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Daniel Powter

"En realidad nunca sé lo que estoy tocando. Simplemente escucho el sonido que suena en mi cabeza y sigo adelante", comenta Daniel Powter.

Diferente es una buena palabra para tener en cuenta mientras uno va conociendo Daniel Powter, el álbum de este joven con talento natural para la música. Publicado en 2005 con el adelanto de Bad Day.

Si dejamos a Daniel Powter reducido a su mínima esencia, sus elementos clave son dos: una brillante habilidad para componer y una tremenda sinceridad. Quizá esto le viene de la contradicción de haber crecido en el bucólico esplendor de Okanagan Valley (Canadá), al tiempo que descubría que no tenía nada que perder como artista. Empezó a aprenderse la lección entre los cuatro y los trece años, época en la que pasaba mucho tiempo en casa, tocando el violín mientras su madre le acompañaba al piano. Daniel nunca perteneció a un equipo de hockey juvenil ni se dedicó a pegar palizas a otros niños. No le hacía falta, en cuanto le veían con el estuche del violín, eran los otros niños los que le pegaban a él...

"Recuerdo una vez que había estado tocando en un concurso del colegio", cuenta, "probablemente en quinto o sexto curso. Después, mientras atravesaba un campo con el estuche de violín , un par de gamberros del colegio simplemente me apalearon. A partir de ahí todo cambió. Volví a casa con un ojo morado y anuncié: '¿Sabéis qué? Que no vuelvo a tocar'".

Hubo otras razones que hicieron que el violín perdiera atractivo para él. "Yo era disléxico", explica Powter, "y mi profesora le daba mucha importancia al solfeo. Me acuerdo de una vez en que no dejaba de mirarme durante la clase y no paraba de decir, 'Tu música está del revés'. Entonces me di cuenta de que tenía que romper con esa forma tan estructurada de aprender música y encontrar mi propio camino".

La colección de discos de sus padres le apartó de los clásicos. "Solía escuchar sus discos de los Beatles y Fleetwood Mac hasta que conseguía empaparme de ellos y empezaban a tener sentido. Escuché muchas cosas de la Motown que mi madre solía poner. Y Duran Duran eran brutales para mí; incluso ahora, no puedo evitar subir el volumen de la radio cuando escucho 'Hungry Like The Wolf'. Pero Prince me gustaba más todavía. Incluso tenía el disco de Dirty Mind cuando era pequeño, a mis padres no les importaba".

Pronto empezó a pasar mucho tiempo tocando el piano de su madre, inventándose temas originales. "Al principio no hacía más que pasar el rato", recuerda, "pero cuando dejé el violín y empecé con el piano me di cuenta de que era fantástico poder tocar tantas notas al mismo tiempo, mezclando los sonidos bajos, los altos y los medios. Y además a las chicas les encantaba, nunca me hubieran hecho ni caso si hubiera seguido tocando el violín".

Pero aún así, Powter no empezó a interpretar hasta mucho más adelante, en el instituto, donde creó su primer grupo. No fue exactamente un triunfo, él mismo lo admite. "Las actuaciones me aterrorizaban. Era el cantante principal, pero cantaba de espaldas al público, no era capaz de mirarles, estaba muerto de miedo".

No le llevó mucho tiempo mejorar. En su segunda actuación consiguió transmitir su energía al público. Antes de que terminara la noche, Powter había decidido dedicarse para siempre a la música. Su primer disco, que grabó cuando todavía vivía en Okanogan Valley, consiguió llegar a Rocktoria, un concurso radiofónico que se celebraba en Victoria, en la Columbia británica. Y cuando terminó su último año de clase, le concedieron la Beca de la Universidad MacEwan de Edmonton, donde entró como estudiante de música.

Allí, los problemas que habían hecho descarrilar su carrera como violinista volvieron a aparecer. "Sacaba las mejores notas en interpretación. Pero en las asignaturas teóricas siempre suspendía, porque no leía bien las partituras. Después de algún tiempo empecé a odiar la escuela, y me di cuenta de que era mejor hacérmela a mi medida".

