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The brutalistDirigida por Brady Corbet
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León de Plata en Venecia en 2024 al mejor director para el estadounidense Brady Corbet. Protagonizada por Adrien Brody (El pianista), Felicity Jones (La teoría del todo) y Guy Pearce (Memento, L.A. Confidential), la película cuenta la historia del exiliado judeohúngaro László Toth, que consigue llegar a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial y logra tener éxito como arquitecto gracias al apoyo económico de un empresario.


Notas de producción
El guionista y director Brady Corbet (Vox Lux: El precio de la fama, La infancia de un líder) nos presenta en esta ocasión la historia de László Toth, un arquitecto judeohúngaro que, tras sobrevivir al Holocausto, emigra a Estados Unidos para emprender una nueva vida mientras aguarda el regreso de su esposa, Erzsébet, atrapada tras la guerra en Europa oriental junto con su sobrina.

Lo que László encuentra a su llegada al mundo occidental es una América muy diferente a la que esperaba. La promesa del sueño americano demuestra ser una mera ilusión y su prominencia y su reputación como arquitecto de éxito en Budapest no parecen resonar en el aristocrático entorno de Pensilvania.

«THE BRUTALIST examina el modo en que la experiencia inmigrante refleja la artística, en el sentido de que, cuando emprendes algo atrevido, audaz o nuevo —como lo que crea el Instituto László en el transcurso de la película—, sueles recibir críticas por ello», asegura Corbet, que ha invertido siete años en hacer realidad esta película. «Y luego, cuando pasa el tiempo, te idolatran y te rinden homenaje por lo que has hecho», añade.

«László Toth es un arquitecto judeohúngaro que huye de Europa tras la guerra y que llega a Estados Unidos para comenzar una nueva vida y reconectar con su esposa, de la que se ha visto obligado a separarse», dice Adrien Brody, que interpreta el papel protagonista en THE BRUTALIST. «Es el viaje de un refugiado conectado con su pasado, pero a quien también han despojado de ese pasado. Está tratando de abrirse camino en un nuevo país con normas que no conoce»,

añade Mona Fastvold, coguionista de THE BRUTALIST, así como de los largometrajes de Corbet La infancia de un líder y Vox Lux: El precio de la fama. «Nos encantó la relación de camaradería, amistad y amor que se iba desarrollando entre László y Erzsébet a medida que escribíamos el guion. Esas fueron las primeras chispas e ideas que dieron origen a THE BRUTALIST».

Los cimientos
La arquitectura brutalista se puso de moda en Reino Unido en los años 50 entre los proyectos de reconstrucción de la posguerra. Con edificaciones minimalistas que muestran elementos desnudos como ladrillo visto o cemento al descubierto, el Brutalismo enfatiza lo estructural sobre el diseño decorativo, como queda patente en la obra de Le Corbusier, Marcel Breuer, William Pereira, Moshe Safdie, Denys Lasdun y Alison & Peter Smithson.

Corbet y Fastvold se confiesan fascinados por la arquitectura brutalista y su relevancia física y psicológica a comienzos de los años 50. «Para nosotros, la psicología y la arquitectura de posguerra, incluido el Brutalismo, son realidades íntimamente conectadas, y es algo que plasmamos en la película mediante la construcción del Instituto, una manifestación del trauma de 30 años de László Toth y la consecuencia arquitectónica de las dos guerras mundiales», explica Corbet. «Nos pareció poético que los materiales desarrollados para la vida durante la guerra se incorporasen luego a proyectos corporativos y residenciales en los 50 y 60 por obra de figuras como Marcel Breuer y Le Corbusier».

Corbet había hecho dos películas anteriormente, ambas de carácter histórico: La infancia de un líder (2015), que narra la historia de un joven estadounidense en Francia que acaba convirtiéndose en un dictador fascista, estaba ambientada entre 1918 y 1940; su continuación, Vox Lux: El precio de la fama (2018), se desarrollaba entre 1999 y 2017 y seguía la pista del ascenso de una estrella norteamericana del pop con un trasfondo de violencia armada y los ataques terroristas del 11-S.

Las películas de Corbet son un pulso a momentos claves del siglo XX. THE BRUTALIST, su obra más expansiva hasta la fecha, se centra principalmente en los años de mitad del siglo pasado en la vida de Estados Unidos y de Europa, la década inmediatamente siguiente a las dos guerras mundiales. «Es un periodo de la historia que siempre me ha fascinado, principalmente por el modo tan extraordinario en que la psicología de posguerra ha influido y dejado huella en la arquitectura de posguerra», dice Corbet.

