explica Żal. «Es pura magia».

Al igual que Żal quería insuflar una honestidad descarnada a cada plano de HAMNET, permanecer fieles a los personajes y el marco histórico fueron los pilares principales para la diseñadora de vestuario Turzanska y la diseñadora de peluquería y maquillaje Stafford. Las prendas que Turzanska diseñó estaban en consonancia con el estado mental de los personajes; Buckley describe el vestido rojo que Agnes lleva a lo largo de la película como «del color de una herida abierta... Cuenta todo un viaje de remiendos, agujeros cosidos, esas cositas minúsculas que puede que la gente no vea».

Turzanska explica: «Cuando empecé a pensar en Agnes, lo que me imaginaba era un corazón latiendo, un músculo palpitante lleno de sangre y vida. Está conectada a la naturaleza de una forma orgánica, casi como una baya que fuese venenosa, si no sabemos cómo manejarla. Cuando la conocemos por primera vez, luce una paleta de tonos rojos frutales, naranjas y óxidos, decididamente vibrante y rebosante de vida. Estos colores se van tornando poco a poco morados más ceniza y marrones ciruela pasa, como una herida que ha hecho costra, pero que no está preparada para curarse, para luego volverse de un rojo profundo, maduro, al final del todo».

Agnes siempre tiene una conexión directa con la tierra gracias a las texturas fibrosas, similares a raíces, que rezuman vida procedente de bajo la superficie, como explica la diseñadora de vestuario. Por ello, los textiles que eligió eran principalmente procedentes de fibras vegetales, predominantemente linos, que no solo eran muy populares en la época, sino que además parecían lo más acertado para el personaje. «Usamos una tela de corteza en ella, que es una tela orgánica y dimensional hecha realmente de corteza de árbol», dice Turzanska.

Aunque las capas de los atuendos son fieles al periodo histórico, el modo en que Buckley los lleva para su papel de Agnes está diseñado para evocar una impresión moderna y no tan encorsetada, según apunta Turzanska. «Cuando contrastamos su aspecto con el de la gente de su entorno, en especial el de la familia Shakespeare, siempre tan formal, Agnes irradia un aura indómita y rebelde, casi punk». Aunque su look va cambiando a lo largo de la película, para mí era importante que ella no dejara de ser fiel a sí misma y que el vestido que llevase casi fuera cambiando para amoldarse gradualmente a ella y a su estado anímico».

El trabajo de Stafford con Buckley comenzó mucho antes del inicio de la producción, cuando la diseñadora de peluquería voló a Nueva York para reunirse con la actriz, que estaba acabando un proyecto anterior, y poder probarle pelucas. «Cuando empezamos a probar pelo oscuro y largo, veíamos que íbamos avanzando hacia lo que sería Agnes», explica Stafford. «Incluso en una fase tan preliminar, cuando empezamos a hablar del pelo, las pecas, las manchas de barro y los arañazos, de todo lo físico en general, Jessie estaba a favor de que todo aquello fuera una parte fundamental de su personaje».

Al pensar en la textura capilar y la complexión de Agnes, Stafford quería capturar cómo su amor por fundirse con los elementos podría afectar a su aspecto. «Queremos poder ver el hecho de que vive al aire libre, de que no se cubre la cabeza ni de adapta a los ideales culturales de la época», dice Stafford. «Por eso vemos en su piel el efecto del sol y la acción de los elementos en todo su ser. Lleva las uñas sucias. Tuvimos que pensar en el jabón, el acceso al agua y todas esas cosas que ahora damos por sentadas, por ejemplo relativas a los dientes y la higiene. Queríamos crear esos personajes que siempre pudiésemos oler con solo mirarlos. Tienen un aspecto sudoroso, despeinados por el viento, y parecen cansados».

Stafford empleó ese mismo enfoque para hacer parecer convincente a Alwyn como granjero de pueblo. «Queríamos desnudarlo de su habitual aspecto y darle un corte de pelo ligeramente extraño, algo que pareciese casi como cortado con las tijeras de esquilar las ovejas», dice Stafford. «Queríamos que sus manos denotasen trabajo duro y que dieran a entender que no había espejos en la vida de Bartholomew, solo trabajo duro. Joe se mostró más que dispuesto a usar maquillaje para dar vida a su personaje. Las cicatrices, los cortes, el barro y el pelo sucio... Estaba encantado con todos los detalles».

