Love Division – Hoz, Martillo, Música
La reseña sobre el nuevo álbum del grupo madrileño, "Anthems for the Lost Generation"
"A los Ramones no les gustan los comunistas, pero a los comunistas sí nos gustan mucho los Ramones". Barcelona, 1980, concierto de la mítica banda americana en las fiestas del PCE. En los mentideros del punk, la cita se atribuye al diseñador gráfico mexicano Arturo Vega, famoso por ser el responsable del archiconocido logotipo de la banda de Joey, Tommy, Dee-Dee y Johnny. La alusión es clara a este último, visceral guitarrista y republicano de corazón, un arraigamiento que los fans nunca hemos notado en su trabajo.
Anthems for the Lost Generation, el segundo larga duración de los madrileños Love Division, estrecha barreras musicales y políticas incidiendo (espero) sobre todo en las primeras. Y digo "espero" porque lo que nos ocupa en un disco de rock es solo eso: el rock. Un género que simboliza un movimiento reaccionario, sí, pero que ante todo debe enarbolar solo la bandera del buen gusto y adoctrinar siempre desde el manifiesto de la creatividad.
Es el caso, porque en Anthems
vamos a encontrar más metáfora y guitarra que discurso, y yo lo prefiero. Prefiero que en estos tiempos de crisis de valores, las armas que empleen los músicos sean riffs como los de Nowhere Fast, muy inspirados en Foo Fighters; o fraseos sin tregua como los del single Big Night.
Buena parte de culpa la tiene una producción deliciosa, a cargo de la propia banda y el 'Coronas' Fernando Pardo, que nos remite durante todo el álbum a viejos cuentos independientes de una época mejor, la de los años 90, con esos tracks encadenados con la fuerza cooperativista del Gung-ho.
Love Division
No todo es frenetismo y por eso también encontramos medios tiempos como The Art of Lost Love, tema idílico e imprescindible, o Résistance!, reposada como un alto en el camino. Estos cambios en los tempos se agradecen, aunque no hay que olvidar las verdaderas raíces de la banda, reveladas en Case Study: The Strongest of Them All, teñida de dureza y madurez a partes iguales.
En Twilight o We Ain't Going Down encontramos más tradición, una sensación que rompe con el riesgo que el disco podía haber ido adquiriendo. Y es que el rock se ha nutrido durante toda su vida de otros estilos e instrumentos (The Doors, Led Zep, Pink Floyd) pero hoy en día a veces parece que los creadores temen a la experimentación, que en realidad es nuestra mejor amante. Love Division ha tomado el camino del allegro ma non troppo, sin arriesgar todo lo que debería. Quizá The Unkept Promises of Communism sea el tema que más marca la diferencia, utilizando trompetas y cuerdas que tímidamente se van uniendo a la revolución, pero que tendrían que haber sido más partícipes.
Cierra el disco End in the End, otro medio tiempo intimista y muy cinematográfico en donde es posible que resida la clave para el mensaje implícito del álbum: estamos en el centro de este caos convulso y capitalista, pero la música puede ser nuestra hoz y nuestro martillo.