Cinemanía > Películas > The mastermind > Comentario
Destacado: Nueva e inmersiva aventura de James Cameron con 'Avatar: Fuego y ceniza'
The mastermind cartel reducidoThe mastermindDirigida por Kelly Reichardt
¿Qué te parece la película?

Película de Kelly Reichardt (First Cow, Showing Up). Protagonizada por Josh O'Connor (Challengers, La Quimera), Alana Haim (Licorice Pizza), John Magaro (Vidas pasadas, First Cow), Gaby Hoffmann (Transparent, Girls), Bill Camp (12 años de esclavitud, Joker) y Hope Davis (American Splendor, Synecdoche, New York).


La historia
La película más reciente de Kelly Reichardt, The Mastermind, una historia de arte y crimen ambientada en un suburbio de Massachusetts en 1970, transforma la clásica película de atracos en un sereno estudio sobre las decisiones de un hombre y las inesperadas consecuencias que estas desencadenan. Josh O'Connor asume el papel de James Blaine Mooney, un carpintero desempleado que aún no ha conseguido una vida a la altura de las expectativas surgidas durante su cómoda adolescencia de clase media. A escondidas, participa en pequeños robos de arte. Con el objetivo de ganar un poco de dinero fácil, Mooney planea su primer gran golpe junto a una pandilla improvisada y organiza una atrevida incursión, a plena luz del día, en un pequeño museo local de arte para robar una serie de pinturas abstractas del artista estadounidense Arthur Dove. Cuando la situación se desmadra, el mundo de Mooney comienza a desmoronarse.

Al igual que muchos de los personajes principales de las películas de Reichardt-los amigotes que se van haciendo viejos en Old Joy (2006), las protagonistas sin sitio al que ir de Wendy and Lucy (2008), los colonos en apuros de First Cow (2020)-Mooney ha perdido su camino y tiene problemas para salir adelante. Inmersa en la adormecida atmósfera de los suburbios en Nueva Inglaterra, The Mastermind muestra un estudio de personajes centrado en Mooney y sus muchos círculos sociales: su padre, un respetado juez local (Bill Camp), su madre (Hope Davis), que es demasiado generosa, su esposa Terri (Alana Haim) y sus hijos, Tommy (Jasper Thompson) y Carl (Sterling Thompson), así como la precaria cuadrilla formada por J.B. y sus delincuentes de poca monta (Eli Gelb, Cole Doman y Javion Allen).En The Mastermind la tensión se muestra a cámara lenta, ralentizada a la velocidad de la vida cotidiana, con una delicada modulación temporal que desarrolla temas que Reichardt ya había explorado previamente en su aventura ecoterrorista, Night Moves (2013).

De manera similar a la forma en que la directora recreó el género Western en Tierra brava (2011), The Mastermind se apropia de las convenciones de las películas clásicas de atracos.

("Las de Melville son mis favoritas" afirma Reichardt, citando las películas neo-noir de las etapas finales de este director francés, como El círculo rojo [1970] y Crónica negra [1972], "y las 'novelas duras' de Georges Simenon, con tramas en las que el desenlace, invariablemente, es fatal".) Dando un giro radical a la estructura temporal típica del género, la historia de Reichardt sitúa el atraco propiamente dicho en el primer cuarto de The Mastermind y dedica el resto de la película a abordar las consecuencias de ese acontecimiento. "Es una película sobre las consecuencias, una película sobre un mundo que se desmorona", nos dice. Esta estructura centrada en las consecuencias reaparece, en algunas escenas, incluso en los niveles de las secuencias y las tomas, que pueden llegar a comenzar justo un momento después de que haya ocurrido algún acto decisivo, mientras que la cámara opta por detenerse, más bien, en las reacciones y las percepciones de los personajes. The Mastermind da continuación a un tema que ha estado presente a lo largo de la carrera de esta directora: lo que le sucede a una persona, y a quienes la rodean, cuando llegan las consecuencias de sus acciones.