De igual modo, Mescal quería que Will proyectara la imagen de que su vocación se cobraba un precio, físicamente hablando. «Le gustaba tener pinta ojerosa, como si se hubiese pasado escribiendo toda la noche, y se manchaba los dedos de tinta», dice Stafford. «No queríamos caer en la representación estereotipada de Shakespeare, acorde a lo que vemos en retratos o en otras películas en las que sale representado. Pretendíamos que fuese un Shakespeare que nadie hubiese visto con anterioridad».

En términos de vestuario, Turzanska mantuvo a todos los miembros del clan Shakespeare en una restringida paleta de grises, aunque la ropa de Will contaba con pinceladas de tono verde acuoso para enfatizar «su conexión con el agua, con el río, que alimenta la tierra de Agnes. Los grises de su vestuario están inspirados en la tinta ferrogálica, que era la opción natural empleada por el propio Shakespeare. En vez de daga, lleva un estuche de cuero en el cinturón que contiene tinta y una pluma».

«Para la familia Shakespeare, me paré a pensar cómo sería vivir constantemente en presencia de una persona abusadora», explica Turzanska. «Pensé en material de protección deportivo vintage y mezclé eso con las siluetas de la época, de por sí exageradas. Hay superficies guateadas, acolchadas... Todo lo que pueda suavizar un posible golpe. Y la restringida paleta cromática es casi como camuflaje; para permanecer invisible y no provocar ningún arrebato».

La diseñadora de producción Crombie fue la encargada de recrear dónde fue criado Shakespeare y el lugar donde vive su propia familia junto a Mary y John. Para conceptualizar el espacio, se propuso contrastar las zonas verdes mostradas en la película, que se grabaron en Lydney Forest, un bosque de Gloucestershire, Inglaterra, con las dimensiones comparativamente claustrofóbicas de Henley House, la vivienda que Agnes y Will consideran su hogar.

«La primera vez que hablé con Chloé, queríamos que la arquitectura evocase contención y cómo el peso de un tejado afectaba a los personajes», dice Crombie. «Al analizar el estilo Tudor, me impactó la disposición gráfica de las vigas. Las usaban en vertical, como barrotes, con otras vigas horizontales cruzadas. Los tejados eran bajos y pesados. Había algo que restringía y constreñía en esa arquitectura y que nunca había visto con anterioridad. Sentí que debió de ser duro para Agnes vivir ahí encajonada, bajo esas limitaciones. La casa era un lugar sofocante para Will. Allí estaba lastrado por las obligaciones. Esas líneas estructurales de una casa Tudor contrastaban mucho con el bosque orgánico, lleno de rincones y recovecos, en el que Agnes se siente realmente en casa».

El set de Henley House se construyó en espacios insonorizados de Elstree Studios, en Borehamwood, Inglaterra, y estaba diseñado para transmitir sutilmente el legado de violencia perpetrado por John Shakespeare. Es una casa con cicatrices físicas. Hay elementos de la casa, como cuencos, platos y muebles, que muestran marcas sutiles de ruptura y reparación. «La realidad es que la casa de Shakespeare era ya vieja para cuando Will y Agnes vivieron allí, así que es normal que transmitiese imperfección e historia», dice Crombie. «Integramos en el diseño ciertas pistas de la violencia de John. Una barandilla rota en la escalera, algún cristal agrietado, una marca en la escayola...».

La presencia de John también se deja sentir en el taller de fabricación de guantes diseñado por Crombie. «El taller donde John fabricaba guantes lo construimos a un lado de la casa», explica la diseñadora de producción. «Era una pequeña estancia con un espacio de almacenamiento, y era aproximadamente el doble de grande que el taller auténtico de Henley Street. Contamos como consejero histórico con un fabricante de guantes para equipar el set con precisión y poner en nuestro conocimiento las técnicas correctas. Queríamos ilustrar ese espíritu artístico y delicado que John guardaba en su interior, expresado a través de su profesión».

