Cinemanía > Películas > Ernest & Celestine > Comentario
Destacado: Kingsley Ben-Adir es el protagonista de 'Bob Marley: One love'
Ernest & Celestine cartel reducidoErnest & CelestineDirigida por Benjamin Renner, Vincent Patar, Stéphane Aubier
¿Qué te parece la película?

FESTIVAL DE CANNES’12
PREMIO SACD - MENCIÓN ESPECIAL

PREMIOS CÉSAR’12
MEJOR PELÍCULA DE ANIMACIÓN

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE GIJÓN’12
SECCIÓN OFICIAL


La autora: Gabrielle Vincent
Es la creadora de los libros ilustrados Ernest et Célestine. (Editados en nuestro país como Ernesto y Celestina por Marenostrum). Gabrielle Vincent (su nombre real es Monique Martin) nació en Bruselas el 9 de septiembre de 1929. Estudió dibujo y pintura en la academia de Bellas Artes de Bruselas, en la que se tituló obteniendo el Primer Premio con la mención más alta, en 1951. A continuación explora toda la riqueza del dibujo en blanco y negro y expone sus obras por primera vez en 1960. Más tarde, empieza a experimentar el color con las técnicas de acuarela, pastel y óleo. En cada una de sus exposiciones los críticos aclaman la fuerza, sobriedad y sensibilidad de su arte. También escribe libros ilustrados de gran contenido emocional y expresividad como Un día, un perro, Le désert, Au Palais... Al crear Ernesto y Celestina en los años 80, Gabrielle Vincent ofrece a los niños su doble talento como dibujante y narradora. Con ellos quiere transmitir la valiosa cotidianeidad del día a día, donde se expresan la verdad humana, la ternura y la felicidad de hacer feliz al otro, en definitiva, vivir. Sus personajes dejan hablar al corazón y se burlan tranquilamente de las convenciones. Sus libros empiezan a editarse en el mundo entero. “Las historias que dibujo a menudo son vividas u observadas. Tengo el guión en la cabeza, y cuando cojo el lápiz y luego la pluma, todo llega muy rápido. Dibujo casi como una sonámbula, como si no fuera yo. De ahí viene, sin duda, esta forma que tengo de ser el espectador de mí misma, de no llegar a tomarme en serio. Casi siempre, el primer croquis es el bueno, me gusta la espontaneidad. Me gusta mucho dibujar para niños, pero mi actividad esencial sigue siendo la pintura”. La fuerza, la sobriedad y la sensibilidad de sus libros le han dado una reputación internacional consagrada por numerosos premios. Gabrielle Vincent falleció el 24 de septiembre del 2000.


Ernest & Celestine: Historias de encuentros (Por Didier Brunner, productor)
Gabrielle Vincent escribió veinte libritos ilustrados. Se trataban de historias sencillas y entrañables que le encantaban a mi hija Pauline cuando se las leía por la noche en la cama. Sus protagonistas son un oso y una ratita unidos por una gran complicidad. Me preguntaba cómo se habrían conocido estos dos seres tan diferentes el uno del otro, salidos de dos mundos que se ignoran. ¿Por qué han entablado una amistad tan indefectible ese gran oso un poco palurdo y esa ratita tan mona?.

Cada noche, al dejar este universo tierno y modesto que recordaba las mejores obras de Chaplin, estas preguntas me intrigaban... Al intentar responderlas, fue cuando el proyecto de adaptar al cine la obra de Gabrielle Vincent se impuso poco a poco. La autora, hay que decirlo, se oponía con todas sus fuerzas a la adaptación de su obra a la televisión y por extensión, al cine.

Fue en 1998. Gabrielle murió en el 2000. En el 2008 me enteré de que Casterman, el editor en Francia, ofrece los derechos de adaptación para una serie. Contacté rápidamente con él y le sugerí una adaptación cinematográfica, ya que sólo con el cuidado artístico que se le dedica a la realización de un largometraje de animación podríamos rendir un homenaje de calidad a los dibujos de Gabrielle Vincent.