Orígenes y fuentes de inspiración
"En la década de 1990 pensé en hacer, en Super-8, una película sobre un robo de arte", recuerda Reichardt, "así que es algo que se ha ido cocinando en mi interior desde hace mucho tiempo. Hace un par de años encontré un artículo sobre el quincuagésimo aniversario de un robo de arte en el Worcester Art Museum, en Massachusetts, en el que unas adolescentes se introdujeron involuntariamente en la vorágine del robo. Era una imagen divertida y esa fue, de alguna forma, la primera semilla". Este evento, acontecido durante la tarde del 17 de mayo de 1972, fue legendario a nivel local. Unos hombres armados robaron dos obras de Gaugin, una de Rembrandt y una de Picasso. En una era previa a la vigilancia electrónica masiva, los robos de obras de arte destacadas florecían mucho más que hoy en día: algunos de los golpes más llamativos de esos tiempos fueron el robo, en 1969, de un Caravaggio que estaba en una capilla en Palermo, el saqueo masivo de 18 pinturas y 39 piezas de joyería del Museo de Bellas Artes de Montreal en 1972 y el robo, con el apoyo del Ejército Republicano Irlandés, de pinturas de Rubens, Goya, Vermeer y Gainsborough, con un valor de $20 millones, de la casa de campo de un político británico, en 1974.

"En esas épocas, antes del asalto al Gardner Museum, ocurrieron muchos robos de ese tipo", dice Reichardt, en referencia al infame robo de la institución bostoniana en 1990, que sigue siendo el robo de arte más costoso de la historia. Reichardt construyó la trama de The Mastermind mezclando ("haciendo una ensalada", como dice ella) muchos incidentes similares ocurridos en aquella época. "La gente sigue robando arte de esta forma. De hecho, mientras rodábamos, en Ohio un joven rompió una ventana y entró al campus del Bard College [donde Reichardt da clases desde 2006], cogió dos pinturas que estaban colgadas en la pared y escapó a pie, adentrándose en el bosque. Lo descubrieron usando un dron con sensores térmicos".

El robo de The Mastermind se lleva a cabo en Framingham, Massachusetts, un municipio, por lo general tranquilo, ubicado a medio camino entre Worcester y Boston. En el guion de Reichardt, J.B. Mooney y sus cómplices se llevan una serie de pinturas de un museo de arte ficticio, el Framingham Museum of Art (Framingham, Massachusetts, en 1970, podía presumir de una universidad y una cárcel para mujeres, pero no de un museo de arte). Reichardt decidió que sus delincuentes no fueran tras los grandes maestros de la pintura antigua, que eran los favoritos de los ladrones reales, y dice: "J.B. no es tan ambicioso. Escoge las pinturas que conoce y con las que siente una conexión".

Así, decidió que su objetivo fuera una exposición de pinturas de uno de los artistas favoritos de Reichardt, Arthur Dove, un modernista influyente, pero menos conocido, de quien a menudo se dice que fue el primer pintor abstracto de Estados Unidos. Dove estuvo activo durante la primera mitad del siglo XX, hasta su muerte en 1946. "Podría haber sido alguien como Milton Avery", dice Reichardt, "pero opté por Dove cuando empecé a escribir el guion. Luego pasé por muchas otras posibilidades y terminé regresando a Dove. Para empezar, su nombre tenía mucho sentido dentro de la película. Además, sabía que un amigo de un amigo, Alec MacKaye, trabajaba en la Colección Phillips, un lugar al que se puede ir a ver las pinturas de Dove en persona. Y pensé que, al menos, Alec sería una persona con quien se podría entablar una conversación cuándo tratásemos de informarnos sobre la manera de conseguir reproducciones para nuestro museo" (la Colección Phillips, en Washington, DC, tiene el mayor número de pinturas de Dove). La cuadrilla de Mooney pasa de largo ante otras pinturas más icónicas de otros artistas y se lleva cuatro cuadros de Dove: Willow Tree (1937), Yellow Blue Green Brown (1941), Tree Forms (1932) y Tanks & Snowbanks (1938). En otra parte de la exposición podemos ver una de las obras más representativas de Dove, Red Sun (1932).

"Tony Gasparro y el equipo de arte construyeron todo el museo desde cero, en un viejo almacén", nos informa Reichardt. "Fue muy emocionante ver el proceso de cómo nuestra maqueta de gomaespuma y nuestros planos cobraban vida: se levantaban muros, los escenógrafos pintaban las tablas del piso, se construían bastidores, los artistas reproducían la obra de Dove, los carpinteros locales trabajaban sin parar. Jeff Crowe, uno de nuestros escenógrafos, tallaba en madera las miniaturas que estarían en los estantes de vidrio que se estaban construyendo. Al mismo tiempo, Christopher Blauvelt y su equipo diseñaban la iluminación. Era genial ir al almacén, después de un día buscando localizaciones, y ver lo que se había avanzado durante el día. Cuando el museo quedó completado, con la pintura seca y las obras de arte ya colgadas en las paredes, el departamento de arte organizó una inauguración para todos los que habían participado en la construcción. Los becarios que habían trabajado en el departamento de arte iban de un lado a otro con bandejas con queso y galletitas saladas. ¡Ja, ja! Fue enternecedor. Luego filmamos ahí dos o tres días, se desmanteló todo, se donaron los materiales a un montón de sitios distintos y fue como si todo eso jamás hubiera ocurrido".