Mientras investigaba para THE BRUTALIST, Corbet consultó con el experto en arquitectura Jean-Louis Cohen, cuya obra sobre Le Corbusier y Frank Gehry es de las más veneradas. Al visitarlo en Princeton, donde da clase, Corbet le preguntó a Cohen si conocía alguna figura histórica que hubiera fundado una firma arquitectónica en una parte del mundo y que acabara siendo víctima del desplazamiento y del exilio en una guerra hasta el punto de obligarlo a volver a empezar en el extranjero.

Cohen fue incapaz de pensar en un ejemplo real, así que Corbet y Fastvold se propusieron crear los componentes de ficción que se convirtieron en László y Erzsébet Toth. «La historia narra 30 años en la vida de un arquitecto que estaba muy bien establecido antes de la Segunda Guerra Mundial», nos cuenta Corbet. «Su mujer y él acaban atrapados en el lodazal de la guerra y emigran por separado a Estados Unidos; László a finales de los años 40 y Erzsébet a finales de la década de los 50. THE BRUTALIST trata esencialmente de László tratando de reestablecerse en Estados Unidos tras pasarse una década separado de su esposa».

Con una dosis de imaginación de Corbet y Fastvold, las experiencias de László en Estados Unidos reflejan las de artistas claves del Brutalismo, como Louis Kahn, Mies van der Rohe y, sobre todo, Marcel Breuer, de procedencia húngara, que diseñaron en Museo Whitney de Nueva York, actualmente conocido como el Met Breuer.

«La verdad del caso es que casi todos los arquitectos judíos de Europa oriental o Europa central que se quedaron atrapados en Europa no salieron de allí con vida», dice Corbet. «En el caso de Breuer, era un académico muy bien considerado que recibió una invitación para trabajar con Walter Gropius in Estados Unidos en 1937».

A medida que investigaban y escribían, Corbet y Fastvold se quedaron fascinados con la relación de Breuer con su mujer, por no hablar de su volátil relación con sus propios críticos, que, a menudo, eran verdaderamente despiadados con su obra, tanto en Europa como al otro lado del charco. «En los últimos años de su vida, Breuer no fue un arquitecto especialmente aplaudido», asegura Corbet. «Ahora se le considera uno de los mejores arquitectos del siglo XX».

THE BRUTALIST es la historia de cómo el sueño americano se vuelve tóxico a ojos de ambos Toth después de que László se encuentre y acepte el mecenazgo del rico empresario industrial Harrison Lee Van Buren a cambio de construir un monumento conmemorativo a la difunta madre de este en la propiedad en expansión del oligarca, en el estado de Pensilvania.

El reparto
Uno de los mayores desafíos de la producción fue reunir a un equipo de actores y actrices con el talento necesario para cumplir las exigencias emocionales y técnicas que presentaba THE BRUTALIST.

«Fue un casting inmenso y recibíamos a grupos nuevos de gente todos los días en el set, pero tuvimos mucha suerte porque logramos juntar a un elenco de intérpretes que comprendió el material implícitamente y vino preparado», asegura Corbet. «Ayudaron a llevar a buen puerto de forma fluida un proceso difícil e incluso aparentemente imposible».

Para una historia en la que se emplean múltiples idiomas, dialectos y acentos, entre ellos el húngaro, con algunos monólogos que se extendían a lo largo de varias páginas en el guion, los actores protagonistas Adrien Brody y Felicity Jones tuvieron que aprender húngaro, un idioma conocido por lo difícil que es dominarlo, y luego incorporar acentos húngaros a sus diálogos, predominantemente en inglés.

Para Brody, no era la primera vez que trabaja con material histórico y con acentos de Europa del Este, dado el Oscar al Mejor Actor que conquistó en 2003 por interpretar al compositor judeopolaco y superviviente del Holocausto Wladyslaw Szpilman en El pianista. Brody nos cuenta: «Para poder encarnar a László Toth, tuve que construir un personaje basado en una base verídica. Me basé en dos profundas influencias de mi vida: crecer como hijo de una refugiada húngara y representar las memorias de Wladislav Szpilman tal y como se narran en El pianista. Aunque se trata de dos personajes totalmente distintos, los meses invertidos en investigar y conectar con el pasado de Szpilman y los horrores de esa época es una experiencia que sigue atormentándome y que me ha brindado una comprensión emotiva de las desgarradoras experiencias y pérdidas que conforman el viaje de László a Estados Unidos como refugiado».