Pero nos asaltaba la duda de a quién confiar el guión. El día en que supe que los derechos de adaptación estaban disponibles, yo acababa de terminar la lectura de Cabot caboche Nathan et Pocket jeunesse de Daniel Pennac, y tuve la intuición de proponerle concebir y escribir el guión. Entonces él me hizo ver hasta qué punto esta intuición era acertada…

El azar, que hace decididamente bien las cosas, puso en mis manos el DVD de La Queue de la souris, la película proyecto de fin de estudios del joven cineasta Benjamin Renner, realizado en el seno de la Escuela de la Poudrière. Conseguí su contacto, le conté mi proyecto y le envié algunos libros de Ernesto y Celestina. En los 3 día siguientes, Benjamin me envió dos pequeñas escenas animadas: eran sencillas, con nervio y realmente magistrales. Su esbozo, sus poses y su gestualidad reinterpretaban con virtuosismo y respeto la expresividad viva y tierna de los dibujos de Gabrielle Vincent.

El encuentro improbable de un novelista curtido y con talento y un realizador sin experiencia pero sutilmente intuitivo me hacía soñar con una bella aventura, jalonada de verdaderas sorpresas. Sabiendo que era novato y temiendo asumir solo la gestión de ese enorme barco que es un estudio de animación con cuarenta técnicos y artistas a bordo, Benjamin quería ser respaldado y apadrinado para su trabajo de realización. Había que encontrar co-directores que le tutelasen.

Renner ha sabido intuitivamente reunir a su alrededor a talentos notablemente aptos para al proyecto, un equipo en simbiosis con la loca ambición de la película, que consistía en celebrar el virtuosismo gráfico del dibujo de Gabrielle Vincent. Yo quería de modo imperativo que este proyecto se convirtiera en una película de autor… y eso es lo que la ocurrido.


Entrevista con Benjamin Renner (Director)

P: ¿Cómo empezó este proyecto para usted? ¿Qué es lo que le sedujo particularmente del universo creado por Gabrielle Vincent?

R: En la época en la que Didier Brunner montaba el proyecto de Ernest & Celestine, en 2008, contactó con mi escuela de animación, La Poudrière, explicando que buscaba gente para trabajar en su película. La directora le habló de mí, y cuando conocí a Didier, me enseñó los libros de Gabrielle Vincent, que yo no conocía, y al principio me propuso trabajar en el desarrollo gráfico del proyecto. Yo acepté, ya que eso correspondía exactamente a lo que deseaba hacer al salir de la escuela: trabajar en un dibujo muy depurado, minimalista pero concreto. Yo quería traducir emociones y sentimientos en algunos trazos, y sugerir los movimientos con una animación muy sutil.


P: Consiguió dirigir la película. ¿Cómo se produjo esa transición?

R: Mientras trabajaba en el desarrollo gráfico, Daniel Pennac, el escritor que es también el guionista de la película, ya había avanzado bastante en una primera versión del guión. Empecé a trabajar paralelamente en el storyboard de la versión piloto de la película. Más tarde, cuando me propusieron dirigir Ernest & Celestine, me puse muy nervioso, ya que nunca me había imaginado dirigiendo un largometraje justo al salir de la escuela, sin haber pasado por una experiencia en el cine. Yo estaba asustado por la gran responsabilidad que iba a llevar sobre los hombros. Al mismo tiempo, estaba muy confiado y tenía muy claro en mi cabeza la dirección artística que tomaría el proyecto, igual que la relación con el guión, la narración, la puesta en escena y la interpretación de los actores me parecían responsabilidades apasionantes pero imponentes. Mucha gente se sorprendió de mi reticencia, pero yo era consciente del hecho que dirigir significaba que yo sería responsable del buen empleo del presupuesto, que debería dirigir un equipo de 40 personas y tomar decisiones que tendrían repercusiones positivas o negativas sobre la producción.


P: ¿Qué es lo que le incitó a lanzarse?

R: Le pedí a Didier Brunner que me diese la oportunidad de trabajar con directores experimentados para que yo pudiera apoyarme en ellos y pedirles consejo cuando lo necesitara. Didier me propuso el dúo PicPic y André, es decir Vincent Patar y Stéphane Aubier, que acababan de dirigir un largometraje de animación de figuritas en Stop Motion, Pánico en la granja (Panique au village, 2009, distribuida por Sherlock Films) basado en la serie del mismo nombre. Yo estaba un poco perplejo, ya que su particular técnica de Stop Motion es diferente de la del dibujo animado, pero desde que trabajamos juntos, conectamos muy bien. Pudimos lanzarnos inmediatamente a la adaptación del guión y su puesta en escena.


P: ¿Por qué, según usted, los libros de la colección Ernesto y Celestina, que se podría creer dirigida únicamente para los pequeños, conmueven a tantos adultos?