Powter abandonó después de dos años y se trasladó a Vancouver, donde conoció a un músico llamado Jeff Dawton "Jeff y yo nos encerrábamos en un apartamento que tenía un pequeño estudio. Empecé a escribir canciones y empezamos a tener grandes ideas para producir música. Estaba tan enganchado que trabajaba en aquellas canciones día y noche. Fue como ver cielo abierto. Antes, cuando grababa un disco, una canción me costaba una semana de trabajo. Ahora conseguía escribir la canción en un solo día, y Jeff y yo añadíamos la sección de bajo y empezábamos a hacer loops. Aquello me dio ánimos para seguir adelante".

Durante el año siguiente Powter escribió una serie de canciones de las que nacería el material de su álbum Daniel Powter. Cuando Jeff y él empezaron a mandar demos, la respuesta fue muy buena. Grandes ejecutivos, algunos de ellos míticos, le pidieron que viajara a Nueva York para hacerle pruebas. Pero desafortunadamente, dedicado a pulir la composición y la grabación de sus temas, Powter había descuidado su interpretación sobre el escenario; la idea de actuar en directo seguía poniéndole nervioso, así que, de momento, nadie movió ficha. "No estaba preparado", dice, encogiéndose de hombros, "Me hundí. Porque una vez que una discográfica dice que no, es difícil volver a hacerles una propuesta más tarde. Así que decidí olvidarlo, volví a Vancouver y seguí escribiendo temas".

El mérito de haber descubierto al artista es de un ejecutivo emprendedor, Gary Stamler. Fue él quien le pasó la demo de Powter a Tom Whalley, presidente y director general de Warner Bros. Records, y organizó una reunión en Los Ángeles. Fue, como alguien dijo una vez, el comienzo de una bonita amistad...o dos. Al igual que en su búsqueda de la discográfica adecuada, cuando Daniel escogió a Mitchel Froom como productor de su disco Daniel Powter, se dejó guiar más por afinidad personal que por otras consideraciones. "Todo fue muy complicado hasta que conocí a Mitchel", explica, "Después de dos o tres días, justo antes de las Navidades del año pasado, supe que era el tipo que necesitaba. Tom nos pidió que hiciésemos dos o tres canciones juntos, y cuando se las presentamos nos dio luz verde".

Trabajar con Mitch Froom es un regalo muy especial, si tocas piano o organo. Porque antes de dedicarse a producir proyectos con artistas de la talla de Elvis Costello, Los Lobos, Crowded House, Paul McCartney, y otros gigantes de la música, Froom ya tenía un nombre como músico de estudio y había grabado sus propios álbumes. Esto explica en parte el tipo de texturas sonoras que se escuchan en Daniel Powter, de una gran riqueza, pero nunca, como a veces ocurre con la música de teclados, ni evidente ni superflua.

"Conseguí tocar con toda la colección de Mitchell", dice Powter, entusiasmado, como si fuera un chaval que vuelve a casa el día de Halloween con una bolsa llena de golosinas. "Este tío tiene Chamberlins, Wurlitzers, varios (Hammond) B-3..... una colección increible".

La conexión que se creó entre Powter, Froom, y Jeff Dawson se fortaleció aún más cuando empezaron las sesiones de grabación. "Mitchel me ayudó con los arreglos de algunas partes", cuenta Powter. Por ejemplo, hay un momento en mitad de 'Lost In The Stoop' tomado directamente de la demo original; cambiamos la progresión, pero la voz se quedó igual. Me fascinó esa forma de trabajar. La mayoría de la gente es muy corporativista, defiende su territorio, pero yo me sentía muy cómodo desde el principio con Mitchel y su forma de trabajar".

Froom sabe que el papel de un productor consiste en mantenerse al margen, salvo cuando puede ayudar al artista a sacar adelante una idea. Así que Daniel Powter trata solamente de Daniel Powter: su idiosincrasia, sus brotes de talento y esa particular mezcla de inocencia e ironía son marca de la casa, y definen a este joven artista del norte como un músico original cuyo debut es solo el primer mojón en una carrera de mini obras maestras que no ha hecho más que comenzar.

"Soy realista. Lo único que me importa es conectar con un público que sienta lo mismo que yo. Por supuesto, si esto ocurre a gran escala y consigo un éxito fabuloso, pues también me parece bien", dice Daniel Powter.