La conexión de Brody con Hungría es anterior a la película. Su madre nació en Budapest y se vio obligada a huir de joven en plena Revolución Húngara en 1956. Se convirtió en refugiada y emigró a Estados Unidos y, al igual que László, persiguió su sueño de ser artista. «Vi en THE BRUTALIST una historia de silenciosa perseverancia y de alguien con la necesidad de luchar por alcanzar la excelencia», asegura Brody. «Incluso cuando te arrebatan la propia tierra que pisas».

Brody añade: «Es maravilloso contar con un enfoque narrativo que ofrece suficiente tiempo con un personaje como para ver y experimentar una vida al completo, que es lo que Brady y Mona han conseguido en THE BRUTALIST. A menudo, te adentras en el meollo de la acción y ocurren cosas en una historia, pero no conoces realmente a la persona con la que estás haciendo ese viaje. Esta película abarca 30 años de la vida de un hombre».

Felicity Jones sintió una conexión similar con Erzsébet Toth en cuanto leyó THE BRUTALIST. «Conecté al momento y, aunque sentía que era un personaje procedente de otra era, fue como si sus sentimientos tuvieran un doloroso y afilado eco contemporáneo», afirma Jones, que fue nominada por su interpretación de Jane Hawking en La teoría del todo.

«La historia también representa que sobrevivir a una vida en un campo de concentración conlleva fuertes repercusiones a lo largo de los años», continúa Jones. «Hay mucha violencia en la película, tanto emocional como física, pero fue la combinación de violencia, humanidad y romance lo que me atrapó de verdad en THE BRUTALIST».

«Erzsébet aparece a mitad de la película tras haber vivido separada de László durante muchos años», nos cuenta Jones. «Cuando se reúnen en la estación de tren, es un momento extraordinario porque su amor por él es lo que verdaderamente le ha permitido seguir viviendo todos esos años de trauma en el Holocausto».

Jones se pasó meses trabajando su acento húngaro y adentrándose en los oscuros recovecos de la vida de Erzsébet para poder representar en pantalla su sobrecogedor dolor y su sufrimiento. Pero fue ese vínculo profundo y amoroso entre László y Erzsébet lo que la ayudó a crear un personaje lleno de complejidad y matices.

«Hay una honestidad inquebrantable en ella y es una persona muy observadora, en el sentido de que absorbe todo como una esponja cuando llega a Estados Unidos para reunirse con su esposo», dice Jones. «A lo largo de la película, la vemos ganar en salud, seguridad en sí misma y ánimo. Había un enorme abanico de emociones que explorar e interpretar en ella. El amor que comparte con László le permite mejorar física y anímicamente».

«Felicity es una actriz con muchísimo talento; aportó una fuerza maravillosa y discreta y una veracidad inmensa al personaje que hace las veces de pilar de apoyo para László», dice Brody. «Representa la poderosa fuerza de una pareja que es capaz de mantener a la familia unida hasta en las circunstancias más extremas mientras lidia con la agitación de un artista muy apasionado que lucha por dejar un legado con su obra. Erzsébet consigue apoyar a László a pesar de su propio sufrimiento, y Felicity supo representarlo de un modo muy honesto y conmovedor».

En ausencia de László, Erzsébet centra su energía en proteger a la hija de su hermana, la delicada Zsófia, interpretada por Raffey Cassidy. «Erzsébet confía en Zsófia y ambas ejercen de soporte emocional para la otra, especialmente Erzsébet», dice Jones. «Las dos comparten una comunicación y un lenguaje muy particular entre ellas, algo que va más allá de las palabras».

De regreso a las órdenes de Corbet tras interpretar un doble papel en Vox Lux: El precio de la fama, tanto del personaje de Natalie Portman en su juventud como de la hija de Portman en escenas posteriores, Raffey Cassidy ha alcanzado la mayoría de edad actuando en películas de Brady Corbet. «Es la protagonista junto con Natalie en Vox Lux: El precio de la fama y es interesante verla seis años después como adulta, lidiando con un personaje lleno de desafíos con mucha profundidad y oscuridad implícitas», asegura Fastvold. «Es maravilloso ver esa transformación».