R: Cuando leo un libro, no imprimo la mirada de adulto o de niño. Lo descubro por lo que es, sin juzgarlo a priori. Lo que es impresionante en los libros de Ernest0 y Celestina es la importancia de la ternura entre los personajes y la relación con la infancia que está tan bien retratada en los dibujos y en estas situaciones. Ernest tiene un lado infantil aunque represente al adulto. Los personajes son en realidad dos niños. Los sentimientos están muy bien representados. No son historias clásicas, sino pequeños trozos de vida. Cuando conocí al sobrino de Gabrielle Vincent, me contó que todas las historias son en realidad momentos que ella había vivido o que habían vivido juntos. En el libro Ernest et Célestine et la cabane, los dos personajes se construyen una cabaña en el bosque. Pues bien, Gabrielle Vincent hizo precisamente esto con sus cuatro jóvenes sobrinos y sobrinas. Ella tenía una relación con la infancia muy fuerte, y cuando se ocupaba de esos niños, les dedicaba su tiempo plenamente. Eso se nota en los libros, da la impresión de encontrarse en una especie de nido mullido. Es un universo tierno en el que uno se siente seguro, en el que uno comprende que la amistad que une a Ernest y Célestine nunca podrá ser destruida por nada, sea lo que sea.


P: El estilo gráfico de Gabrielle Vincent –su tratamiento de los decorados con acuarela, sus trazos ligeros que se borran y desaparecen– es muy difícil de trasponer en dibujo animado, donde estamos acostumbrados a tener trazos, contornos y zonas coloreadas muy precisas. Y sin embargo, usted lo consiguió. ¿Cómo?

R: Después de haber comprado los libros de la serie tras mi cita con Didier Brunner, me lancé a la creación de dos pequeñas animaciones. Dos semanas más tarde se las mostré a Didier, y quedó realmente encantado con ellas. Yo había previsto dibujar muy pocos detalles e ir a lo esencial, en una lógica de “croquis animados” que iban a permitirnos trabajar en el placer del dibujo sin retocarlos muchas veces. Hemos seguido esta forma de hacerlo con trazos abiertos y bosquejos con líneas fuertes que no pretendían recrear escrupulosamente el volumen. ¡El entusiasmo suscitado por este enfoque en el equipo fue tal que me dije que íbamos en la buena dirección! Quisimos encontrar las impresiones que Gabrielle Vincent sentía al dibujar.


P: ¿Ha tenido miedo de influir en el diseño de los personajes?

R: La serie cuenta con miles de fans en todo el mundo… y al mirar los dibujos originales, uno tiene la impresión de que Gabrielle Vincent utiliza puntas de rotuladores o pinceles secos para crear los pelos de la piel de Ernest o la cabeza de Célestine. Y eso son efectos imposibles de recrear tal cual en dibujo animado. Hicimos el piloto respetando escrupulosamente el diseño original de Célestine, ya que era nuestro objetivo. Más tarde, al dibujar el storyboard de la película, mi equipo me hizo constatar que poco a poco, yo había cambiado el diseño de Célestine. Su hocico se había estrechado progresivamente, sin que yo me diera cuenta me había adueñado del personaje sin quererlo. Al reflexionar sobre ello, me dije que era bastante parecido a lo que había hecho Daniel Pennac, que había elegido no retomar ninguna historia de los libros y crear un relato totalmente original respetando el espíritu de Gabrielle Vincent. El mundo en el que se desarrolla la acción de la película es un poco sombrío y cínico, lo opuesto al “nido ideal” imaginado por Gabrielle Vincent, porque es así como se puede descubrir cómo Ernest y Célestine, una vez juntos, consiguen cambiar el orden de las cosas y crear un nuevo universo.

A través de este rodeo Daniel Pennac pudo involucrarse en este proyecto. Nosotros elegimos proceder del mismo modo, al no reproducir exactamente a Ernest y Célestine tal como son en los libros. Nuestros personajes son los de la película escrita por Daniel Pennac, que al final van a encontrarse en el universo de Gabrielle Vincent. Y la película se concluye en esta lógica, ya que los dos personajes “inventan” entonces a Gabrielle Vincent y los dibujos de las aventuras de Ernest & Celestine. Pero había que salir del mimetismo para adaptar bien el grafismo al cine, y de esta forma homenajear a la autora como se merece.


