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Dirigida por David Gutiérrez Camps
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Segundo largometraje como director de David Gutiérrez Camps (The Juan Bushwick Diaries). La película, entre el documental y la ficción, fue presentada mundialmente en la sección Nuevas Olas del Festival de Sevilla y formó parte de la sección Un Impulso Colectivo en el D'A Film Festival de Barcelona.

Protagonizada por el joven mauritano de 31 años Musa Camara, la película nos pone en los zapatos de un inmigrante africano intentando ganarse la vida en Europa, de ese "otro" con el que convivimos sin verlo. Tanto Camara como el resto de actores que aparecen en la película son "no profesionales" e interpretan personajes que no están tan lejos de quien realmente "son".

El director, guionista y montador David Gutiérrez Camps nació y creció en Vidreres en 1982, a pocos kilómetros de la realidad que retrata de forma casi naturalista. Estrenó su primer largo, The Juan Bushwick Diaries, en 2013, con muy buena acogida por parte de la crítica. También ha dirigido anuncios, videoclips y documentales.

En una entrevista a Fotogramas a raíz de su participación en el festival de Sevilla, Gutiérrez Camps explica el germen de SOTOBOSQUE: "Quería conocer a gente en esa situación, a inmigrantes que habían venido a ganarse la vida y poder mantener así a sus familiares en África. Quería conocer de primera mano la realidad en la que viven, su cultura y sus situaciones diarias. [···] Parte de la película es el choque entre el universo del protagonista con la gente local. Me interesaba retratar una especie de racismo silenciado, esa actitud frente al extranjero, con una forma de hablar que deja claro quién tiene el poder. Es muy sutil, pero lo que he intentado es hacer notar ese enorme espacio que hay entre el inmigrante y los demás. Hay un vacío".

Respecto a si pretende ensalzar el debate social con SOTOBOSQUE, Gutiérrez Camps señala: "Lo que he intentado es que la película te ponga en la piel del otro. Quiero empujar al espectador en pensar en la situación de las personas que vienen de fuera, no sólo a nivel migratorio, sino también a un nivel básico humano: llegar a un lugar distinto y tener que integrarte".

Javier H. Estrada, crítico de Caimán CDC y programador del Festival de Sevilla, dice de SOTOBOSQUE: "Es una película tremendamente sólida, con una estética imponente. Ante todo, una película de un humanismo sincero y profundo, algo difícil de encontrar en el cine contemporáneo".

Violeta Kovacsics (Otros Cines Europa) apunta: "la cinta aborda desde lo abstracto y lo complejo el conflicto político y social" y el equipo de FILMIN define SOTOBOSQUE como "un sobrio y elegante ejercicio".

Tras el D'A Film Festival, la película siguió su recorrido de festivales formando parte de la programación del Festival de cine africano de Tarifa, el Festival New Horizons de Polonia y la sección "Muros y fronteras" del Atlántida Film Fest.


Nota del director
Siempre me he sentido atraído por lo diferente, lo que rompe la uniformidad y genera preguntas. Y el lugar y el momento en el que nací y crecí no era demasiado diverso.

Vidreres, comarca de La Selva, provincia de Gerona. Años 80, principios de los 90. Fue precisamente por aquel entonces cuando empezaron a llegar a aquel entorno monocromático personas con un aspecto muy diferente al mío.

Tenían la piel más oscura, se dedicaban a profesiones curiosas y no eran muy bien recibidos por una parte importante del pueblo. Eran los primeros africanos que llegaban a la zona y a mí me despertaban simpatía. Ver que había personas con un color de piel tan oscuro llamaba la atención de mi mirada infantil y juguetona.

Años más tarde, y ya con todas mis energías dedicadas a la creación cinematográfica (o a su intento), contemplé la posibilidad de hacer una película acerca de la inmigración africana en Gerona. Hablo de hace unos ocho o diez años, poco después de haber acabado mis estudios. En el proceso de investigación conocí a muchos africanos y fue en ese momento cuando descubrí que a menos de 200 metros de la casa de mi abuela existía una realidad radicalmente diferente. Era como si pudiera viajar a Mali andando un minuto.

Allí vivían ocho personas en pocos metros cuadrados, se comía con las manos y por las noches se miraban dvd's de rituales animistas en África. Tenían trabajos que yo no conocía, como por ejemplo cortar brezo o coger piñas en el bosque. Todo ello me despertó aún más curiosidad. Pero el interés por una realidad no es suficiente para hacer una película. Después de unos meses, abandoné. No sabía cómo hacerlo.

