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Mi gran noche cartel reducidoMi gran nocheDirigida por Álex de la Iglesia
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Notas del director

Espejo del mundo
Hoy más que nunca necesitamos comedia en nuestras vidas, que el humor y la ironía inunde el espíritu de los espectadores, víctimas inocentes de un mundo hostil. El desengaño, la desconfianza, son consecuencias inevitables. Y eso genera cansancio, un agotamiento vital que no se despega de nuestras almas. Estamos hartos de sufrir inútilmente.

La vida que llamamos "real" nos estrangula poco a poco con sus tristes miserias, depositando un espeso fango en lo más profundo del espíritu, malherido por el ataque constante de esos que se califican a sí mismos como "realistas" proponiendo un falso racionalismo, que no nos purifica con su deficiente "catarsis". Y no están en posesión de la verdad. Su realidad es impostada, cruel, y sobre todo, engañosa, falsa, hipócrita.

Nos mienten, porque las cosas, en su ser más profundo, no son serias. La seriedad es una trampa para controlarnos. La risa nos despega de las cosas y nos permite juzgarlas con distancia. Gracias a la risa podemos observar lo que ocurre desde un punto de vista excéntrico, obteniendo una visión de conjunto que la "realidad seria", inmersa en el sistema, no es capaz de ofrecernos. La risa como método de conocimiento, el humor como disciplina hermenéutica.

Conveniencia de la comedia excéntrica
A través de la comedia podemos generar "un mundo", una realidad alternativa que, siempre desde de un punto de vista ficticio, que no científico, nos muestre una imagen de nosotros mismos para observarnos con mayor detenimiento, es decir, con mayor libertad. Esa IMAGO MUNDI, ese reflejo de nuestros deseos, pasiones y anhelos fundamentales será siempre completa, nunca parcial, como el que nos proporciona el análisis realista, siempre mentiroso, al contemplar las situaciones, como hemos dicho, desde su interior, al no poder despegarse de una opinión subjetiva, la tramposa confianza en una esencia, en la verdad de sus planteamientos.

La comedia se sabe frívola, insustancial. Su método excéntrico de conocimiento la libera de fundamentalismos. No pretende mostrarnos la verdad "per se", por lo que nunca miente, convirtiendo su discurso en un reflejo cómico de las situaciones que conforman ese mosaico multicolor llamado vida. Un reflejo "desde fuera" sin ensuciarse con subjetividades.

Por tanto, la comedia, desde su despego, desde su cínica objetividad y su completa visión excéntrica, se acerca más a las esencias que ninguna de las pretendidas realidades "serias", o "profundas" que la rodean.

El espíritu de la música asesinado por la tragedia
Bajo la tragedia se esconde la música, la diversión, el humor y la comedia. El primer paso, el origen, el primer deseo y anhelo humano siempre fue acercarse a lo divino a través del ritual de la música, y mucho más tarde, de manera impostada y cruel, se impuso el drama, lo "serio" para apagar la lucidez del ritmo, verdadero espejo del mundo.

En su afán controlador, el drama se impone definiendo las actitudes, y colocándolas en una jerarquía engañosa. El drama supone que el dolor es el sentimiento más cercano a la realidad, y lo coloca en el centro del alma. El dolor es lo más profundo, y por tanto, lo más auténtico. La risa, por encontrarse "afuera", siempre ha sido rechazada como lo opuesto al dolor, y por tanto, ajeno a la esencia del alma humana.

Es algo "superficial", y por ello, carente de interés. El alma es a la materia como el drama a la comedia. No nos dejemos engañar. Son los que quieren dominar el espíritu con sus falsos dioses los que establecen niveles de conocimiento. Es la música, el latido del corazón, el ritmo cardíaco, el auténtico origen de los sentimientos humanos.

Es la piel, la superficie, la que nos conecta directamente con el corazón, y el humor, la sangre que corre por sus venas. La comedia es el ácido que disuelve precisamente ese dolor impuesto por la razón dominante.

La comedia en 'Mi gran noche'
Esta película propone un "mundo", un espacio único en el que los personajes se mueven, crecen y mueren. Se trata de un espejo que deforma la realidad, alterándola para así hacerla reconocible. En lo grotesco encontramos esa distancia necesaria para vernos en conjunto, dibujados con trazos gruesos que nos separan del fondo, de manera clara y distinta.

La caricatura tiene una peculiaridad: nos describe rápidamente, y nuestro corazón atrapa de un bocado el sabor auténtico del personaje, la trama, las secuencias. El espectador no duda, entiende al instante cuál es su posición, reflejada en la película, con respecto a los personajes, los estereotipos que se articulan en nuestro discurso.

Lo grotesco, la exageración, se nos presenta delante de nuestros ojos atrapado en ese mundo cerrado, como una propuesta separada, sin mancharnos con subjetividades. No ofende, porque no nos pertenece.

Sin embargo, al descubrirnos a nosotros mismos reflejados en el espejo, la catarsis funciona de igual manera, pero sin su aspecto aleccionador y dominante. Nuestra alma se purifica pero nadie nos da lecciones. El espectador, al involucrarse en la trama, experimenta el sufrimiento de los personajes de igual manera que en la tragedia. Después de presenciar el espectáculo grotesco de la comedia se entiende mejor a sí mismo, pero repito, nadie le obliga a cambiar sus decisiones, sólo a reírse de ellas.

En la tragedia clásica las desgracias provienen de la soberbia, creerse superiores a los mismos dioses. En la tragedia grotesca, es decir, la comedia, nuestra comedia, el principal defecto de los personajes es, quizá, su confianza en la realidad, creer que la vida tiene sentido, que puede ser comprendida, olvidando que su principal objetivo es dejarse llevar, ser felices, más que ser sabios.

Los espectadores entienden que sus decisiones no conducen necesariamente a sus lógicas consecuencias, y por tanto, no son culpables. Al contemplar la farsa, la audiencia advierte que, ante el caos, a uno sólo le queda una opción sensata: bailar.

La comedia "desbloquea" ese sentimiento de culpa inyectado por los racionalistas y te empuja a celebrar nuestra primitiva inocencia y el desastre de sabernos atados al destino.

Puesta en escena
La cuestión es conseguir el máximo ritmo, la mayor velocidad posible en el ametrallamiento de los diálogos, para lograr esa sensación de inabarcabilidad que pesa sobre este mundo grotesco y sobrecogido. Como en la vida, no habrá tiempo de detenerse un segundo para pensar, y la sensación que provocará a la audiencia será siempre de agotamiento o extenuación.

Quiero que el público exija mentalmente un receso que no llegará nunca. Iremos siempre por delante en los acontecimientos, y el espectador se sentirá sobrepasado. La cámara no parará quieta, moviéndose entre los personajes como un personaje más, siempre en movimiento, intentando atrapar esa sensación de tío vivo grotesco. Un parque de atracciones habitado por monstruos, payasos crueles, tentempiés sonrientes que no se detienen en su movimiento continuo.

La comedia necesita de esa urgencia para imitar la vida. Ese recurso de movimiento incesante será acompañado de música y ritmo. Quiero que las secuencias de diálogos parezcan números musicales, y los números musicales, diálogos enzarzados entre bailarines. Un inmenso ritual dionisiaco donde los espectadores no tendrán respiro, descubriéndose a sí mismos como parte de la pantomima.