Oscuridad es el denominador común de muchos de los personajes de THE BRUTALIST, pero el que esconde esa oscuridad a la vista de todos es el cortés y voluble empresario industrial Harrison Lee Van Buren, interpretado con una amenazante caballerosidad por el veterano actor Guy Pearce. Aparentemente un hombre de negocios progresista que está forjando su legado en su creciente finca rural de Pensilvania, se convierte en el salvador y el tormento de Toth en el transcurso de una historia que abarca varias décadas.

«Una de las cosas que más me gusta de actuar es la cuerda floja que recorres entre diferentes rasgos de personalidad y psicologías», dice Pearce, que aporta un cambiante temperamento al personaje más feroz y simbólico de toda la película. «Es un hombre de una determinada época que se puede definir como una persona inteligente, motivada y con muchas ganas de triunfar. Sabe lo que significa ser un hombre en un mundo poderoso».

Pearce también se vio atraído por la ternura de Harrison Van Buren, que solo vislumbramos en pequeños destellos, en los que vemos al actor casi como un niño. Pero fue la naturaleza voluble del personaje combinada con sus ansias de poder y control lo que le dio a Pearce el grueso del material con el que trabajar a la hora de dar forma a su interpretación.

«Parte de su poder es ser encantador y ganarse a la gente», dice Pearce. «Está turbado, pero también hay un gran corazón en el fondo; alguien que está dispuesto a apoyar económicamente a un inmigrante con problemas como László, cuyo talento arquitectónico sabe reconocer. Tiene buen gusto y, mientras controle a todo el mundo a su alrededor, todo va bien. Toda su fachada está construida en torno a eso».

En la relación entre Harrison Van Buren y László Toth, THE BRUTALIST también afronta la incómoda cuestión de quién permite que se cree arte y el impacto que el sistema de mecenazgo puede tener sobre un artista y su visión. «Nos interesaba contar una historia sobre un inversor o benefactor y el artista al que contrata para crear», dice Fastvold. «Y lo complicada que puede ser su relación».

Para dar vida a las complejidades de Van Buren, Pearce tuvo que entender la naturaleza de las apariencias en el enrarecido mundo de un empresario industrial de la América de mediados de siglo perteneciente a la clase oligarca. Aparentemente complaciente, pero tendente a sufrir ataques de ira y violencia, Van Buren se convierte en un símbolo de los excesos más atroces del capitalismo.

«El modo en que alguien como Van Buren se presenta, con su atuendo y su actitud, es muy revelador, y Kate Forbes supo prepararle un vestuario deslumbrante, porque es alguien que derrocha estilo», asegura Pearce. «La artista de peluquería y maquillaje Gemma Hoff creó una peluca y un bigote para mí, y usamos un mechón de pelo canoso para envejecer al personaje y conferirle cierta autoridad. Hay un cierto aire sofisticado como de actor de los viejos tiempos que va de la mano del encanto, la fuerza y el poder de Van Buren. En cuanto me ponía el traje, me metía de lleno en el personaje».

Interpretando a los hijos adultos de Van Buren, Harry Jr. y Maggie, los actores Joe Alwyn y Stacy Martin aportaron una ambigüedad contrastada a una familia profundamente compleja. Ambos se esfuerzan por complacer a su padre de diversas formas en un intento desesperado por ganarse su afecto y su respeto. «Stacy Martin es una actriz con la que he trabajado ya en múltiples proyectos y es maravilloso colaborar con gente en repetidas ocasiones, porque con un mero gesto saben exactamente lo que quieres que hagan», dice Fastvold. «En cuanto a Joe Alwyn, es la primera vez que trabajamos con él y, cuando comencé a ver su labor a diario, percibí una cualidad casi trumpiana en su actuación».

El instituto
THE BRUTALIST recrea con destreza la vida urbana y rural de Estados Unidos en la Pensilvania de mitad de siglo, lo que requería un diseño de producción específico en cuanto a la época y el enclave. También fue necesario crear la imponente y altamente simbólica visión arquitectónica conocida como el Instituto, que László va construyendo en diferentes fases y que comienza sobre una colina de Pensilvania para para luego ir desarrollándolo en el transcurso de muchos años.

La diseñadora de producción Judy Becker ya conocía a fondo la América de mediados de siglo tras trabajar en el diseño de la película de Todd Haynes Carol, que arranca justamente en la Nueva York de esa época y continúa hasta la década de los 80. THE BRUTALIST sigue una trayectoria similar.