Mi vida tuvo que dar unas cuantas vueltas y, con un poco más de recorrido en el mundo del cine, me puse a investigar hacia fuera (sobre los africanos que vivían en Gerona) y hacia dentro (sobre qué película quería hacer). Y, poco a poco, conociendo a mucha gente, escribiendo algo parecido a un guion de ficción y haciendo pruebas de cámara a gente muy diversa fui encontrando el tono de la película que quería hacer. Pero no fue hasta que topé con Musa Camara cuando supe que tenía que empezar a rodar lo más pronto posible. Su mirada, su inteligencia y su presencia ante la cámara me convencieron. Él tenía que ser el protagonista absoluto de mi proyecto.

Era el momento de hacer la película.


La miseria en el bosque
La crisis económica que estalló en 2008 y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria han tenido consecuencias devastadoras para el mercado laboral español. Como siempre, han sido los más débiles los que han pagado una precio más alto por esta crisis.

Muchos inmigrantes de origen africano se han quedado en una extraña tierra de nadie. Algunos de los que llegaron a principios de siglo tuvieron tiempo de establecerse, encontrar trabajo, conseguir una nómina y formar una familia (o traérsela de su país). Pero aquellos a los que la crisis les explotó en la cara se han quedado en un territorio muy difícil. Hay poco trabajo que ofrecer y menos aún para este sector de la población. Durante unos años, la construcción necesitó cantidades ingentes de mano de obra no cualificada, pero esto ya acabó definitivamente.

Una buena parte de la inmigración residente en nuestro país se encuentra en una situación de parálisis absoluta ya que no pueden volver a su país fácilmente con el fracaso del sueño europeo escrito en la cara. Pero en Europa o, al menos en España, no hay trabajo para ellos. La generalización de este estado de excepción ha hecho proliferar en algunas zonas rurales de Cataluña actividades como la recogida furtiva de piñas o brezo.

Chicos jóvenes y fuertes pasan días eternos subiéndose a los árboles para coger piñas o buscando incansablemente dónde pueden ir a cortar brezo. Después, venderán lo recolectado a intermediarios por muy poco dinero. Las piñas acaban en fábricas en donde son procesadas para extraer sus piñones, que después se utilizan para repostería o ensaladas. El brezo se utiliza para hacer vallas en chalets, escobas, sombrillas o para encender fuego a nivel doméstico. La peligrosidad que implica subirse a un árbol para recoger sus piñas es obvia.

A menudo, los chicos que se dedican a esta actividad forman parejas para ir a recolectar por la simpe razón que si uno cae del árbol y se hace daño, alguien pueda ir a pedir ayuda. En la mayoría de casos, esta actividad se realiza de forma ilegal. Teóricamente, aquellos que se suben a los árboles necesitan autorización escrita del propietario del bosque y, en algunos lugares, una licencia que expiden algunos ayuntamientos que han hecho esfuerzos para regular la actividad.

La proliferación de esta actividad también está estropeando muchos pinos, ya que no se dejan en el árbol las piñas necesarias para la reproducción, y esto está haciendo que cada año se recojan menos piñas. A su vez, hay zonas en las que cada vez hay más gente intentando ganarse el pan con esta actividad. Y la suma de estas circunstancias hace que los beneficios se consiguen sean mínimos, más aún si se tiene consideración el peligro que se corre. El precio que se paga por el kilo de piñas es cada vez más bajo, estando ya por debajo de los 50 céntimos al kilo. No hace falta hacer las multiplicaciones para darse cuenta de la cantidad de árboles a la que hay que subirse para sacarse un sueldo digno.

En la provincia de Gerona, predominan estas actividades en las comarcas de la Selva, el Gironès y el Baix Empordà, donde mucha gente conoce su existencia, pero en otros lugares no tan lejanos es una actividad completamente desconocida, sobretodo en espacios urbanos. Esperamos poner nuestro granito de arena para que esto deje de ser así y para que llevando esta actividad a la luz pública, se pueda ayudar a reducir la miseria del bosque, el malvivir de esta especie de chatarreros rurales.


La crítica opina
"Una película tremendamente sólida, con una estética imponente. Ante todo, una película de un humanismo sincero y profundo, algo difícil de encontrar en el cine contemporáneo" - Javier H. Estrada, crítico de Caiman CDC y programador.

"El filme tiene un raro efecto hipnótico que te atrae por su simplicidad" - Javier Martín Corral, Redrum.

"David Gutiérrez Camps rompe barreras entre formatos y dinamita todo posible estereotipo al que al cine social de denuncia nos tiene acostumbrados" - Joan Sala, Filmin.

"Using sophisticated visuals, the Spanish director sketches in Undergrowth a delicate portrait of a prehistoric man who looks at the absurd world with astonishment" - New Horizons Film Festival.