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El último de los injustos cartel reducidoEl último de los injustos(Le dernier des injustes)
Dirigida por Claude Lanzmann
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Casi tres décadas después del estreno de la mítica Shoah, Lanzmann recupera una serie de entrevistas con Benjamin Murmelstein, el último presidente del Consejo Judío del campo de concentración de Theresienstadt y único superviviente de aquellos que ocuparon este cargo. Las entrevistas se grabaron en Roma durante 1975 y quedaron fuera del montaje de Shoah.

En El último de los injustos el director se introduce en los escenarios reales en los que se desarrollaron los acontecimientos, haciendo especial hincapié en el campo de Theresienstadt, considerado un "campo modelo" para enmascarar la imagen de uno de los hechos más abyectos de la historia del siglo XX.

A través de las entrevistas descubrimos la extraordinaria personalidad de Murmelstein: dotado de una inteligencia deslumbrante y gran valor, que, junto con una memoria incomparable, lo convierten en un narrador irónico, sarcástico y auténtico.


Sinopsis larga
1975. En Roma, Claude Lanzmann entrevista a Benjamin Murmelstein, el último presidente del Consejo Judío del gueto de Theresienstadt y el único "decano de los judíos"* que sobrevivió a la guerra. Tras la anexión de Austria por parte de Alemania en 1938, Murmelstein, rabino en Viena, luchó implacablemente contra Adolf Eichmann, día tras día durante siete años, ayudando a emigrar a unos 121.000 judíos y evitando la liquidación del gueto.

(*Según la terminología nazi)

2012. Claude Lanzmann, a los 87 años, sin enmascarar el efecto del paso del tiempo en el hombre y poniendo de manifiesto la increíble permanencia de los lugares, recupera esas entrevistas filmadas en Roma y vuelve a Theresienstadt, la ciudad "donada por Hitler a los judíos", el supuesto "gueto modelo" que resultó ser el gueto engaño elegido por Adolf Eichmann para embaucar al mundo. Descubrimos la extraordinaria personalidad de Benjamin Murmelstein: dotado de una inteligencia fascinante, un coraje incuestionable y una memoria portentosa que hacen de él un formidable narrador irónico, sarcástico y veraz.

A lo largo de estas tres épocas, de Nisko (Polonia) a Theresienstadt (República Checa) y de Viena a Roma, la película arroja nueva luz sobre el génesis de la Solución Final, muestra la verdadera cara de Eichmann y expone sin artificios las salvajes contradicciones de los Consejos Judíos.

"El rabino Benjamin Murmelstein fue el último presidente del Judenrat (Consejo Judío) de Theresienstadt. Le filmé a lo largo de toda una semana en Roma, en 1975. El caso Theresienstadt era, a mi entender, capital en el génesis y el desarrollo de la Solución Final. Esas largas horas de entrevistas, ricas en revelaciones de primera mano, no dejaron nunca de atormentarme. Me sabía depositario de algo único, pero me amedrentaba ante las dificultades que planteaba la realización de una película como ésta. Me llevó mucho tiempo rendirme ante la evidencia de que no tenía ningún derecho a guardármelo para mí".

Theresienstadt, ciudad fortificada a sesenta kilómetros al noroeste de Praga, fundada a finales del siglo XVIII por el emperador José II en honor a su madre, María Teresa de Austria, fue elegida por los nazis como sede de lo que Adolf Eichmann denominó un "gueto modelo", un gueto escaparate. En marzo de 1939, un año después de la anexión de Austria (el Anschluss), Alemania desmanteló la República Checoslovaca y la reemplazó por el Estado títere de Eslovaquia, que se convirtió en su aliada, y el Protectorado de Bohemia y Moravia (nombre con el que bautizó Hitler a la República Checa).

La decisión de crear el gueto de Theresienstadt se tomó en septiembre de 1941. Tal y como habían hecho en todos los guetos de Polonia desde octubre de 1939, constituyeron un Consejo de Ancianos compuesto por doce miembros y un decano, llamado Judenälteste, literalmente: "el más anciano de los judíos", en su vocabulario de desprecio y temor, con connotaciones tribales. En Theresienstadt hubo, a lo largo de los cuatro años de existencia del gueto, tres decanos sucesivos.

El primero, Jacob Edelstein, era un sionista de Praga amante de la juventud. Tras dos años de infierno nazi, durante los cuales los judíos lo tenían todo, absolutamente todo, prohibido, acogió la creación de Theresienstadt con un optimismo ciego, esperando que la difícil vida que les aguardaba les sirviese de preparación para su futuro asentamiento en Palestina. Los nazis lo arrestaron en noviembre de 1943, lo deportaron a Auschwitz y lo mataron seis meses más tarde de un tiro en la nuca (Genickschuss), después de haber asesinado, ante sus ojos y de idéntica manera, a su mujer y a su hijo.