P: Las poses de los personajes son notablemente acertadas en los libros. Son correctas y conmovedoras sin caer nunca en los clichés de lo “mono”. ¿Lo tuvo en cuenta como inspiración a la hora de abordar la animación de ciertas escenas?

R: Sí. Muchas poses están directamente inspiradas en las de los libros. Igualmente respetamos la puesta en imagen, que en los libros es muy teatral. No se ven nunca picados ni contrapicados de grandes planos, ni marcados efectos dramáticos. Gabrielle Vincent lo focalizaba todo en los personajes y sus poses. El dinamismo de la puesta en escena de la película lo aportan la acción de los personajes, su animación y la composición de los decorados. Muchas escenas rinden homenaje a los libros.


P: Acaba de explicar cómo abordó la puesta en escena de la película, ¿pero tenía algunas referencias en mente?. Para ciertos aspectos –la gran silueta protectora de Ernest al lado de la pequeña Célestine, la cohabitación de dos mundos –uno piensa a veces en Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988) de Miyasaki…

R: Presto mucha atención a las películas de animación japonesas, y más ampliamente al cine japonés de imagen real. Todos los grandes títulos de Miyasaki me han servido de referencia: Totoro o Nicky, la aprendiz de bruja (Majo no takkyûbin, 1989) cuya heroína está igual que Célestine, un poco perdida en medio de la ciudad… He estado influenciado también por El verano de Kikujiro (Kikujirô no natsu, Takeshi Kitano; 1999) que me ha servido de inspiración para comprender las relaciones entre Ernest y Célestine. El personaje que interpreta Kitano en esa película es un adulto un poco inmaduro que de repente se encuentra con un niño en brazos sin saber cómo ocuparse de él… También me han influido las películas de animación de mi infancia, los cortos de Disney o incluso las películas que René Goscinny produjo, como Las doce pruebas de Astérix (Les douze travaux d’Astérix, R. Goscinny, H. Gruel, A. Uderzo y P. Watrin; 1976) y La balada de los Dalton (La ballade des Dalton, R. Goscinny, H. Gruel, Morris y P. Watrin; 1978). Estas películas me emocionan por su libertad narrativa.


P: ¿Cómo trabajó con Vincent Patar y Stéphane Aubier, los co-directores de la película? ¿Se repartían las tareas?

R: Sí. Decidimos trabajar juntos en el storyboard y en el guión técnico, y yo me iba a ocupar de la creación gráfica de la película. Acordamos también que Vincent y Stéphane intervendrían igualmente al final del proceso, en los efectos, mezclas de sonido y en la música. Trabajamos mucho en el pre-guión técnico, estando totalmente de acuerdo en las intenciones y el humor que queríamos mostrar en la película. En ese momento, aún no se trataba de dirigir: reescribíamos la película en dibujos para identificar bien las escenas largas y las demasiado cortas, etc.


P: ¿Volvió a trabajar ciertas partes del guión con Daniel Pennac?

R: Sí. Trabajamos varias veces con Daniel sobre los puntos que nos causaban pequeños problemas, para que nos sugiriera soluciones narrativas. A veces fue necesario que hiciéramos algunos cambios por nuestro lado. Nos dimos cuenta de que en ciertos casos, la transposición en dibujos no tenía el mismo ritmo que lo que Daniel nos había leído, ya que nos había contado su guión él mismo, en su casa, como un narrador. Fueron momentos extraordinarios… Daniel sabe muy bien que las modificaciones son inevitables durante una adaptación. Yo le estoy infinitamente agradecido por haber dejado su guión en mis manos cuando yo acababa de salir de una escuela. Ha confiado en mí y siempre me ha apoyado en los momentos complicados.


P: ¿Puede evocar su colaboración con Vincent Courtois, que compuso la música original de la película?

R: Vincent es al mismo tiempo un compositor de talento y un gran violonchelista, muy conocido por sus conciertos. Crea sonidos muy personales. ¡Yo encontraba que su perfil se correspondía maravillosamente con el de Ernest, que también es músico y toca el violín y otros instrumentos! Yo buscaba una personalidad musical muy fuerte, que no quede en un segundo plano ante las intenciones del director.


P: Hablemos de los pilares de su equipo artístico.