Para las escenas en el exterior del museo el equipo de Reichardt filmó en la Biblioteca Cleo Rogers Memorial, en Columbus, Indiana. Terminada en 1969, esta instalación la diseñadó el arquitecto I. M. Pei con la intención de revitalizar el centro de aquella ciudad. La biblioteca es un humilde edificio modernista de ladrillo que da a una plaza circular, con una escultura monumental en bronce de Henry Moore (Large Arch, 1971) en el centro. Este espacio público agradable y acogedor sirve como elegante recordatorio de los ambiciosos proyectos civiles que se hacían hace medio siglo, fruto del optimismo todavía imperante en aquella época, rememorado de una forma hermosa a través de la fotografía de Christopher Blauvelt.


J.B. Mooney y su círculo
"En la película conviven muchos tonos distintos", nos dice Reichardt. Gran parte del esfuerzo dedicado a seleccionar al elenco, afirma, se concentró en "intentar obtener esos tonos distintos, esos estilos de actuación distintos que encajaran y funcionaran bien. La directora de casting, Gayle Keller, se sumó al proyecto muy pronto y fue parte esencial de ese esfuerzo".

Para el papel de J.B. Mooney, que es el centro de atención de la película, Reichardt se decidió por el prometedor actor británico Josh O'Connor, que en ese momento acababa de debutar en Estados Unidos con su papel en Rivales (2024), de Luca Guadagnino. "No pude ver Rivales, pero vi a Josh en Tierra de Dios (2017) cuando se estrenó y luego volví a verlo en The Crown, donde hizo algo completamente distinto con su voz y su postura. Mi amigo, el director Karim Aïnouz, nos presentó y, para ese entonces, había actuado en la hermosa película La quimera (2023), con Alice Rohrwacher". O'Connor se entusiasmó con el guion de The Mastermind y el

personaje de J.B., un hombre lo suficientemente inteligente para meterse en un problema, pero no para salir de él. "Josh tenía un mantra que repetía antes de cada escena", relata Reichardt. "Y se lo repetía a quien estuviera dispuesto a escucharlo. Decía: 'Es una idea verdaderamente buena', refiriéndose al robo de los cuadros. Uno de los técnicos podía estar arrancando el asiento trasero del coche y Josh le decía: '¿Sabes qué, Bruce? Es una idea verdaderamente buena'. Chris Carroll, el asistente de dirección, podía estar dándoles instrucciones a los extras que aparecen al fondo y Josh le decía: 'Chris, creo que es una idea verdaderamente buena'".

El mundo de The Mastermind incluye a tres generaciones del clan Mooney. En la primera mitad de la película se exploran cuidadosamente las relaciones de J.B. con sus padres, su esposa y sus dos hijos. "En cierto sentido es una película sobre un atraco, pero, de alguna forma, las dinámicas con su familia y sus amistades son lo principal. Mooney va a hacer que su mundo salte por los aires y el atraco es la forma en que va a hacerlo, consciente o inconscientemente".

Para ayudar a que el elenco entrara en la mentalidad adecuada de fines de la década de 1960 y de 1970, la directora les pidió a los miembros de la familia que vieran y estudiaran el documental de 1974 The Plaint of Steve Kreines as Recorded by His Younger Brother Jeff, una de las primeras películas de Jeff Kreines. Reichardt dice: "Fue muy positivo, porque cuando se encontraban por primera vez, los actores tenían algo de qué hablar, ya que todos la habían visto". Kreines, un innovador cineasta independiente, es conocido sobre todo por dos películas que hizo junto con su pareja, Joel DeMott, Demon Lover Diary (1980) y Seventeen (1983); Reichardt es admiradora de la obra de Kreines y DeMott desde hace mucho tiempo. Como indica su título, Plaint, con su estilo de cinéma-vérité, es un retrato de la familia de Kreines en el que se muestra la crónica del momento en el que Steve, de 22 años, finalmente se muda para vivir fuera de la casa de sus padres. Hope Davies, que interpreta a la madre de J.B, se sintió especialmente atraída por la película. "Le encantó. Yo la he visto muchísimas veces y creía que me la sabía de memoria, pero Hope captó detalles que yo jamás había visto. Los actores se juntaban por Zoom para practicar sus acentos de Framingham (Bill Camp es nativo de la zona de Worcester) y la conversación entera terminaba girando alrededor de la película de Kreines".