Se trataba de un espacio que a O’Farrell le gustaba ocupar en ocasiones cuando visitaba el set. «Hubo un día en el que estábamos preparándonos y yo estaba ahí sentada, mirando los carretes de algodón y todos esos aparejos para estirar y cortar el cuero, y luego coser las piezas. Cuando escribí la novela, me interesó mucho la polaridad del arte de hacer guantes; por un lado, es una tarea primorosa y delicada, pero, por el otro, básicamente estás desollando animales para luego coser las piezas. Eso es justamente John para mí: un personaje tan brutal como delicado».

Tal vez incluso más impresionante que el set de Henley House fue la asombrosa recreación del Globe Theatre tal y como fue en tiempos de Shakespeare. Para Crombie, el objetivo era crear una versión acorde de la estructura a cielo abierto que no distrajese de la acción que está teniendo lugar y en la que Agnes y Bartholomew forman parte de la muchedumbre reunida para presenciar la primera representación de Hamlet.

Construido con materiales muy diversos, el set empleó roble reciclado llegado desde Normandía, Francia, junto con tablones de olmo reciclado de origen local. Los 50 bancos construidos para el set son de abeto de Douglas. Para soportar el peso de los elementos de madera, ciertas partes de la estructura estaban hechas de acero y recubiertas de paneles de gomaespuma tallados y pintados para imitar el aspecto de la madera. El suelo se cubrió con mantillo y hojas y un acabado de frutos de haya para replicar las cáscaras de avellanas descubiertas por los arqueólogos cuando dejaron al descubiertos los cimientos del Globe original.

Gillingham estuvo presente en el rodaje del Globe con más de 300 extras que aparecían en la secuencia como espectadores para ayudarlos a dar con la actitud precisa para la toma, algo que impresionó al actor Alwyn. «Kim trabajó con todo el público, transportándolo a un lugar en el que todos se sintieran emocionalmente conectados con lo que estaban viendo sobre el escenario, haciendo que aportasen sus propias experiencias y su propia vida a aquello», dice. «Era algo que se podía respirar. Era como si pesase en el ambiente, pero a la vez resultaba muy catártico. Y Jessie, obviamente, está justo en primera línea y en el centro del escenario. Día tras día, lo dio todo».

Para permitir a los presentes procesar las intensas emociones que habían vivido juntos, Zhao comenzó poniendo música pop en el set, lo que llevó a generar una inolvidable fiesta improvisada que sirvió como guinda para el rodaje.

«Estábamos todos juntos en una especie de vórtice», asegura Zhao. «Al final, pusimos el tema de Rihanna We Found Love e hicimos un baile épico con todo el reparto y el equipo técnico en el Globe Theatre, y luego unas cuantas canciones más porque la gente no quería irse. Todos llorábamos y nos abrazábamos. No había fronteras entre la realidad y la ficción, entre estar delante o detrás de las cámaras, entre el pasado y el presente. Durante un breve instante, no hubo separación alguna, y para eso justamente escribió Shakespeare sus obras: para que todo el mundo pudiera reunirse. Todo el mundo que se ha separado de alguien o algo, que ha sufrido y que ha vivido con miedo y ansiedad, puede unirse por un instante, olvidarse de esa falsa sensación de separación y conectar de nuevo así. Creo que hicimos que se sintiera orgulloso».

Buckley añade: «Lo que más conmovedor me pareció fue cobrar conciencia de lo mucho que necesitamos a los demás. Hubo momentos en los que me agarraba a la mujer que tenía al lado o ella se aferraba a mí, o alguien detrás de mí rompía a llorar, asegurando que nunca le pasaba. Era como si al fin viera la luz nuestro lado más tierno. Estábamos todos apoyándonos en ese templo que los personajes de mi marido y mi hijo habían hecho posible. Creo que muchos de nosotros nunca habíamos experimentado nada igual. Esa es la esencia de contar historias».