R: Bueno, además de Patrick Imbert, el animador jefe, está Seï Riondet, la artista que ha hecho toda la adaptación y la creación gráfica de los personajes. Julien Bisaro me ha ayudado enormemente con la puesta en escena, así como Marisa Musy y Zyk, una pareja de jefes de decorados que se hacen llamar Zazyk. Se han ocupado de todos los decorados. Marisa es la segunda persona que conocí al empezar mi trabajo en la película. Yo soy el realizador y director artístico, pero a mi alrededor había todo un equipo de artistas que han sabido materializar mis intenciones y enriquecerlas. Marisa ha tenido un papel fundamental en nuestra decisión de hacer los decorados a la acuarela, ya que es ella la que me presentó un decorado con un tratamiento perfecto, en el que se notaba muy bien que las cosas no se habían creado por ordenador.


P: Con la distancia, ¿cuál es su mirada sobre la película?

R: No tengo bastante perspectiva ya que he pasado todo mi tiempo con la película desde hace cuatro años. Pero a veces consigo salir de ella brevemente para mirar las imágenes como si no fuera yo quien las hubiera realizado, y entonces me parece que la intención del principio se ha mantenido bien y que esta película arrastra de verdad al espectador a la sensibilidad de la infancia. Una de las cosas de las que estoy más contento, es que la película llega a rendir homenaje a Gabrielle Vincent como yo deseaba, poniendo por delante el dibujo y el placer de dibujar.

Declaraciones recogidas por Pascal Pinteau


Entrevista con Daniel Pennac (Guionista)

P: Hay pocos escritores tan reconocidos como usted que se impliquen en la literatura destinada a la juventud. ¿Podría hablarnos del placer que le proporciona escribir para jóvenes lectores?

R: Es de varios tipos. El primero, poder contar una historia en la que la peripecia juega el papel de motor narrativo. Rítmicamente, es agradable. El segundo, es que se trata de una literatura bastante codificada: se podría decir que el buen libro para los niños es el que los padres birlan y leen antes que el pequeño, sacando provecho de ello. Hay que intentar conseguir esto, es cautivador. El tercero está en la lectura misma, ahí donde estilísticamente vas a economizar frases complejas en beneficio de una elección de palabras más inmediatamente precisas. Es un puro placer de lengua y de sonoridades que es muy interesante. De forma que uno escribe tan “en serio” un libro para un niño que una novela para un adulto.


P: Ocurre que en los libros destinados a los pequeños se abordan temas con tanta delicadeza y verdad que conmueven también a los adultos. ¿Es eso lo que le empujó a escribir el guión de Ernest & Celestine?

R: Ocurrió algo más conmovedor con Ernest & Celestine. En los años ochenta, encontré un librito titulado Un día, un perro con dibujos al carboncillo de Gabrielle Vincent. Yo acababa de escribir Cabot-Caboche Nathan et Pocket jeunesse que contaba también las aventuras de un perro perdido. Encerrado en la perrera, lo recuperaba una cría tan insoportable que él tenía que domarla. Como me quedé enamorado de Un día, un perro, le envié Cabot-Caboche a Gabrielle Vincent a través de su editor. Ella me contestó y seguimos siendo amigos por carta durante unos diez años. Yo le enviaba trozos de manuscritos y ella dibujos o fragmentos de cuentos de Ernesto y Celestina. Hacíamos todo eso sin vernos nunca ni llamarnos por teléfono. Desgraciadamente, más tarde murió. Años después de su desaparición, Didier Brunner, a quien no conocía, me llamó por teléfono y me explicó que es, entre otras cosas, el productor de Bienvenidos a Benneville (Les Triplettes de Benneville, Sylvain Chomet; 2003, nominada a dos Oscar) y me dice: “Mire, le voy a hacer una propuesta que le parecerá extraña. Usted seguro que no conoce a Gabrielle Vincent, pero ella creó unos cuentos titulados Ernesto y Celestina que son muy dulces y angelicales. Sueño con hacer un largometraje a partir de un universo más adulto, que sería el suyo”. Entonces le expliqué que conocía bien esos personajes y que sería efectivamente muy divertido llevarlos hacia el lado idílico de los dibujos de Gabrielle Vincent. Habría una especie de acceso al paraíso de la relación humana. Escribí el guión en ese sentido. Ernest y Célestine salen de un universo hostil para construir ellos mismos un remanso de paz del que son arrancados por la realidad de sus dos mundos, que les persiguen y les capturan de nuevo. Al final de sus peripecias, cada una de sus comunidades admite que puedan vivir juntos y todos son felices.