"La diseñadora de vestuario, Amy Roth, y su equipo, hicieron que todos se sintieran muy bien y cómodos con su ropa", dice Reichardt. "Para la imagen de Mooney usamos como modelo a Jasper Johns de joven. A Bill lo vestimos como al padre en Plaint, con sus pantalones cortos de vestir de cintura alta. El día en que filmamos en la sala, con Bill, vi que Amy estaba llorosa. Y cuando le pregunté qué pasaba, me dijo que creía que no se había puesto los pantalones cortos suficientemente arriba".

Los niños Mooney son interpretados por dos mellizos, Jasper y Sterling Thompson. "Son gemelos, pero son chicos distintos, con personalidades muy diferentes", dice Reichardt. "Al inicio, cuando hacíamos el casting de los niños, Lynn Meyers y Becca Schall, del equipo local de casting en Ohio, hacían que los niños leyeran sus diálogos. Esa estrategia se abandonó muy pronto. Simplemente empezaron a conversar con los chicos, a preguntarles acerca del colegio y sus amigos. Jasper y Sterling entraron por separado. Los vi en grupos distintos de chicos que grabamos y los dos eran muy graciosos. No tenía idea de que eran hermanos. Simplemente fue como... qué maravilla, estos niños son divertidísimos. Los hermanos vivían en Louisville, Kentucky, y eventualmente vinieron a Cincinnati con su madre y todos nos reunimos en una tienda de helados, Graeter's Ice Cream. Eran mucho más altos de lo que me había imaginado e hicieron esa que hacen los gemelos de terminar las frases del otro. Eran geniales y su madre era muy guay. Josh y Alana se llevaron a los chicos a desayunar tortitas y para cuando los vi a todos juntos estaban en su propio mundo, intercambiando chistes y adivinanzas sin parar, cosa que, probablemente siguen haciendo hoy en día por email".

Al igual que sus siete largometrajes previos, esta película fue producida por Neil Kopp, Anish Savjani y Vincent Savino. "Nadie ha visto nunca a Vincent en persona, pero todos contamos con él. Neil y Anish son las primeras personas a quienes les envío un guion. Se lo enseño a ellos mucho antes de que el guion esté listo para su distribución, para que puedan empezar a pensar en lo que podría llegar a ser. Y luego participan en la película de todas las formas imaginables durante el resto de la vida de la cinta".


La imagen y el sonido de la década de 1970
Para perfeccionar la imagen que querían para The Mastermind, Reichardt y Blauvelt volvieron a ver las películas de los años 70 del director de fotografía Robby Müller, particularmente las paletas de colores apagados y tonos castaños que aparecen en El amigo americano (1977), entre otros títulos. "Hace años, Christopher y yo tuvimos la oportunidad de ver juntos, en pantalla grande, Ciudad dorada (1972), de John Huston. Creo que esa película realmente forma parte de nuestro ADN colectivo. Como a mucha gente de mi edad, me resulta imposible escapar de la influencia de los grandes fotógrafos como Stephen Shore y William Eggleston".

A medida que la película avanza, las escenas filmadas principalmente con luz natural se van sustituyendo por tonos más oscuros. Cada vez más, Reichardt se siente atraída por los tonos azabaches de las escenas nocturnas, que permiten movimientos sutiles y detalles precisos dentro de la oscuridad de la pantalla. Es un efecto visual poderoso que exploró ampliamente junto a Blauvelt en una colaboración previa, la frecuentemente nocturna First Cow. En este caso, la creciente oscuridad de la imagen establece un paralelo con la creciente soledad de J.B. Mooney. "Por lo general, los directores de fotografía quieren tener mucha luz y los directores luchan para conseguir más oscuridad", observa Reichardt. "O, al menos, eso es lo creo que pasa. Sin embargo, tanto Christopher como yo adoramos las escenas nocturnas, aunque es algo delicado, porque se te puede ir la mano. A veces no nos paramos los pies el uno al otro, y las cosa se puede poner muy oscura. Josh no dejaba de decir que en realidad daba igual cómo actuase, porque, a la hora de la verdad, nadie iba a ver lo que estaba haciendo".