Una vez completado el rodaje, la labor creativa de Zhao siguió con el montaje. Montó una primera versión de HAMNET con todo el material que había grabado, algo que, en su opinión, es fundamental para su proceso, una extensión de la labor de elaboración del guion y de la dirección. «El montaje es el corazón de la película», asegura. «El guion es el plano, pero un plano muy vago. La vida transcurre mientras rodamos; no solo mi vida, sino la de todo el mundo involucrado. De modo que, con esa energía, es muy importante echar la vista atrás y mirarlo todo, no solo como montadora para marcar el ritmo y determinar cómo late ese corazón en ese momento preciso, sino como guionista, para tratar de incorporar las cosas que hemos ido descubriendo en el camino, los sentimientos que surgieron y que no habíamos podido imaginar. El primer pase siempre ha sido muy importante porque estoy tratando de recapturar lo que he sentido dirigiendo cada una de las escenas».

Después de eso, reclutó al nominado al Emmy Affonso Gonçalves, conocido por su ya habitual colaboración con Todd Haynes en proyectos como Aún estoy aquí, Carol y Mildred Pierce, para que colaborase con ella en la finalización del montaje.

«Elegí a Fonz porque ha montado algunas de mis películas favoritas y ha trabajado también con varios de mis cineastas estrella», dice Zhao. «Sabía que su ritmo y su temperatura eran muy similares a los míos, y creo que eso es muy importante. Además, tiene mucha experiencia trabajando con cineastas que prueban cosas nuevas y, con HAMNET, realmente, estaba combinando influencias que no había probado en mis anteriores películas. Para unificar todo con armonía, Fonz me parecía la persona perfecta».

Por su parte, Gonçalves tenía también ganas de trabajar con Zhao. «Llevo siendo fan de Chloé desde su primera película», confiesa. «Tuve la oportunidad de conocerla en el Sundance Lab y de comprobar lo apasionada y creativa que se mostraba con todo el mundo a su alrededor. No me lo pensé cuando surgió la ocasión de trabajar con ella».

Gonçalves revisó el primer montaje de Zhao y, tras intensas conversaciones con ella, hizo su propia versión. Cuando estuvo lista, Zhao le pasó sus notas y la pareja luego discutió temas e ideas que querían subrayar a lo largo del proceso de edición. Esas conversaciones intensivas continuaron durante toda la senda hasta el montaje final.

«Chloé es una gran montadora», asegura Gonçalves. «Piensa y rueda desde la sala de montaje. Sabe exactamente lo que busca y, sobre todo, tiene muy buen ojo para las interpretaciones. Tiene mucho instinto para el ritmo y la forma de las escenas, y, por si fuera poco, la manera en que piensa en el uso de la música y del sonido para elevar cada escena ayuda a expandir el mundo de los personajes».

«El universo de HAMNET cobró forma en la sala de montaje creando una realidad muy específica y rica dentro de la propia película, con los sonidos del mundo, el ritmo de sus vidas, el uso de la música y de los silencios, la elección de los ángulos de cámara...»,añade Gonçalves. «Todas las herramientas de la sala de montaje se aprovecharon para contar del mejor modo posible esta historia».

Se trata de una historia rica, poderosa y que permite al público conectar; se apodera de las emociones de los espectadores y los sumerge en la tragedia y la exaltación que los personajes experimentan.

«La propia palabra “Shakespeare” a veces da miedo, pero lo extraordinario de esta experiencia ha sido ver al ser humano que hay tras esta figura, las historias que ha creado y el mundo del que procede», explica Buckley. «Espero que, independientemente de lo que experimente la gente que vaya a verla, la película tenga algún tipo de efecto en el público, que les toque el corazón, porque a mí desde luego me ha pasado».


La banda sonora
Para componer la fascinante banda sonora de HAMNET, Chloé Zhao contó con Max Richter, un compositor británico nominado al Emmy por proyectos de televisión tan aclamados como las series de HBO The Leftovers y La amiga estupenda y de largometrajes como la producción de 2018 María, reina de Escocia y la película de 2019 Ad Astra. «Conocía el libro, por supuesto, y cuando me puse a hablar con Chloé sobre su visión para el proyecto, me quedé muy intrigado», dice Richter. «Obviamente, Hamlet es una de las grandes historias de la literatura, y esta nueva perspectiva del material surgida de biografías, de los entresijos de la relación entre Agnes y Will, me dejó realmente fascinado. El periodo isabelino es además maravilloso musicalmente hablando, así que no tuve que pensármelo demasiado, la verdad».