P: ¿Cómo imaginó esta historia?

R: Yo vivo en el Vercors cuando no estoy en París, en una casa cuyas paredes están decoradas con acuarelas de Gabrielle Vincent. He trabajado allí intentando imaginar dos universos antinómicos al suyo, lugares en los que uno soñaría evadirse y que serían opuestos uno a otro. Está el mundo de abajo, el de los ratones, y el mundo de arriba, el de los osos. No se mezclan. Cada uno construye un tabú social sobre el otro. Esta desconfianza existe en los libros ilustrados. En La naissance de Célestine, se ve que Ernest actúa contrariamente a las costumbres reinantes al visitar a una ratita. He acentuado pues estos dos medios antagonistas creando dos universos bastante duros. En el de los ratones, la obsesión es que éstos se conviertan en dentistas, porque los incisivos de los osos no son solamente su primer medio de existencia sino también un instrumento de trabajo que es la base de su civilización. Célestine se encuentra embarcada en esta situación en la que se la fuerza a convertirse en dentista, cuando lo que quiere ella es dibujar y pintar. En realidad, esta pequeña Célestine es Gabrielle Vincent. Benjamin Renner decició que el personaje fuese zurdo, justamente como Gabrielle. Al preguntar a su familia después de su muerte, descubrí que Gabrielle era delgada y tenía una cabeza pequeña como la de una ratita, con mucho carácter. El dibujo de Célestine es prácticamente su autorretrato.


P: Después desarrolló el mundo de los osos…

R: Sí. Aunque lo tengan prohibido, el mundo de los osos es indispensable para los ratones, ya que es ahí donde van a “hacer las compras”. Ellos bajan comida, botones pequeños, hilos y materias primas, etc. Están obligados a ir al “mundo de arriba”, pero con la condición de no frecuentar a los osos. Por su parte, los osos rechazan la presencia de los ratones en sus casas, “¡Aceptas uno y vienen cien!” y los cazan. En resumen, el antagonismo es real. Ernest es un cantante, músico y poeta cuya familia hubiera querido que fuera juez.


P: Hay en la película un toque fantástico añadido al universo habitual de los libros, con el mundo subterráneo donde viven los ratones, los dientes de los pequeños osos que son robados, mientras que en los cuentos encontramos sobre todo paisajes urbanos de la infancia de Gabrielle Vincent…

R: Gabrielle era belga. Tenía una imaginación alimentada por antiguos recuerdos campestres. Eso se ve en los dibujos del mobiliario: las sillas de talla y las cómodas un poco desbaratadas. Por cierto, así era su casa. Lo descubrí cuando fui allí. Vivía con el mínimo confort, pero la decoración era encantadora. Había cortinitas en las ventanas… Este universo era fácil de imaginar, porque era el nuestro hace cincuenta años. Pero quedaba por imaginar el mundo de abajo. Y eso es en gran parte fruto del trabajo de esta maravillosa joven que ideó los decorados del mundo de los ratones: Marisa Musy. Yo había sugerido que nos inspiráramos en los agujeros gigantescos de los subsuelos de París. ¡Es un queso gruyère con proporciones colosales, ya que allí se encuentran las antiguas carreras, con bóvedas de 20 a 30 metros de altura! No hay más que una pequeña corteza encima, sobre la cual se han construido edificios que se hunden. Para vivir ahí, hay que pensar en cavar y en colocar pilares muy largos de cemento para poner las nuevas casas sobre algo duro. Así que imaginé el mundo de los ratones a partir de ese subsuelo parisino, integrando también diferentes estratos arquitectónicos: unas ruinas romanas, vestigios de la Edad Media, etc. Marisa fue en la dirección que deseaba, y como tiene buena imaginación, hizo algo muy bonito.


P: Parece haberse inspirado en personas reales para imaginar las conversaciones y reacciones de Ernest y Célestine. Evocaba recuerdos de infancia de Gabrielle Vincent cuando se trataba de Célestine, ¿pero tenía a otra persona en mente cuando imaginaba las reacciones de Ernest?

R: Como yo adoro las pantuflas, las zapatillas y las batas gruesas para casa, automáticamente tenía una silueta “ernestiana” Mi hija encontraba un doble placer en la lectura: seguía las aventuras de Ernest, teniéndolo al mismo tiempo delante de ella. Al escuchar las aventuras de un formidable oso ella identificaba a su papá con ese oso enorme. Los recuerdos de Didier Brunner con su propia hija son los mismos, él era su Ernest particular.