«Este proyecto estaba en mi lista de anhelos incluso antes de recibir el guion porque, para alguien que se dedica al diseño, hacer una película sobre un arquitecto es un sueño hecho realidad», asegura Becker. «Además, adoro la arquitectura brutalista, y el enorme desafío que suponía esta película concreta no era simplemente diseñar enclaves y sets específicos de la época, sino construir el Instituto, que simboliza la historia y la lucha que László ha vivido».

Becker tuvo que crear un diseño que no solo pareciese auténticamente brutalista, sino que se antojase algo que un arquitecto formado en la Escuela de la Bauhaus pudiera haber fraguado en la vida real. Su construcción, además, debía ser factible dentro del ámbito de la producción sin necesidad de levantar un edificio realmente, lo cual requirió una enorme dosis de magia cinematográfica por parte de su equipo de diseño.

«El punto crucial de la película son los problemas que László se va encontrando al diseñar y construir el Instituto, pero no es una cuestión meramente de arquitectura, diseño o construcción, porque guarda relación con asuntos de mayor envergadura», explica Becker. «Cuando alguien te está allanando el camino, como Harrison Lee Van Buren cuando financia la visión de László, ¿cuánto poder puede ejercer sobre ti?».

Para construir el Instituto, Becker investigó la arquitectura brutalista y modernista y los encargos adscritos a estos estilos, pero también recurrió a personas, cosas y eventos específicos de su propia existencia. «La estructura debía guardar relación visual con un campo de concentración, así que estudié imágenes de esos lugares, algo que fue muy duro pero necesario para entender la historia de László», asegura Becker. «Cuando era niña, en Nueva York, recuerdo nuestra sinagoga local, en la que había una estrella de David elevada que no se podía apreciar desde el suelo. Fue un momento muy revelador darme cuenta de que el Instituto debía tener forma de cruz, elevándose sobre la planta inferior del edificio, que se asemejaba a los búnkeres de los campos de concentración».

El talento para diseñar de László en THE BRUTALIST queda de manifiesto por primera vez con los muebles que crea para el negocio en Filadelfia de su primo Atilla. De nuevo, planificar el aspecto de esos objetos fue una labor que recayó sobre Becker. «Tuve que aventurarme en muchos ámbitos novedosos para mí en este proyecto, más allá incluso de diseñar edificios metiéndome en la piel de un arquitecto», dice Becker. «László también diseña un enorme sistema de muebles de almacenaje para la biblioteca de Van Buren, lo que me brindó la ocasión de reunir todas mis fuentes de inspiración en lo que a diseño respecta y hacer que cobrasen vida en la película».

El rodaje
Para convertir en realidad su épica visión de esta experiencia de excavación, construcción y vivencia inmigrante, Corbet recurrió por tercera vez al director de fotografía británico Lol Crawley, que se encargó también de La infancia de un líder y Vox Lux: El precio de la fama. «Nos entendemos a la perfección», desvela Corbet. «Es un auténtico poeta y un ser humano extraordinario».

Aunque la acción en pantalla se desarrolla sobre todo en Estados Unidos, el rodaje de THE BRUTALIST se llevó a cabo en una localización de Europa; en concreto en Budapest, Hungría, donde el protagonista Adrien Brody tiene raíces familiares. «Rodar aquí me ayudó a arraigar mi labor de un modo muy distinto a si lo hubiéramos hecho en Pensilvania», afirma Brody. «Budapest es un lugar precioso y la arquitectura es increíble. Hay estructuras admirables allá donde dirijas la vista».

Otro elemento crucial a la hora de elegir Budapest como principal localización para la película fue el hecho de que el épico y deslumbrante tercer largometraje de Corbet se rodase enteramente en celuloide. «Además de los increíbles enclaves que ofrece Hungría, hay dos laboratorios cinematográficos en Budapest, por lo que resultaba más sencillo parar Lol y para mí procesar nuestro metraje localmente», explica Corbet. «Nos daba tranquilidad mental poder entregar todo el material que íbamos filmando en un sitio a 20-30 minutos de nuestras localizaciones».

THE BRUTALIST se rodó con muchas cámaras y lentes distintas, en un formato conocido como VistaVision, que Alfred Hitchcock empleó en obras clásicas como Con la muerte en los talones. «Se trata de un gran formato bastante exigente que requiere que los técnicos sepan cómo trabajar con él», asegura Corbet. «En Hungría pervive la cultura de rodar en celuloide, a diferencia de gran parte del mundo, por desgracia. Para nosotros, supuso una gran ventaja y fue una de las principales razones por las que quise volver a rodar en ese país».