La banda sonora de la película estuvo a cargo del músico Rob Mazurek, del conjunto de jazz Chicago Underground Trio, que colaboró con Chad Taylor, otro miembro de este grupo, y diversos percusionistas y bajistas. Tanto Mazurek como Taylor tocaron solos, en trompeta y batería, respectivamente, y la música se grabó en Filadelfia y Marfa, Texas. Tener una banda sonora enteramente compuesta por jazz es algo nuevo para Reichardt, que solo había utilizado brevemente este género musical en sus anteriores películas. Pero mientras escribía el guion de The Mastermind, nos cuenta, escuchaba discos de Sun Ra, Pharaoh Sanders, John Coltrane y Bill Evans, lo que terminó por definir el tono de la película en su desarrollo.

Ninguna película ambientada en la década de 1970 estaría completa sin los imponentes coches estadounidenses de esos tiempos, que han llegado a definir la imagen cinematográfica de la época. The Mastermind no es la excepción: el gurú de los coches, Tim Wells, facilitó una gran cantidad de automóviles antiguos para la película, desde el Chevy Nova del '64 de Mooney hasta el pequeño escarabajo verde de Terri, agregando a la mezcla los potentes rugidos de Fords, Dodges, Oldsmobiles y Buicks. "Conseguimos estos coches de todas partes del país y por lo menos uno fue sacado directamente de un pantano", nos informa Reichardt. "Cuando vemos a Terri salir marcha atrás del garaje, la pintura de su escarabajo todavía no se había secado".

Algunas de las escenas más decisivas y memorables en The Mastermind ocurren en el interior de estos coches. "Fue todo un sueño lograr finalmente filmar en coches como estos, grandes, con ventanas enormes, asientos bajos y mucho espacio para colocar la cámara donde quisiéramos, por no mencionar sus colores y diseños", dice la directora. "Daba gusto ver esos coches. Lo primero que supe fue que quería que en la película hubiese un museo con una rotonda en frente, donde los coches pudieran aparcar. Eso es difícil de conseguir porque supongo que en los museos se dieron cuenta de que este tipo de rotonda facilita que alguien escape con las obras de arte y pueda huir rápidamente. Había muchos museos con rotondas de este estilo, pero luego fueron desapareciendo. Tuvimos suerte al encontrar la biblioteca de Indiana, que tenía una rotonda con una escultura gigantesca de Henry Moore en el centro". Jane Streeter y su equipo de exteriores encontraron todos los demás lugares de filmación en la zona de Cincinnati y sus alrededores.

A lo largo de la película las televisiones y las radios transmiten información acerca de la guerra de Vietnam, pero esta siempre se escucha de fondo, atmosféricamente. "En aquellos tiempos una de las tres principales cadenas transmitía imágenes de la guerra en la selva, a medida que esta iba ocurriendo", recuerda Reichardt, "Eran escenas largas, dolorosas, filmadas en 16mm". Para Reichardt, esto tiene un eco en el momento político que se vive hoy, en el que los medios siguen trayendo la violencia que ocurre en lugares lejanos a la quietud cotidiana. "Obviamente, los medios están mucho más controlados. El acceso no es el mismo, pero ayer, por ejemplo, iba escuchando un podcast en el que unos doctores informaban acerca del montón de niños de Gaza que han recibido tiros en la cabeza", recuerda. "La cosa más horrible que se pueda imaginar. Y un minuto después, entro en una galería de arte en la parte baja de Manhattan y me siento en una sala llena de cuadros, con mis amigos tocando música, la gente sentada en sillones y en el suelo disfrutando de esa música encantadora, niños correteando de un lado a otro y perros entrando y saliendo. Y entonces me di cuenta de lo desconcertante que era que estas dos realidades existan al mismo tiempo. Estos horrores se asoman a tu mundo, pero luego sigues con tu día a día. Sin embargo, es algo que pende sobre nuestras cabezas todo el tiempo. Es un dolor colectivo con el que todos vivimos". The Mastermind, nos dice, explora esto a través de Mooney, que se aferra a "la idea de que realmente puedes disociarte de lo que sucede. A mí me parece que todo mundo está mucho más conectado".


Han dicho
"Deslumbrante. Una nueva joya estadounidense… animada por el espíritu del cine de los 70" - ELLE.

★★★★ "Absolutamente diferente y emocionante" - The Guardian.

"Magnífica. El mejor trabajo de Josh O'Connor" - IGN.