Love Division, en la línea de fuego
Concierto fin de gira en la Sala El Sol viernes 14 de enero
Una bolsa llena de armas y balas suficientes como para acabar con toda la población zombie de Atlanta es lo que traía debajo del brazo la banda Love Division, con la ocasión de su concierto de fin de gira en la sala El Sol de Madrid. Y aunque los 'caminantes' nunca entenderán que el rock no comercial posee el mejor de los poderes, el de proteger contra la alienación, la demostración de fuerza y energía que el grupo disparó desde el escenario constituye un buen ataque para comenzar 2011.
Love Division presentan su primer larga duración, The velvet revolution, y algunos temas de lo nuevo que están preparando. Pero antes de hacer su aparición en las tablas de la caverna de Montera, tuvieron unos invitados también provistos de descaro y riffs desafiantes: Ángeles, que con un EP cargado de buen rock en español, guitarrearon a gusto canciones propias como 'Corazones solitarios' o 'Cuestión de fé' y algunas versiones, a destacar el clásico 'My sharona', muy contundente. No defraudaron y fueron un primer plato apetecible.
Al rato y, sigilosamente, la banda liderada por Ricardo de Abiega se unió a la batalla. Con su primer disparo a base de metralleta, Big night, abrieron el camino a tres de los proyectiles incluidos en su álbum debut: Troubled ways, explosiva pero firme y cada vez más incitante a mover el esqueleto; World War III, directa hacia el estómago; y For nothing, perfectamente cerrada y más salvaje que en la grabación.
Tras presentarse como es habitual en ellos ("Somos Love Division, y somos del rock") arrancaron dos de los nuevos temas: State y The art of lost love, más industriales que el resto de su repertorio. Tirando de medios tiempos les siguió Life will never be the same, una canción que Ricardo describió como "una en la que las chicas nos hacen un poco más de caso". En esta balada de corte americano, Kike sale de su batería y se une a los coros, demostrando que además de potencia con las baquetas, también tiene pulmones. Volvieron a sacar la munición con dos nuevas creaciones más: Chain of command y Nowhere fast.
En la retaguardia, 'The velvet revolution', que da nombre al disco, resonó contra las paredes de La Sol, bien ejecutada y con fuertes sentimientos detrás, acompañados de una voz desgarrada. Tras ella, This is the warzone, o la artillería pesada. Por último, el gatillo siguió apretándose sin cansancio con la versión de Helter skelter de The Beatles, mucho más cercana a los aires setenteros que respira Love Division; y con su disparo final, certero y delicioso, para una muerte dulce: I must be your satellite.
Sin dejar que el sudor les aturdiera, los madrileños dieron un recital a prueba de bombas, haciendo acopio de la destrucción masiva que sale de unos amplis cargados por los propios hombros de unos soldados, que poco a poco están haciéndose un lugar en el panorama del rock en España. Ahora queda esperar a que la población civil reconozca su labor de salvamento: nosotros ya sabemos que no les faltan balas en la recámara.


Fotos Javier Sánchez