Para las sobrecogedoras escenas en las minas de Carrara, Italia, donde László y Van Buren viajan con el objetivo de conseguir mármol para el Instituto, Corbet quería representar el devastador alcance del capitalismo en todos los rincones del mundo. «Para mí, Carrara es un claro indicativo de lo dañino que ha sido el capitalismo para el planeta, de modo que el paisaje refleja el interior del personaje», explica Corbet. «Toda la película trata del mundo interior de mi personaje, que se manifiesta en los espacios que László crea en la película y los espacios que habita. También refleja la voracidad de Van Buren; es un recordatorio visual de cómo ese tipo de gente devora y saquea cuanto se cruza en su camino».

La banda sonora
«La banda sonora de THE BRUTALIST tenía que ser minimalista y maximalista a la par», dice Corbet. Para el proyecto, el compositor Daniel Blumberg viajó en múltiples ocasiones por Europa para grabar a un gran elenco de músicos de primera fila improvisando (figuras legendarias como Evan Parker, Axel Dörner y Sophie Agnel, entre ellos). También estuvo presente durante gran parte del rodaje para capturar secuencias musicales clave como la actuación en vivo del club nocturno en el propio set. «Brady y yo estuvimos dialogando constantemente sobre la banda sonora desde el momento en que comenzó a escribir el guion», dice Blumberg. «Estuvimos viviendo juntos y trabajábamos en demos por las tardes durante la preproducción, y luego hasta entrada la noche cuando volvía del set».

Corbet añade: «Hubo algo crucial para nosotros a la hora de crear la banda sonora de THE BRUTALIST, más allá de evocar los años 50 incorporando instrumentos de metal y jazz en algunas de nuestras grandes piezas orquestales. Ese elemento crucial para nosotros fueron las piezas exclusivamente de piano. La música de piano siempre me ha resultado muy sentimental en las bandas sonoras cinematográficas, pero quería incorporar este tipo de actuación de estilo improvisado que conectaba con la vida interior de László».

Trabajaron con el pianista afincado en Reino Unido John Tilbury, ampliamente conocido por sus interpretaciones del compositor clásico Morton Feldman. Ahora octogenario, Tilbury alojó a Blumberg en su casa-estudio de Kent para trabajar en equipo en la parte de la banda sonora compuesta de solos de piano. «En mi opinión, John es uno de los artistas más importantes del siglo XX», dice Blumberg. «Me parecía vital contar con esa fuerza a lo largo de la película para reflejar el carácter de László y sus actos con el transcurso de los años y las décadas».

La película acaba en un set diferente, a modo de epílogo, enclavado en la Bienal de Venecia en 1980, donde se rinde homenaje a la obra de László Toth. Para crear el sonido de esta nueva era, Blumberg viajó a Nueva York para colaborar con Vince Clarke, que definió el sonido de los 80 cargado de sintetizadores con su trabajo para Depeche Mode, Yaz y Erasure. Peter Walsh, que ha colaborado con Scott Walker y Simple Minds entre otros, se encargó de mezclar y coproducir junto con Blumberg.

«THE BRUTALIST es un proyecto inmenso e imponente, pero sin dejar de ser enormemente austero. Representar la arquitectura en pantalla fue difícil porque es un elemento inanimado y nunca me ha resultado sencillo rodar objetos inanimados», confiesa Corbet. «En vez de limitarnos a presentar la arquitectura en la película, el desafío para nosotros fue representarla, y creo que la banda sonora de Daniel juega un papel crucial a la hora de transmitir los temas centrales del film».

«Es una película dedicada a Scott Walker, el compositor de mis dos anteriores películas, que falleció», prosigue Corbet. «Estoy convencido de que a Scott Walker le hubiera encantado THE BRUTALIST y la extraordinaria banda sonora de Daniel».

La presencia del pasado
En un acto de arte imitando la vida, la Primera Exhibición de Arquitectura Internacional de la edición de 1980 de la Bienal de Venecia se llamó La presencia del pasado, un título que Corbet emplea en la película como el nombre de la retrospectiva en homenaje a la carrera profesional de László Toth como arquitecto brutalista.

«Una cosa que tienen en común mis tres películas es que tratan en gran medida de la naturaleza cíclica de la historia», explica Corbet.

Para él, no es una película política; «Es una película histórica y los personajes están escritos adaptándolos a sus circunstancias», dice Corbet. «La película tiene mucho que decir sobre la experiencia de la inmigración en Estados Unidos y sobre cómo fracasa el sueño americano con László y Erzsébet Toth».