El segundo decano se llamaba Paul Eppstein, era de Berlín y también murió de un tiro en la nuca en Theresienstadt mismo, el 27 de septiembre de 1944.

Benjamin Murmelstein, el tercer y último decano, rabino en Viena, adjunto de Josef Löwenherz, que presidía la comunidad judía de la capital austríaca, fue nombrado decano en diciembre de 1944. Murmelstein poseía un físico portentoso y una inteligencia brillante. Era el más inteligente de los tres y quizá el más valiente.

A diferencia de Jacob Edelstein, no soportaba el sufrimiento de los ancianos. A pesar de haber logrado mantener el gueto hasta los últimos días de la guerra y haberle evitado a sus habitantes las marchas de la muerte ordenadas por Hitler, fue objeto del odio de algunos supervivientes.

Poseía un pasaporte diplomático del Comité Internacional de la Cruz Roja, por lo que podría haber huido fácilmente. Se negó y prefirió ser arrestado y encarcelado por la justicia checa, después de que varios judíos le acusaran de colaborar con el enemigo. Permaneció en prisión dieciocho meses antes de ser absuelto de todos los cargos.

Se exilió a Roma, donde llevó una vida difícil, y no fue jamás a Israel, a pesar de su profundo deseo de hacerlo y de su amor por aquella tierra.

Todos los decanos judíos tuvieron un final trágico: Parnass, de Leópolis (rebautizado Lemberg por los alemanes); Adam Czerniakow, de Varsovia, que se suicidó cuando empezaron las deportaciones a Treblinka; Gens, de Vilna; o incluso Chaïm Rumkowski, de Lodz, que, embriagado por lo que creía que era poder, se hacía llamar "el rey Chaïm" e hizo acuñar monedas con su efigie. Consiguió hacer durar el gueto de Lodz más que ningún otro, hasta que los alemanes procedieron a su brutal liquidación, a la vez que condenaban a su "rey" al más cruel de los finales, ridiculizando su muerte en Auschwitz.

Benjamin Murmelstein es el único presidente del Consejo Judío que sobrevivió, lo cual otorga un valor inmenso a su testimonio. No miente, es irónico, sarcástico, duro con los demás y consigo mismo. Haciendo referencia a la obra maestra de André Schwarz-Bart, El último de los justos, se autoproclama "el último de los injustos". Fue por lo tanto él quien dio título a la película.

Antes de nuestras entrevistas de 1975, ya había escrito un libro en italiano titulado Terezin, il ghetto modello di Eichmann, y publicado en 1961. El tono del libro es muy diferente al de las entrevistas: en el libro, el autor retrata a las víctimas y su horrible sufrimiento con una compasión fraternal y un auténtico don para la escritura, mientras que en las entrevistas, Murmelstein más bien expone su propia defensa.

La primera vez que le entrevisté para la película fue en 1942, ante la llegada de un "transporte" de judíos alemanes de Hamburgo, después de que los nazis hubieran decidido convertir Alemania en un territorio Judenrein (libre de judíos) y deportar a Theresienstadt a los últimos Prominenten, así como a aquellos cuyo estatus les había permitido hasta entonces permanecer en sus casas, aunque fuera en las peores condiciones.

Sin embargo, a partir de 1941, Theresienstadt estuvo poblada principalmente por judíos checos y austríacos. Gracias a los primeros, miembros de la oficina técnica encargada de elaborar planes de construcción y destacados diseñadores, disponemos de una colección extraordinaria de obras de arte que revelan cómo era la vida real del "gueto modelo". Construido para alojar a 7.000 soldados como máximo, Theresienstadt llegó a albergar, hasta a 50.000 judíos.

La mayoría de esos pintores y dibujantes de gran talento, que se levantaban en mitad de la noche para crear clandestinamente obras que sepultaban después bajo tierra, fueron asesinados en las cámaras de gas de los campos de exterminio. Sin embargo, sus nombres han quedado para siempre grabados en nuestra memoria, igual que los de aquellos grandes músicos, actores, escritores y cineastas que pasaron por Theresienstadt antes de ir a morir más al este.

Unas últimas palabras: Encargado, por orden de Eichmann, de organizar en Viena la emigración forzada de los judíos de Austria desde el verano de 1938 hasta que estalló la guerra, Benjamin Murmelstein luchó implacablemente para ayudar a huir del país a más de 120.000 personas.

Claude Lanzmann