Tomando el guion como base, Richter compuso en un principio lo que él denomina una serie de «estudios cromáticos» inspirados en la música isabelina; en su opinión, usar principios de la era en la que se desarrolla la película sería lo que mejor evocase el periodo. Tras enviárselo a Zhao, ella se mostró tan entusiasmada con sus composiciones que las reprodujo en el set para ayudar a crear una cierta atmósfera para el reparto. «Chloé las usó para marcar un poco el tono, en realidad», dice Richter. «Creo que para los actores es muy útil tener cierto acceso al material, a la textura emocional del asunto. Desde luego, cuando yo fui, que fue hacia el final del rodaje, tenían puesto en bucle el material casi continuamente. Se convirtió en una especie de fluido amniótico que lo envolvía todo».

Esos bocetos, construidos en torno a una «especie de ADN del Renacimiento», acabaron convirtiéndose en la espina dorsal de la película. Richter dio protagonismo al arpa y el piano, destacando que esos dos instrumentos «mantienen una conversación y una relación a lo largo de toda la banda sonora. Comparten cierta esencia; para mí, el arpa es como una versión más transparente del piano. La película desprende un aura de magia terrenal, folclore y brujería, en general, y creo que el arpa, sobre todo con este material tan sencillo, conecta a la perfección con eso».

Buckley, que es una artista seleccionada para el Premio Mercury, dice que las composiciones de Richter a menudo la ayudaban a localizar el espacio emocional adecuado para una determinada escena. «Siento que he tenido muchos momentos en los que la música de Max me ha transportado a un lugar que antes no conocía», asegura. «La música siempre te ayuda a acceder a sentimientos para los que no encuentras palabras. A veces, como ocurre con la pena o el amor, no puedes describirlo, pero te ayuda a llegar a ese lugar calladamente y en tu fuero interno».

A medida que Richter componía, fue cobrando importancia inyectar una dosis de abstracción a la banda sonora, lo que llevó al compositor a una senda creativa poco convencional, en cierto modo, aunque muy en sintonía con el enfoque único de Zhao a un drama de época. «En términos de instrumentos, es una banda sonora orquestal, pero gran parte del material es vocal, y el material vocal se usa de un modo colorista, para evocar sensaciones», dice Richter. «Es una película muy sensorial y yo quería apoyarme en ese aspecto experiencial. Contábamos con instrumentos del Renacimiento, pero no los tocamos de forma tradicional. Nos centramos en ruidos de contacto, esas pequeñas experiencias casi tipo ASMR en el modo de interactuar con el instrumento: rasgándolo, haciéndolo gemir, y todas esas cosas que hacen que el sonido parezca muy vivo».

Para grabar el nuevo material vocal, Richter contó con la especialista en música de la época Grace Davidson, una soprano inglesa que interpreta composiciones históricamente informadas sobre el Renacimiento y el Barroco. A petición de Buckley y Zhao, también se incluyó en la banda sonora una de las composiciones ya existentes de Ritcher, On the Nature of Daylight, originalmente compuesta para su segundo álbum, The Blue Notebooks, publicado de 2004.

Aunque la pieza ha aparecido previamente en otros largometrajes, Zhao lo convenció de que sería adecuada como parte del entramado sonoro de HAMNET porque evocaba algo esencial y elemental dentro del drama. «La película es extraordinaria, pero creo que la dimensión sensorial es su aspecto más excepcional», destaca Richter. «La emotividad de la película es una de sus cualidades más destacables».

Buckley dice que siente una especial conexión con On the Nature of Daylight, y que la pieza fue fundamental para su preparación de las escenas más trascendentales de HAMNET; de hecho, fue ella quien le mostró el tema a Zhao. «De pronto, sentimos con claridad lo que el final de la película debía ser emocionalmente hablando al escuchar esa composición», dice Buckley. «Es un tema que hemos puesto durante el rodaje del final de la película, y ha sido realmente lo que me ha abierto la puerta al final de este camino para mostrarme cómo rendirme al momento».