P: Usted inyectó también el peligro y un pequeño toque de crueldad durante el primer encuentro entre Ernest y Célestine: en la película, él tiene ganas de comérsela, cosa que no ocurre en el cuento… ¿Por qué?

R: Porque se encuentra en un universo más cruel, antecede a su primer verdadero encuentro. Este encuentro decisivo se situará más tarde, cuando Célestine tiene una pesadilla en la bodega de Ernest. Ernest la consuela, y cuando Célestine, llorando, le cuenta que la han echado de casa y que querían obligarla a ser dentista, Ernest le dice “¡Querían que yo fuera juez. Pero qué importa, tu eres pintora y yo soy poeta!” Él le da permiso para vivir no ya en la bodega, sino en su casa, y el verdadero encuentro empieza: Célestine pinta, Ernest hace música y así llegamos al universo de Gabrielle Vincent. Todo lo anterior es este universo de antagonismo terrible, en el cual Célestine cree que los osos son malvados, y en el cual Ernest, que es omnívoro, tiene hambre suficiente como para comerse una ratita esa mañana. Pero la simpatía que nace entre los protagonistas hace aparecer un tercer universo, el de Gabrielle Vincent.


P: Ernest & Celestine es su primer guión de largometraje de animación. ¿Qué ha aprendido de nuevo en el curso de este trabajo como narrador?

R: Es más bien en la relación con el cine de animación donde he aprendido cosas. El trabajo de guión es una especie de alquimia en la que el autor, sobre todo si es un novelista, debe encontrar las imágenes que reemplazan a párrafos enteros de una novela. Yo tampoco quería escribir sutilidades imposibles de dibujar. Para llegar a esto, invité a Benjamin, Pic Pic y André, los co-directores belgas, y a Marisa a mi casa para leerles el guión. Estaban sentados alrededor de mi mesa de comedor mientras yo les contaba la historia. Yo veía que los belgas tomaban notas sin cesar casi sin mirarme. Y cuando fui a ver lo que habían hecho, ¡descubrí que todas sus notas eran dibujos! Eso me pareció magnífico.


P: ¿Cuáles son las mayores satisfacciones que le ha aportado su participación en esta película?

R: El trato con el equipo. Tengo la costumbre de trabajar solo. Cuando ves el pequeño ejército que hay que formar para hacer una película, es un gran placer conocerles y trabajar con ellos. Como productor, Didier Brunner es muy discreto. Muy a menudo, los productores nos dan la lata con sus notas, sus sugerencias, sus convicciones sobre lo que al público le va a gustar o no. Didier nunca hace eso. ¡Es excepcional! Y por supuesto, el protagonista de la fiesta es Benjamin Renner, que tenía 24 años cuando empezó a trabajar en el proyecto – ahora tiene 28 – y entonces era un joven aterrorizado por el hecho de tener la responsabilidad de esta película. Es bonito ver florecer un talento como el suyo. ¡Eso me ha encantado!

Declaraciones recogidas por Pascal Pinteau


Benjamin Renner (director)
Después de su bachillerato, Benjamin Renner hizo un curso de preparación para el examen de ingreso para la escuela de arte antes de entrar en la escuela de Angoulême, donde obtuvo su diploma DNAP de arte nacional en la modalidad de cómic. Luego se unió a la escuela de animación La Poudrière, donde hizo Le Corbeau voulant imiter l'aigle y Le plus gros presidente du monde (una película encargada por el canal de televisión Canal J) y A Mouse’s Tale, la película con la que se gradúa.

Filmografía:
2006
Realiza el corto Le Corbeau voulant imiter l'aigle y Le plus gros presidente du monde en La Poudrière.

2007
Realiza el corto A Mouse’s Tale en La Poudrière, que ganó los siguientes premios:
Mejor Cortometraje de Estudiante y Premio del Público en el festival Anima de Bruselas.
Mención Especial del jurado de animación en el Documental y Animación en el Festival de Leipzig.
Premio Especial Aleksander Tatarskiy en el Festival Internacional de Animación de Krok.
Cartoon d'Or en el Cartoon Forum.
Desarrollo gráfico en el largometraje Occho Kochoi.

2008
Benjamin Renner comenzó a dirigir el largometraje Ernest & Celestine.