Desgarrada, el nuevo disco de Clara Montes, se ponía a la venta el pasado 12 de marzo. Es ya su quinto álbum, que ella misma califica como más intimista y maduro que los anteriores.
Hablar de Clara Montes es hablar de la seducción del Sur, de la sabiduría aquilatada en una casta que amalgama en su voz y en su figura las razas que han pasado por aquella geografía. Es hablar también de compromiso con el mundo, es una manera de habitar la tierra poética y solidariamente, en femenino singular y sin estereotipos. Por eso Desgarrada es un grito de dolor y de libertad a corazón abierto. Una apuesta por la pasión vital y desmedida. Es la necesidad de hacer del oficio de cantar no sólo una forma de arte sino además de vinculación con el mundo y de denuncia de todo lo feo humana y éticamente hablando. Es la concreción de la necesidad de que el arte sea no sólo una manifestación cultural sino un espejo en el que mirar y cambiar el horror del mundo. Desde las guerras que nunca debieron hacerse, a las víctimas del terrorismo, pasando por la violación de los derechos humanos, la discriminación por razón de sexo, ideología o religión, la libertad de amar sin ninguna otra cortapisa de los convencionalismos, y contra cualquier ultraje de los derechos fundamentales de las personas.
Desgarrada es la apuesta por la vuelta a las raíces. Arropada por el calor mínimo de muy pocos instrumentos: de un piano, de una guitarra o un contrabajo, unas percusiones o un chelo, para que la voz toque más directamente las conciencias, a través del corazón. Es un grito desgarrado ante la precariedad y fragilidad de la vida en tiempos supuestamente avanzados.
Desgarrada es un disco que recupera la idea de los espectáculos musicales de los años 20, años en los que los flamencos se mezclaban con Ortega y Gasset o Federico García Lorca, en busca de lo que llamaban el duende, con una estética revisitada de los 40. Con versiones de clásicos como Tatuaje, de Rafael de León, El día que nací yo, del maestro Quintero, Cada noche un amor, de Agustín Lara, Luna de Abril, de su querido Carlos Cano, con quien tantas veces compartió escenario. Canciones nuevas de su cosecha como Corazón, Cansada, Sólo Mía, la bellísima y poco usual sevillana clásica Vientos de Amor, o la que da título al disco, Desgarrada, difícil canción cantada a capela, en la que dice: "me enseñaron a Querer, Me enseñaron a sentir, con la mano a acariciar, con la mente a compartir, con el alma a respetar. Pero nunca me enseñaron a sufrir, a ver tanto dolor y no gritar".